Re: La Filocalia de los padres Nípticos
166. A nosotros que nos gloriamos en Jesucristo y con sobriedad empezamos a correr por lugares seguros, primeramente se nos muestra el intelecto como una lámpara, que no bien tomada por nosotros con la mano del intelecto, nos guía por los senderos del pensamiento; luego (se nos muestra) como una luna resplandeciente que se levanta en el firmamento del corazón; y finalmente se nos aparece como el sol, Jesús, que irradia la justicia, manifestándose claramente con sus luces todas resplandecientes.
167. Estas cosas son reveladas místicamente al intelecto que permanece en el mandamiento, el cual dice: Circuncidad vuestra dureza de corazón (Dt 10,16). Y tal como se ha dicho, es la sobriedad solícita que hace que el hombre reconozca los pensamientos ilícitos. La divinidad no hace excepción de persona (Cf. Ro 2,11). Por lo que el Señor dice: ¡Cuidad de escuchar bien! Al que tiene, se le dará, y al que no tiene, aun lo que cree tener le será quitado (Lc 8,18). Y con aquellos que aman a Dios todo coopera para el bien (Ro 8,28). Y mucho más cooperarán con Él las virtudes.
168. Un barco no recorrerá muchas millas sin agua; y la vigilancia del intelecto no progresará sin la sobriedad unida a la humildad y a la oración a Jesucristo en todo.
169. Si de una casa las piedras son su fundamento, de esta virtud su piedra fundamental y techo es el adorable y santo nombre de nuestro Señor Jesucristo. Pero naufragará un piloto descuidado en tiempo de tempestad si, luego de haber echado a los marineros y tirado remos y velas al mar, él mismo se echa a dormir; aunque más fácilmente será atropellada por los demonios un alma que ha descuidado la sobriedad y la invocación del nombre de Jesucristo, cuando comiencen los asaltos.
170. Lo que sabemos lo decimos por escrito, y lo que hemos visto lo atestiguamos a todos aquellos que así lo quieren. Ya que Él mismo lo ha dicho: el que no permanece en mí, es arrojado fuera como los sarmientos, y se seca; después los recogen y los echan al fuego, y se queman; pero si permanece en mí, yo también permaneceré en él (Jn 15,6). Así como no es posible que el sol ilumine sin luz, así es imposible que un corazón sea purificado por la sordidez de los pensamientos malvados, sin la oración del nombre de Jesús. Pero si esto, como veo, es cierto, usémoslo como a nuestra respiración. Si uno es la luz, los otros son tinieblas; uno es Dios y Soberano, los otros, siervos de los demonios.
171. A la custodia del intelecto se la denomina en el modo conveniente y justo de “generadora de la luz” y “generadora del relámpago”, “resplandeciente portadora del fuego”. Pues ella sobrepasa, en verdad, los cuerpos infinitos y muchas virtudes. Por lo tanto, deberemos denominar esta virtud con nombres honoríficos, por la belleza de las luces generadas por ella; aquellos que la aman, pueden convertirse por medio de Jesucristo, de pecadores e inútiles, de impuros e ignorantes, de frívolos e injustos, en justos, útiles, puros, santos y sabios; y no sólo esto, sino que pueden también contemplar los misterios y abordar la teología; y una vez que accedieron a la contemplación, lograr ver esta luz purísima e infinita, tocándola con indecibles contactos, viviendo y habitando con ella, ya que han gustado cuan bueno es el Señor (Cf. Sal 34,8), de modo que se cumpla claramente lo dicho por el divino David: Los justos confesarán tu nombre, y los rectos tendrán tu rostro (Sal 140,13). Verdaderamente, éstos son los que invocan y alaban a Dios sinceramente, y gozan el estar junto a Él, siempre, amándolo.
172. Cuidado con tu vida interior por causa de las cosas externas. Pues el hombre interior recibirá mucha tristeza de los sentidos exteriores y, entristecido, usará golpes de látigo en contra de ellos. Aquel que ha cumplido lo que figura en la carta, ya ha conocido lo que esto significa.
173. Si nuestro hombre interior, tal como lo entienden los Padres, es sobrio, es capaz de custodiar también al hombre exterior. Porque nosotros y los demonios maléficos, cometemos los pecados conjuntamente. Ellos, sólo en los pensamientos, representando el pecado del intelecto tal como lo desean, con figuras de fantasía; y nosotros con nuestros pensamientos internos y con obras en lo externo. Puestos en dificultad por la solidez de los cuerpos, los demonios atraen la maldición para sí y para nosotros, solamente mediante los pensamientos, el fraude y el engaño. Pues de no faltarles la solidez del cuerpo, los desgraciados, no descuidarían ni siquiera la omisión de las obras, ya que tienen en reserva, siempre pronta, la determinación de cometer actos perversos.
174. La oración de una palabra solamente, mata y reduce a cenizas los engaños de los demonios. Pues Jesús, Dios e Hijo de Dios, por nosotros invocado continua y prestamente, no les permitirá en modo alguno mostrar al intelecto en el espejo del pensamiento ni el inicio de la invasión que se denomina asalto, ni una manera cualquiera, ni siquiera un discurso que penetre en el corazón. Y una forma demoníaca que no podrá penetrar en el corazón, como lo hemos dicho, estará también vacía de pensamientos, ya que ellos tienen la costumbre de hablar y de enseñar furtivamente al alma la malicia mediante los pensamientos.
175. Entonces, con la oración, el cielo de la mente se conserva puro de nubes tenebrosas y de la malignidad de los vientos espirituales. Y cuando el cielo del corazón se conserva puro, no es posible que no se encienda en él la divina luz de Jesús, a menos que nos sintamos henchidos de vanagloria, de altanería, de ostentación, y nos levantemos por nuestra ligereza hacia lo inalcanzable, y nos encontremos sin el socorro de Jesús. Porque Cristo que es ejemplo de humildad, odia tales cosas.
166. A nosotros que nos gloriamos en Jesucristo y con sobriedad empezamos a correr por lugares seguros, primeramente se nos muestra el intelecto como una lámpara, que no bien tomada por nosotros con la mano del intelecto, nos guía por los senderos del pensamiento; luego (se nos muestra) como una luna resplandeciente que se levanta en el firmamento del corazón; y finalmente se nos aparece como el sol, Jesús, que irradia la justicia, manifestándose claramente con sus luces todas resplandecientes.
167. Estas cosas son reveladas místicamente al intelecto que permanece en el mandamiento, el cual dice: Circuncidad vuestra dureza de corazón (Dt 10,16). Y tal como se ha dicho, es la sobriedad solícita que hace que el hombre reconozca los pensamientos ilícitos. La divinidad no hace excepción de persona (Cf. Ro 2,11). Por lo que el Señor dice: ¡Cuidad de escuchar bien! Al que tiene, se le dará, y al que no tiene, aun lo que cree tener le será quitado (Lc 8,18). Y con aquellos que aman a Dios todo coopera para el bien (Ro 8,28). Y mucho más cooperarán con Él las virtudes.
168. Un barco no recorrerá muchas millas sin agua; y la vigilancia del intelecto no progresará sin la sobriedad unida a la humildad y a la oración a Jesucristo en todo.
169. Si de una casa las piedras son su fundamento, de esta virtud su piedra fundamental y techo es el adorable y santo nombre de nuestro Señor Jesucristo. Pero naufragará un piloto descuidado en tiempo de tempestad si, luego de haber echado a los marineros y tirado remos y velas al mar, él mismo se echa a dormir; aunque más fácilmente será atropellada por los demonios un alma que ha descuidado la sobriedad y la invocación del nombre de Jesucristo, cuando comiencen los asaltos.
170. Lo que sabemos lo decimos por escrito, y lo que hemos visto lo atestiguamos a todos aquellos que así lo quieren. Ya que Él mismo lo ha dicho: el que no permanece en mí, es arrojado fuera como los sarmientos, y se seca; después los recogen y los echan al fuego, y se queman; pero si permanece en mí, yo también permaneceré en él (Jn 15,6). Así como no es posible que el sol ilumine sin luz, así es imposible que un corazón sea purificado por la sordidez de los pensamientos malvados, sin la oración del nombre de Jesús. Pero si esto, como veo, es cierto, usémoslo como a nuestra respiración. Si uno es la luz, los otros son tinieblas; uno es Dios y Soberano, los otros, siervos de los demonios.
171. A la custodia del intelecto se la denomina en el modo conveniente y justo de “generadora de la luz” y “generadora del relámpago”, “resplandeciente portadora del fuego”. Pues ella sobrepasa, en verdad, los cuerpos infinitos y muchas virtudes. Por lo tanto, deberemos denominar esta virtud con nombres honoríficos, por la belleza de las luces generadas por ella; aquellos que la aman, pueden convertirse por medio de Jesucristo, de pecadores e inútiles, de impuros e ignorantes, de frívolos e injustos, en justos, útiles, puros, santos y sabios; y no sólo esto, sino que pueden también contemplar los misterios y abordar la teología; y una vez que accedieron a la contemplación, lograr ver esta luz purísima e infinita, tocándola con indecibles contactos, viviendo y habitando con ella, ya que han gustado cuan bueno es el Señor (Cf. Sal 34,8), de modo que se cumpla claramente lo dicho por el divino David: Los justos confesarán tu nombre, y los rectos tendrán tu rostro (Sal 140,13). Verdaderamente, éstos son los que invocan y alaban a Dios sinceramente, y gozan el estar junto a Él, siempre, amándolo.
172. Cuidado con tu vida interior por causa de las cosas externas. Pues el hombre interior recibirá mucha tristeza de los sentidos exteriores y, entristecido, usará golpes de látigo en contra de ellos. Aquel que ha cumplido lo que figura en la carta, ya ha conocido lo que esto significa.
173. Si nuestro hombre interior, tal como lo entienden los Padres, es sobrio, es capaz de custodiar también al hombre exterior. Porque nosotros y los demonios maléficos, cometemos los pecados conjuntamente. Ellos, sólo en los pensamientos, representando el pecado del intelecto tal como lo desean, con figuras de fantasía; y nosotros con nuestros pensamientos internos y con obras en lo externo. Puestos en dificultad por la solidez de los cuerpos, los demonios atraen la maldición para sí y para nosotros, solamente mediante los pensamientos, el fraude y el engaño. Pues de no faltarles la solidez del cuerpo, los desgraciados, no descuidarían ni siquiera la omisión de las obras, ya que tienen en reserva, siempre pronta, la determinación de cometer actos perversos.
174. La oración de una palabra solamente, mata y reduce a cenizas los engaños de los demonios. Pues Jesús, Dios e Hijo de Dios, por nosotros invocado continua y prestamente, no les permitirá en modo alguno mostrar al intelecto en el espejo del pensamiento ni el inicio de la invasión que se denomina asalto, ni una manera cualquiera, ni siquiera un discurso que penetre en el corazón. Y una forma demoníaca que no podrá penetrar en el corazón, como lo hemos dicho, estará también vacía de pensamientos, ya que ellos tienen la costumbre de hablar y de enseñar furtivamente al alma la malicia mediante los pensamientos.
175. Entonces, con la oración, el cielo de la mente se conserva puro de nubes tenebrosas y de la malignidad de los vientos espirituales. Y cuando el cielo del corazón se conserva puro, no es posible que no se encienda en él la divina luz de Jesús, a menos que nos sintamos henchidos de vanagloria, de altanería, de ostentación, y nos levantemos por nuestra ligereza hacia lo inalcanzable, y nos encontremos sin el socorro de Jesús. Porque Cristo que es ejemplo de humildad, odia tales cosas.