1° Parte del capítulo #2 del libro titulado El Rapto del hermano, evangelista y doctor en las Escrituras Robert Van Kampen
Respuestas claras y sencillas para una pregunta difícil.
Las cosas en cuestion
A través de los años he descubierto que se podrían resolver casi todos los temas bíblicos críticos empleando la hermenéut6ica descrita en el capítulo anterior. Pero el momento del arrebatamiento, el regreso de Cristo por los Suyos, me eludía.
Supongo que eso no debía haberme sorprendido, ya que siempre ha sido un tema controversial no resuelto, incluso entre los eruditos que recurren a la hermenéutica literal.
Tuve conversaciones interminables sobre la materia con mis amigos quienes eran profesores de la Biblia en el Institute bíblico Moody. Muchos de ellos radicaban en los suburbios ¡el oeste de Chicago y, como yo, tomaban el tren al centro todos los días. Los buscaba siempre, porque tenía muchas ludas y pensaba que ellos tenían las respuestas, o al menos podrían orientarme al respecto. Sin embargo, si me llegaban a ver primero ¡pronto se escondían tras sus diarios o la gente que venía sentada delante de ellos! Sabían lo que quería. Quería que contestaran mis preguntas. Pero ellos querían aprovechar el tiempo a fin de calificar tareas, prepararse para una clase o simplemente relajarse antes de iniciar las actividades del día.
Cuando nos llegábamos a juntar, mi personalidad de caballo de guerra asumía el control. Yo quería saber lo que a Biblia enseñaba acerca de todo. Y debido a las dudas que tenía en mi propia mente, tenía muchas preguntas respecto a la escatología, o sea el estudio de los eventos de los últimos tiempos. Cuando me respondían, invariablemente mi siguiente pregunta era casi automática: ¿Es ésa su propia opi nión? o ¿es eso lo que enseña la Biblia? Cuando me contestaban que su postura se basaba en las enseñanzas de la Palabra, mi reacción era igualmente previsible: “¡Muéstreme dónde se encuentra!” Se puede decir que en gran medida mis ideas sobre temas bíblicos se forjaron en esos encuentros.
Yo había conocido a uno de esos profesores desde nuestros días en la universidad. A menudo continuábamos estas conversaciones en nuestros respectivos hogares, sentados en el piso de la sala de estar con nuestras Biblias y concordancias abiertas mientras luchábamos con los textos que tienen que ver con los eventos que ocurrirán en los últimos tiempos, en especial el momento de la venida de Cristo por Sus santos.
Para entonces estaba completamente convencido de que Dios quiere decir precisamente lo que dice. Por ello nunca tomé en serio las posturas amilenial y posmilenial respecto a la venida de Cristo, pues las dos se basan en su mayor parte en una hermenéutica alegórica que no fue aceptable para mí puesto que sus conclusiones siempre eran distintas de lo que el texto parecía decir si se tomaba al pie de la letra.
En ambos casos las obvias referencias de la Biblia al reinado literal de Cristo de mil años sobre un reino literal en la tierra fueron completamente descartadas en favor de su propia interpretación de lo que en realidad quería decir el texto. Debido a que el método alegórico de interpretación depende de lo que piense el lector en vez de lo que el autor escribió, a menudo fue difícil para los que sostenían esta perspectiva siquiera estar de acuerdo entre sí sobre las cuestiones claves. Una vez que las Escrituras están sujetas a la interpretación de los hombres (algo innato en el método alegórico), surge la pregunta: ¿Cuál interpretación y de qué persona es aceptable? Según mí hermenéutica, existe sólo un significado para el texto, el que el escritor, mas no el lector, pretendió darle. Claro y sencillo.
Antes de que Cristo viniera a la tierra por primera vez, había centenares de profecías antiguotestamentarias que predecían Su venida. Se predijeron más de cincuenta aspectos individuales de Su vida y muerte, inclusive Su lugar de nacimiento, linaje, ministerio, muerte, el método por el que moriría, y Su entierro y resurrección, por nombrar algunos. Es interesante notar que cuando Cristo vino, cada una de estas profecías se cumplió literalmente. Ese cumplimiento al pie de la letra es una de las evidencias más convincentes de que, efectivamente, Jesús es el Mesías que el Antiguo Testamento prometió. Mi razonamiento era el siguiente: si las profecías de Su primera venida se cumplieron en forma literal, ¿por qué sería diferente con las de Su segunda venida?
A mi juicio, cualquier profecía que no se cumpla literalmente carece de sentido. Si alguien predice que alguna cosa sucederá en cierta manera y en cierto momento, y no resulta así, obviamente esta persona no es profeta y sus predicciones no valen. Es muy sencillo. Sólo cuando las predicciones se cumplen con exactitud es que adquirimos confianza en el que las hizo. Y, en la opinión de este autor, precisamente así se deberían entender las profecías que se relacionan con la segunda venida de Cristo.
Cuestiones en las cuales estábamos de acuerdo
La postura literal más popular tocante al retorno de Cristo, que se enseña en la mayoría de las iglesias evangélicas conservadoras, institu- tos bíblicos y seminarios, se llama premilenarismo. Este punto de vista enseña que después de los sucesos que se asocian con Su regreso, Cristo establecerá y reinará sobre un reino literal en la tierra por mil años. El Apocalipsis 20 se refiere al menos 6 veces al reino de Cristo de mil años (véase v. 4 en especial). Como el nombre supone, el premilenarismo sostiene que Cristo vendrá a la tierra antes (pre) de Su reinado de mil años (milenario). Por mi hermenéutica tenía que ser premilenario, y sobre esta cuestión, al menos, mis amigos y yo no estábamos en desacuerdo.
Quienes creen en el retorno premilenario de Cristo también concuerdan en que justo antes de Su reinado habrá un período difícil de siete años en la tierra, que iniciará ligeramente y aumentará de intensidad conforme pase el tiempo. Cristo se refiere en parte a dicho período en el discurso del monte de los Olivos que se registra en el libro de Mateo (24:3-31) el cual se describe en más detalle en los capítulos finales de Daniel (11:36-12:13). Juan desarrolla el tema en gran detalle en el libro del Apocalipsis. Muchos maestros de escatología conocen a este período final de siete años como el período de tribulación.
Como lo he mencionado, debido a mí hermenéutica literal tuve que ser premilenario, creyendo que Cristo volverá por Sus santos antes de que venga para reinar por mil años en la tierra. De la misma manera, tuve que creer en el período de tribulación, los siete años precedentes que se caracterizarían por distintas aflicciones en todo el mundo. Hasta aquí, mis amigos y yo estábamos totalmente de acuerdo.
Tampoco era difícil compartir la opinión en cuanto a subdividir ese período de tribulación de siete años. De nuevo, como anteriormente, basándome en las enseñanzas de Cristo en Su discurso (Mateo 24:15, 21-22), de Daniel (Daniel 9:27; 12:1, 6-12), y la del libro del Apocalipsis (capítulo 13 en especial), yo sabía que la segunda mitad de estos siete años sería dominada por un auténtico hombre vivo a quien el apóstol Juan se refiere como anticristo o la bestia. El período de tribulación comenzará cuando este hombre, quien luego se manifestará como el anticristo, haga un pacto de siete años con Israel, nación que, al momento de su firma estará de vuelta en su territorio (Daniel 9:27). Tres años y medio después, los que rehusen adorar al anticristo o aceptar su marca (666) llegarán a ser blanco de su severa persecución, distinta de cualquier otra que los elegidos de Dios jamás hayan vivido. Su persecución inaudita de los escogidos (Mateo 24:21) y de la nación de Israel (Daniel 12:1), que da inicio a la segunda mitad del período de tribulación, se le conoce como un período de gran tribulación -el término que Cristo usa específicamente con respecto a esta persecución intensa en el discurso a Sus discípulos (Mateo 24:21). Y una vez más, mis amigos y yo estábamos completamente de acuerdo. Aplicamos la misma hermenéutica a los mismos pasajes y llegamos a las mismas conclusiones.
Aun podíamos estar de acuerdo acerca del tiempo general de la batalla de Armagedón. Este gran momento decisivo final, Cristo y Sus ejércitos celestiales en contra del anticristo y sus ejércitos terrenales, será el clímax de la ira de Dios (Apocalipsis 19:11-21; cf. 15:1). Sucederá en un solo día poco antes del inicio del reino milenario de Cristo (Apocalipsis 20). Esto es lo bueno de una hermenéutica literal. Cuando el texto es claro, es fácil estar de acuerdo ... ¿o no? Pronto averiguaría que mis amigos eran partidarios de una interpretación literal sólo cuando coincidía con lo que les había sido enseñado, estaban enseñando, o se esperaba que creyeran otros cuya aprobación les importaba más que lo que las Escrituras parecían enseñar. Cuando la hermenéutica cambió de un sencillo entendimiento literal de lo que el texto decía, ¡las explicaciones se ponían cada vez más largas y los ánimos más y más acalorados! Déjeme explicarle el porqué:
La pregunta primordial que todo alumno de escatología tiene que afrontar y a la larga tratar es la siguiente: ¿ Tendrá que hacer frente la iglesia a este intenso período de persecución del anticristo, o será quitada antes de que empiece este período que se conoce por "gran tribulación"? La mayoría de las veces, ¡es sobre este interrogante que se discute acaloradamente y sobre el que aun se está debatiendo en las instituciones teológicas de todas partes! Por tanto, no debiera sorprendernos que esta llegó a ser la pregunta clave tras los acalorados debates que mis amigos y yo teníamos con relación al momento del retorno de Cristo.
¿Pre., pos o qué?
Por mucho la postura más popular del arrebatamiento (o rapto como algunos prefieren) que enseñan los que dirían que están de acuerdo con una hermenéutica literal, se conoce como la pretribulacional. Dado que sus partidarios creen que Cristo vendrá por Su iglesia antes de que comience el período de tribulación de siete años, obviamente la iglesia no experimentará la persecución del anticristo durante ese tiempo terrible a que específicamente se refiere Cristo en el discurso del monte de los Olivos y Juan describe en el Apocalipsis. De ahí el término pre (antes) tribulación (el período de tribulación). Los que mantienen este punto de vista enseñan que el arrebatamiento de los santos puede suceder en cualquier momento (inminencia), pero debe ocurrir antes de que empiece el período de tribulación. Esto es lo que creían mis amigos que enseñaban en el Instituto Bíblico Moody.
Un grupo mucho más pequeño de maestros evangélicos de profecía cree que el rapto no tendrá lugar sino hasta el fin del período de tribulación, lo cual significa que la iglesia sufrirá persecución a manos del anticristo. A esta postura se le llama pos (después) tribulacional. Varios de mis amigos que enseñaban en el Seminario Evangélico de la Trinidad en Deerfield, Illinois sostenían este punto de vista.
Otro grupo aun más pequeño de teólogos evangélicos mantiene la perspectiva midtribulacional. No es difícil entender el momento en que, según ellos, tendrá lugar el arrebatamiento. Según su creencia, la iglesia experimentará los problemas menos severos que se asocian con la primera mitad del período de siete años, mas no la terrible persecución del anticristo durante la segunda. Ya que las suposiciones interpretativas de los pretribulacionistas son básicamente las mismas que las de los midtributacionistas porque ambas posturas excluyen a la iglesia de la horrible persecución del anticristo, para efecto de sencillez las he agrupado. En las siguientes páginas me refiero a ambas como la postura pretribulacional del arrebatamiento.
Puesto que se me había enseñado que tanto el punto de vista pretribulacional como el postribulacional eran las únicas dos opciones razonables en cuanto al momento en que tendría lugar el rapto, si de hecho la Biblia se había de tomar y entender de manera literal, no tardé mucho en estar totalmente desconcertado y frustrado. A diferencia de las enseñanzas claras de la Biblia tocante a los sucesos de los últimos tiempos en los que estábamos de acuerdo -el milenio, el período de tribulación de siete años, la gran tribulación por la persecución del anticristo y el Armagedón- no podía encontrar el momento en que debía suceder el rapto de acuerdo a las posturas pretribulacional o postribulacional en ninguna parte de las Escrituras aunque ambas tenían ciertos elementos de verdad que se apoyaban en las Escrituras. Mi problema no tenía nada que ver con las áreas de sus puntos de vista que tenían fuerte apoyo bíblico, sino más bien con aquellas que contradecían otros pasajes que se referían al mismo terna al tornarse literalmente.
La postura pretribulacional sostenía que la iglesia no viviría la ira de Dios, basándose en Romanos 5:9. 1 Tesalonicenses 1:10, 5:9, y el Apocalipsis 3:10 corno textos de prueba. Yo no tenía más remedio que estar de acuerdo porque eso es lo que la Biblia pareciera enseñar con claridad. Pero este punto de vista pierde su respaldo bíblico al decir que todo el período de tribulación de siete años involucra a la ira de Dios, especialmente la intensa persecución relacionada con el dominio del anticristo. El aferrarse a esa premisa iba claramente en contra de las otras enseñanzas que demuestran que los santos, los escogidos de Dios, experimentarán la persecución del anticristo, de hecho los mismísimos pasajes a los que los postribulacionistas acudían para comprobar su postura del arrebatamiento.
El punto de vista postribulacional sostenía que la iglesia pasaría por el período de gran tribulación, basando su opinión en varios pasajes que enseñan claramente que algún día los escogidos de Dios llegarán a ser blanco de la ira del anticristo. Quienes creían esto defendían su postura en base a los pasajes del discurso del monte de los Olivos (Mateo 24:21-22, 29-31), la segunda carta de Pablo a los tesalonicenses (2 Tesalonicenses 2:1-8) y el libro del Apocalipsis (13:3-10; 14:9-12). Tuve que aceptar esta faceta del postribulacionismo en particular, porque cuando estos textos se tomaban en forma literal, parecían exactamente enseñar eso.
Pero su postura, al igual que la pretribulacional, no estaba exenta de errores. Para que fuera coherente, es decir, que el rapto ocurriera al final del período de tribulación de siete años de acuerdo a esta postura, los santos deberían encontrar a Cristo en las nubes y volver inmediatamente con El a la tierra en la batalla de Armagedón. En este punto tuve que diferir, porque no existe base bíblica para apoyar el momento en que ocurriría el rapto (al mismísimo fin del período de tribulación) o al destino de los santos resucitados y arrebatados (de vuelta a la tierra en vez de ir al cielo). Estas suposiciones -que es todo lo que son- claramente contradicen a otros pasajes, tales como los que muestran a los elegidos como “irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre [en Su trono en el cielo] en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos” (1 Tesalonicenses 3:13; c£ Apocalipsis 7:9-14), y los que tratan del momento en que tendrán lugar tanto el juicio de los creyentes ante el tribunal de Cristo (Apocalipsis 11:18) y las bodas del Cordero con Su esposa (Apocalipsis 19:7-9), que Cristo le dijo a Juan que acontecerían en el cielo y antes de la batalla de Armagedón (Apocalipsis 19:11-21). Es difícil ubicar a la iglesia en el cielo antes de que ocurra el rapto, ¡sin mencionar uno que de hecho nunca la lleva al cielo!
Además, a diferencia del pretribulacionista que convierte al período entero de tribulación en la ira de Dios, el postribulacionista la limitaba a un período de tiempo indeterminable al final del período de tribulación, que llegaría a su punto culminante en la batalla de Armagedón. Sin embargo, al colocar al rapto al final de este período implicaba que la iglesia tendría que pasar por la ira de Dios, una contradicción aparente frente a un entendimiento literal de los pasajes que consideramos anteriormente. Para evitar los pasajes que prometen liberación de la ira de Dios a los creyentes, dicen que esa ira caería solamente sobre los impíos. En mí opinión, esto representaba una distorsión para acomodar su postura.
Así que lo esencial del debate se centró en estos dos puntos de vista aparentemente contradictorios. Ambos tenían sus propias citas bíblicas que tomaban a las Escrituras en formal literal. Las dos posturas seguían sus propias suposiciones que iban más allá de lo que podían comprobar bíblicamente. Y ambos necesitaban armonizar otros pasajes que contra- decían ciertas partes de su postura general. En otras palabras, ninguna de las dos opiniones era perfecta y capaz de derrotar a la otra. Por eso ambas posturas continuaban existiendo, debatiendo entre sí pero inca- paces de defenderse adecuadamente.