Comentario Bíblico Mundo Hispano
Tomo I - Génesis
Editorial Mundo Hispano
Evangelio según Mateo - Capítulo 2
3. Una publicación divina: los magos, 2:1-12
El lector del Evangelio de Mateo recibe una fuerte impresión de la soberanía de Dios guiando, protegiendo, controlando
y proveyendo todo el proceso redentor. De allí el énfasis en los títulos: plan divino, proceso divino, publicación divina.
La obra redentora es de Dios desde su concepción en la mente de Dios hasta su realización y aplicación en la historia
humana.
Lucas relata el primer anuncio del nacimiento de Jesús: Los ángeles avisaron a los pastores en los campos cerca de
Belén, de noche (Luc. 2:8–20). Mateo omite ese evento, pero incluye el notable caso de los magos del oriente que recibieron
el aviso por medio de una estrella nueva y llamativa. Ellos habían oído de la esperanza mesiánica por parte de los
judíos de la dispersión. Relacionaron este fenómeno en el cielo con el rey esperado por los judíos, que nacería en Judea e
iniciaría un reino universal. No tardaron en emprender un largo viaje para verificar ese evento sin igual. Algunos comentaristas
explican el hecho de que Mateo haya omitido el relato de Lucas, y viceversa, diciendo [página 50] que se apoyaban
en fuentes distintas. Este hecho podría atribuirse también a los distintos propósitos de cada escritor, fenómeno que se
repite frecuentemente en los sinópticos.
Cabe entonces la pregunta: ¿Por qué Mateo incluyó el episodio de los magos en su Evangelio? Ofrecemos dos posibles
razones. Ambas tienen que ver con la naturaleza del evangelio de Jesucristo. Puesto que Mateo termina su relato con
un énfasis universal, con la comisión de Jesús a los discípulos de llevar el evangelio a todas las naciones (28:18–20), es
razonable pensar que inició el Evangelio con la mención de la inclusión de los gentiles (magos) en el plan de Dios. Hemos
visto este énfasis en la genealogía de Jesús y ahora lo vemos en la venida de los magos.
Este relato sirve también para establecer raíces históricas de suma importancia. El evangelio de Jesucristo está firmemente
arraigado en el tiempo y el espacio. Sabemos con bastante precisión cuándo y dónde nació, cuándo y dónde
realizó su ministerio terrenal, y cuándo y dónde murió. Sabemos también cuándo y dónde fue sepultado, y cuándo y dónde
resucitó. Además, tenemos el relato de gran número de testigos que verifican estos datos. Tales hechos sirven para dar
mayor credibilidad y distinguir al cristianismo de otras religiones que no tienen claras raíces históricas. En el primer versículo
del cap. 2, encontramos tres datos importantes: el lugar del nacimiento del Mesías, su marco temporal y la visita de
los magos.
Lugar: Belén de Judea. Mateo y Lucas señalan con precisión el lugar donde nació el Mesías. Belén, una pequeña villa
con pocos habitantes pero con una larga historia, es mencionada en Génesis (35:16, 19; 48:7) y era identificada también
como Efrata, el lugar donde murió Raquel al dar a luz a Benjamín. El rey David nació en Belén, pero fue el nacimiento del
“Hijo de David”, Jesucristo, que le dio más importancia, aunque parece que él nunca volvió a su pueblo natal. El nombre
Belén significa “casa de pan”. Es allí donde nació aquel que dijo: Yo soy el pan de vida (Juan 6:35). Fue necesario para
Mateo usar la expresión “Belén de Judea” para [página 51] distinguirlo de otro “Belén”, ubicado cerca de Nazaret en la
heredad de Zabulón (Jos. 19:15), o sea, en Galilea. Cuando Herodes preguntó a los líderes de los judíos dónde tendría
lugar el nacimiento del Cristo, ellos contestaron con la cita de dos profecías mesiánicas (Miq. 5:2; 2 Sam. 5:2), que aparentemente
eran muy conocidas entre los maestros de Israel.la referencia es al “Segundo David” quien se levantaría también de Belén. Es interesante el término citado de 2 Samuel en cuanto al tipo de reinado que tendría el primer David y también el “Segundo”. Miqueas dice: ...será el gobernante en Israel, pero Samuel dice: Tu pastorearás a mi pueblo Israel. Jesús afirmó de sí mismo: Yo soy el buen pastor; el buen pastor pone su vida por sus ovejas (Juan 10:11). Pedro se refería mas tarde a Jesús como el Príncipe de los pastores (1
Ped. 5:4). Jesús vino para ser reypastor, títulos usados comúnmente para referirse a los líderes nacionales, pues tenían la
función de gobernar, proteger y alimentar.
Marco temporal: En días del rey Herodes. Habiendo establecido el lugar del nacimiento de Jesús, ahora (2:1b) Mateo
fija el marco de tiempo: durante el reinado de Herodes el Grande. Se sabe que el Herodes mencionado aquí era “el Grande”,
hijo de un idumeo llamado Antípater, que fue declarado “rey de los judíos” por el Senado Romano en el año 40 a. de
J.C. Herodes pudo asumir plenamente ese puesto por el año 37 a. de J.C. Murió en marzo del año 4 a. de J.C., según el
calendario cristiano, o sea, el año 750 según el calendario romano. Como veremos más adelante, estas fechas son vitales
para establecer la fecha del nacimiento de Jesús.
Herodes era muy hábil como gobernante. Reedificó el templo de los judíos en Jerusalén para congraciarse con el
pueblo. Era hombre de grandes ambiciones, acumuló fortunas y las gastó generosamente en regalos y banquetes. Por
otro lado era muy celoso y extremadamente cruel. No toleraba rivales. Tuvo diez esposas en sucesión. Llegó a casarse
con la bella Mariamne, heredera de la línea macabea. Tuvo varios hijos que le siguieron en el poder sobre Palestina. En
los últimos años de su vida se volvió cada vez más arbitrario y cruel. Mandó ejecutar a su esposa favorita, Mariamne, a su
cuñado, a [página 52] algunos de sus propios hijos y a otros allegados.
Una visita: Unos magos... del oriente (2:1c). Uno de los grandes misterios en el Evangelio de Mateo es la visita de estos
magos. ¿Quiénes eran, de dónde venían, cómo se enteraron de la expectativa mesiánica? Las especulaciones abundan;
las tradiciones extrabíblicas se han multiplicado. Si nos atenemos al texto, encontramos poca ayuda para responder a
estas preguntas.
El texto indica en términos muy generales que vinieron del oriente (vv. 1, 2, 9). La opinión más aceptada es que vinieron
desde Persia o Babilonia, territorio de donde procedió Abraham. Este territorio estaba ubicado al oriente de Jerusalén.
El texto griego dice que vinieron de los levantamientos (se sobreentiende que se refiere al sol).
Más difícil es la tarea de determinar quiénes eran. El término mago 3097 es una transliteración de la palabra griega y en
aquel entonces tenía dos o tres acepciones. Broadus describe el uso del término entre los medos. Dice que se refería a
una tribu o casta sacerdotal. Luego eran reconocidos como maestros de la religión y ciencia. Estaban especialmente relacionados
con la astrología, la medicina y toda clase de adivinación y encantos. Estudiaban las estrellas para interpretar
eventos contemporá-neos y predecir eventos futuros. Eran personas de grandes inquietudes y curiosidad insaciable. Deseaban
descubrir la verdad.
Los magos seguramente aprendieron de los judíos de la dispersión acerca de la esperanza de la venida de un Mesías
que establecería un reino de paz. Muchos judíos que fueron llevados cautivos a Asiria y Babilonia, durante los siglos V, VI
y VII a. de J.C., optaron por quedarse en ese territorio cuando Ciro les dio permiso para regresar a Palestina. Estaban
privados de participar frecuentemente en las ceremonias en su gran templo en Jerusalén por razón de la distancia. Entre
estos judíos de la dispersión, creció en importancia una institución que probablemente había nacido durante el cautiverio
babilónico y cuya influencia llegaba a ser vital para mantener la fidelidad a Jehovah: la sinagoga. En las sinagogas los
judíos y prosélitos escuchaban la lectura de los rollos sagrados. La lectura de los libros proféticos, con su tema dominante
de un Mesías que vendría [página 53] a establecer paz en la tierra, mantenía una viva esperanza entre los participantes.
Algunos de sus vecinos paganos simpatizaban con la moral judía y la esperanza mesiánica. No pocos de estos vecinos
paganos aceptaron la fe de los judíos, se sometieron a las demandas de la ley de Moisés y abrigaban las esperanzas de la
venida del Mesías judío.
El texto aclara el propósito de la visita de los magos; vinieron para adorarle al rey recién nacido. El término “adorar”,
que significa “postrarse hacia”, se encuentra doce veces en Mateo, tres de las cuales están en este pasaje (vv. 2, 8 y 11).
Los magos dejan una gran lección y desafío para los creyentes de todos los siglos. Vinieron desde muy lejos —viaje peligroso,
costoso y cansador— para adorar a Jesús; vinieron con poca revelación; vinieron con gran gozo (v. 10); y vinieron
con la idea correcta de la adoración (v. 11). Adoraron a Jesús, no a la madre, postrándose y presentando sus ofrendas.
Hemos visto su estrella (v. 2). Los ángeles de Jehovah avisaron a los pastores del nacimiento de Jesús, según Lucas.
Dios utilizó el medio más familiar a los magos para comunicarles este evento sin igual. Ellos notarían sin demora la aparición
de una estrella nueva, brillante, llamativa. El pronombre posesivo su (v. 2) está en la posición enfática en el texto original.
En alguna forma, desconocida a nosotros, los magos interpretaron que esa nueva estrella estaba relacionada con la
esperanza mesiánica.
Se han hecho varios intentos para explicar, por vía natural, la aparición de la estrella. Por ejemplo, el astrónomo Kepler,
a principios del siglo XVII, determinó que hubo una conjunción espectacular de los planetas Júpiter y Saturno en mayo,
octubre y noviembre del año 747 de Roma, fenómeno que ocurre una vez cada 800 años. Pero estos planetas se
acercaron solamente hasta un grado de separación, lo que parecería al hombre en la tierra como una separación del diámetro
de la luna llena. El año siguiente, o sea, en el año 748 de Roma, el planeta Marte se unió a Júpiter y Saturno. Otro
dato descubierto en las tablas astronómicas chinas es la aparición de una estrella —algunos la llaman cometa o estrella
fugaz— en 750 de Roma. Pero de ninguna manera tales datos científicos, por más interesantes que sean, satisfacen la
descripción en el v. 9. Hay por lo menos dos indicaciones de una intervención sobrenatural de Dios. Mateo dice que la
estrella iba delante de ellos (v. 9), es decir, los guiaba, indicando que la estrella se movía en la dirección hacia Belén. Además,
Mateo dice que se detuvo sobre donde estaba el niño (v. 9b). Parece que la estrella se detuvo directamente sobre la
casa donde estaba Jesús con sus padres.
Cuando el rey Herodes oyó esto, se turbó... (v. 3). La noticia de que otro “rey de los judíos” había nacido despertó indignación
y celo en el corazón malvado de Herodes. Roma le había otorgado el título “rey de los judíos”. Además de sus
celos, Herodes contaba con el respaldo del gobierno romano para defender ese título. Literalmente fue agitado, o sacudido,
por la noticia. Inmediatamente, comenzó a pensar en una manera de deshacerse de su “rival”. También toda Jerusalén
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(v. 3b) fue turbada. Probablemente, significa que el pueblo temía una nueva erupción de violencia y castigo de parte de
Herodes por causa del anuncio del nacimiento de un rival entre los judíos.
Los principales sacerdotes y a los [página 54] escribas... (v. 4). Los términos aquí mencionados podrían referirse al
Sanedrín, aunque no se menciona a los ancianos, uno de sus grupos componentes muy importante. Algunos opinan que
se refiere a una asamblea general de expertos en las Escrituras. El término “principales sacerdotes” se traduce en algunos
lugares como “sumos sacerdotes”. Un solo sumo sacerdote, a la vez, ejercía el poder del cargo. El gobernador romano se
reservaba el derecho de poner y quitar a los sumos sacerdotes, a su antojo. El cambio frecuente dejaba lugar a la existencia
en cualquier momento de varios sumos sacerdotes, uno reconocido por el rey romano y otros que habían ocupado el
oficio anteriormente.
Los escribas tenían la tarea de copiar las Escrituras. Por razón de la dedicación a esta tarea, conocían bien las enseñanzas
de las Escrituras y servían como intérpretes (ver 22:35) y maestros. La mayoría de los escribas eran fariseos, pero
algunos eran saduceos. Tenían gran influencia entre el pueblo y especialmente entre los líderes religiosos. Algunos pertenecían
al Sanedrín. Los que se dedicaban a la enseñanza de las Escrituras eran llamados rabíes. Frecuentemente los
escribas eran consultados en cuanto a datos e interpretaciones de las Escrituras, como en este caso cuando Herodes
quería saber dónde iba a nacer “el rey de los judíos”.
Cuando entraron en la casa... (v. 11). Generalmente la tradición presenta a los magos llegando al establo, donde el
bebé Jesús estaba acostado en el pesebre; pero el texto bíblico indica que ya estaban en una casa cuando llegaron. Lo
más probable es que el bebé Jesús tendría entre seis y dieciocho meses de edad. Otra evidencia que corrobora esta opinión
es la diferencia de términos que se usan en relación con el niño Jesús. Lucas usa el término griego bréfos 3813, que
normalmente se refiere al feto antes de nacer (Luc. 1:41), o al bebé recién nacido (Luc. 2:12; Hech. 7:19). En cambio, Mateo
usa el término griego paidíon 3813 que es un diminutivo que significa “niño pequeño” (Mat. 2:8, 11). Estas consideraciones,
más la evidencia del v. 16, tienden a confirmar la opinión de que Jesús tenía varios meses de edad cuando llegaron
los magos.
Pero advertidos por revelación... (v. 12). Dios emplea una gran variedad de maneras para hacer saber su voluntad. La
estrella guió a los magos del oriente, los escribas señalaron con precisión el pueblo donde iba a nacer el Mesías. Después
de la visita, Dios se manifiesta otra vez, pero en una manera distinta: por revelación en sueños. Hay muchos casos de
revelaciones por sueños en ambos Testamentos, y no hay base para decir que Dios no siga empleando este medio. Sin
embargo, tenemos la ventaja de la revelación objetiva, completa y suprema en las Escrituras, cosa que los magos no tenían.
Además, tenemos la dirección del Espíritu Santo que nos guía a toda la verdad (Juan 16:13). Normalmente, Dios emplea
estos dos recursos para revelar su voluntad y dirigir a sus siervos hoy en día.
4. Una protección divina, 2:13-25
Los magos fueron guiados divinamente a la casa donde estaba el niño Jesús, porque [página 55] su propósito era
honrarlo y adorarlo. En cambio, Dios intervino para asegurar la protección de su Hijo de los que procuraban su mal. Mandó
a los padres llevarlo a Egipto justo a tiempo para evitar la concreción de la intención malvada de Herodes. Después de la
muerte de Herodes, nuevamente instruyó a los padres no volver a Belén donde gobernaba Arquelao, hijo de Herodes.
(1) La huida a Egipto, 2:13–15. Egipto había sido durante siglos un lugar de refugio para los judíos que huían de
amenazas, (ver 1 Rey. 11:40; Jer. 43:7). Entre Belén y la frontera con Egipto había una distancia de unos 125 km. Allí
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había una población de casi un millón de judíos en el tiempo de Jesús. Alejandro Magno, siglos antes, reconociendo la
importancia de la colonia de judíos, les asignó un barrio aparte y les dio ciertos privilegios. Los ptolomeos generalmente
los trataban con bondad, animando la inmigración de cada vez más judíos. En el siglo II a. de J.C. se construyó un templo
para los judíos de Egipto en la ciudad de Leontópolis. El texto hebreo del AT fue traducido al griego (la LXX) en Alejandría
allí por el segundo siglo a. de J.C. En ese centro hubo una sucesión de filósofos judaico-alejandrinos, entre ellos el famoso
Filón, recordados por su interpretación alegórica de las Escrituras, que procuraba conciliar los textos del AT con la filosofía
griega.
Más aun, cuando Jesús nació, Egipto era una provincia romana, fuera de la jurisdicción de Herodes. Allí José y María
encontrarían a muchos compatriotas, entre ellos casi seguro a algunos conocidos. Posiblemente los regalos de los magos
sirvieron para cubrir buena parte de los gastos de un viaje no anticipado por ellos y de su estadía en Egipto.
El mandato del ángel fue urgente y tajante: Levántate, toma..., y huye... Quédate... (v. 13). El término “tomar” significa
literalmente “tomar para ti mismo”, “tomar a tu lado”, “tomar contigo”. José obedece sin demora. Cabe bien la expresión
chilena “al tiro”. Entonces José se levantó (v. 14) al tiro. El hecho de emprender el viaje de noche revela la urgencia de la
misión. La expresión al niño y a su madre (vv. 13 y 14) es una evidencia más de que José no era el padre verdadero de
Jesús.
Existe una relación notable entre la ida y salida de Egipto de parte de Israel y de parte de Jesús. Cuando Mateo cita
de Oseas 11:1 la frase De Egipto llamé a mi hijo, lo hace indicando que el cumplimiento cabal de esta expresión tuvo lugar
en el caso de Jesús, si bien la nación de Israel era conocida como “hijo de Dios” (Exo. 4:22; Jer. 31:9). Otro ejemplo de
esta doble referencia se encuentra en Isaías 42–53, donde la primera referencia es a la nación de Israel como “siervo de
Jehovah”, pero la segunda referencia es a la venida del Mesías, el verdadero “Siervo [página 56] de Jehovah”. Otras posibles
relaciones paralelas son:
Israel descendió a Egipto para evitar la amenaza del hambre, y Jesús fue llevado por sus padres para evitar la amenaza
de Herodes. Egipto fue refugio provisorio para Israel y lo fue también para Jesús. Moisés huyó de Egipto para escapar
de la ira del faraón y regresó sólo cuando murió ese faraón que lo conocía (Exo. 4:19). Jesús huyó de Palestina y regresó
cuando murió el rey que procuraba matarlo. En ambos casos, Dios dio órdenes para salir de Egipto y volver a la
tierra prometida, a Palestina. Israel descendió a Egipto cuando era una nación muy joven, y Jesús descendió cuando era
un niño. Dios levantó a Moisés para sacar a Israel de la esclavitud de Egipto y así salvar la nación, llevándola a la tierra
prometida. Dios “levantó” a Jesús y lo llamó de Egipto para salvar a los hombres de sus pecados y llevarlos a la “tierra
prometida”.
(2) Los infantes mueren en Belén, 2:16–18 Cuando los magos no regresaron a Jerusalén, según el mandato de
Herodes, el rey entendió que ellos lo habían desobedecido y burlado, cosa que lo enfureció como nunca. No pudiendo
ventilar su ira contra ellos, adoptó una medida alocada para lograr su propósito y a la vez desquitarse. Probablemente
envió a sus tropas a Belén para buscar a Jesús. Regresaron con las manos vacías. Para asegurarse, y habiendo averiguado
con diligencia la fecha exacta de la aparición de la estrella en el oriente (vv. 7 y 16), decretó una orden de exterminar
a los niños varones de dos años para abajo en Belén y los alrededores.
El decreto de Herodes es una piedra fundamental para establecer la fecha del nacimiento de Jesús. Si aceptamos el
criterio de que Jesús nació cuando primeramente apareció la estrella en el oriente, y que el viaje del oriente a Jerusalén
les llevó a los magos varios meses, llegamos a la conclusión de que Jesús tendría aproximadamente un año de edad
cuando llegaron los magos. Según la costumbre de los [página 57] judíos, cuando un niño cumplía un año y comenzaba
el segundo año, o sea en el mes 13, ya se consideraba de dos años de edad. Si Herodes así lo calculó el decreto alcanzaría
a los niños varones de 13 a 24 meses de edad. Tomando en cuenta el número de habitantes de Belén y los alrededores,
lo más probable es que el número total de niños muertos hubiera sido de entre 15 a 20. Algunas de las tradiciones
mencionan cifras exageradas en cuanto al número de niños muertos, inclusive una que habla de 14.000.
La masacre de los niños nos parece horrible y si su número fuese 14.000, sin duda llamaría la atención de los historiadores
como un dato que tendría que mencionarse en cualquier relato. No es sorprendente, entonces, que Josefo, el
historiador judío más destacado a fines del primer siglo, no haya mencionado la matanza de los niños. Considerando las
grandes atrocidades de esa época, la muerte de 15 a 20 niños no llamaría mayormente la atención del historiador, a menos
que tuviera interés especial en la historia de Jesús, como es el caso de Mateo. Ciertamente Herodes era capaz de
decretar tal mandato, y mucho más. Como ya se ha mencionado, mandó matar a Mariamne, su esposa, y a dos de sus
hijos con ella (Alejandro y Aristóbulo), por celos, pues pensaba que ellos buscaban ocupar el trono antes de su muerte. El
asesinato de sus propios hijos llevó al emperador Augusto César a comentar, haciendo juego de dos palabras en griego,
que era más seguro ser un cerdo (jus) de Herodes que ser su hijo (juíos). Cinco días antes de su propia muerte, mandó
matar a su hijo mayor, Antípater. Para evitar que hubiese alegría en el pueblo al morir él, Herodes dejó un mandato que, al
llegar ese momento, el hijo mayor de toda familia fuese muerto. [página 58] Felizmente, ese mandato no se llevó a cabo.
La fórmula común en Mateo para introducir profecías que se cumplían era para que se cumpliese... (1:22). Como excepción
a la regla, encontramos en el v. 17 la expresión entonces se cumplió... Tal cambio llama la atención y despierta la
pregunta: ¿Por qué? La conjunción “para que” expresa propósito, mientras que el adverbio temporal “entonces” meramente
introduce una secuencia de eventos. Probablemente Mateo quería evitar toda sugerencia o implicancia de que la matanza
de los niños fuese el propósito de Dios.
Al recordar el exterminio de los niños inocentes en Belén, Mateo piensa en otro momento en la historia de Israel que
tiene una relación muy estrecha. Cita un pasaje poético de Jeremías (31:15) que se refería al dolor que las madres de la
nación judía sentían al ver que sus hijos eran llevados a Babilonia como cautivos. Raquel, madre de José y Benjamín (ver
Gén. 46:19), representa a todas las madres del pueblo de Dios en la expresión de su angustia. Según la tradición, Raquel
fue sepultada cerca de Belén. Mateo relaciona el gran dolor de ese momento, unos 600 años antes, con el dolor de las
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madres cuyos hijos eran matados despiadadamente por los soldados. Es otro ejemplo de una profecía con doble referencia.
(3) De Egipto a Nazaret, 2:19–23. Antes de llegar a Egipto por vía natural la noticia de la muerte de Herodes, Dios
comunicó el hecho a José por medio de sueños, más eficaces que la comunicación hoy día por satélite. Su estadía provisoria
en Egipto llegaba a su fin. La expresión plural han muerto... (v. 20) se refiere seguramente a Herodes. Pero, ¿por
qué la forma plural? Lo más probable es que haya sido por la influencia de Exodo 4:19, pasaje que relata el anuncio a
Moisés de la muerte de los que procuraban matarlo, haciendo posible su regreso a Egipto. José no demoró en obedecer el
mandato divino, habiendo aprendido que el lugar más seguro en la tierra es estar en el centro de la voluntad de Dios.
Parece que José tenía la intención de regresar a Belén, pero tuvo algunos reparos por la noticia de que Arquelao reinaba
sobre Judea. De los hijos de Herodes que quedaban con vida, Arquelao era el más parecido a su padre. Antes de
morir Herodes el Grande, en 4 a. de J.C., dividió su reinado entre tres hijos. Arquelao sería rey sobre Judea, Samaria e
Idumea; Antipas sería tetrarca sobre Galilea y Perea; Felipe sería tetrarca de Iturea y Traconite. El Emperador no permitió
que Arquelao recibiese el título de rey, por causa de su mala fama, sino que le otorgó sólo el título de “etnarca”. Augusto
depuso a Arquelao en el año 6 d. de J.C., al cumplir solamente diez años de ejercicio. En su lugar, nombró un procurador
o gobernador regional. Este gobernaba bajo la supervisión de un legado romano con sede en Cesarea. Poncio Pilato ocupó
este puesto desde el año 26 al 36 d. de J. C., abarcando todo el ministerio público de Jesús.
Mientras que José dudaba su decisión de regresar a Judea, recibió otra revelación indicando que Galilea sería su destino.
Galilea era territorio ocupado mayormente por gentiles. Mateo (4:15) cita un pasaje de Isaías donde ese territorio es
llamado Galilea de los gentiles (Isa. 9:1). También cuando Jesús inició su ministerio público, fijó su sede en Capernaúm,
ciudad marítima sobre la orilla oeste del mar de Galilea. Es otra indicación de que su ministerio no se limitaría a los judíos.
Según el relato de Mateo, sólo después del viaje a Egipto se menciona la ciudad de Nazaret. En cambio, Lucas establece
que José y María eran de Nazaret y tuvieron [página 59] que viajar a Belén para el censo. Nazaret era una villa
remota y oscura, tranquila, enclavada en un paisaje hermoso, en un valle elevado y fértil donde abundaban árboles frutales
y otra vegetación, justo al norte de la llanura de Esdraelón, ubicada a unos 75 km. al norte de Jerusalén. En contraste
con el lugar bello, fértil y tranquilo, muchos de los habitantes eran personas rudas y violentas. Había un sentido de desprecio
para los habitantes de Galilea, y en particular de Nazaret, en expresiones tales como: ¿De Nazaret puede haber algo
de bueno? (Juan 1:46; ver también Luc. 4:28–30; Mar. 6:6). Sin embargo, en medio de estos contrastes había gente muy
noble como, por ejemplo, los mismos padres de Jesús.
Mateo relaciona el nombre del pueblo, o villa, con el nombre de Jesús, el nazareno. Más aun, indica que es el cumplimiento
de una profecía. Podemos señalar dos problemas principales en el v. 23: En primer lugar, es difícil establecer una
relación etimológica entre Nazaret (nazaret) y nazareno (nazoraios), y en segundo lugar, no se encuentra ninguna profecía
específica que se relacione con este nombre. Ni siquiera se menciona el nombre de algún pueblo llamado Nazaret en el
AT, ni en los escritos de Josefo. Esto no es sorprendente pues raras veces se encuentra en el AT la mención de alguna
parte de Galilea.
En cuanto al nombre dado a Jesús, su transliteración correcta sería “nazoraio”, o “nazoreo”. Algunos procuran resolver
el problema del nombre indicando que se deriva de “nazareo” (separado o consagrado), según el voto establecido en el
cap. 6 de Números. Aparentemente, Juan el Bautista fue nazareo desde su nacimiento (ver Luc. 1:15), pero Jesús nunca
tomó tal voto (ver Mat. 11:18, 19). Otros opinan que el término “nazareno” y en alguna manera también “Nazaret” vienen
del vocablo hebreo nétzer que significa “retoño” (ver Isa. 11:1; comp. otros términos equivalentes en Jer. 23:5; 33:15; Zac.
3:8; 6:12). Esta solución parece ser la más satisfactoria, pues dado que agrupa ideas de varios profetas, soluciona también
la referencia a lo dicho por medio de los profetas. El comentarista Broadus presenta seis posibles soluciones en
relación al problema del nombre, y opta por una que toma en cuenta varias predicciones (Sal. 22; Isa. 53, etc.) que indican
que el Mesías sería menospreciado por haberse criado en Nazaret de Galilea (comp. Juan 7:41). Otros opinan que es un
problema aún no resuelto.
La niñez de Jesús. Siempre ha habido una gran curiosidad en cuanto a la niñez de Jesús. Mateo omite totalmente
ese período de la vida del Mesías. Salta sobre unos veintiocho años de su vida, desde el regreso a Nazaret hasta su bautismo.
Lucas es el único que agrega algunos pocos datos (Luc. 2:21–52). Menciona que los padres eran muy piadosos,
cumplían con la ley y las costumbres judías. Presentaron a Jesús en el templo en Jerusalén para ser circuncidado al octavo
día. Se maravillaron por el cántico y la profecía de Simeón, como también por el testimonio de la anciana Ana.
También menciona Lucas que sus padres iban a Jerusalén cada año para la fiesta principal, la de la Pascua. Cuando
Jesús tenía doce años de edad, se quedó en el templo haciendo preguntas a los maestros y contestando las de ellos. La
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gente se asombró por el conocimiento y sabiduría de este niño precoz. Mientras tanto, los padres caminaron un día entero
hacia la casa antes de darse cuenta que faltaba Jesús. Cuando regresaron a Jerusalén y lo encontraron, expresaron la
angustia que cualquier padre sentiría por un hijo perdido, y también una suave reprensión: ¿Por qué has hecho así con
nosotros? (Luc. 2:48). La respuesta de Jesús a los padres indica una conciencia, a esa temprana edad, de que Dios tenía
una misión singular para él. Las primeras palabras registradas de Jesús son: ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre
me es necesario estar? (Luc. 2:49). Sus próximas palabras registradas fueron pronunciadas en su bautismo, dieciocho
años más tarde: Permítelo por ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia (3:15). Así que hubo silencio durante
diez años antes del evento en el templo, a los doce años de edad, y dieciocho años después. Lucas resume el período
entre el evento en el templo, a los doce años de edad, y su bautismo con esta cita: ... estaba sujeto a ellos [sus padres] ...
Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres (Luc. 2:51, 52). Es decir, tuvo un desarrollo
natural y acorde con las costumbres de su día.
Contra estos datos bíblicos, escuetos, sencillos, naturales, lógicos y mesurados de la niñez de Jesús, existe una serie
de tradiciones y leyendas fascinantes, pero ridículas y llenas de superstición. Algunas de estas leyendas se encuentran en
los llamados “evangelios apócrifos” y circulan con una aparente aprobación de la Iglesia Católica Romana. Varias tienen
que ver con milagros estupendos supuestamente realizados por Jesús durante su niñez.
Para más datos sobre la niñez de Jesús, sería más productivo y acertado concentrarnos en lo que dice el texto bíblico
y estudiar el trasfondo hogareño, religioso, político y social de su día. En gran parte, Jesús fue producto de su crianza, de
las influencias de su hogar, de sus vecinos, del sistema educativo. Hemos visto su comienzo divino. Ahora presentaremos
algunos datos generales que ayudarán a visualizar cómo fue su desarrollo humano —físico, intelectual y espiritual— durante
su niñez y juventud.
La primera fase de la formación de Jesús naturalmente tuvo lugar en el hogar de José y María. De los labios de la madre,
los niños judíos aprendían las primeras lecciones de las Escrituras, como fue el caso de Timoteo, Eunice y Loida (2
Tim. 1:5; 3:15). La vida del hogar giraba alrededor de prácticas religiosas. La madre jugaba un papel importante en estas
actividades, todas con simbolismos religiosos (encendimiento de velas, preparación de comidas especiales, lavamientos
de purificación). Los niños preguntaban por el significado de estas prácticas, y la madre las explicaba una y otra vez. Repetía
las historias de [página 61] Israel y citaba de memoria las genealogías nacionales, de su tribu y de su familia. El
padre tenía la solemne responsabilidad de impartir a sus hijos el conocimiento del Torah, enseñarles a cantar los Salmos y
repetir las oraciones prescritas para el culto en el hogar.
Los niños eran enviados a la escuela a los cinco o seis años de edad. Normalmente, se reunían en la sinagoga. Desde
los seis años y hasta los diez, los niños aprendían el alfabeto, a leer y a escribir, usando el texto del AT como base. Comenzaban
los maestros con el estudio en el libro de Levítico, luego todo el Pentateuco, luego los Profetas y finalmente los
otros libros canónicos. Desde los diez años y hasta los quince, el estudio se basaba en la Mishna, una recopilación de la
interpretación de las leyes y las tradiciones. Luego de los quince años, los alumnos más destacados tenían la oportunidad
de estudiar en las escuelas rabínicas más avanzadas. Los relatos del ministerio público de Jesús arrojan abundantes evi43
dencias de que Jesús tuvo precisamente la formación aquí descrita, la misma que recibían los niños y jóvenes judíos. Citaba
de memoria pasajes del Pentateuco, los libros históricos, Salmos y los libros proféticos. Su conocimiento de las Escrituras
no era tanto producto de su naturaleza divina, como el resultado de un estudio riguroso. Fue amante y observador
cuidadoso de la naturaleza que lo rodeaba. Muchas de sus ilustraciones surgían de esta fuente.
Era el deber de los padres enseñar a los hijos un oficio. Había un refrán que decía: “El que no enseña a su hijo un oficio,
lo enseña a pecar.” Seguramente José enseñó a Jesús el oficio de carpintero, pues fue llamado el carpintero de Nazaret
(Mar. 6:3). Cuando José murió, probablemente poco tiempo después de cumplir Jesús doce años de edad, es casi
seguro que éste tuvo que afrontar parte de las responsabilidades económicas de la familia, trabajando como carpintero.
Nazaret, en Galilea, no era un centro de judaísmo riguroso y legalista, tal como era Jerusalén, sino que se caracterizaba
por una piedad sincera, un espíritu amplio, generoso y espontáneo. Las ceremonias y otras prácticas religiosas eran
más sencillas. Frecuentemente los maestros discrepaban con las interpretaciones de los rabíes de Jerusalén, siguiendo
una orientación más racional y humana. Por eso, fueron criticados por los de Jerusalén por descuidar las tradiciones y el
estudio de su idioma, por cometer errores gramaticales y pronunciar mal las palabras.
Queda aún la pregunta: ¿Por qué omitieron los escritores de los Evangelios canónicos el relato de tantos años de la
niñez de Jesús? Seguramente la razón principal es que su interés se enfocaba más bien en el ministerio público, la muerte
y la resurrección de Jesús. Como han observado otros comentaristas, los autores de los Evangelios siguieron en general
el bosquejo del kerygma, o sea la predicación apostólica, ejemplo del cual se encuentra en Hechos 10:37–41. Otro motivo
podría ser la limitación de espacio, dando prioridad a lo que consideraban de más valor para los fines particulares de cada
uno.
De todos los panes, el pan de Belén
La economía trata de satisfacer las necesidades del ser humano. Entre ellas es36
tá una necesidad primaria que es la comida, el pan. Si bien es cierto que no sólo de
pan vive el hombre, no podemos dejar de reconocer que este pan se pone cada vez
más caro. En los países en vías de desarrollo hay un dicho: "Dios da pan al que no
tiene dientes", hablando de quienes reciben bendiciones sin merecerlas, mientras
otros han de conformarse con el pan duro, almacenado de días anteriores por la
imposibilidad de comprarlo fresco. Algunos gobiernos regalan algo de pan a los pobres;
algo también de circo, como en la época de los emperadores romanos, tratando
de distraer al pueblo y alejarlo de la realidad, para que no piensen. Hay otro pan,
el que regala la parroquia en el día del santo patrono de la ciudad. Y se dice que
todo el que lo come se sana de una enfermedad o se le soluciona algún problema.
Pero de todos los panes que pudiéramos mencionar solo hay uno que se destaca:
Es el pan que salió de Belén, pues Belén significa "casa del pan". El único pan que
satisface todas nuestras necesidades y que puede dar la vida: Jesús. (Comp. Juan
6:22–59.)
Los magos de oriente
¡Qué extraño nos parece que unos magos de oriente se lanzaran a la búsqueda
de un rey desconocido! ¿Quiénes eran estos personajes? ¿Cómo se llamaban?
¿Cuántos eran? ¿De dónde provenían? El término "mago" es muy ambiguo y designaba
a toda clase de sabios en la antigüedad, especialmente a los que se dedicaban
a la astronomía. Estos "magos" asociaron la aparición de la estrella con el acontecimiento
de un gran evento y sintieron la necesidad de hacer un viaje extraordinario.
Con el paso del tiempo surgió toda clase de leyenda acerca de estos misteriosos
seguidores de una estrella. Y hasta les pusieron nombres: Uno se llamaba Gaspar,
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otro Melchor y el tercero, que al parecer era de raza negra, se denominaba Baltasar.
Más adelante les pusieron coronas y les llamaron los reyes magos. También se dijo
que eran tres porque son tres los regalos que hicieron a Jesús: oro, incienso y mirra.
Según el relato bíblico no podemos afirmar cuáles eran sus nombres, ni cuántos
eran. Tampoco si eran de piel oscura o blanca y menos aun que fueran reyes. Sólo
podemos decir que al parecer Dios tenía su gente reservada para recibir a Jesús.
¿No habrán sido estos los primeros verdaderos adoradores que Dios quería que le
adoraran en espíritu y en verdad? (Comp. Juan 4:21–24.)
"Si mi almohada lo supiera"
En toda guerra se trazan planes de estrategia militar. Estos planes se mantienen
en absoluto secreto hasta ser llevados a cabo. Así ocurrió con un plan ideado por el
libertador San Martín y que exigió a sus segundos no preguntaran nada hasta el
momento indicado. Pero uno de los oficiales, incitado por su propio deseo personal
de querer saberlo antes que sus pares, exigió a San Martín que le confiara ese plan.
"Vea amigo", dijo el general, "nadie puede saberlo aún, y si en sueños a mi almohada
se lo confiara, a mi almohada la quemaba."
El texto (2:5) dice que Herodes se turbó al saber que había nacido el Rey. Indudablemente
Dios mantuvo en secreto esta parte del plan para que Herodes no lo
supiera y tomara medidas tan sanguinarias para matar a Jesús como lo hizo después.
Dios jamás revela sus planes a los enemigos del evangelio.
Semillero homilético
Guía para una emergencia
2:13–15
Introducción: En momentos de dificultad, Dios nos dirige.
I. Dios declara a sus hijos lo que debe hacerse de acuerdo con un plan.
II. Dios muestra una salida o un camino hacia donde dirigirse.
III. Dios acompaña a quienes envía o quiere utilizar
Conclusión: Desde los comienzos el Señor siempre ha declarado a sus hijos cuál es
su plan. Pero para poder cumplirlo en algunas ocasiones hay que pasar experiencias
difíciles e ingratas. Dios, no obstante, está presente para guiarnos y mostrarnos una
salida.
La persecución
El cristianismo ha sido perseguido desde su nacimiento. La matanza ordenada
por Herodes para quitar del medio a Jesús fue sanguinaria, y fue el anticipo de lo
que vendría luego con los años. Probablemente no pasarían de 15 a 20 los niños
menores de dos años asesinados en Belén. La historia registra diez persecuciones
sin tener en cuenta otros hechos aislados. La primera fue de Nerón en el 64 d. de
J.C.; la segunda de Domiciano en el 95; la tercera es de Trajano en el 106; luego
sucede la de Marco Aurelio en el 161. Acontece la de Septimio Severo en el 202;
Maximino ordena la sexta en 235; Decio la lleva a cabo en el 250; la de Valeriano
ocurre en el 258; Aureliano ejecuta la novena en el 275; y Dioclesiano la décima en
el 303. Esta última se dice que fue la más sangrienta. A pesar de no tener un número
aproximado de mártires se calcula que fueron varios millones los sacrificados. Lo
más curioso es que el cristianismo fue considerado como un enemigo de la sociedad;
se quemaron sus libros sagrados y los actos que profesaban los cristianos fueron
declarados hechos ilícitos, delitos penados por la ley. Pero estos emperadores,
enemigos de Cristo que ejercieron el poder y la espada, no fueron capaces de acabar
con el cristianismo, y en lo personal sufrieron grandes tragedias. Algunos se
consideraron dioses y enloquecieron; otros fueron sacudidos por refriegas políticas y
terminaron asesinados. Algunos descendientes de estos se corrompieron de tal manera
que se desviaron sexualmente y envueltos en dramas pasionales perdieron no
solo el poder sino también la vida.
[página 60] "Había de ser llamado nazareno"
Nazaret estaba situada cerca del monte Tabor en la zona conocida como la baja
Galilea. Siendo Jesús un muchacho, al ascender las colinas que rodeaban a Nazaret
podía divisar las nieves del monte Hermón, la majestuosidad del monte Carmelo y la
llanura de Esdraelón. Las aguas del Mediterráneo estaban al alcance de su vista. Y
es muy probable que presenciara el paso de caravanas y mercaderes que continuamente
pasaban por la zona. En el año 700 el obispo Arculf visitó Nazaret y mencionó
que esta era una ciudad construida de grandes piedras. Decía que había una iglesia
en el mismo sitio donde vivió María. También afirmó que durante la estadía de Jesús
sólo había una fuente de agua conocida hoy como el pozo de María.
En los años mozos de Jesús, la gente de la zona era reconocida por su acento
particular (Mar. 14:70). Eran antirromanistas. De esa zona había surgido el fundador
de los zelotes, evidenciando su carácter violento y fanático. Según Josefo estaban
inspirados en el espíritu de los macabeos y las insurrecciones se sucedían a menudo.
Nada bueno parecía esperarse de los nazarenos (Juan 1:46). Jesús se crió en un
ambiente de donde, a criterio humano, nada bueno podía surgir.