En vista de lo que Pablo escribió, es patente que algunos cristianos de la congregación filipense todavía tenían que esforzarse por alcanzar la actitud cristiana madura. Pablo tomó la iniciativa para animarlos y ayudarlos. En la mayoría de las congregaciones de hoy hay quienes están más fuertes en la fe, y los que tienen alguna debilidad. Como Pablo, los más fuertes deben animar a los demás. Cristo Jesús efectuó mucho para fortalecer a los que tenían necesidades espirituales, dando así el ejemplo que los cristianos deben seguir. “Nosotros, pues, que somos fuertes debemos soportar las debilidades de los que no son fuertes, y no estar agradándonos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación. Ahora que el Dios que suministra perseverancia y consuelo les conceda tener entre ustedes la misma actitud mental que Cristo Jesús tuvo, para que, de común acuerdo, con una sola boca glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” (Romanos 15:1, 2, 5, 6.)
Al fortalecer la fe de los romanos, Pablo señaló que “el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23). Durante su ministerio, Jesús también dio mucha información sobre la vida eterna. Es una maravillosa recompensa que Dios ofrece a sus siervos. Dios quiere que sus siervos mantengan la vista fija en el premio, pues esto los mueve a ser fieles. Cuando mantenemos nuestra vista fija en el premio, mostramos fe firme en Sus promesas. En nuestras reuniones cristianas tenemos la oportunidad de hablar a menudo acerca de la recompensa que Jehová da a los que son fieles.
Jehová Dios es el ejemplo más sobresaliente de alguien que domina incluso la cualidad deseable del celo. Controla perfectamente este sentimiento. Las poderosas manifestaciones de su celo siempre están en armonía con su amor, su justicia y su sabiduría. (Isaías 42:13, 14.)
Y Jesucristo fue, a su vez, un ejemplo sobresaliente de alguien que nunca cedió a los celos. “Aunque existía en la forma de Dios, [Jesús] no dio consideración a una usurpación, a saber, que debiera ser igual a Dios.” (Filipenses 2:6.) ¡Qué contraste tan grande con el proceder del ángel ambicioso que se hizo Satanás el Diablo! Al igual que “el rey de Babilonia”, los celos hicieron que Satanás quisiera ‘parecerse al Altísimo’ al colocarse como un dios rival en oposición a Jehová. (Isaías 14:4, 14; 2 Corintios 4:4.) Satanás incluso intentó hacer que Jesús ‘cayera y le rindiera un acto de adoración’. (Mateo 4:9.) Pero nada pudo desviar a Jesús de su humilde derrotero de sumisión a la soberanía de su Dios y Padre. A diferencia de lo que hizo Satanás, Jesús “se despojó a sí mismo y tomó la forma de un esclavo y llegó a estar en la semejanza de los hombres. Más que eso, al hallarse a manera de hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento”.
Apoyó la legitimidad de la gobernación de su Padre y rechazó por completo el proceder de orgullo y celos que siguió el Diablo y, debido a la fidelidad de Jesús, “Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y de los que están sobre la tierra y de los que están debajo del suelo, y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor, para la gloria de Dios el Padre”. (Filipenses 2:7-11.) Pero aquí es donde viene lo difícil de entender para casi toda la comunidad cristiana: si se dice que Dios bondadosamente lo premió con darle un “Nombre” superior a todos los demás a uno que era el mismo DIOS; una de dos; o todo fue una “patraña” o bien, Cristo mismo es una criatura de Dios, creada por Dios, sujeta a Dios, obediente a Dios, adoradora de Dios como, durante todo su ministerio terrestre como hombre verdadero y luego como “espíritu dador de vida” cuando resucitó a la “gloria celestial”, lo demostró por su fidelidad y su amor a su Padre hasta cumplir con lo a él encomendado ¿Qué? Reunir de nuevo en él todas las cosas para presentarlas limpias a su Padre cuando el último enemigo, la muerte, sea destruido para siempre.
Es un absurdo pensar siquiera que alguien (DIOS) se premia a sí mismo dándose un NOMBRE SUPERIOR al que ya tenía como DIOS y encima ser NOMBRADO SOBRE TODOS LOS BIENES de la Creación como si antes de esa “humillación” no lo fuera. Este “Plan” de Dios no fue un simple “montaje” para demostrar todo lo “humilde” que era DIOS. Un Dios que EXIGE DEVOCIÓN EXCLUSIVA no va a humillarse de la forma en que lo hace alguien que, siendo CRIATURA, sí se humilla y se ofrece en alabanza y para el agrado de quien es el VERDADERO DIOS.
El que “Cristo” existiera en “la forma de Dios” no necesariamente tiene que entenderse solamente en la dirección que las directrices y tradiciones “cristianas” así lo hayan estipulado. ¡Pudiera interpretarse también de otra manera! ¡De la manera en que los apóstoles siempre lo enfocaron; de la manera en que el mismo Jesús lo dejó claro y de la misma manera en que el propio DIOS VERDADERO también lo estipuló cuando envía a un HIJO (no a sí mismo) para que fuera el portavoz de su Voluntad expresa y como sacrificio propiciatorio por los pecados de toda la humanidad. Alguien que es un MEDIO para llegar a OTRO, no significa ser, al mismo tiempo, ESE OTRO. Esto es doblemente absurdo. No es bíblico, no es consecuente con la doctrina cristiana. Lo que el escritor de Filipenses termina explicando en el verso 11 es claro, contundente y sin ambigüedad alguna, dice así: “y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre.” ¿Quién recibe la Gloria? ¡El Padre! ¿Por medio de quién? ¡De Cristo! ¿Cuándo sucede esto? ¡Cuando reconocemos a Cristo como el mediador entre Dios y nosotros! ¿Es el medio designado mayor que la meta propuesta? ¡De ninguna manera! Claro, si aceptamos la lógica elemental y las palabras registradas de las Escrituras.