Bendiciones en Cristo.
Esta mañana al despertarme, inmediatamente abrí los ojos, sonaron en mi alma los versos que dicen "Benditas serán tu cesta y tu artesa. Bendito serás cuando entres y bendito cuando salgas." (Deuteronomio 28, 5-6) No le presté mucha atención al hecho y sencillamente empecé a orar, a alabarle a Él y lo seguí haciendo mientras me duchaba.
Salí de mi casa y mientras conducía empecé a meditar (no sé por qué) en los versos de Mateo donde se relata el Juicio Final, meditaba en la importancia que podrían tener esas palabras para el desenlace final de nuestra vida, así que detenido frente a un semáforo tomé La Biblia que llevo en el carro y empecé a leer esos versos. De pronto se acercó una señora, muy anciana ya, pidiéndome limosna, pensé decirle que no, pero cuando me ví con La Biblia en la mano sentí vergüenza, abrí la guantera, bajé el cristal y le dí unas monedas, ella me preguntó si lo que leía era La Biblia, le dije que sí y al instante esta mujer profirió sobre mí toda clase de bendiciones... emocionado sólo atinaba a repetir "Amén!" mientras ella continuaba bendiciéndome... el semáforo cambió y mi vergüenza aumentó por la gran diferencia que había entre nuestras ofrendas, pensé detenerme y devolverme y darle algo más, pero ya era tarde.
Lea esto: "Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis."" (Mateo 25, 32.41-43)
No estoy escribiendo esto para darle un consejo, estoy invitándole a que se una a mi meditación y a mi vergüenza, y trate usted de decirme por qué en un instante El Amado se girará con violencia y espetará estruendosamente: "Maldito! Maldito por no haberme atendido en uno de mis pequeños!" Espeluznante esto!
¿Por qué La Biblia, saliendo desde las "entrañas" del Espíritu Santo, recoge que ese día no habrá Juicio por qué tan bien cumplimos La Gran Comisión, o por a cuantos cultos asistimos, por la denominación a la que pertenecemos, por lo "ortodoxa" de nuestra doctrina o por los carismas que tuvimos y usamos, sino Juicio según una sóla regla: la caridad?
Mire, por favor, por el amor de Cristo, no quiero que este epígrafe gire hasta la morbosa conversación de si nos salvamos por fe o por obras. No me interesa en lo más mínimo esa discusión. Creo perfecta y plenamente que somos salvos por Gracia, y por nada más, absolutamente nada más, la condición necesaria y suficiente para salvarnos es La Gracia. Zanjado eso.
Ahora bien, a nosotros que hemos sido salvados ¿cómo entendemos esas palabras y exigencias de Jesús? ¿nos la tomamos en serio? No sé si nota usted que al final de estas exigencias descansan dos realidades: Bendición y Maldición. Inescapables! La posibilidad de que si usted descuida a los pequeños de Jesús habrá Maldición para su vida, late viva, real y contundentemente en su horizonte... ¿se da cuenta de esto? Ayúdeme con eso, ¿cómo entender esa realidad? ¿por qué?
Le pido disculpas a los "evangélicos", pero les pego para meditar unos versos deuterocanónicos:
"Hijo, no prives al pobre del sustento, ni dejes en suspenso los ojos suplicantes.
No entristezcas al que tiene hambre, no exasperes al hombre en su indigencia.
No te ensañes con el corazón exasperado, no hagas esperar la dádiva al mendigo.
No rechaces al suplicante atribulado, ni apartes tu rostro del pobre.
No apartes del mendigo tus ojos, ni des a nadie ocasión de maldecirte.
Pues si maldice en la amargura de su alma, su Hacedor escuchará su imprecación." (Eclesiástico 4, 1-6)
En el Amor de Jesús.
Gabaon.
Esta mañana al despertarme, inmediatamente abrí los ojos, sonaron en mi alma los versos que dicen "Benditas serán tu cesta y tu artesa. Bendito serás cuando entres y bendito cuando salgas." (Deuteronomio 28, 5-6) No le presté mucha atención al hecho y sencillamente empecé a orar, a alabarle a Él y lo seguí haciendo mientras me duchaba.
Salí de mi casa y mientras conducía empecé a meditar (no sé por qué) en los versos de Mateo donde se relata el Juicio Final, meditaba en la importancia que podrían tener esas palabras para el desenlace final de nuestra vida, así que detenido frente a un semáforo tomé La Biblia que llevo en el carro y empecé a leer esos versos. De pronto se acercó una señora, muy anciana ya, pidiéndome limosna, pensé decirle que no, pero cuando me ví con La Biblia en la mano sentí vergüenza, abrí la guantera, bajé el cristal y le dí unas monedas, ella me preguntó si lo que leía era La Biblia, le dije que sí y al instante esta mujer profirió sobre mí toda clase de bendiciones... emocionado sólo atinaba a repetir "Amén!" mientras ella continuaba bendiciéndome... el semáforo cambió y mi vergüenza aumentó por la gran diferencia que había entre nuestras ofrendas, pensé detenerme y devolverme y darle algo más, pero ya era tarde.
Lea esto: "Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis."" (Mateo 25, 32.41-43)
No estoy escribiendo esto para darle un consejo, estoy invitándole a que se una a mi meditación y a mi vergüenza, y trate usted de decirme por qué en un instante El Amado se girará con violencia y espetará estruendosamente: "Maldito! Maldito por no haberme atendido en uno de mis pequeños!" Espeluznante esto!
¿Por qué La Biblia, saliendo desde las "entrañas" del Espíritu Santo, recoge que ese día no habrá Juicio por qué tan bien cumplimos La Gran Comisión, o por a cuantos cultos asistimos, por la denominación a la que pertenecemos, por lo "ortodoxa" de nuestra doctrina o por los carismas que tuvimos y usamos, sino Juicio según una sóla regla: la caridad?
Mire, por favor, por el amor de Cristo, no quiero que este epígrafe gire hasta la morbosa conversación de si nos salvamos por fe o por obras. No me interesa en lo más mínimo esa discusión. Creo perfecta y plenamente que somos salvos por Gracia, y por nada más, absolutamente nada más, la condición necesaria y suficiente para salvarnos es La Gracia. Zanjado eso.
Ahora bien, a nosotros que hemos sido salvados ¿cómo entendemos esas palabras y exigencias de Jesús? ¿nos la tomamos en serio? No sé si nota usted que al final de estas exigencias descansan dos realidades: Bendición y Maldición. Inescapables! La posibilidad de que si usted descuida a los pequeños de Jesús habrá Maldición para su vida, late viva, real y contundentemente en su horizonte... ¿se da cuenta de esto? Ayúdeme con eso, ¿cómo entender esa realidad? ¿por qué?
Le pido disculpas a los "evangélicos", pero les pego para meditar unos versos deuterocanónicos:
"Hijo, no prives al pobre del sustento, ni dejes en suspenso los ojos suplicantes.
No entristezcas al que tiene hambre, no exasperes al hombre en su indigencia.
No te ensañes con el corazón exasperado, no hagas esperar la dádiva al mendigo.
No rechaces al suplicante atribulado, ni apartes tu rostro del pobre.
No apartes del mendigo tus ojos, ni des a nadie ocasión de maldecirte.
Pues si maldice en la amargura de su alma, su Hacedor escuchará su imprecación." (Eclesiástico 4, 1-6)
En el Amor de Jesús.
Gabaon.