Distinguidos contertulios:
Soy nuevo en el foro y me temo que la alocada vida que hoy llevamos no me va a dar para escribir muchos mensajes más, por lo que, sin cansarles mucho espero, trataré de expresar en éste todo lo que deseo comunicarles.
Escribo movido por la lectura atenta del debate que ha abierto el contertulio "Athos", un internauta muy peculiar al que conocí hace algún tiempo en la Red. He comprobado en la discusión las pasiones que suscita en muchos contertulios, y creo que puede servir de ayuda para rebajar la tensión dialéctica el saber que "Athos" es un hombre joven al que todavía falta para llegar a los 30; hasta hace bien poco apenas era un universitario. Digo esto sin que él me autorice, pero creo que resulta útil para comprender, y en parte disculpar, su habitual "ardor" y "celo discursivo", pero él realmente ama argumentar. Otro dato que creo deben saber (que me disculpe ahora Athos a mí si voy demasiado lejos) es que procede del ateísmo y ha llegado a apreciar la figura de Cristo y al Evangelio por sí mismo, sin siquiera considerarse personalmente católico, al menos hasta donde yo sé. Yo, en cambio, y por poner desde el principio las cartas boca arriba, sí soy católico practicante y estoy feliz de serlo, pero entiendan que aprecie en lo que vale el tortuoso, difícil, contradictorio y solitario camino que ha emprendido el joven "Athos" desde la increencia total hacia el Supremo Hacedor de todas las cosas. He seguido desde el principio los continuos reproches que se hacen a su forma de argumentar; con ellos podría estar de acuerdo, pero no puedo compartir, en primer lugar, que se pida una y otra vez que se le elimine del foro (me resulta una actitud, como poco, sospechosa, prescindiendo de ulteriores interpretaciones más 'freudianas'); y, en segundo lugar, que sea él el único que insulte y esto es lo que quisiera desarrollar a continuación.
Como enseña la Escritura, no hay hombre ni mujer que sea impecable, y como exige nuestro Señor: "El que esté libre de pecado..." En este foro no faltan las alusiones continuas e injuriosas a la "Gran Ramera de Babilonia, etc.", las ironías hacia la hostia consagrada o los insultos al Papa como hijo del Demonio y tal (vejámenes, por cierto, que ya tienen cinco siglos, lo que dice bien poco de la creatividad protestante...
Y a ninguno de los que habitualmente los perpetran se le pasa por la cabeza que puedan herir a algún católico de buena fe que acertó a pasar por aquí. O sea, que no es "Athos" el único diablillo...
Es cierto que los católicos deberíamos estar acostumbrados a estos ultrajes y a muchos más. Si en algunos se cumple ese aviso del Señor de persecución para quienes Le sigan, "pues no va a ser más el discípulo que el maestro", es en nosotros: los católicos de hoy. En España, sin ir más lejos, que es un país de gran tradición católico-romana, nos apalean a diario las izquierdas y sus medios de comunicación (que son casi todos), nos sacuden ateos y laicistas de toda laya evidentemente, nos zurran las derechas montadas en el dólar, nos dan leña hasta los pocos protestantes que hay... Históricamente sufrimos la Leyenda Negra, de la que apenas un quince por ciento es verdad (es inútil discutirlo, lo corroboran los más prestigiosos historiadores y algunos muy a su pesar), el expolio napoleónico del patrimonio eclesiástico culminado luego en la Desamortización, la represión de los "rojos" durante la II República y la Guerra Civil (8.000 curas, frailes y monjas, 13 obispos y miles de fieles laicos asesinados por marxistas y anarquistas tras atroces torturas a causa de su catolicismo, 40.000 templos quemados o destruidos con sus tesoros artísticos dentro, mientras se pregonaba la 'libertad religiosa' y se daban todas las facilidades al exiguo culto protestante), en fin...
Así cualquiera, amigos evangélicos. Ustedes nunca tienen de qué preocuparse: todas las voces anticatólicas del mundo, que son mayoría abrumadora, les hacen el trabajo insistiendo, por ejemplo, en la cruel matanza perpetrada contra sus correligionarios hugonotes durante la triste Noche de San Bartolomé en París... pero nadie contará nunca que esta masacre vino precedida por otra horrible carnicería apenas unos años anterior desatada contra los católicos por los reformados de la misma Francia (la "Michelade" --'Miguelada', al haber acaecido el 29 de septiembre-- del Languedoc). Les contarán lo mala que fue la Monarquía española expulsando a los judíos y persiguiendo a los pocos protestantes que por aquí surgieron, pero nada dirán del feroz antisemitismo de Lutero (que iba a más con la edad, y que a las puertas de la muerte escribía cómo había que perpetrar un "pogrom"), ni de los 75.000 católicos que arrasó Isabel de Inglaterra, la "Reina Virgen" (cifra calculada por el historiador protestante Raphael Holisend). Y así sucesivamente.
Comentaba el señor Daniel Sapia (de quien alguna noticia tengo, tras el poco brillante papel que ha hecho frente a los interesantes trabajos de los investigadores del portal "Apologetica.org"; por ejemplo, con el bochornoso asunto de la "Taxa Camarae", vieja y carcomida falacia anticatólica reeditada hoy por el cada vez más desprestigiado ateo Pepe Rodríguez) que los primeros que confiesan al Hijo de Dios son los espíritus inmundos. Y no sólo eso, don Daniel. Ellos, los demonios, cortejo de Satanás, son los primeros que saben distinguir la verdadera Iglesia de Dios de las pobres imitaciones. Y a por ella van. Por ponernos en un país tradicionalmente reformado como es Noruega, pero en el que se extiende hoy con enorme fuerza la triste moda del satanismo, pregunten, pregunten ustedes cuáles son los objetivos predilectos de sus ataques diabólicos: pregunten si esas sectas molestan a los templos protestantes, que abundan, o sólo a los escasísimos católicos y a sus imágenes sagradas. Se sorprenderán. Y es que al auténtico satanista, enemigo acerbo de Dios, de todas las religiones que hay, sólo le luce profanar hostias y hacer misas negras, y no verán nunca a un siervo de Belcebú parodiando servicios protestantes...
Por algo será también, para compensar, el que los exorcistas católicos sean tan eficaces; en realidad los únicos eficaces expulsando demonios para siempre jamás, como hacía el Señor y en Su nombre. Y como narra la película "El Exorcista", basada en un caso real padecido en los años 50 por un niño (varón) luterano y salvado por un cura católico. Caso real al que Holliwood le amputó el final feliz, claro, pues no convenía divulgar --y tampoco era cinematográfico-- que el sacerdote siguió tan fresco.
De todas las cosas fuertes que contra los católicos escribe el señor "Pabloblanco" quisiera destacar una que, a mi juicio, le tiene totalmente engañado. Aplica a la Iglesia católica el "por sus frutos los conoceréis" de Cristo, llegando a la conclusión que los frutos 'papistas' están podridos y que ello prueba nuestra segura condenación más o menos. El rey "Pabloblanco" va desnudo. Según él los católicos y no Caín inventamos el crimen y nos lo quedamos todo para nosotros, ¿me equivoco? En fin, prescindo de refutarle en este particular. Me voy a limitar a hacer el mismo ejercicio aunque esta vez sobre los presuntos frutos de la Reforma a día de hoy: a ver si por ellos la conocemos... Cualquiera que se fije en la fibra religiosa de la Europa reformada actual no tiene que darle muchas vueltas, ni demasiadas gracias a Dios: si en toda Europa triunfa el secularismo y el abandono de la fe, en los países tradicionalmente protestantes (Holanda, Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, parte de Alemania, parte de Suiza, Gran Bretaña...) el cristianismo ha sido prácticamente borrado de la vida diaria, los templos están permanentemente vacíos, las comunidades de creyentes son exiguas y abúlicas y el nombre de Cristo hace mucho que no vive ya en los corazones. Esto es lo que a pulso ha logrado allí la Reforma. En Australia y Canadá la situación es parecida, en cambio, la fe en Cristo sí se conserva en las comunidades protestantes de los EE.UU., pero a qué precio: fragmentación y división hasta el mareo, liberalismo desbocado llegando a cuestionar asuntos de vital importancia teológica y de fe como es la creencia en la Resurrección, la Encarnación, la Divinidad de Cristo o la Trinidad; el aborto y el divorcio galopan entre los fielen y hasta se estudia si conviene a un obispo vivir y acostarse con hombres (algo que, por lo demás, hace tiempo que aceptan también los reformados europeos. Al menos, los famosos curas pederastas católicos --pues pedófilos han resultado poquísimos y de lo que hablamos en realidad es de homosexualidad con jóvenes-- iban abiertamente en contra de lo prescrito tajantemente por la doctrina de su propia Iglesia). En el otro extremo está el pujante fundamentalismo 'evangélico' que llega incluso a prohibir que se explique a Darwin en las escuelas de Kansas, por ejemplo, y otros muchos y demenciales disparates... Éste es el modelo que encima se exporta a Iberoamérica, para desdicha de nuestros hermanos hispanos.
Qué bellos frutos, amigo "Pabloblanco", cualquiera diría que son los del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal...
De todas formas, le recuerdo que se olvidó cuidadosamente de nombrar otras conocidas facetas históricamente católicas y no precisamente criminales llamadas, por ejemplo, Francisco de Asís, Teresa de Jesús, Teresa de Calcuta, Juan de la Cruz, Teresa de Lisieux, Catalina de Siena, Pedro Claver, Juan de Dios, Martín de Porres, Rosa de Lima, Bernardo de Claraval, Maximiliano Kolbe, Edith Stein, Karol Wojtyla...
La señora "Maripaz" nos ofende también a los católicos, pero ella, carente de sensibilidad, lo hace con la mayor crudeza que cabe y en lo más hondo, en lo más querido: la Eucaristía, que es el mismo Cristo en persona, y la bienaventurada siempre Virgen María, su dulce madre. En estos casos yo sólo puedo dejar hablar a mi corazón y dar testimonio de que yo sin Cristo hecho presente en la sagrada forma y sin el amparo maternal de Santa María no soy nadie ni religiosa ni humanamente hablando. De nada me sirven mis dos carreras y todos los conocimientos que llevo adquiridos en mi madurez de 40 años recién estrenados: yo vivo literalmente de la Eucaristía como toda la Iglesia, "columna y fundamento de la Verdad", y no sé cómo se podría vivir la esperanza sin ella. La confesión, también aquí vilipendiada, me hace sentirme realmente perdonado y me vuelve digno a los ojos de Dios, a pesar de mis continuos y torpes errores. Cuando el sacerdote --sea quien sea y sea un santo o un gran pecador-- me da la absolución en el nombre de Cristo siento de forma muy viva cómo se cumplen las palabras que Él dirigió a los apóstoles y que recogió fielmente la Escritura: "A quienes perdonéis los pecados..." o "Lo que atareis en la Tierra..." Lamento también profundamente la mención despectiva de Nuestra Señora de Guadalupe, maravillosa patrona de América entera. Aun siendo español, observo que la Virgen ha distinguido a México sobre todas las naciones con esa aparición y esa tilma cargada de ternura, amor por América y misterio indescriptible. Señora "Maripaz": los católicos y los ortodoxos orientales, que veneramos a María cada día que sale el sol desde hace dos mil años (las representaciones marianas de culto pintadas en los muros de las gloriosas catacumbas romanas dan fe de esa antigüedad), no sólo no pecamos, como usted pretende, sino que sólo por nosotros se cumple la profecía que María de Nazaret pronunció ante su prima Isabel y fijó fielmente la Escritura: "Me llamarán bienaventurada todas las generaciones".
Y esto es todo lo que ahora se me ocurre. No creo que deba seguir aburriéndoles ni demorando otros quehaceres. Ignoro si hallaré tiempo para replicar las eventuales contestaciones que obtenta este mensaje, pero en cualquier caso sí les quisiera comentar que mi profesión consiste en investigar y enseñar griego, latín y cultura clásica (lo que incluye a las lenguas originales del Nuevo Testamento, Vulgata, Vetus Latina, Septuaginta, etc.), con lo que pienso que les evito dudas a la hora de pensar si aducirme o no ciertas "vulgatas" que circulan por ahí...
Y gracias de corazón por leerme.
Saludos también a ti Athos.
Miguel Ángel García Olmo (Murcia, España)
www.nonpraevalebunt.net
Soy nuevo en el foro y me temo que la alocada vida que hoy llevamos no me va a dar para escribir muchos mensajes más, por lo que, sin cansarles mucho espero, trataré de expresar en éste todo lo que deseo comunicarles.
Escribo movido por la lectura atenta del debate que ha abierto el contertulio "Athos", un internauta muy peculiar al que conocí hace algún tiempo en la Red. He comprobado en la discusión las pasiones que suscita en muchos contertulios, y creo que puede servir de ayuda para rebajar la tensión dialéctica el saber que "Athos" es un hombre joven al que todavía falta para llegar a los 30; hasta hace bien poco apenas era un universitario. Digo esto sin que él me autorice, pero creo que resulta útil para comprender, y en parte disculpar, su habitual "ardor" y "celo discursivo", pero él realmente ama argumentar. Otro dato que creo deben saber (que me disculpe ahora Athos a mí si voy demasiado lejos) es que procede del ateísmo y ha llegado a apreciar la figura de Cristo y al Evangelio por sí mismo, sin siquiera considerarse personalmente católico, al menos hasta donde yo sé. Yo, en cambio, y por poner desde el principio las cartas boca arriba, sí soy católico practicante y estoy feliz de serlo, pero entiendan que aprecie en lo que vale el tortuoso, difícil, contradictorio y solitario camino que ha emprendido el joven "Athos" desde la increencia total hacia el Supremo Hacedor de todas las cosas. He seguido desde el principio los continuos reproches que se hacen a su forma de argumentar; con ellos podría estar de acuerdo, pero no puedo compartir, en primer lugar, que se pida una y otra vez que se le elimine del foro (me resulta una actitud, como poco, sospechosa, prescindiendo de ulteriores interpretaciones más 'freudianas'); y, en segundo lugar, que sea él el único que insulte y esto es lo que quisiera desarrollar a continuación.
Como enseña la Escritura, no hay hombre ni mujer que sea impecable, y como exige nuestro Señor: "El que esté libre de pecado..." En este foro no faltan las alusiones continuas e injuriosas a la "Gran Ramera de Babilonia, etc.", las ironías hacia la hostia consagrada o los insultos al Papa como hijo del Demonio y tal (vejámenes, por cierto, que ya tienen cinco siglos, lo que dice bien poco de la creatividad protestante...
Es cierto que los católicos deberíamos estar acostumbrados a estos ultrajes y a muchos más. Si en algunos se cumple ese aviso del Señor de persecución para quienes Le sigan, "pues no va a ser más el discípulo que el maestro", es en nosotros: los católicos de hoy. En España, sin ir más lejos, que es un país de gran tradición católico-romana, nos apalean a diario las izquierdas y sus medios de comunicación (que son casi todos), nos sacuden ateos y laicistas de toda laya evidentemente, nos zurran las derechas montadas en el dólar, nos dan leña hasta los pocos protestantes que hay... Históricamente sufrimos la Leyenda Negra, de la que apenas un quince por ciento es verdad (es inútil discutirlo, lo corroboran los más prestigiosos historiadores y algunos muy a su pesar), el expolio napoleónico del patrimonio eclesiástico culminado luego en la Desamortización, la represión de los "rojos" durante la II República y la Guerra Civil (8.000 curas, frailes y monjas, 13 obispos y miles de fieles laicos asesinados por marxistas y anarquistas tras atroces torturas a causa de su catolicismo, 40.000 templos quemados o destruidos con sus tesoros artísticos dentro, mientras se pregonaba la 'libertad religiosa' y se daban todas las facilidades al exiguo culto protestante), en fin...
Así cualquiera, amigos evangélicos. Ustedes nunca tienen de qué preocuparse: todas las voces anticatólicas del mundo, que son mayoría abrumadora, les hacen el trabajo insistiendo, por ejemplo, en la cruel matanza perpetrada contra sus correligionarios hugonotes durante la triste Noche de San Bartolomé en París... pero nadie contará nunca que esta masacre vino precedida por otra horrible carnicería apenas unos años anterior desatada contra los católicos por los reformados de la misma Francia (la "Michelade" --'Miguelada', al haber acaecido el 29 de septiembre-- del Languedoc). Les contarán lo mala que fue la Monarquía española expulsando a los judíos y persiguiendo a los pocos protestantes que por aquí surgieron, pero nada dirán del feroz antisemitismo de Lutero (que iba a más con la edad, y que a las puertas de la muerte escribía cómo había que perpetrar un "pogrom"), ni de los 75.000 católicos que arrasó Isabel de Inglaterra, la "Reina Virgen" (cifra calculada por el historiador protestante Raphael Holisend). Y así sucesivamente.
Comentaba el señor Daniel Sapia (de quien alguna noticia tengo, tras el poco brillante papel que ha hecho frente a los interesantes trabajos de los investigadores del portal "Apologetica.org"; por ejemplo, con el bochornoso asunto de la "Taxa Camarae", vieja y carcomida falacia anticatólica reeditada hoy por el cada vez más desprestigiado ateo Pepe Rodríguez) que los primeros que confiesan al Hijo de Dios son los espíritus inmundos. Y no sólo eso, don Daniel. Ellos, los demonios, cortejo de Satanás, son los primeros que saben distinguir la verdadera Iglesia de Dios de las pobres imitaciones. Y a por ella van. Por ponernos en un país tradicionalmente reformado como es Noruega, pero en el que se extiende hoy con enorme fuerza la triste moda del satanismo, pregunten, pregunten ustedes cuáles son los objetivos predilectos de sus ataques diabólicos: pregunten si esas sectas molestan a los templos protestantes, que abundan, o sólo a los escasísimos católicos y a sus imágenes sagradas. Se sorprenderán. Y es que al auténtico satanista, enemigo acerbo de Dios, de todas las religiones que hay, sólo le luce profanar hostias y hacer misas negras, y no verán nunca a un siervo de Belcebú parodiando servicios protestantes...
De todas las cosas fuertes que contra los católicos escribe el señor "Pabloblanco" quisiera destacar una que, a mi juicio, le tiene totalmente engañado. Aplica a la Iglesia católica el "por sus frutos los conoceréis" de Cristo, llegando a la conclusión que los frutos 'papistas' están podridos y que ello prueba nuestra segura condenación más o menos. El rey "Pabloblanco" va desnudo. Según él los católicos y no Caín inventamos el crimen y nos lo quedamos todo para nosotros, ¿me equivoco? En fin, prescindo de refutarle en este particular. Me voy a limitar a hacer el mismo ejercicio aunque esta vez sobre los presuntos frutos de la Reforma a día de hoy: a ver si por ellos la conocemos... Cualquiera que se fije en la fibra religiosa de la Europa reformada actual no tiene que darle muchas vueltas, ni demasiadas gracias a Dios: si en toda Europa triunfa el secularismo y el abandono de la fe, en los países tradicionalmente protestantes (Holanda, Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, parte de Alemania, parte de Suiza, Gran Bretaña...) el cristianismo ha sido prácticamente borrado de la vida diaria, los templos están permanentemente vacíos, las comunidades de creyentes son exiguas y abúlicas y el nombre de Cristo hace mucho que no vive ya en los corazones. Esto es lo que a pulso ha logrado allí la Reforma. En Australia y Canadá la situación es parecida, en cambio, la fe en Cristo sí se conserva en las comunidades protestantes de los EE.UU., pero a qué precio: fragmentación y división hasta el mareo, liberalismo desbocado llegando a cuestionar asuntos de vital importancia teológica y de fe como es la creencia en la Resurrección, la Encarnación, la Divinidad de Cristo o la Trinidad; el aborto y el divorcio galopan entre los fielen y hasta se estudia si conviene a un obispo vivir y acostarse con hombres (algo que, por lo demás, hace tiempo que aceptan también los reformados europeos. Al menos, los famosos curas pederastas católicos --pues pedófilos han resultado poquísimos y de lo que hablamos en realidad es de homosexualidad con jóvenes-- iban abiertamente en contra de lo prescrito tajantemente por la doctrina de su propia Iglesia). En el otro extremo está el pujante fundamentalismo 'evangélico' que llega incluso a prohibir que se explique a Darwin en las escuelas de Kansas, por ejemplo, y otros muchos y demenciales disparates... Éste es el modelo que encima se exporta a Iberoamérica, para desdicha de nuestros hermanos hispanos.
Qué bellos frutos, amigo "Pabloblanco", cualquiera diría que son los del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal...
La señora "Maripaz" nos ofende también a los católicos, pero ella, carente de sensibilidad, lo hace con la mayor crudeza que cabe y en lo más hondo, en lo más querido: la Eucaristía, que es el mismo Cristo en persona, y la bienaventurada siempre Virgen María, su dulce madre. En estos casos yo sólo puedo dejar hablar a mi corazón y dar testimonio de que yo sin Cristo hecho presente en la sagrada forma y sin el amparo maternal de Santa María no soy nadie ni religiosa ni humanamente hablando. De nada me sirven mis dos carreras y todos los conocimientos que llevo adquiridos en mi madurez de 40 años recién estrenados: yo vivo literalmente de la Eucaristía como toda la Iglesia, "columna y fundamento de la Verdad", y no sé cómo se podría vivir la esperanza sin ella. La confesión, también aquí vilipendiada, me hace sentirme realmente perdonado y me vuelve digno a los ojos de Dios, a pesar de mis continuos y torpes errores. Cuando el sacerdote --sea quien sea y sea un santo o un gran pecador-- me da la absolución en el nombre de Cristo siento de forma muy viva cómo se cumplen las palabras que Él dirigió a los apóstoles y que recogió fielmente la Escritura: "A quienes perdonéis los pecados..." o "Lo que atareis en la Tierra..." Lamento también profundamente la mención despectiva de Nuestra Señora de Guadalupe, maravillosa patrona de América entera. Aun siendo español, observo que la Virgen ha distinguido a México sobre todas las naciones con esa aparición y esa tilma cargada de ternura, amor por América y misterio indescriptible. Señora "Maripaz": los católicos y los ortodoxos orientales, que veneramos a María cada día que sale el sol desde hace dos mil años (las representaciones marianas de culto pintadas en los muros de las gloriosas catacumbas romanas dan fe de esa antigüedad), no sólo no pecamos, como usted pretende, sino que sólo por nosotros se cumple la profecía que María de Nazaret pronunció ante su prima Isabel y fijó fielmente la Escritura: "Me llamarán bienaventurada todas las generaciones".
Y esto es todo lo que ahora se me ocurre. No creo que deba seguir aburriéndoles ni demorando otros quehaceres. Ignoro si hallaré tiempo para replicar las eventuales contestaciones que obtenta este mensaje, pero en cualquier caso sí les quisiera comentar que mi profesión consiste en investigar y enseñar griego, latín y cultura clásica (lo que incluye a las lenguas originales del Nuevo Testamento, Vulgata, Vetus Latina, Septuaginta, etc.), con lo que pienso que les evito dudas a la hora de pensar si aducirme o no ciertas "vulgatas" que circulan por ahí...
Y gracias de corazón por leerme.
Saludos también a ti Athos.
Miguel Ángel García Olmo (Murcia, España)
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