<BLOCKQUOTE><font size="1" face="Helvetica, Verdana, Arial">Comentario:</font><HR>Originalmente enviado por Ramón:
A Jetonius: No no he leído los URL esos. No tengo tanto tiempo para leer tantos mensajes. No he leído ni el 10 % de los mensajes de estos foros. O me haces un extracto o no me voy a enterar.
...snip...[/quote]
Bien, aquí tienes:
La eucaristía
Si hemos de adquirir una comprensión recta del significado e importancia de la Eucaristía o Cena del Señor, debemos comenzar por las referencias escriturales primarias:
Mateo 26: 26-29
Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió y lo dio a sus Discípulos, y dijo: --Tomad; comed. Esto es mi cuerpo. Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio diciendo: --Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada para el perdón de pecados para muchos. Pero os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
Marcos 14: 22-25
Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo: --Tomad; esto es mi cuerpo. Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron todos de ella. Y él les dijo: --Esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada a favor de muchos. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
.
Lucas 22: 14-20
Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los Apóstoles. Y les dijo: --¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes de padecer! Porque os digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios. Luego tomó una copa, y habiendo dado gracias, dijo: --Tomad esto y repartidlo entre vosotros, porque os digo que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios. Entonces tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo: --Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de Mí. Asimismo, después de haber cenado, tomó también la copa y dijo: --Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
1 Corintios 11: 23-34
Porque yo recibí del Señor la enseñanza que también os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: "Tomad, comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido. Haced esto en memoria de Mí." Asimismo, tomó también la copa después de haber cenado, y dijo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Haced esto todas las veces que la bebáis en memoria de Mí." Todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que él venga. De modo que cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Señor de manera indigna, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe, no discerniendo el cuerpo, juicio come y bebe para sí. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y debilitados, y muchos duermen. Pero si nos examináramos bien a nosotros mismos, no se nos juzgaría. Pero siendo juzgados, somos disciplinados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. Así que, hermanos míos, cuando os reunáis para comer, esperaos unos a otros. Si alguien tiene hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando llegue.
De los relatos de los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) sabemos que, en el contexto de una cena pascual, Jesús tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo “Esto es mi cuerpo.” También agradeció por la copa de vino, y les mandó beber. Mateo y Marcos nos informan que el Señor dijo “Esta es mi sangre del pacto...”
Los católicos romanos creen que las palabras de Cristo deben tomarse un un sentido por completo literal, es decir, que Jesús verdaderamente transformó el pan y el vino en Su cuerpo y Su sangre, Su alma y Su divinidad.
Los principales argumentos a favor de esta opinión son:
1. El texto mismo, es decir, las palabras de la institución.
2. Las circunstancias: Cristo no habría de ser ambiguo ni de extraviar a sus discípulos en esta solemne instancia.
3. Las consecuencias prácticas derivadas por Pablo a partir de las palabras de la institución (1 Cor 11:27ss).
4. El fracaso de los argumentos en contra de una interpretación literal. Si bien en algunos pasajes el verbo “ser” tiene un sentido figurativo, en estos casos ello es evidente (por ejemplo, “el campo es el mundo” , Mateo 13:38).
[Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, 6th Ed, pp. 557s].
A estos argumentos puede responderse, en orden:
1. Los textos mismos tienen varias indicaciones que muestran que no debe interpretarse como una transubstanciación literal del pan y el vino en la carne y la sangre del Señor.
Cuando, según Lucas, el Señor dijo “Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de Mí”, la crucifixión no había ocurrido todavía, y por tanto Jesús se estaba refiriendo a un acontecimiento todavía futuro. Lo mismo es cierto acerca del vino, ya que el Señor dijo que su sangre habría de ser derramada (es decir, no había sido derramada aún durante la última cena). Uno podría preguntarse también cómo es que la sangre habría de ser literalmente bebida y literalmente derramada, al mismo tiempo y en el mismo sentido. Asimismo, según el relato de Marcos (seguido también por Mateo), Jesús les dio a beber de la copa en tanto que Él mismo se abstuvo de beber entonces de lo que llamó, naturalmente, “el fruto de la vid.” De estas palabras del mismo Señor sabemos que el vino continuaba siendo vino, y no se había tornado sangre como lo afirma la doctrina romana. Finalmente, según el relato de Lucas, en lugar de decirse que el vino es la sangre del Señor, Jesús dice que la copa es “el Nuevo Pacto en mi sangre.” Obviamente la copa no es el Nuevo Pacto, sino que lo representa; de igual modo el vino no es la sangre, sino que la representa.
2. El solo hecho de que los discípulos comiesen el pan y bebiesen el vino sin protesta ni objeción es en sí mismo un poderoso indicador de que no entendieron literalmente las palabras del Señor. Beber sangre estaba absolutamente prohibido para un judío, y los Apóstoles tomaban en serio la Ley (cf. Hechos 10:9-16 y 15:19-29). Ciertamente Jesús sabría mejor que cualquier teólogo si sus discípulos necesitaban mayor explicación acerca de un acto que, por su propia naturaleza, había obviamente de ser tomado en sentido no literal.
3. Las consecuencias prácticas derivadas por Pablo ciertamente no exigen un entendimiento literal de las palabras de la institución de la Eucaristía. Es un hecho que, para el Señor, las cuestiones espirituales eran de importancia primaria; Jesús enseñó que el odio no era mejor que el homicidio, y la lujuria no era menos que el adulterio. Por tanto, no hay dificultad alguna en admitir que pueden derivarse consecuencias graves de participar indignamente de la Eucaristía sin necesidad de suponer la transformación física del pan y del vino en la carne y la sangre de Jesús..
4. Jesús dijo: “Yo soy la puerta de las ovejas”; “Yo soy el camino”, “Yo soy la vid verdadera”, “Yo soy el alfa y la omega.” Desde luego que todas estas son evidentemente imágenes. No debiera ser menos evidente que el llamado a participar de la carne y la sangre de Jesús es una imagen de una realidad espiritual y no ha de ser entendido en sentido craso. ¿Quiénes no entendieron esto? Los paganos que creían que los cristianos practicaban el canibalismo.
Los escritores cristianos primitivos, como Ignacio de Antioquía, Justino Mártir e Ireneo de Lyon hablaron de la Eucaristía en un lenguaje que es compatible con la creencia en una presencia física, pero que, dada su forma habitual de expresarse, en modo alguno la exige.
En el tercer siglo de nuestra era, Tertuliano, Hipólito y Cipriano avanzaron sobre la misma vía. Tertuliano aludió al pan como una figura del cuerpo. Sin embargo, Cipriano pensaba asimismo de la Eucaristía como de un sacrificio, aunque espiritual e incruento, ofrecido por la Iglesia como Cuerpo de Cristo e identificada con su Señor. Gregorio de Nisa, Cirilo y Juan Crisóstomo, y en particular Ambrosio de Milán (339-397) se inclinaron hacia una presencia física real, es decir alguna clase de transformación verdadera de los elementos, pan y vino, en la carne y sangre de Cristo. Estos desarrollos formaron la base de la doctrina católica actual, que exige un sacerdocio especial para realizar el sacrificio.
Entre tanto, otros maestros entendieron la Eucaristía en un sentido más espiritual; por ejemplo, Orígenes, Basilio y Gregorio de Nacianzo. El pan y el vino eran para ellos símbolos de una realidad espiritual que estaba de veras presente de modo misterioso. En la misma línea, Agustín de Hipona (354- 430) “enfatizó la distinción entre el símbolo y la cosa significada, las realidades visible e invisible, siendo las últimas aprehensibles solamente por la fe.” [International Standard Bible Encyclopedia 3:167]. Las opiniones de Agustín fueron elaboradas por Ratramnus en el siglo IX. Sin embargo, a la larga esta interpretación perdió la batalla en una iglesia crecientemente ritualista , y cuando en el siglo XI Berengario de Tours la reformuló, sus enseñanzas fueron condenadas por la Iglesia de Roma.
Un par de siglos antes, Pascasius Radbertus había formulado la doctrina de la transubstanciación, la cual fue sancionada por el IV Concilio de Letrán de 1215. Poco después Tomás de Aquino proveyó una base filosófica basada en distinciones aristotélicas entre substancia y accidentes. El asunto fue definitivamente establecido para la Iglesia de Roma en el Concilio de Trento:
“Can. 1. Si alguno negare que en el santísimo sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el cuerpo y la sangre, juntamente con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo y, por ende, Cristo entero; sino que dijere que sólo está en él como en señal y figura o por su eficacia, sea anatema.” (Canon 1; Sesión XIII del 11 de octubre de 1551; Denzinger 883)
Los Reformadores del siglo XVI adoptaron diferentes puntos de vista acerca de la Eucaristía, que se apartaban en medida variable del dogma romanista. Actualmente hay cuatro enunciaciones principales acerca de la naturaleza de la Eucaristía:
1. Concepto católico romano: Transubstanciación. Según esta creencia, por las palabras de consagración pronunciadas por el sacerdote, el pan y el vino se transforman en la carne y la sangre de Jesús (la doctrina católica establece además que Cristo está enteramente presente en cada una de las especies). Sostener esta doctrina exige creer que cada vez que se celebra una misa se producen dos milagros. El primero es que las palabras de consagración obren la supuesta transformación; y el segundo, no menos sorprendente, es que producida la transformación de la sustancia los atributos externos (“accidentes”, apariencias: color, consistencia, sabor, olor) permanezcan absolutamente inmutables. Es interesante que, por ejemplo, Ambrosio enseñase la presencia real (física) basado en otros milagros realizados por Jesús, como la transformación del agua en vino en Caná de Galilea. Sin embargo, todos los milagros realizados por Jesús y por los Apóstoles tuvieron resultados inmediatos y evidentes. En Caná, la gente probó vino que tenía el color de vino, olía como vino y sabía como vino. Nadie hubiese tomado seriamente un supuesto milagro sin consecuencias perceptibles. Además, la transubstanciación implica un nuevo sacrificio, incruento y subordinado al sacrificio de la cruz, pero sacrificio al fin, oficiado por un sacerdote como representante de la Iglesia, repetido innumerables veces cuando Hebreos establece claramente que el efecto del único sacrificio de Cristo es perdurable y no requiere ni admite repetición. Finalmente, la creencia en la transubstanciación lleva a la conclusión lógica de que los elementos consagrados se tornan en objetos de adoración, una costumbre que no tiene absolutamente ninguna base en el Nuevo Testamento.
2. Concepto luterano: Consubstanciación. Martín Lutero modificó la doctrina romanista y rechazó enfáticamente la adoración de los elementos consagrados. in embargo, en su opinión el cuerpo y la sangre de Cristo estaban verdaderamente presentes en, con y bajo la forma del pan y del vino durante la celebración del sacramento, de nuevo sobre la base de una interpretación muy literal de las palabras de Jesús.
3. Concepto calvinista: Calvino enseñó que Cristo está verdaderamente presente en la Eucaristía, pero de manera espiritual –en oposición a una presencia física- y que por tanto el pan y el vino son fuentes de poder y santidad para quienes participan dignamente de ellos.
4. Concepto simbólico. Aunque a veces asociado al nombre del reformador Ulrico Zwinglio, de hecho este teólogo no negó una presencia espiritual, aunque la basó en la fe de quienes comparten la Eucaristía. Algunas Iglesias evangélicassostienen que el pan y el vino son exclusivamente símbolos.
Personalmente me inclino hacia el punto de vista calvinista, no solamente por las palabras de institución del propio Señor, sino por la enseñanza de Pablo acerca de las consecuencias de participar negligentemente de la Eucaristía (1 Corintios 11:23-34). En mi opinión, estas palabras han de tomarse muy seriamente e indican que Jesús está de veras presente, aunque en sentido espiritual.
Finalmente, ofrezco algunas reflexiones sobre el significado de la Eucaristía.
1. Gratitud por la liberación. Como en la pascua del Antiguo Pacto, la acción de gracias (eucaristía) por la liberación del pecado es uno de los aspectos más importantes en la Cena del Señor.
2. Expresión de fe. Pablo afirma que cada vez que celebramos la Eucaristía estamos proclamando la muerte expiatoria del Señor, y debemos continuar haciéndolo hasta su segunda venida en gloria y majestad.
3. Comunión con Dios. Cuando recibimos el pan y el vino se nos otorga participación en los dones de Dios. La comunión con Dios es por tanto un aspecto sobresaliente.
4. Comunión unos con otros. La Eucaristía fue desde el principio un acto comunitario y una expresión de fraternidad cristiana. Por tanto, cuando la compartimos expresamos nuestra fe común y amor los unos con los otros..
El resultado de todo lo anterior es el fortalecimiento espiritual de nuestras vidas tanto como creyentes individuales como en nuestro carácter de miembros del Cuerpo de Cristo.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
<{{{><