La Generación Peter Pan
¿Novios cama adentro?
En los últimos años, un nuevo fenómeno mundial ha surgido, en especial entre las clases medias: la discusión, a partir de experiencias reales, de si los padres deben permitir o no que sus hijos adolescentes tengan relaciones sexuales en casa. Los sicoanalistas tampoco se ponen de acuerdo sobre los límites de la permisibilidad, ni qué hacer con la llamada Generación Peter Pan, cuando la adolescencia parece prolongarse hasta los 24 años y los jóvenes se resisten a enfrentar solos los rigores que supone hacerse cargo de su propia vida.
Escena 1: La "nena", que acaba de cumplir los 16, trae primero a dormir a un grupo de compañeros de la escuela disque porque deben presentar un trabajo en equipo. Después, en los días subsiguientes, el grupo se va raleando hasta que solamente se queda uno de los chicos. Los padres observan, callan y así, mansamente, la excepción se convierte en hecho consumado. Ahora estos padres "progres" de clase media mastican dudas mirando al novio de su hija que, con su sola presencia, rompe la intimidad familiar.
Escena 2: Domingo por la mañana. Madre, padre e hijos pequeños desayunando. Ambiente de clase media. El padre, en los 40, lee el periódico. La madre, algo menor, sirve el café. Los niños, de 9 y 10 años, disputan la mantequilla. Llega el hijo, mayor, de 18, que acaba de salir de la regadera y tras él llega, también con el pelo mojado, la joven que una semana antes él les presentó como su novia. Los pequeños se codean, la madre ajusta su bata y les ofrece café, y el padre se hunde todavía más en el periódico.
Escena 3: La hija de 17 años confía a su madre —divorciada del padre de su hija hace ya cinco años— que ha tenido su primera relación sexual con el novio. A todas luces es un buen chico, y la relación va ya por sus seis meses. La mujer, algo conmovida, sólo atina a preguntarle por los anticonceptivos y a ofrecerle la visita al ginecólogo. Pero poco a poco, el novio trasnocha más en la casa y la mujer se debate en soledad, día y noche, entre el permiso y el límite, entre si contarle o no al padre de su hija, por lo demás bastante ausente.
Con diferencia de matices, las escenas se repiten: la mesa del desayuno con novia o novio incorporado los fines de semana, el cruce en los pasillos. Y sobre todo, el nudo en el estómago frente a la puerta del cuarto del hijo o de la hija, el puño detenido en el aire antes de golpear. Todo suele ser todavía mucho más difícil cuando se trata de una hija mujer.
El fenómeno es mundial y se ha dado en llamar la Generación Peter Pan: la adolescencia se estira como goma de mascar y los jóvenes tienden a permanecer cada vez más tiempo en casa de los padres.
Como se recordará, Peter Pan es la historia de un niño que había renunciado a crecer, un chico eterno que puede volar. La historia, que fue publicada justamente hace un siglo, en 1902, dentro del libro infantil El pajarito blanco, fue creada por James Barrie, un periodista escocés que no medía más de metro y medio de altura, y que había perdido su infancia desde los siete años, época en que su hermano mayor murió ahogado en un lago. El libro de Barrie fue un best seller y su autor moría justo cuando Walt Disney acababa de echarle el ojo a la historia, que tomó forma de película animada en 1953, convirtiéndose instantáneamente en un clásico.
Las cifras de la generación Peter Pan muestran, además, que los que se quedan hasta más tarde en la casa paterna son los varones, quizá debido a que sobre las mujeres recae en menor grado la responsabilidad económica a la hora de formar el propio hogar. Aunque la Organización de Naciones Unidas (ONU) considera jóvenes a las personas de tienen entre 15 y 24 años, las últimas investigaciones demográficas se inclinan a estirar ese segmento cada vez más, sobre todo hacia arriba, haciendo uso del concepto de adolescencia tardía. Según éste, hoy se estaría retrasando el ingreso de los jóvenes al mundo adulto hasta aproximadamente los 31 años. ¿Por qué? Porque las actuales condiciones económicas, sociales y educativas demoran su incorporación al mercado laboral y su alejamiento del hogar paterno, prolongando de esta forma actitudes adolescentes.
Y esto pasa entre cristianos y no cristianos. Es un fenómeno social que estamos viviendo.... ¿Tú qué piensas?
¿Novios cama adentro?
En los últimos años, un nuevo fenómeno mundial ha surgido, en especial entre las clases medias: la discusión, a partir de experiencias reales, de si los padres deben permitir o no que sus hijos adolescentes tengan relaciones sexuales en casa. Los sicoanalistas tampoco se ponen de acuerdo sobre los límites de la permisibilidad, ni qué hacer con la llamada Generación Peter Pan, cuando la adolescencia parece prolongarse hasta los 24 años y los jóvenes se resisten a enfrentar solos los rigores que supone hacerse cargo de su propia vida.
Escena 1: La "nena", que acaba de cumplir los 16, trae primero a dormir a un grupo de compañeros de la escuela disque porque deben presentar un trabajo en equipo. Después, en los días subsiguientes, el grupo se va raleando hasta que solamente se queda uno de los chicos. Los padres observan, callan y así, mansamente, la excepción se convierte en hecho consumado. Ahora estos padres "progres" de clase media mastican dudas mirando al novio de su hija que, con su sola presencia, rompe la intimidad familiar.
Escena 2: Domingo por la mañana. Madre, padre e hijos pequeños desayunando. Ambiente de clase media. El padre, en los 40, lee el periódico. La madre, algo menor, sirve el café. Los niños, de 9 y 10 años, disputan la mantequilla. Llega el hijo, mayor, de 18, que acaba de salir de la regadera y tras él llega, también con el pelo mojado, la joven que una semana antes él les presentó como su novia. Los pequeños se codean, la madre ajusta su bata y les ofrece café, y el padre se hunde todavía más en el periódico.
Escena 3: La hija de 17 años confía a su madre —divorciada del padre de su hija hace ya cinco años— que ha tenido su primera relación sexual con el novio. A todas luces es un buen chico, y la relación va ya por sus seis meses. La mujer, algo conmovida, sólo atina a preguntarle por los anticonceptivos y a ofrecerle la visita al ginecólogo. Pero poco a poco, el novio trasnocha más en la casa y la mujer se debate en soledad, día y noche, entre el permiso y el límite, entre si contarle o no al padre de su hija, por lo demás bastante ausente.
Con diferencia de matices, las escenas se repiten: la mesa del desayuno con novia o novio incorporado los fines de semana, el cruce en los pasillos. Y sobre todo, el nudo en el estómago frente a la puerta del cuarto del hijo o de la hija, el puño detenido en el aire antes de golpear. Todo suele ser todavía mucho más difícil cuando se trata de una hija mujer.
El fenómeno es mundial y se ha dado en llamar la Generación Peter Pan: la adolescencia se estira como goma de mascar y los jóvenes tienden a permanecer cada vez más tiempo en casa de los padres.
Como se recordará, Peter Pan es la historia de un niño que había renunciado a crecer, un chico eterno que puede volar. La historia, que fue publicada justamente hace un siglo, en 1902, dentro del libro infantil El pajarito blanco, fue creada por James Barrie, un periodista escocés que no medía más de metro y medio de altura, y que había perdido su infancia desde los siete años, época en que su hermano mayor murió ahogado en un lago. El libro de Barrie fue un best seller y su autor moría justo cuando Walt Disney acababa de echarle el ojo a la historia, que tomó forma de película animada en 1953, convirtiéndose instantáneamente en un clásico.
Las cifras de la generación Peter Pan muestran, además, que los que se quedan hasta más tarde en la casa paterna son los varones, quizá debido a que sobre las mujeres recae en menor grado la responsabilidad económica a la hora de formar el propio hogar. Aunque la Organización de Naciones Unidas (ONU) considera jóvenes a las personas de tienen entre 15 y 24 años, las últimas investigaciones demográficas se inclinan a estirar ese segmento cada vez más, sobre todo hacia arriba, haciendo uso del concepto de adolescencia tardía. Según éste, hoy se estaría retrasando el ingreso de los jóvenes al mundo adulto hasta aproximadamente los 31 años. ¿Por qué? Porque las actuales condiciones económicas, sociales y educativas demoran su incorporación al mercado laboral y su alejamiento del hogar paterno, prolongando de esta forma actitudes adolescentes.
Y esto pasa entre cristianos y no cristianos. Es un fenómeno social que estamos viviendo.... ¿Tú qué piensas?