Re: judíos cristianos y los otros
Yeshua en el Talmud
Lección 1
por Joseph Shulam
Es una interpretación errónea muy común tanto dentro del mundo judío como del cristianismo, que el Nuevo Testamento pertenece sólo a la Iglesia y no al pueblo judío y que Jesús estableció una nueva religión, una nueva fe; que el concepto antiguo que relaciona al judaísmo como la verdadera religión y al Dios del pueblo judío como único Dios verdadero y pueblo elegido por Dios, no tiene ninguna validez. El concepto que habla sobre el nuevo Israel o acerca del Israel espiritual, refleja esta idea, la cual prevalece dentro del mundo cristiano, donde la Iglesia ha tomado el lugar de Israel y de los judíos y que si ellos (los judíos) pretenden ser salvos, deben convertirse al cristianismo y por consiguiente, deben renunciar a su judaísmo.
Cuando escudriñamos el material bíblico y la fuente de datos posterior a la Biblia, vemos que el Nuevo Testamento, sus enseñanzas, su esencia misma y su mensaje, están profundamente enraizadas en el mundo del primer siglo, en la tierra de Israel y en su legado judío, tanto en su herencia judaica del Antiguo Testamento, como también y, por supuesto, en su herencia rabínica, contemporáneos de Jesús Cristo en el Siglo I.
Esta serie de artículos están dirigidos a brindar conocimiento y vivencias que tiene el judaísmo rabínico acerca del tema del Mesías y en forma más explícita, dirimir de cómo estos pasajes literales del Talmud y de la Mishná, afectan nuestra comprensión de los tiempos de Jesús Cristo y del mismo Nuevo Testamento.
Existe un número de conclusiones que necesitamos definir y esclarecer antes de entrar plenamente en la materia. La primera conclusión será en qué consiste el Nuevo Testamento. ¿Es un documento de la Iglesia o un documento histórico del pueblo judío? Primero, lidiemos con el término Nuevo Testamento. En el cristianismo ha sido arraigado el concepto de la existencia de un Nuevo Testamento y de un Antiguo Testamento.
El término Nuevo Testamento no proviene por supuesto del libro al que hoy llamamos Nuevo Testamento. El término Nuevo Testamento emerge por vez primera de la boca del profeta Jeremías. En el capítulo 31 verso 31, el profeta habla en nombre del Señor, que Dios hará un Nuevo Testamento, un Nuevo Pacto, un nuevo convenio con Judea y con el pueblo de Israel. Aquí el término ciertamente no implica un libro. Se refiere al pacto, justo al igual que el pacto hecho con Israel en Sinaí o al pacto hecho con Abraham en el Monte Moría.
Llamar a estos libros Antiguo y Nuevo Testamento es un desatino. Los libros son en realidad bibliotecas que contienen material escrito hace miles de años; algunas personas podrán decir que fueron escritos por cuarenta diferentes escritores y que fueron recopilados para formar La Biblia. Consideremos sólo el amplio período de tiempo y de asentamientos culturales en los cuales La Biblia fue escrita, tales como: el éxodo por el desierto con Moisés, el inicio de la Casa de David en el Reino de Israel, luego bajo el reino dividido influenciado fuertemente por Asiria, luego entonces Babilonia, durante el retorno del exilio de Ezra y Nehemías.
Centenares de años cruzando períodos diferentes y lenguajes diferentes han dejado una huella en el pueblo de Israel. Estos lenguajes están reflejados en los escritos de La Biblia.
Con el Nuevo Testamento sucede lo mismo. Fue escrito durante un período de más de cien años a partir de la crucifixión de Jesús, Yeshua, hasta finales del siglo. Los escritores del Nuevo Testamento, algunos Israelitas, otros inmigrantes a Israel, visitantes, estudiantes foráneos, como el apóstol Pablo que en origen era de Tarso pero que llegó a Jerusalén a estudiar en la escuela de Gamaliel. Otros que llegaron fueron doctores gentiles, tal es el caso de Lucas. En otras palabras, tenemos aquí una biblioteca de libros inspirados por el Espíritu Santo, escritos en un período de más de mil años y sería una pobre simplificación referirse a estas recopilaciones como Antiguo y Nuevo Testimonio.
¡Sí! El Libro al cual llamamos Antiguo Testamento o en Hebreo Tanaj, incluye la Torah, Neviim U’Ktuvim que significa Torah, Profetas y Escritos.
Estas son las tres divisiones principales del Libro al que llamamos Antiguo Testamento, en el cual podemos encontrar tipos diferentes de literatura. No es sólo cuestión de un documento pactante legal sino que también contiene poesía, como el Cantar de los Cantares, bellos poemas de amor. Contiene la canción de Débora, la cual es un monumento de guerra a la victoria de Deborah y Barak sobre los caananitas. También están Los Salmos de David que son himnos con profundidad devocional y emocional, himnos de alabanza y de ruego por el auxilio de Dios. Contiene documentos históricos como las porciones del Libro de Samuel I y II de Reyes y I y II de Crónicas. Hay profecías, como los profetas clásicos Isaías, Jeremías, Ezequiel, Miqueas, Amós y Habakuk. Este libro es una amplia gama de literatura que tiene que ver con todo, desde documentos legales hasta las historias narradas desde el campo de batalla, la poesía y los escritos históricos.
Uno no puede simplemente resumirlo todo y decir entonces, todo lo que existe es sólo el Antiguo Testamento y luego decir: bueno, esto es la ley. En el Nuevo Testamento tenemos por igual una variedad de tipos literarios. Algunos son legales, hay leyes en el Nuevo Testamento. Pablo hace mención en muchos casos al igual que los apóstoles en Hechos Cáp. 15, refiriéndose en realidad a requerimientos legales, leyes que deben ser respetadas, tanto por la Iglesia como por parte de los seguidores de Jesús Cristo, sean judíos o gentiles, teniendo cada una de ellas con un requerimiento específico hecho por los apóstoles bajo el poder del Espíritu Santo.
Por lo tanto, uno no puede decir –como se ha dicho tradicionalmente dentro del cristianismo- que el Antiguo Testamento es ley y el Nuevo Testamento es gracia. ¡No! Hay gracia en la ley y ley en la gracia que recibimos de Jesús Cristo. Resumir todas estas cosas y decir Antiguo y Nuevo Testamento nos hace errar el objetivo principal.
Esta no es una terminología bíblica. Esta es una terminología que proviene del cristianismo tradicional atribuida a los libros a los cuales llamamos Biblia, el libro, Biblia significa libro. El libro de todos los libros. Ahora, cuando hablamos del Nuevo Testamento, la pregunta que debemos formular es si se trata de un libro de cristianismo o si es un libro judaico. Cuando escudriñamos el cristianismo del siglo dos o incluso el del S. XX, nos damos cuenta de inmediato que los temas expuestos en el Nuevo Testamento, no son netamente cristianos. No están relacionados con problemas eclesiásticos, ni con asuntos relacionados con la Santa Sede, o con el Papa, arzobispos u otras cosas por el estilo, puesto que éstas son características meramente cristianas. Tampoco las festividades, políticas o dogmas del cristianismo están mencionadas concretamente en el Nuevo Testamento. Todos los temas aludidos en el Nuevo Testamento están involucrados con el ámbito judío del primer siglo. Por ejemplo, uno de los principales tópicos a los que Pablo hace referencia en casi todas sus epístolas fue qué hacer con los gentiles. ¿Debían ellos guardar la Ley de Moisés o no? ¿Debían circuncidarse o no? Esto no es un problema de la iglesia, los judíos hicieron estas preguntas y los judíos las respondieron bajo la inspiración de Dios y del Espíritu Santo. La estructura del Nuevo Testamento es la estructura del judaísmo, la Iglesia Primitiva era una iglesia judía. En realidad Dios, con su visión toda poderosa convenció al apóstol Pedro para que fuera a predicar a los gentiles, a Cornelio y toda su casa en Cesárea. Dios no mostró claramente esa visión a los apóstoles, que los gentiles eran parte de su misión. Esto tenía que darse al final del Ministerio de Yeshua, antes de ascender al cielo y después de su resurrección. Entonces Él envió a los apóstoles a todas las naciones. En otras palabras, durante los tres años en los cuales enseñó a sus discípulos, el pueblo de Israel discutía con los fariseos y los saduceos. Durante estos tres años no tenemos ningún registro bíblico en el cual nos señale que Yeshua les dijera: Oíd, el profeta de Israel, Isaías dice: “Mi casa será casa de oración para todas las naciones”. Lo que sí tenemos es una historia totalmente diferente, la de una mujer sirio-fenicia que viene a Yeshua para ser sanada. Él le dice que no se debe dar la comida de los hijos a los cachorros de los perros. Sólo después de presionarlo y de convencerlo con su humildad y con su anhelo de ser sanada en nombre del Dios de Israel, Yeshua cura a su hija. No hay ningún signo en su ministerio de que los gentiles sean parte en el campo de la salvación. Y ese campo o ámbito de salvación es para Yeshua y para los apóstoles el mundo judío, el mundo de la Torah, el mundo de la tierra de Israel en el siglo primero, del cual Yeshua nunca se alejó. Jamás asistió a una escuela en Roma ni tampoco se graduó en Harvard.
La cuestión es, el Nuevo Testamento es un libro judío, ¿sí o no? Si es un libro judío, para poder entenderlo, entonces, necesitamos colocarlo en su lugar en la vida real, regresarlo a su entorno histórico, lingüístico, cultural y religioso. Creo que ésta es la única forma por la cual podamos entender el Nuevo Testamento y su significado verdadero para nosotros hoy en día. Si lo regresamos a su contexto de primer siglo y en ese contexto que es un concepto judío, usted podría decir que tiene matices de judaísmo helénico, pero no es helénico en sí mismo sino que es judaísmo helénico, una de las tantas limitaciones culturales en las que está sumergida la tierra de Israel en esa época, de cualquier manera, sigue siendo un libro judío, un mensaje judío.
Da inicio con las palabras: Éste es el libro de la generación de Yeshua el Mesías, hijo de David, hijo de Abraham. Este verso por sí solo coloca todo el contexto del Evangelio directamente dentro del judaísmo. En primer lugar el escritor dice: éste es el Libro de las Generaciones. Si revisamos la terminología encontraremos algo muy importante en este pasaje. Solamente hay otro lugar en La Biblia en la que esta frase es utilizada y está en Génesis Cáp. 5, verso 1: “Este es el Libro de la Generación de Adán”. El escritor de Mateo por inspiración empezó el Evangelio con estas palabras con el propósito de recordarle al hombre lector que Dios creó al hombre. Sopló en él aliento de vida. Él lo creó del polvo de la tierra y el Dios que creó al hombre, no tenía ningún problema en inseminar a una mujer de forma sobrenatural y traer a su Hijo al mundo encarnado, tal como prometió la llegada del Mesías al Rey David y a Abraham. El Rey David y Abraham son las dos figuras en la historia de Israel que recibieron un pacto garantizado de Dios, un pacto incondicional que incluye la salvación del pueblo de Israel y bendición para todas las naciones, por tanto, estas dos figuras, Abraham y David, son mencionadas en el primer verso del libro de Mateo, para recordarle al lector que lo que va a leer y la historia del Mesías, de Yeshua, de Jesús, es el relato de la historia de Israel. No es la historia de Calvino o de Lutero, se trata de la historia del pueblo judío y Yeshua es el tipo de Mesías que nuestros ancestros habían esperado. Esa larga espera, esa anticipación del Mesías ha sido, es y será siempre la esperanza de Israel. Ésta no era la esperanza del mundo, porque el mundo en ese tiempo y aún hoy en día es, en su mayoría, un mundo idólatra. Ellos están adorando una vasta variedad de dioses y no al uno y Único Dios, del que decimos: “Shemah Israel, A-donai E-loheynu, A-donai Ejad”. Aquí o en Israel su Señor es su Dios, el Único. La mayoría del mundo aún no adora a ese Dios. Sin embargo, Yeshua, el Messiah, vino al mundo por aquello que fue anticipado por los profetas, esto es, que Israel fuera la luz para todas las naciones a través de la simiente de Abraham.
Por lo tanto, es importante y mucho más importante para nosotros, si realmente queremos conocer la verdad y comprender cuál es la voluntad de Dios, aceptar aquí que estamos lidiando con un libro judío. Estamos delante de un libro que en su esencia profunda, en su lenguaje, en su teología y en su mundo conceptual es un libro judío. Para que podamos entenderlo, tenemos que regresar al siglo primero y tratar de comprender el significado de sus enseñanzas, de sus parábolas, de las afirmaciones de Yeshua, cuál era el significado real de la argumentación en los conflictos entre fariseos y saduceos dentro del contexto histórico del pueblo judío durante el siglo primero. Sólo entonces podemos estar seguros de tener un concepto bíblico de la fe, la gracia, la esperanza, la vida eterna y la salvación.
Ahora, ¿cuáles herramientas tenemos para auxiliarnos para ver el mundo de Yeshua ha’Mashiaj, el mundo judío del siglo primero? ¿Cuáles herramientas tenemos a nuestra disposición para lograr ese objetivo? En primer lugar tenemos lo que mencionamos anteriormente acerca del Antiguo Testamento.
Esto es, el Libro Sagrado que Yeshua leyó en la sinagoga de Nazaret. El libro al cual el hace mención una y otra vez delante de sus oponentes, el libro sobre el cual Pablo comenta: “Toda escritura es inspirada por Dios para corregir, reprobar, enseñar y para instruir” (II Ti. 3:16), es en este libro donde nos encontramos con esta afirmación del apóstol Pablo. ¿Es éste el libro que utilizó para mostrar a las sinagogas de Tesalónica, Berea y Corinto que el Mesías había llegado? Cuando Pablo salió a enseñar lo hizo citando al Antiguo Testamento (la Biblia Hebrea), a la Torah, demostrando que Yeshua debería sufrir, ser enterrado y resucitado de entre los muertos y luego sentarse a la diestra de Dios. Pablo no tenía a su disposición a Mateo, Marcos, Lucas o Juan. Tampoco tenía la epístola de Gálatas, puesto que ni siquiera la había escrito. Tampoco tenía a su disposición el libro de Romanos cuando anduvo por Listra y Perea o en Iconiun o Éfeso y Colosia enseñando tanto a judíos como a gentiles que Yeshua era el Mesías. Lo que sí tenía fueron los cinco libro de Moisés y quizás algunos de los profetas; eso fue todo lo que tenía a su disposición.
Así que la primera fuente para comprender el Nuevo Testamento es eso que llamamos Antiguo Testamento, por supuesto, pero existen otras fuentes. En el Nuevo Testamento mismo encontramos citas tomadas de los libros más populares de la época de Yeshua ha’Mashiaj. Tenemos citas de Enoc, del Libro de Eclesiástico o Ben Sira en hebreo. Tenemos citas tomadas del material rabínico y un sin número de menciones de fuentes que son citadas claramente y que pertenecen al mundo judío de esa época y que demuestran que Yeshua es el Mesías. Adicionalmente, a estos materiales del período inter testamentario que son citados parcialmente por los apóstoles en el Nuevo Testamento y en los evangelios mismos, tenemos a Josefo, Flavius Josefus (en latín), Yosef Ben Matitiahu en hebreo, general del ejército de resistencia en la guerra contra los romanos; capturado y llevado a prisión y luego adoptado por la familia de Flavius, la casa de los emperadores. Tito y Vespasiano adoptaron a Yosef y se convirtió en una especie de historiador doméstico para ellos. Como parte de su reacción hacia la guerra de los romanos, escribió los dos libros más importantes para la comprensión del siglo primero: “Las Antigüedades de los Judíos” y “Las Guerras de los Judíos”. Después de Josefus, tenemos por supuesto un período de inactividad; pero Judá ha’Nasí, un rabino de la tierra de Israel que vivió en Galilea, recopiló a finales del siglo segundo, las deliberaciones y discusiones de los rabinos del primer siglo a.C. y del siglo primero d.C. y del segundo siglo. Hizo esta recopilación con el propósito de preservar las deliberaciones, discusiones y explicaciones de cómo los rabinos llegaron a la conclusión de aspectos prácticos acerca de guardar la Ley en la realidad posterior al templo. Como sabemos, el templo fue destruido en el año 70 d.C. en Jerusalén y desde entonces jamás fue reconstruido. Después de la destrucción del Templo, ocurrió la revuelta Bar kojbá y el pueblo judío fue duramente expulsado. Por esta razón, Rabí Yehudá consideró que era pertinente recoger estas deliberaciones legales, las cuales “encuadernó” en lo que se conoce como Mishnah.
La palabra Mishnah se deriva de su homóloga hebrea “lishnot” que significa estudiar o discutir; esto se hace con los estudios hechos por los rabinos concernientes a las leyes, en especial a las posteriores al judaísmo del Templo. Muchas de estas deliberaciones legales se remontan al primer siglo a.C. y fueron registradas por rabinos contemporáneos como Yeshua en la tierra de Israel y que vivieron en el primer siglo. Tenemos registros de discusiones rabínicas legales que pertenecen a ese período. Esto es la Mishnah. A principios del siglo IV, se hizo una recopilación del material derivado de las discusiones rabínicas sobre la Mishnah; en otras palabras, los rabinos continuaron sus discusiones para tratar de entender y llegar a una mayor forma de implementar la Ley, las leyes aparecidas en la Mishnah. Esta labor se realizó tanto en Babilonia como en la tierra de Israel dando como resultado a dos versiones del Talmud: (El Talmud es la deliberación acerca de lo que Rabí Yehudá ha’Nasí escribió en la Mishnah). Las dos secciones del Talmud se encuentran en la Mishnah. y la discusión acerca de la Mishnah es llamada “Gemará”.
Gemará en arameo significa “El estudio”. La Mishnah también significa el estudio, pero eso es en hebreo y se le atribuye a estudios iniciales de los rabinos, los cuales son llamados tanaim. Los rabinos que participaron en las discusiones de la Mishnah son llamados tanaim y los rabinos que están en la Gemará son llamados amoraim. Los tanaim son mencionados con frecuencia por los rabinos en la Gémara, pues son rabinos de mayor edad y conocen también los pasajes o las discusiones que pertenecen a los primeros siglos del período tanaita. La llamada Baraita la constituyen pasajes o versos fuera de la Mishnah que han sido preservados en la tradición judía, la gran mayoría de ellos, aunque algunos están escritos.
Así que, en el Talmud tenemos muchos pasajes que pertenecen a la época de Yeshua. No podemos asegurar que lo sean en cien por ciento contemporáneos a Yeshua; pero tenemos métodos críticos de distinción por el lenguaje, por el contexto, para poder determinar cuales son de la época de Yeshua y de primer siglo d.C., o si fueron confeccionados posteriormente o atribuidos a rabinos antiguos. Sin embargo, esto no debe preocuparnos ni alejarnos de nuestra comprensión del Talmud como un documento muy valioso para el entendimiento de la historia del Nuevo Testamento, esto, por supuesto, cuando tomamos en consideración las diferentes posibilidades de usos e interrelaciones actualizadas de los rabinos del Talmud. De tal modo, en el Talmud encontramos pasajes relevantes y discusiones relevantes que describen realidades que fueron contemporáneas al apóstol Pablo y con el mundo de Yeshua Ha’Mashiaj en el siglo primero. Esta es la razón por la cual debemos estudiar todo este material si queremos realmente entender el Nuevo Testamento en todo su contenido histórico. El contexto histórico que tenemos en la literatura judía de ese periodo, sirve para arrojar luz sobre lo que realmente está sucediendo en el mundo del Nuevo Testamento. Les voy a dar un pequeño ejemplo antes de finalizar con esta primera lección introductoria.
En el libro de Hechos se puede ver que el apóstol Pablo participó en la muerte de Esteban, sosteniendo las ropas de los que lo llevaron fuera de la ciudad para ser apedreado. La impresión que deja en los lectores del libro de los hechos es que Pablo era el encargado de vigilar los ropajes de aquellos que iban a apedrear a algún condenado. Estas personas revisaban sus ropas y sombreros (quizás túnicas y turbantes) y las depositaban a los pies de este vigilante para luego ir a apedrear al condenado, en este caso, a Esteban. Más adelante, mientras continuamos con la lectura, Pablo se llama a sí mismo el principal de los pecadores. Aquí él reconoce que el hecho de ver a Esteban apedreado fue un evento traumatizante que lo condujo a un profundo sentimiento de culpa, que en realidad nunca pudo desechar ese sentimiento de su conciencia. Años más tarde aún sigue mencionando este suceso. Ser alguien encargado de cuidar ropajes no debería hacer que esa persona se sintiera culpable. Para que podamos entender el significado de esto, necesitamos acudir al Talmud, en donde todo el procedimiento se explica con claridad, los detalles involucrados, cómo el condenado era llevado fuera de la ciudad para ser apedreado y la labor que éste “guardador de ropas” tenía durante la prosecución y ejecución del acto.
El Talmud Babilónico, en el Tratado Sanedrín 42, y también en la página 43 describe el proceso de ejecución. Nos dice que cuando una persona era llevada a la corte para que fuera condenada a morir apedreada, si era en Jerusalén, debía ser sacada fuera de los muros de la ciudad. Entonces había un hombre montado sobre un caballo, quién se colocaba en una colina o un lugar con más elevación en relación con el lugar en donde la ejecución tendría lugar. Algo parecido a un precipicio de donde una persona pudiera ser arrojada. A este hombre a caballo o posicionado en una altura determinada, le era entregada una pieza de tela; el Talmud dice sudar, nosotros usamos la palabra suéter, derivada del griego “sudarus”. En ocasiones usamos el suéter en referencia a un tipo de bufanda. Esta persona a caballo o puesta en un lugar más elevado entre el edificio de la corte y el lugar de ejecución era generalmente el querellante, el acusador del caso. La razón por la que esta persona tomaba esta posición es, sencillamente, la no existencia de teléfonos celulares en esa época que sirvieran de comunicación para anunciar la llegada de un testigo nuevo o de nueva evidencia a la corte de juzgado antes de que la ejecución tuviera lugar. En otras palabras, la corte judía era sensible al hecho de que a última instancia un testigo podría llegar o una nueva evidencia apareciera y este testigo dijera: “ yo he mentido, van a ejecutar a una persona que es inocente”. O alguna persona podría aportar una nueva prueba para defender al acusado. El Talmud describe esto en detalle, de cómo el prosecutor podía pararse ahí a caballo en un lugar elevado y agitar un ropaje o trazo de tela y detener instantáneamente la ejecución.
Este era el trabajo de Pablo, por lo cual se sentía tan culpable, puesto que él era el prosecutor del caso. El demandante del caso. Él sabía en su corazón que Esteban había sido ejecutado, no por crímenes en contra del Templo, tampoco por crímenes contra el pueblo judío, sino porque creyó que Yeshua de Nazaret resucitó de entre los muertos, que era el Mesías de quien los profetas habían hablado. Él es el Mesías que es la única esperanza de salvación para el pueblo judío y de hecho para el mundo. Ese sentimiento de culpa, de no haber detenido la ejecución, sabiendo que las acusaciones eran falsas y falsos los testigos y aún así no evitar esa ejecución de Esteban, lo hizo sentirse como el principal de todos los pecadores. Sin el conocimiento de estos detalles que nos son revelados en el Talmud, quedamos en oscuridad para conocer las razones de esa carga de culpa de Pablo. Existen muchos otros detalles que en lecciones siguientes vamos a utilizar para esclarecer los textos y tratar de entender el proceso histórico y el asentamiento del Evangelio, de las Buenas Nuevas que están preservadas para nosotros en el libro, al que llamamos el Nuevo Pacto.
Yesu,
Esta es mi última participación en este epígrafe.
Lamento la rotura del diálogo contigo, que era ameno y con una buena argumentación, pero se nos ha metido enm medio el dilecto Israel Robles que, mediante tópicos y frases cortas, (no da para más) ha malmetido y enturbiado este diálogo.
De nada sirvió mi primera advertencia, por ello y reconociendo que tiene derecho a intervenir lo mejor que puedo hacer es retirarme. Así Yeru podrás gozarte de los argumentos de la ignoráncia.
Si lo deseas podemos tener este diálogo de una manera privada.
¡Que el Señor te bendiga!