Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo;
y nació de santa María, virgen.
El origen de Jesús queda en la zona del misterio. En el evangelio de Juan, los judíos de Jerusalén
arguyen en contra de la mesiandad de Jesús que .saben de dónde es; mas del Mesías, cuando
venga, nadie sabrá de dónde viene. (Jn 8,27). La secuencia del discurso muestra la insuficiencia
de tal conocimiento sobre el origen de Jesús: Yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha
enviado es veraz, aunque vosotros no le conocéis(Jn 7,28).
Jesús procedía de Nazaret. ¿Pero conocemos su verdadero origen si sabemos el lugar geográfico
de su nacimiento? El cuarto evangelio recalca con particular interés que el origen real de Jesús es
.el Padre., que de él procede totalmente y de modo distinto a cualquier otro mensajero divino.
Los llamados evangelios de la infancia, de Mateo y Lucas, nos presentan a Jesús procediendo del
misterio .incognoscible. de Dios. Mateo y Lucas, pero especialmente este último, describen el
comienzo de la historia de Jesús con palabras tomadas del Antiguo Testamento, para presentar lo
que aquí sucede como realización de toda la historia de la alianza de Dios con los hombres. El
saludo que el ángel dirige a la virgen en el evangelio de Lucas se parece muchísimo al grito con
el que el profeta Sofonías saludaba a la Jerusalén liberada del final de los tiempos (Sof 3,14) y
asume las bendiciones con las que Israel celebró a sus nobles mujeres (Jue 4,24; Jdt 13, 18s).
María es el santo resto de Israel, el verdadero Sión a donde se dirigen todas las miradas de la
esperanza. En los estragos de la historia la esperanza recurre a ella. Según el texto de Lucas, con
ella comienza el nuevo Israel; no, no sólo comienza con ella, sino que ella es el resto de Israel, la
santa .hija de Sión., donde comienza por voluntad de Dios el nuevo inicio
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:
El Espíritu Santo vendrá sobre tí, y la virtud del Altísimo te cubrirá con tu sombra, y por esto el
hijo engendrado será santo, será llamado hijo de Dios (Lc 1,35).
El horizonte se extiende aquí hasta la creación, superando la historia de la alianza con Israel: en
el Antiguo Testamento el Espíritu de Dios es poder creador divino; él se cernía al principio sobre
las aguas, él transformó el caos en cosmos (Gn 1,2); con su venida surgen los seres vivientes (Sal
104,30). Lo que sucederá en María será nueva creación: el Dios que de la nada llamó al ser,
coloca un nuevo inicio en medio de la humanidad: su palabra se hace carne. La segunda imagen
de nuestro texto .el Espíritu te cubrirá con su sombra. alude al templo de Israel y a la tienda santa
del desierto, que mostraba la actualidad de Dios en la nube que revelaba y al mismo tiempo
encubría la gloria de Dios (Ex 40, 34; 3 Re 8,11). Antes María era el nuevo Israel, la verdadera
.hija de Sión.; ahora es como el templo al que desciende la nube en la que Dios entra en la
historia. Quien se pone a disposición de Dios, desaparece con él en la nube del olvido y de la
insignificancia para tomar parte en su gloria.
Ningún racionalista puede ver, ni siquiera en pintura, el nacimiento virginal de Jesús, narrado en
los evangelios. La distinción de las fuentes minimaliza el testimonio neotestamentario, la alusión
al pensamiento ahistórico de la antigüedad lo lleva al terreno de lo simbólico, la clasificación en
la historia de las religiones lo comprueba como variante del mito. De hecho el mito del
nacimiento milagroso del niño salvador está muy extendido. En él sale a la luz un anhelo de la
humanidad, el anhelo por la esperanza y pureza que representa la virgen pura, por lo
verdaderamente maternal, por lo acogedor, por lo maduro y lo bueno, y finalmente la esperanza
que surge cuando nace un hombre, la esperanza y la alegría que supone un hijo. Probablemente
también Israel conoció tales mitos; Is 7,14 (He aquí que una virgen concebirá...) podría darnos la
oportunidad de aplicar una tal expectación, aunque el tenor del texto pone de manifiesto que no
se trata sin más de una virgen en sentido estricto
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. Si el texto ha de explicarse en ese contexto, el
Nuevo Testamento indirectamente habría visto realizada en la virgen-madre la confusa esperanza
de la humanidad; tal motivo primordial de la historia no carece a ciencia cierta de sentido.
Es también evidente que los relatos neotestamentarios del nacimiento de Jesús de la Virgen no
muestran puntos de contacto inmediato con el ámbito histórico-religioso, sino con la Biblia
veterotestamentaria. Los relatos extrabíblicos de este estilo son profundamente diversos de la
historia del nacimiento de Jesús, tanto en su vocabulario como en sus concepciones. La
diferencia más central estriba en que en casi todos los relatos paganos la divinidad es el poder
generante, fecundador, de forma que el .padre. en sentido más o menos genealógico y físico del
hijo salvador es la divinidad misma. No sucede así en el Nuevo Testamento, como hemos visto.
La concepción de Jesús es la nueva creación, no la generación por parte de Dios. Dios no es algo
así como el padre biológico de Jesús, y ni el Nuevo Testamento ni la genealogía de la Iglesia han
visto en ese relato o en el acontecimiento narrado el fundamento de la verdadera divinidad de
Jesús, de su .filiación divina..
Tal filiación no significa que Jesús es mitad Dios mitad hombre, sino que para la fe siempre fue
completamente Dios y completamente hombre. Su divinidad no implica disminución de la
humanidad; ese fue precisamente el camino que siguieron Arrio y Apolinar, grandes herejes de la
antigua Iglesia; contra ellos la doctrina eclesial defendió claramente la plena e indivisa
humanidad de Jesús, y así negó la filiación del relato bíblico con el mito pagano del que,
engendrado por Dios, sería mitad Dios. La filiación divina de Jesús no se funda, según la fe
eclesial, en que Jesús no tiene padre humano. La filiación divina de Jesús no sufriría menoscabo
alguno si hubiese nacido de un matrimonio normal, porque la filiación divina de la que habla la
Iglesia no es un hecho biológico, sino ontológico; no es un acontecimiento del tiempo, sino de la
eternidad de Dios: Dios es siempre Padre, Hijo y Espíritu, y la concepción de Jesús no significa
que haya nacido un nuevo Dios-hijo, sino que Dios hijo atrae a sí mismo la criatura hombre en el
hombre Jesús, de modo que él mismo .es. hombre.
Tampoco cambian nada dos expresiones que podrían inducir a error a los ignorantes. ¿No afirma
el relato lucano, en relación con la promesa de la concepción milagrosa, que lo que nazca .será
llamado santo, hijo de Dios? (Lc 1,35). ¿No se unen aquí la filiación divina y el nacimiento
virginal de tal modo que se recorre el camino del mito? Por lo que toca a la teología eclesial, ¿no
habla reiteradamente de la filiación divina .física. de Jesús y no descubre así su trasfondo mítico?
Comencemos por lo último. No cabe duda de que la expresión .filiación divina y física de Jesús.
no es feliz porque puede inducir a error; la expresión muestra cómo la teología durante casi dos
mil años no pudo liberar sus conceptos lingüísticos del cascarón de su origen helénico. .Físico. se
entiende aquí en el sentido del antiguo concepto de physis, es decir, de naturaleza, o mejor dicho
de esencia. .Físico. significa lo que pertenece a la esencia. .Filiación divina., pues, significa que
Jesús es Dios según el ser, no según su pura conciencia; la palabra expresa lo contrario a la
representación de la pura adopción de Jesús por parte de Dios. Es claro que el término .físico. se
entiende en el sentido de ser-de-Dios, no en sentido biológico-generativo, sino en el plano del ser
y de la eternidad divinos. Significa que en Jesús ha asumido la naturaleza humana el que desde la
eternidad pertenece .físicamente. (es decir, realmente, según el ser) a la relación una y trina del
amor divino.
¿Qué diremos al emérito E. Schweizer que se expresa así: .Como quiera que Lucas no muestra
interés en el problema biológico, tampoco supera los límites que le llevarían a una comprensión
metafísica.
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? La frase es falsa casi en su totalidad. Veladamente equipara la biología con la
metafísica. Esto es asombroso. La filiación divina metafísica (conforme al ser) se confunde
según todas las apariencias con la procedencia biológica y así se cambia totalmente el sentido de
todo. Como hemos visto, es la repulsa más categórica a la concepción biológica del origen divino
de Jesús. De intento afirmamos, con tristeza, que el plano de la metafísica no es el de la biología.
La doctrina eclesial de la filiación divina de Jesús no se funda en la prolongación de la historia
del nacimiento virginal, sino en la prolongación del diálogo Abba-hijo y de la relación de la
palabra y del amor que ahí se inicia, según veíamos. Su idea del ser no pertenece al plano
biológico, sino al .yo-soy. del cuarto evangelio donde, como vimos, se ha desarrollado la total
radicalización de la idea de hijo, mucho más comprensivo y de mayor alcance que las ideas
biológicas del Dios-hombre del mito. Todo esto lo hemos explicado detalladamente antes;
recordemos solamente, ya que ésa es la impresión que se tiene, que la aversión moderna tanto al
mensaje del nacimiento virginal como a la plena confesión de la filiación divina se apoya en un
malentendido fundamental y en la falsa relación en la que ambas parecen verse.
Todavía nos queda por resolver el problema del sentido del concepto .hijo. en la predicación
lucana. Al dar una respuesta a este problema, tocaremos la cuestión que nos surgía en las
reflexiones anteriores. Si la concepción de Jesús por la Virgen mediante el poder creador de Dios
no tiene nada que ver, al menos inmediatamente, con su filiación, ¿qué sentido puede tener ésta?
Nuestras reflexiones anteriores nos ofrecen una fácil respuesta al problema de qué significa la
palabra .hijo de Dios. en los textos de la predicación. Como ya vimos, la expresión se opone al
simple .hijo. y pertenece a la teología de la elección y de la esperanza de la antigua alianza, y
designa a Jesús como el verdadero heredero de las promesas, como el rey de Israel y del mundo.
Con esto aparece claramente el contexto espiritual en el que hay que comprender el relato
lucano: la fe en la esperanza de Israel que, como hemos dicho, ha permanecido casi
incontaminada con las esperanzas paganas de los nacimientos milagrosos, pero que les ha dado
un contorno completamente nuevo y ha cambiado totalmente el sentido.
El Antiguo Testamento conoce una serie de nacimientos milagrosos ocurridos en los puntos
decisivos de la historia de la salvación: Sara, la madre de Isaac (Gn 18), la madre de Samuel (1
Sam 1-3) y la anónima madre de Sansón (Jue 13) son estériles; es absurdo, pues, que esperen un
hijo. En los tres casos el nacimiento del hijo, que será el salvador de Israel, tiene lugar por un
acto de la graciosa misericordia de Dios que hace posible lo imposible (Gn 18,14; Lc 1,37), que
exalta a los humildes (1 Sam 2,7; 1,11; Lc 1,52; 1,48) y que quita el trono a los poderosos (Lc
1,52). Con Isabel, la madre de Juan Bautista, se continúa la misma línea (Lc 1,7-25.36); con
María llega a su punto culminante. El sentido de los acontecimientos es siempre el mismo: la
salvación del mundo no viene de los hombres ni de su propio poder. El hombre puede dejarse
regalar algo y sólo puede recibirlo como puro don.
El nacimiento virginal no significa un capítulo de ascesis cristiana ni pertenece inmediatamente a
la doctrina de la filiación divina de Jesús, es en primer y último lugar teología de la gracia,
mensaje del modo como se nos comunica la salvación; en el candor con que se recibe como
gracioso don de amor lo que salva al mundo. El libro de Isaías expresa majestuosamente la idea
de que la salvación viene solamente del poder de Dios, cuando dice: Alégrate, la estéril, que no
dabas a luz, rompe a cantar de júbilo, la que no tenías dolores: porque la abandonada tendrá
más hijos que la casada .dice el Señor. (Is 54,1; cf. Gal 4,27; Rom 4,17-22).
En Jesús ha puesto Dios en medio de la infecunda y desesperada humanidad un nuevo comienzo
que no es producto de su propia historia, sino don del cielo. Como cada hombre no es la suma de
cromosomas ni el producto de su mundo determinado, sino algo inexplicablemente nuevo, una
singular criatura de Dios, así Jesús es lo verdaderamente nuevo que no procede de lo propio de la
humanidad, sino del Espíritu de Dios. Por eso es el segundo Adán (1Cor 15,47); con él comienza
una nueva encarnación. A diferencia de todos los elegidos anteriores a él, no sólo recibe el
Espíritu de Dios, sino que incluso en su existencia terrena, y sólo él es movido por el Espíritu, es
el verdadero profeta, la realización de todos los profetas.
No es necesario decir que todas estas expresiones sólo son significativas si el acontecimiento
realmente tuvo lugar. No quieren sino revelar su sentido. Son explicación de un evento; si no se
admite esto, se convierten en edificio vacío que muy bien podría calificarse de poco serio y
honrado. Por lo demás, en todos estos intentos, por muy buenas intenciones que tengan, hay una
contradicción que casi podríamos calificar de trágica: cuando hemos descubierto la corporeidad
del hombre con todos los hilos de nuestra existencia, y podemos comprender el espíritu como
encarnado, cono ser-cuerpo, no como tener-cuerpo, se quiere salvar la fe descorporalizándola,
llevándola a la región del puro .sentido., de la pura y autosuficiente explicación que sólo por su
falta de realidad puede sustraerse a la crítica. En realidad, la fe cristiana es la profesión de fe en
que Dios no es prisionero de su eternidad, y en que no está limitado a lo espiritual, sino que
puede obrar aquí y ahora, en mi mundo, y que ha obrado en Jesús, el hombre nuevo nacido de
María la virgen, mediante el poder creador de Dios, cuyo Espíritu en el principio se cernía sobre
las aguas, y de la nada creó el ser
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.
Hagamos todavía una observación. El sentido del signo divino del nacimiento virginal,
comprendido rectamente, nos indica también cuál es el lugar teológico de la piedad mariana que
debe deducirse de la fe del Nuevo Testamento. La piedad mariana no puede apoyarse en una
mariología que sea una especie de segunda tarea de la cristología; no hay razón ni fundamento
para tal desdoblamiento. Un tratado teológico al que pertenezca la mariología como
concretización suya, sería la doctrina de la gracia que forma un todo juntamente con la
eclesiología y la antropología.
Como verdadera .hija de Sión., María es la imagen de la Iglesia, la imagen de los creyentes que
sólo mediante el don del amor .mediante la gracia . pueden llegar a la salvación y a sí mismos.
Bernanos termina su libro Diario de un cura rural, con las palabras .todo es gracia.; la expresión
revela una vida llena de riqueza y realización, aunque al parecer es sólo debilidad e inutilidad; la
expresión se convierte en María, la .llena de gracia. (Lc 1,28), en verdadero acontecimiento. No
es protesta o amenaza en contra de la exclusividad de la salvación de Cristo, sino alusión a ella;
es presentación de la humanidad que es, en cuanto todo, expectación y que necesita tanto más de
esta imagen cuanto más le amenaza el peligro de olvidar la espera y de entregarse al hacer que,
por muy imprescindible que sea, no puede llenar el vacío que amenaza al hombre si no encuentra
el amor absoluto que le da sentido, salvación y todo lo verdaderamente necesario para la vida.