Hay una gran diferencia entre ser organizado y mecanizado; los Testigos de Jehová participan plena y voluntariamente en la predicación de las buenas nuevas. Siguen las pautas de Jesucristo y de los apóstoles:
Primeramente, siguen el ejemplo de Jesucristo (1 Pedro 2:21). Aquel hombre perfecto aceptó con entusiasmo la tarea de “anunciar buenas nuevas a los mansos” (Isaías 61:1; Lucas 4:17-21). De ese modo se convirtió en evangelizador o proclamador de buenas noticias. Viajó a lo largo y ancho de Galilea y Judea “predicando las buenas nuevas del reino” (Mateo 4:23). Y como sabía que muchas personas iban a responder a su mensaje, dijo a sus discípulos: “La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por lo tanto, rueguen al Amo de la mies que envíe obreros a su siega” (Mateo 9:37, 38).
En armonía con su propia oración, preparó a otras personas para que fueran evangelizadoras. Con el tiempo envió a sus apóstoles solos y les dio este mandato: “Al ir, prediquen, diciendo: ‘El reino de los cielos se ha acercado’”. ¿Habría sido más práctico que los discípulos hubieran puesto en marcha programas que paliaran los males sociales de su día? ¿O no deberían haber intervenido en la política para combatir la endémica corrupción de su tiempo? No. Jesús fijó la norma para todos los evangelizadores cristianos cuando dijo a sus seguidores: “Al ir, prediquen” (Mateo 10:5-7).
Más adelante, envió a otro grupo de discípulos a anunciar que ‘el Reino de Dios se había acercado’. Cuando estos regresaron para comunicarle lo bien que les había ido en su gira de evangelización, él no cabía en sí de gozo e hizo esta oración: “Te alabo públicamente, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido cuidadosamente estas cosas de los sabios e intelectuales y las has revelado a los pequeñuelos” (Lucas 10:1, 8, 9, 21). Los discípulos de Jesús, que habían trabajado con ahínco en diversos oficios, como la pesca y la agricultura, eran como pequeñuelos en comparación con los cultísimos guías religiosos de la nación. No obstante, estaban preparados para predicar las mejores noticias.
Los seguidores de Jesús continuaron propagando las buenas nuevas de la salvación después que él ascendió a los cielos (Hechos 2:21, 38-40). Esos discípulos predicaron a las naciones que no conocían a Dios Su campo inicial fue Israel, el pueblo que conocía a Jehová desde hacía más de mil quinientos años. Tenían derecho a predicar en una tierra donde ya se adoraba a Jehová, ya que este había sido el mandato de Jesús: “Serán testigos de mí tanto en Jerusalén como en toda Judea, y en Samaria, y hasta la parte más distante de la tierra” (Hechos 1:8). A Israel le hacía falta escuchar las buenas nuevas tanto como a las demás naciones.
De modo similar, los testigos de Jehová predican en la actualidad por toda la Tierra.