La “unidad” en la Biblia se puede entender de dos formas diferentes, no necesariamente la que estamos queriendo “VER” de cuanto pasaje citamos como loros y vemos lo que no existe en ellos. Si el ESPÍRITU SANTO depende siempre de la voluntad de Dios para su ejecución (es lo que se deduce de todos los pasajes bíblicos en donde se toca el tema) bien pudiésemos colegir, por lo que llaman “sana exégesis”, que el “Espíritu Santo” es inferior, en todo sentido al Padre Jehová y a su Hijo Jesús. De manera que cuando se da a entender en algunos pasajes bíblicos de que el espíritu santo habla, inspira, o sentencia, es en reconocimiento de su poder y que por su medio, Jehová es el que habla. Aunque también podría decirse, sin lugar a dudas, que fue el espíritu santo quien “escribió” (desde cierta perspectiva) la Biblia ¡Por qué no! ¡También es cierto!
El Salmo 33:6 dice: “Por la palabra de Jehová los cielos mismos fueron hechos, y por el espíritu de su boca todo el ejército de ellos”. Como un soplo poderoso, el espíritu de Dios puede ser enviado para ejercer poder aunque no haya ningún contacto corporal con aquello sobre lo que actúa. (Éx 15:8, 10.) Tal como un artesano humano utiliza la fuerza de sus manos y sus dedos para producir cosas, Dios utiliza su espíritu. Por consiguiente, también se alude a ese espíritu como la “mano” o los “dedos” de Dios. (Sl 8:3; 19:1; Mt 12:28, Luc 11:20.).
Para la ciencia moderna, la materia es energía organizada, y afirma que la “materia puede transformarse en energía y la energía en materia. La inmensidad del universo que el hombre ha podido divisar con sus telescopios da una pequeña idea de la inagotable fuente de energía que debe hallarse en Jehová Dios. Como escribió el profeta: “¿Quién ha tomado las proporciones del espíritu de Jehová?”. (Isa 40:12, 13, 25, 26.)
Una función principal del espíritu de Dios tiene que ver con informar, iluminar y revelar lo que Él desea. Por tanto David pudo orar: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Tu espíritu es bueno; que me guíe en la tierra de la rectitud”. (Sl 143:10.) Mucho antes José había interpretado los sueños proféticos de Faraón con la ayuda de Dios. El gobernante egipcio reconoció que el espíritu de Dios estaba con José. (Gé 41:16, 25-39.) Este poder iluminador del espíritu es particularmente notable en la profecía. Como muestra el apóstol, la profecía no proviene de la interpretación humana de circunstancias o sucesos; no es el resultado de ninguna capacidad innata de interpretación o vaticinio propia de los profetas, más bien, estos hombres fueron “llevados por espíritu santo”, es decir, movidos y guiados por la fuerza activa de Dios. (2Pe 1:20, 21; 2Sa 23:2; Zac 7:12; Lu 1:67; 2:25-35; Hch 1:16; 28:25. De modo que toda Escritura también es “inspirada de Dios”, que traduce la palabra griega the·ó·pneu·stos, cuyo significado literal es “insuflada por Dios”. (2Ti 3:16.) El espíritu actuaba de distintas maneras al comunicarse con estos hombres y guiarlos, en algunos casos por medio de visiones o sueños (Eze 37:1; Joe 2:28, 29; Rev 4:1, 2; 17:3; 21:10), pero siempre influyendo en su mente y corazón para impulsarlos y guiarlos según el propósito de Dios. (Da 7:1; Hch 16:9, 10; Rev 1:10, 11). En otras palabras, mis estimados trinis: ¡Dependencia total de JEHOVA!
Es verdad que Jesús se refirió al espíritu santo como un “ayudante” y dijo que tal ayudante ‘enseñaría’, ‘daría testimonio’, ‘daría evidencia’, ‘guiaría’, ‘hablaría’, ‘oiría’ y ‘recibiría’. Además, según el griego original, Jesús usó a veces el pronombre personal masculino para referirse a ese “ayudante” (paráclito). (Jn 14:16, 17, 26; 15:26; 16:7-15.) Sin embargo, no es raro que en las Escrituras se personifique algo que en realidad no es una persona. En el libro de Proverbios (1:20-33; 8:1-36) se personifica a la sabiduría, y en el hebreo original, así como en las traducciones españolas, se le da el género femenino. La sabiduría también está personificada en Mateo 11:19 y Lucas 7:35 y se dice que tiene “obras” e “hijos”. Cuando el apóstol Pablo habla del pecado, la muerte y la bondad inmerecida, los personifica como “reyes”. (Ro 5:14, 17, 21; 6:12.) Dijo que el pecado ‘recibía incentivo’, ‘obraba codicia’, ‘seducía’ y ‘mataba’. (Ro 7:8-11.) Sin embargo, es obvio que Pablo no quería decir que el pecado fuese en realidad una persona.
De igual manera, las palabras de Jesús registradas en Juan con respecto al espíritu santo deben considerarse teniendo en cuenta el contexto. Jesús personificó al espíritu santo cuando dijo que era “un ayudante”, que en griego es el sustantivo masculino pa·rá·klē·tos. Por lo tanto, es apropiado que cuando Juan menciona las palabras de Jesús, utilice pronombres personales masculinos para referirse al espíritu santo en su función de “ayudante”. Por otro lado, cuando, también con referencia al espíritu santo, se utiliza la palabra griega pnéu·ma en el mismo contexto, Juan emplea un pronombre neutro, ya que pnéu·ma es neutro. Por consiguiente, el uso del pronombre personal en masculino con pa·rá·klē·tos es un ejemplo de conformidad a las reglas gramaticales, no de doctrina. (Jn 14:16, 17; 16:7, 8.)