Re: ¿Hay aún esclavitud en el mundo?
Bruce Harris, director de Casa Alianza —una ONG con sede en Costa Rica, laureada entre otros con los premios Hilton y Gunnar Myrdal por defenderlos— los llama "los nuevos parias de la tierra". Estima que hay 40 millones de niños en América latina viviendo en la calle o trabajando en ella. Es incuestionable que detrás de todo esto está la necesidad de sobrevivir, familias quebradas y la exclusión social.
En México, Bolivia, Perú y Ecuador trabajan el 20% de los niños menores de 14 años. En Brasil se estima que hay 2 millones de niños trabajando; en Argentina, 1.500.000; en Centroamérica, 1.300.000. Sus ingresos son misérrimos.
Los niños que viven en la calle en muchas ciudades de América latina duermen en edificios abandonados, debajo de puentes, en portales, parques, alcantarillas. Trabajan o son explotados como limpiaparabrisas, tragafuegos, recolectores de basura, mendigos. Su salud y nutrición son muy precarias y están indocumentados.
Son víctimas preferidas del comercio sexual, que ha ido creciendo. Ejemplos: las recientes denuncias sobre bandas de esclavitud sexual en la Capital Federal, y el intento de asesinar a una jueza que está investigando mafias dedicadas a la prostitución infantil en la provincia de Buenos Aires.
También ha crecido el tráfico de niños que son robados para el mercado sexual o la explotación. Según la ONU, la trata de personas es uno de los negocios del crimen en mayor expansión, y se ha elevado fuertemente en países como Colombia, Brasil y República Dominicana.
Una película brasileña laureada, "Estación Central", denuncia una de sus expresiones más brutales, las bandas de robo de órganos de niños. A todo ello se suma la utilización de los niños por los grupos de la droga.
En estas condiciones, vivir en la calle es casi vivir en el infierno. Y así lo testimonian recientes estudios sobre los altos niveles de depresión psíquica, búsqueda de salida a través de los pegamentos y otras drogas, y finalmente suicidios en esta población infantil desesperada.
Tomado de:
http://www.clarin.com/diario/2004/04/12/o-01701.htm
Bruce Harris, director de Casa Alianza —una ONG con sede en Costa Rica, laureada entre otros con los premios Hilton y Gunnar Myrdal por defenderlos— los llama "los nuevos parias de la tierra". Estima que hay 40 millones de niños en América latina viviendo en la calle o trabajando en ella. Es incuestionable que detrás de todo esto está la necesidad de sobrevivir, familias quebradas y la exclusión social.
En México, Bolivia, Perú y Ecuador trabajan el 20% de los niños menores de 14 años. En Brasil se estima que hay 2 millones de niños trabajando; en Argentina, 1.500.000; en Centroamérica, 1.300.000. Sus ingresos son misérrimos.
Los niños que viven en la calle en muchas ciudades de América latina duermen en edificios abandonados, debajo de puentes, en portales, parques, alcantarillas. Trabajan o son explotados como limpiaparabrisas, tragafuegos, recolectores de basura, mendigos. Su salud y nutrición son muy precarias y están indocumentados.
Son víctimas preferidas del comercio sexual, que ha ido creciendo. Ejemplos: las recientes denuncias sobre bandas de esclavitud sexual en la Capital Federal, y el intento de asesinar a una jueza que está investigando mafias dedicadas a la prostitución infantil en la provincia de Buenos Aires.
También ha crecido el tráfico de niños que son robados para el mercado sexual o la explotación. Según la ONU, la trata de personas es uno de los negocios del crimen en mayor expansión, y se ha elevado fuertemente en países como Colombia, Brasil y República Dominicana.
Una película brasileña laureada, "Estación Central", denuncia una de sus expresiones más brutales, las bandas de robo de órganos de niños. A todo ello se suma la utilización de los niños por los grupos de la droga.
En estas condiciones, vivir en la calle es casi vivir en el infierno. Y así lo testimonian recientes estudios sobre los altos niveles de depresión psíquica, búsqueda de salida a través de los pegamentos y otras drogas, y finalmente suicidios en esta población infantil desesperada.
Tomado de:
http://www.clarin.com/diario/2004/04/12/o-01701.htm