En el día de hoy me llamó mucho la atención esta recomendación del Papa que leí en una página católica, cuyo primer párrafo copio:
12.06.2024
Por lo que recuerdo del campo evangélico, predicadores durante el gran despertar del Siglo XVIII en Inglaterra, como John Wesley y George Whitefield predicaban al aire libre a miles de personas reunidas durante dos horas y más.
En mi época (segunda mitad del Siglo XX), se había establecido en 45 minutos la duración del sermón.
En mi propia experiencia de oyente, he escuchado a predicadores terminando tras algo más de una hora de exposición, pero que a mí me pareció muy corta, lamentando que no hubiese seguido.
Con otros, tras apenas 20 minutos de predicación ¡me parecía ya haber pasado un siglo!
Casos hay actualmente, que una exposición de media hora ya es toda una tortura a los obligados a escucharla.
La relatividad del tiempo empleado suele graduarse hoy día por la facultad de la atención de los oyentes, que se dice se ha visto reducida por diferentes causas.
En realidad, eso es un error.
Nunca debería limitarse el tiempo al orador, porque no es eso lo que cansa, de excederse.
Si el predicador se entusiasma con el tema a exponer, revistiendo para él sumo interés, probablemente consiga entusiasmar a sus oyentes.
Si conferenciantes mundanos consiguen hablar largo y tendido para motivar a sus oidores en los más variados asuntos, ¿cómo se va a reducir una homilía apenas a 8 minutos? ¡Solamente teniendo poco qué decir y no poder decirlo cómo conviene!
-¿Qué opinan?
El Papa, improvisando, destacó la importancia de que las homilías sean breves: "La homilía no debe durar más de ocho minutos, debe ser breve, porque después de ese tiempo, se pierde la atención y las personas se duermen, y tienen razón... Quiero decirlo a los sacerdotes, que hablan mucho, muchas veces y no se entiende de qué hablan".
Fuente: religiondigital.org12.06.2024
Por lo que recuerdo del campo evangélico, predicadores durante el gran despertar del Siglo XVIII en Inglaterra, como John Wesley y George Whitefield predicaban al aire libre a miles de personas reunidas durante dos horas y más.
En mi época (segunda mitad del Siglo XX), se había establecido en 45 minutos la duración del sermón.
En mi propia experiencia de oyente, he escuchado a predicadores terminando tras algo más de una hora de exposición, pero que a mí me pareció muy corta, lamentando que no hubiese seguido.
Con otros, tras apenas 20 minutos de predicación ¡me parecía ya haber pasado un siglo!
Casos hay actualmente, que una exposición de media hora ya es toda una tortura a los obligados a escucharla.
La relatividad del tiempo empleado suele graduarse hoy día por la facultad de la atención de los oyentes, que se dice se ha visto reducida por diferentes causas.
En realidad, eso es un error.
Nunca debería limitarse el tiempo al orador, porque no es eso lo que cansa, de excederse.
Si el predicador se entusiasma con el tema a exponer, revistiendo para él sumo interés, probablemente consiga entusiasmar a sus oyentes.
Si conferenciantes mundanos consiguen hablar largo y tendido para motivar a sus oidores en los más variados asuntos, ¿cómo se va a reducir una homilía apenas a 8 minutos? ¡Solamente teniendo poco qué decir y no poder decirlo cómo conviene!
-¿Qué opinan?