LA VERDADERA ROCA
Estos son tiempos muy difíciles. En casi todas las congregaciones cristianas se percibe, se discierne, el mismo síntoma: disconformidad, decepción, una dosis de angustia más o menos reprimida o disimulada. Es como si una enorme confusión hubiera aterrizado de improviso sobre el pueblo de Dios llevándolo a dudar de todo o de casi todo lo que hasta hoy ha venido manifestando.
Las reacciones, en lugar de ser prudentes, medidas y de sabiduría, son en la mayoría de las veces, demasiado carnales. Los miembros les cargan las culpas a los ministros. Y los ministros, los pastores, les devuelven la pelota catalogándolos de inmaduros, de díscolos y de conflictivos. Habrá que decir, - en honor a la verdad y no al mérito, precisamente -, que las dos cosas son notorias y visibles. Y el resultado es exactamente el que el diablo quiere: correr de los templos a muchos, (Generalmente optan por desplazarse de unos a otros buscando algo que no encuentran en ninguno) o lo que es peor y mucho más redondo como consecuencia: apartarse directamente del Camino y de una maraña a la que ven hipócrita y corrompida y volver a un mundo de pecado, vicio y corrupción que, según muchos, “al menos ni lo oculta ni lo disimula”.
Hay congregaciones que disimulan estas falencias atosigándose de actividades sociales o políticas; otras optan por promover y llevar a cabo festivales tales como encuentros, congresos, seminarios y conferencias con los que mantienen entretenidos a sus miembros; otras siguen con una porfiada rutina que no produce absolutamente nada espiritual y divino y otras tantas, sencillamente, se recuestan en la máxima apatía y pasividad parafraseando la llamada muerte dulce, que es la que se produce en la alta montaña por congelamiento. Esto es: ir quedándose paulatinamente adormilados para, finalmente, morir.
Ministros, pastores, teólogos y eruditos mantienen frecuentes reuniones y conciliábulos donde tratan de hallar las causas de esto que parece fracaso. Los más firmes examinan la realidad a la luz de las Escrituras y llegan a la conclusión de que no se están haciendo debidamente los deberes y tareas y que es por esa razón que Dios no brinda su presencia en sus cultos. Es como si un manto de sórdida y porfiada religiosidad mezclada en una enorme proporción con humanismo materialista disfrazado de razonamientos supuestamente científicos se hubiera adueñado de más de un púlpito y, pese a que siguen habiendo cientos de predicadores ocurrentes e ingeniosos, prácticamente no hay palabra y el hambre por las auténticas cosas de Dios, cada día es más que evidente y cada día menos satisfecho.
La visible falta de poder sobrenatural que proviene de Dios ha llevado a muchas iglesias a buscar refugio en las ciencias seculares, ya sea desde el plano somático, físico, hasta el mental o psíquico, transformando mensajes reveladores en rimbombantes discursos psicológicos y a grupos de oración en simples terapias de auto-ayuda. No son pocos los que, ante las tremendas y desesperantes necesidades no satisfechas, han entrado directamente en el tremendo error de las soluciones propuestas por las llamadas medicinas alternativas que, poco a poco, los llevan al esoterismo, al orientalismo, cuando no sencilla y directamente al ocultismo. Y todo con el beneplácito de eminentes personalidades que cuentan con el respeto, el prestigio y la credibilidad de muchos.
A muchos no les gusta que se hable de esto porque, dicen, va en contra del plan de Dios que es llevar al mundo incrédulo a las iglesias. Lo ven, saben que es así, pero prefieren hacerse los distraídos, aseguran, dándole prioridad a la salvación de las almas que desconociendo todas estas cosas, pasan a formar parte de las membresías eclesiásticas de las diversas denominaciones que conforman hoy día la iglesia del Señor. Doble error. El plan de Dios no es llevar al mundo incrédulo a las iglesias, sino a los pies de Cristo y, segundo, proceder con ese ánimo corporativista no sólo no le hace ningún favor a Dios sino que también se vuelve contra la propia pureza de la iglesia, la que de ninguna manera fue levantada para ser permisiva con el pecado (Externo o interno), sino para combatirlo y derrotarlo en el nombre del Señor.
Desde este estudio, hoy, vamos a examinar una de las causas, sino la principal, de esta visible declinación que amenaza transformar a muchos de nuestros cultos y reuniones, en meros servicios religiosos plagados de muletillas, frases hechas, legalismos complicadísimos de cumplir y rituales diversos que sólo satisfacen los deseos de hacer algo, de no quedarse quietos, pero sin ningún éxito auténtico y glorioso aunque se lo predique, se lo promocione, se lo intente mostrar se vea o no se vea y hasta se lo manipule emocionalmente si no hay resultados concretos y satisfactorios.
(Salmo 118: 20)= Esta es puerta de Jehová; (Está hablando de una iglesia según visión de Dios. Puerta, en la Biblia, siempre es símbolo de gobierno, de autoridad) por ella entrarán los justos (Fíjese que los que entran no lo hacen por inteligentes campañas, o por diversas técnicas de evangelización, ni metodologías sistemáticas de captación de personas; entran atraídos y sometidos al gobierno y la autoridad de una iglesia pensada para cumplir ese rol, no otro)
(21) Te alabaré porque me has oído, (¿Cuántos tienen convicción de que Dios verdaderamente los ha oído y cuántos se conforman con que sus pastores los atiendan, los ministren y les presten un poco de atención?) Y me fuiste por salvación. (No se imaginan cuántos creyentes, hoy día, llegan a dudar, incluso, de que realmente sean salvos)
(22) La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. (Esta es la base de este estudio: la piedra, la roca. ¿Cristo mismo, quizás? En principio y en parte, sí; pero sólo en principio y en parte. Porque hay más; mucho más).
Ahora bien; ¿Quiénes se supone que eran los edificadores del tiempo de Jesús? Los que hasta allí conducían, - y por consiguiente, construían -, la iglesia de Dios en la tierra: los fariseos, la clase religiosa, la casta encargada del cuidado del templo, los rituales y todo el andamiaje religioso de la época.
Lo que nos está diciendo esta escritura es, que ellos, precisamente, fueron los que inmediatamente rechazaron lo que Dios envió, (Esto es: Cristo, la Roca, la Piedra, el Verbo, la Palabra) y, curiosamente, a partir de ese rechazo, eso mismo, exactamente, fue lo que se convirtió en fundamento.
Esto, si se ve desde lo literal, no pasa de ser una historia conocida o, como todavía hay muchos que gustan verlo, un ingenioso poema hebreo llamado salmo. Pero lo cierto es que se trata de un principio espiritual con total y absoluta vigencia. Cuando Dios manda algo nuevo, (Y Dios es dinámico, se mueve permanentemente, no es estático y además es Creador, que quiere decir que de la nada, saca algo), y los edificadores de este tiempo, (Digamos cualquier tiempo de la jerarquía eclesiástica), lo rechaza, eso mismo se convierte en fundamento. ¿Cómo? ¿Sin la aprobación de los consejos, asociaciones y convenciones pastorales? ¿Sin el consentimiento de las organizaciones de alto prestigio o junta de notables del movimiento evangélico internacional? Si es necesario, sí. Le recuerdo que en el capítulo 10 del libro del profeta Zacarías, le dice que cuando Dios se enoja con los pastores, con los jefes, entonces visita directamente el rebaño, sin pedirle permiso ni autorización a nadie. Dios jamás transgredí sus propias leyes, pero eso no implica que deba respetar jerarquías fabricadas por decisiones de hombre. Dios es soberano. Y además es el ÚNICO dueño de la iglesia y, obviamente, de las ovejas que conforman ese redil.
¡Pero hermano…! ¿Esto es bíblico? ¡Se loo pregunto, porque no se parece en nada a lo que a mí me enseñaron! No se preocupe. Usted tiene razón. Tampoco se parece en absoluto a lo que a mí me enseñaron alguna vez. Pero lo que sucede, es que muchas veces se nos han enseñado principios y verdades espirituales respaldadas en la Palabra y otras veces, simples conclusiones personales de hombres que priorizan sus necesidades particulares o denominacionales. Allí está la diferencia.
(Efesios 2: 19)= Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, (20) edificados (Tenga a bien subrayar debajo de esta palabra, “edificados”) sobre el fundamento (Vuelva a subrayar, esta vez: “fundamento”) de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, (Por favor, no me busquen interpretaciones ocurrentes ni concurrentes: el fundamento de la iglesia, es Cristo, eso dice) (21) en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; (22) en quien vosotros también sois juntamente edificados, (Edificados quiere decir Construidos, no bendecidos como nos hemos acostumbrado a entender. La bendición, en todo caso, es una consecuencia natural de la edificación, pero su sinónimo. Esto significa que: construir y construir bien, a usted lo bendice) para morada de Dios en el Espíritu.
No quiero que se imagine lo que ocurre cuando los edificadores, por alguna causa, rechazan el fundamento. Mire lo que dice Isaías.
(Isaías 28: 16)= Por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sión por fundamento una piedra, (¿Qué será la piedra? Cristo, sí, pero ¿Cómo? Como fundamento. No se olvide de esto porque en el final va a tener muchísima importancia que lo recuerde) piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable, el que creyere, no se apresure.
Aquí hay un punto que nos demuestra la validez de escudriñar las escrituras. La palabra APRESURE, usada en este pasaje, no es sinónimo de APURO o URGENCIA, como podríamos tomarla según nuestra traducción simple idiomática. APRESURE, implica en este texto, gramaticalmente, AVERGUENCE, lo cual obviamente le da otra tonalidad al texto y al contexto. Esto, por cualquier duda, va a corroborarse con lo que ahora sigue:
(1 Pedro 2: 4)= Acercándoos a él, (Está hablando de Cristo) piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, (Veamos: ¿Qué es lo que en realidad desechan los hombres? ¿Acaso solamente la persona de Jesucristo?) Más para Dios escogida y preciosa, (5) vosotros también, como piedras vivas, (¿Será que nos está llamando “Cristos vivientes”?) sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. (Los únicos sacrificios aceptables a Dios, son los espirituales; de ninguna manera otros.)
(6) Por lo cual también contiene la Escritura: he aquí, pongo en Sión (Está repitiendo Isaías 28:16) la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado (Fíjese que aquí está la traducción fiel hecha por pedro)
(7) para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, (El mundo incrédulo e inconverso, claro) la piedra que los edificadores (Los religiosos) desecharon, ha venido a ser cabeza del ángulo; (8) y: piedra de tropiezo, y roca que hace caer, (¿Cómo puede ser una persona, en sí misma, piedra de tropiezo? ¿Es la persona o algo que esa persona tiene? ¿Cómo puede un hombre, hacer trastabillar a toda una clase, una casta religiosa y hacerla caer?) porque tropiezan en la palabra… (¡Ah!) …siendo desobedientes; (Ahora sí se entiende: desobedientes a la palabra, no al hombre) a lo cual fueron también destinados.
Este texto arroja una muy particular luz y claridad sobre un tópico que hasta ahora se ha tomado con tanta velocidad y superficialidad que, muy pocos o casi nadie ha prestado atención al detalle clave de este verso.
Lo que nos está diciendo, con total claridad, es que ya la discusión no se centra en la persona de Jesucristo, como se nos pudo haber enseñado, porque no hay ni debe haber credo cristiano que se atreva a discutir o rechazar, - y mucho menos desechar -, a la persona de Jesucristo hoy día. Los que la desechan, rebajan de jerarquía o minimizan, podrán ser muy fieles, muy nobles, muy buenas personas, - esto no está en tela de juicio -, podrán ser creyentes en Dios (A eso tampoco se lo discute), pero lo que no son, indudablemente, es Cristianos; de eso tampoco pueden quedar dudas. ¿De qué se trata, entonces, este rechazo? Se trata de Cristo como el verbo encarnado, es decir: la Palabra propiamente dicha.
Ahora bien: ¿Quién que se autodenomine cristiano no convencional, no oficial, no nominal, puede desechar la Palabra de Dios? Nadie. Salvo que haya elegido como fuente de su fe otro libro religioso o supuestamente inspirado o sagrado que no sea el único que realmente tiene como fuente al Espíritu Santo: la Biblia. ¿Está equivocada la Biblia, entonces? La Biblia no se equivoca. Lo que dice aquí, en realidad, y luego lo vamos a comprobar como corresponde, es que lo que desechan o rechazan los edificadores, (Recuerde que son la clase religiosa) no es a Cristo en sí o a la Palabra en sí misma, sino a la REVELACION de esa palabra. Es decir que la verdad de Dios, el nuevo fundamento para cada tiempo, es lo que el hombre, en primera instancia, tiene la frecuente actitud de rechazar o desechar. Dicho de otro modo: Desechan la palabra revelada apta para el tiempo presente, eligiendo seguir con lo que traen aprendido desde hace cincuenta años atrás y que hoy, ya han visto, ya no da resultado.
El principio espiritual a tener en cuenta, aquí, es que usted tiene que recibir la palabra que Dios envía para este tiempo mediante el vaso que él elija. No ser un edificador más que rechaza y desecha. Claro: usted se pregunta: ¿Cómo puedo ser un edificador sincero, convencido de estar alineado con el propósito y la voluntad de Dios y desechar al mismo tiempo lo que él está enviándome? Muy simple: la clave está en el vaso que él elige.
Si a una palabra nueva, fresca, la trae uno de esos siervos ultra-conocidos que tienen cadenas de televisión propias, producción súper abundante de casetes de audio, videos y libros, muy probablemente usted le va a prestar atención. No tengo del todo claro si le va a creer y si va a poner por obra todo lo que le diga, pero esa será otra historia. Lo que la fama y el prestigio de ese siervo van a conseguir, por lo menos, es que usted la tenga en cuenta. Ahora si el que le trae una revelación es ese pastorcito de esa pequeña congregación de veinte personas, muy probablemente ni siquiera usted llegue a prestarle atención. ¿A quién se le podría ocurrir que un don nadie va a traernos una revelación de primer nivel? Bueno…humano, quizás no; pero a Dios sí que muy bien podría ocurrírsele eso. Porque Él es quien elige el vaso. Y el vaso, no siempre tendrá que estar a la altura de las expectativas humanas.
Nosotros repetimos permanentemente, casi con entidad de papagayos parlanchines, que Lo vil y lo necio del mundo levantó Dios para avergonzar a los sabios, pero no siempre tenemos demasiado en cuenta cuáles y quiénes pueden ser los viles y los necios y, mucho menos, cuáles pueden ser los sabios. Generalmente tenemos inclinación, como en tantas otras cosas, a adjudicar esta palabra al mundo, pero nos olvidamos que a la Biblia no se la escribió ni se la dejó para alimento del mundo, sino de la iglesia. Así que si yo parafraseara esa palabra diciendo: A los más anónimos, desconocidos y hasta analfabetos miembros de su congregación levantó Dios con palabra fresca y revelada para avergonzar a los teólogos diplomados y a algunos de los pastores nombrados por los hombres, a lo mejor le puede sonar medio chocante y hasta ofensivo, pero hay un problema: es así nomás, nos guste o no nos guste; nos haga quedar re-bárbaro o como la re-mona. Dios elige el vaso y el hombre, allí, tenga el cargo o la posición que tenga, no opina. El invento ese de: “¿Cómo va a ser un genio si vive a la vuelta de mi casa?”, no pertenece al reino de Dios. Aunque la iglesia, de tanto imitar al mundo, también pretenda imitarlo en estos conceptos.
Ahora, vamos a buscar la confirmación de todo esto que, hasta aquí, puede pasar por la interpretación privada y particular de alguien que se le ocurrió mezclar los puntos para confundir, polemizar, disentir, revisionar o simplemente buscar estrellato personal. ¿Vamos a dejar que hable la Biblia? Ella es la que tiene la verdad. Muchos de nosotros, los hombres, lo que tenemos, es apenas una visión, - a veces hasta distorsionada -, de esa verdad, según encaje o no con nuestras doctrinas personales o denominacionales.
(Mateo 16: 13)= Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
Lo primero que vemos es que Jesús no le hace esta pregunta a alguien del masivo grupo de seguidores; se la hace a sus discípulos. ¿No sabía, ya, Jesús, lo que la gente decía o pensaba? Por supuesto que lo sabía. ¿Cuántos saben, ya, que cuando el Señor hace una pregunta no busca información, sino que le está tomando a usted un examen?
(14) Ellos dijeron: unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías; algunos de los profetas.
¿Se da cuenta que pese a convivir con él y poder ver con sus propios ojos todo lo que él había hecho y producido, todavía sus propios discípulos nadaban en una masa de confusiones y, por qué no, en una alta dosis de incredulidad?
(15) Él les dijo: y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?
(16) Respondiendo Simón pedro, dijo: tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente.
Aquí hay una clave notoria. Pedro no duda. Lo que dice, lo dice con una enorme y total convicción, certeza y seguridad. No dijo: “A mí me parece que…”, ni tampoco: “Tengo la impresión que…” Dijo TÚ eres el Cristo. Y se acabó. Atención, ahora, con el verso que viene, porque en él está la clave de todo este estudio; la llave maestra que estamos buscando. A lo mejor desde hace mucho tiempo.
(17) Entonces le respondió Jesús: bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi padre que está en los cielos.
Jesús, lo primero que le dice a Pedro luego de su respuesta, es que es bienaventurado, es decir: bendecido, favorecido, honrado, privilegiado. Y todo eso proviene del mundo espiritual, proviene de Dios. Si no le hubiera dicho: “¡Qué inteligente eres, Pedro! ¿Cómo lo analizaste tan rápido? No. Fíjese. Todo lo contrario. Le dice que por su esfuerzo personal e intelectual, (Carne y sangre), jamás hubiera podido llegar a esa conclusión. Y agrega que tamaño descubrimiento, (Que muy probablemente Pedro vio claramente recién allí, en el mismo momento en que lo dijo), sólo podía formarse en su mente, en su razón, de adentro hacia fuera. Es decir: no por información o formación teológica o religiosa, sino Por revelación de Dios.
Ahora bien: entendido y clarificado esto, (Lo dice la Biblia, no yo), ¿Cuál le parece, o siente usted, o quizás discierne, que es la palabra clave, esa especie de hilo conductor para lo que va a decir Jesús después? Sin duda: la palabra que salta y queda expuesta a la luz, es: REVELACIÓN. Con esta palabra, entonces, como sujeto gramatical, vamos a ver ahora el verso que sigue y, a lo mejor, le saca un jugo diferente al que ha estado usted tomando cada vez que se ha enfrentado con esta porción de la Palabra.
(18) Y yo también te digo, (Yo también te confirmo, te corroboro, te doy seguridad, te certifico esa revelación que tuviste), que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia. (Aquí hay que hacer un paréntesis para explicar algo muy valioso. Le dice a Simón el pescador: Tú eres Pedro. En griego, este nombre es PETROS. Y después sigue diciendo: Y sobre esta Roca edificaré mi iglesia. Roca, también en griego, es PETRAS. De esto surgen algunos detalles: 1)= Que Pedro no es meramente un nombre que Jesús le dio sin más, sino que se lo dio por un sentido específico. Porque pedro, PETROS, es una piedra o trozo de roca que puede arrojarse con la mano, lo que es una tipología de la inestabilidad humana, mientras que Roca, PETRA, es una roca fija e inamovible y segura. De allí que la roca es – dice la Palabra -, Cristo, pero de acuerdo con lo visto, la roca en realidad implica el fundamento. Cristo es el fundamento, es cierto, pero en lo global. En lo definido, el fundamento es la REVELACIÓN. De allí que no está para nada erróneo tomar, en este texto a la roca, como revelación y fundamento de lo que se va a construir. Entendiendo esto, usted entiende una visión totalmente diferente de la iglesia, porque lo que Jesús le dice a Pedro, hasta aquí, es más o menos lo siguiente: Yo también te digo que tú eres un trozo de revelación que todavía puede bambolearse ante vientos extraños, pero yo voy a edificar mi iglesia sobre la base de la roca madre que te dio origen.) y las puertas del Hades (Puerta siempre es autoridad y Hades es muerte. Esto quiere decir: La Autoridad de la Muerte) no prevalecerán contra ella (Es decir: contra una iglesia edificada sobre la revelación del padre que está en los cielos, igual que lo hizo con Pedro. Contra todo lo demás que dice ser iglesia pero desconoce o desecha o rechaza la revelación, el Hades sigue manteniendo cierta autoridad. Esto, explica varias cuestiones, verdad?)
Resumen: el fundamento de la Iglesia, es la Roca. ¡Pero es que dice la Biblia que la Roca es Cristo, hermano! Sí señor, y así es. Pero también dice que Cristo es el Verbo, el Verbo Encarnado, que no es la letra fría, el Logos, un versículo suelto e indefinido, sino la Rema, la revelación; es decir: el fundamento, la base. El punto de partida para lo que viene.
Ahora bien: si la roca, como hemos visto, es la revelación del padre que está en los cielos, a través del Espíritu Santo. ¿Qué fue lo que rechazaron los edificadores, que quedó claro era la clase religiosa? Pues precisamente la revelación fresca. Lo mismo que en muchos lugares está pasando hoy. Hay una clase religiosa, ritualista, templista, que por terca necesidad insiste en rechazar lo que Dios está revelando para este tiempo merced a cosas que están en la Palabra desde siempre, sencillamente porque ellos, al igual que aquellos antiguos edificadores, lo aprendieron diferente y no están dispuestos a entender que esta es una época de transición y de cambio. Teólogos, Master y eruditos que en seminarios estudiaron las cosas y tienen, suponen, la información completa, no pueden entender que Dios, hoy, para este tiempo, tiene una revelación fresca que es absolutamente necesaria para la iglesia si no quiere quedar afuera de lo que Dios quiere hacer. Porque hemos probado y comprobado que la iglesia se edifica por revelación, no por información.
(19) Y a ti, (A la revelación, a la roca eterna, a la piedra, no a un hombre llamado Simón) te daré las llaves del reino de los cielos (La revelación son las llaves de ingreso al reino. Por intelecto, buenas obras sociales, erudición teológica o decretos raciales, jamás entrará usted al reino. Si quiere, en este mismo momento en que me está leyendo, puede decir junto conmigo: ¡¡¡¡Es por revelación!!!! Fíjese que no es ni casual ni incoherente. El reino de los cielos pertenece al mundo del espíritu, no es un lugar geográfico, no es una nube ni un sitio material. Si no es por revelación divina, es muy difícil poder ingresar a un reino dimensional, abstracto para el mundo incrédulo, porque no se ve ni se toca desde lo humano. A través de cosas hechas por carne y sangre, por sistemas, por estudios, por cargos, títulos o posiciones jerárquicas eclesiásticas, no funciona. Dios tiene sus propios códigos). Y todo lo que atares en la tierra (Una revelación ata porque pone un fundamento) será atado en los cielos (De donde proviene) y todo lo que desatares en la tierra, será desatado en los cielos. (La revelación y no Pedro u hombre alguno, puede desatar decretos, gobiernos, sentencias, juicios o bendiciones).