Bueno, compañero, a un buen entendedor bastan pocas palabras o, por el contrario, a un mal maestro, nadie sabrá nunca qué fue lo que quiso decir con todo el enredo escatológico que te traes de aquí para allá y de allá para acá. Tú fuiste el que dijiste que no estamos bajo el Decálogo que le fue dado a Moisés en donde ningún ritual estaba incluido, salvo los principios justos de la Ley que fueron incorporados luego en la dispensación cristiana cuando Jehová hizo de ambos grupos (judíos y gentiles) un solo pueblo como seguidor del Dios de los judíos. Dichos principios y reglamentaciones insertos en la Ley dada a Israel no quedó abolida; fue absorbida por el cristianismo pero resumida en el “amor”, (A DIOS EN PRIMER LUGAR Y AL PRÓJIMO EN SEGUNDO) como un vínculo perfecto de unión y cuya aplicación resume toda la Ley. Eso deberías saberlo. Al extender la misericordia a los gentiles (gente de todas las naciones) Dios dejó de ser Dios de los judíos únicamente y las justas leyes dadas a Israel, sus principios perfectos y aplicables en toda época, quedaron insertos en la teología cristiana y en las enseñanzas de Jesús. Por lo tanto, al aseverar tú, sin pensar en lo que decías, que esos DIEZ MANDAMIENTOS de índole moral, en donde se enumeraban, precisamente, las normativas y prohibiciones que nos señalaban como pecadores ante Dios quedaron abolidos, era como decir que teníamos entonces libertad para poder hacer lo que allí se prohibía. Porque si son ahora aplicables en el Nuevo Pacto, ¿Por qué dices ahora que no seguimos sujetos a las mismas reglamentaciones que Moisés recibió en tablas de piedra? ¡Nada de lo que allí decía quedó abolido! Todavía tenemos que abstenernos y guardarnos, como bien lo dices, de los mismos señalamientos que se le hicieron a los judíos en el Sinaí y que se cumplen ahora, mediante la “Ley del Cristo”. Porque recuerda que la Ley era “justa y perfecta” y, constantemente, señalaba el pecado por cuanto ningún humano podía cumplir una ley perfecta siendo imperfecto. De allí el arreglo de Jehová de enviar a su Hijo para que naciera como hombre perfecto, capaz de cumplir con todo lo que el hombre imperfecto, no pudo.