¡Amén!!
Que hermosa frase, hermana Manhattan.
Así es. No podemos reducir el amor cristiano a los límites de la religión, ideología, clase social,... Se ha de tender la mano a aquel que sufre, como el buen samaritano que no se preguntó ante el herido, cual era su religión, clase social,... sino que fue de gran ayuda para él, porque el buen samaritano sabía que todo ser humano que sufre es nuestro hermano.
Es como tú lo refieres, es una mano amiga, está de lado del que sufre, y esta es una de las características del amor que no se agota nunca, pues es la única fuerza que toca la hondura de humanidad que anida en cada corazón dañado, y lo recupera para ¡sanación y vida!. Así lo hizo Jesús.
Recibe un saludo y Dios te bendiga.