Si la gracia de Dios es un don absolutamente gratuito ofrecido incluso al pecador, y no depende de la observancia de los mandamientos, según Pablo (cf. Romanos 5:20-21), ¿cuál es entonces el verdadero papel de la voluntad y el esfuerzo humano en la historia de la salvación?
La gracia, ese misterioso y profundo dinamismo divino que transciende los requisitos humanos y se ofrece incluso al más caído, desafía tanto nuestro sentido de justicia como nuestra capacidad de comprender hasta dónde puede llegar el amor de Dios. ¿Hasta qué punto, entonces, la gracia transforma radicalmente nuestra naturaleza sin anular nuestra libertad? Y si es verdad que por la gracia "Dios mismo ha hecho su entrada en la condición humana", ¿podemos realmente vivir la vida humana sin ser traspasados y sostenidos en cada instante por esa gracia? Tal vez, cuando creemos que elegimos a Dios, es su gracia la que, calladamente, nos ha elegido primero.

La gracia, ese misterioso y profundo dinamismo divino que transciende los requisitos humanos y se ofrece incluso al más caído, desafía tanto nuestro sentido de justicia como nuestra capacidad de comprender hasta dónde puede llegar el amor de Dios. ¿Hasta qué punto, entonces, la gracia transforma radicalmente nuestra naturaleza sin anular nuestra libertad? Y si es verdad que por la gracia "Dios mismo ha hecho su entrada en la condición humana", ¿podemos realmente vivir la vida humana sin ser traspasados y sostenidos en cada instante por esa gracia? Tal vez, cuando creemos que elegimos a Dios, es su gracia la que, calladamente, nos ha elegido primero.
Versículos bíblicos:
- Romanos 5:20-21
"Pero la ley se introdujo para que el pecado abundara; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que, así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro." - Efesios 2:8-9
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." - 2 Corintios 12:9
"Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo."