Yo lei algunas cosas del libro o biblia que han escrito y por un lado dicen cosas interesantes pero por otro lado enseña y promueve auténticas aberraciones tal es así que hasta les advertí en dos ocasiones en sus directos por tiktok.
Por ejemplo enseñan que el lavamiento de pies que sale en la biblia en varias ocasiones se refiere a felaciones del miembro del barón, no solo dicen que Jesús era y practicaba eso a sus discípulos si no que ingería sus fluidos y animaba a que los demás hiciesen lo mismo.
También le oí decir en uno sus videos que en la iglesia católica se escusan de que salgan tantos casos de abusos porque saben que Jesús era así también.
Por increíble que parezca estás son algunas de las enseñanzas que promueven estás personas y se pueden ver en el libro que han escrito.
Tengan cuidado.
Aqui les dejo algunas de las enseñanzas que proclaman este grupo de personas, el texto es un poco largo a la par que escandaloso.
Los Hijos de Israel se retractaron de sus juramentos y fueron muy rebeldes. En
repetidas ocasiones rompieron el Pacto Mosaico, pero aún así Dios los perdonó en
cada ocasión. Sin embargo, la ruptura de un Pacto conduce a la injusticia, a la falta de
armonía y a un desequilibrio que requiere corrección. Por eso, también Él los
castigaba, para que aprendieran y tuvieran cuidado. Dios los castigó una vez haciéndolos vagar en el
desierto durante cuarenta años y prohibiéndoles la entrada a la Tierra Santa durante una
generación, y en otra ocasión los castigó con la destrucción del Templo Sagrado de Jerusalén y la
esclavitud a manos de Nabucodonosor. Dios incluso les hizo perder la Torá original que poseían y
las reliquias de los Profetas y Mensajeros (LPSCE), la más importante de las cuales fue el Arca de la
Alianza. En otra ocasión, Dios los castiga volviéndolos súbditos de la ocupación romana. En
tiempos de César Augusto, llegó a ellos el prometido Salvador y Mesías, Jesucristo (LPSCÉ). Pero a
pesar de que vino hacia ellos, los israelitas no creyeron en él y trataron de matarle, y al final los
israelitas traicionaron a su propio Mesías y entregaron a su prometido Rey y Salvador en manos de
los incrédulos romanos para darle muerte. Debido a este acto de traición, Dios decidió no perdonar
nunca más a los Hijos de Israel y el Cuarto Pacto se rompió para siempre, llegando el Pacto Mosaico
a su fin y naciendo un nuevo Pacto.
El llamado de Jesús comenzó a la edad de treinta años, justo después de la muerte de Juan el
Bautista (LPSCÉ), quien murió a la edad de treinta años, pues entre él y Jesús (LPSCÉ) sólo habían
seis meses. Según la Santa Biblia, el ministerio de Jesús duró tres años, durante los cuales reunió a
sus discípulos y anduvo por Jerusalén y sus alrededores, predicando y realizando grandes milagros.
De los 124.000 Profetas enviados a la Tierra, Jesús (LPSCÉ) fue el Profeta que más milagros realizó.
Le informaba a la gente lo que tenían almacenado en sus casas y lo que comían. Sanó al leproso, al
ciego y al sordo. Restauró partes amputadas del cuerpo. Caminó sobre el agua. Convirtió el agua en
vino. Creó pájaros a partir de arcilla. Su última hazaña fue la más sorprendente de todas: resucitó a
Lázaro de entre los muertos. Estos fueron los milagros y maravillas registrados en los Evangelios
canónicos. Durante todo este tiempo, sus discípulos fueron testigos de sus innumerables milagros y
sus seguidores pasaron de ser doce hombres a decenas de miles de creyentes.
Pero, ¿por qué los israelitas no coronaron a Jesús como su Rey? ¿Por qué la mayoría del pueblo
le dio la espalda y apostató? ¿Por qué su compañero cercano, Judas Iscariote, al que él había
nombrado guardián de la tesorería, le traicionó después de presenciar todos estos milagros? ¿Acaso
simplemente tuvieron miedo a morir, a desafiar a los escribas y fariseos o a las autoridades romanas?
¿Quizás estaban demasiado apegados a la vida material? Pero si este fuera el caso, entonces ¿por qué
lo siguieron al principio? Las respuestas a estas preguntas son complejas, y sin duda dejarán a los
buscadores sinceros de la verdad con un sabor amargo y profundamente perturbados.
Considerad cómo la Santa Biblia menciona que multitudes de miles de personas fueron
milagrosamente alimentadas por Jesús (LPSCÉ), y que miles de personas seguían a Jesús (LPSCÉ) y
viajaban desde todas partes de Israel para poder mirar a Jesús (LPSCÉ) con sus propios ojos. Incluso
hubo gentiles que buscaron a Jesús (LPSCÉ) y creyeron en él. Pero de repente sucedió algo extraño que hizo que todos reconsideraran. Perdieron la fe en él y lo abandonaron. La verdad del asunto es
que Jesús (LPSCÉ) comenzó a enseñar públicamente una doctrina secreta que a la gente le pareció
repugnante. Comenzó a enseñar que él era el «Pan de Vida». El Libro de Juan (Capítulo 6) dice:
Jesús, el pan de vida
Cuando lo encontraron al otro lado del lago, le preguntaron: «Rabí, ¿cuándo llegaste
acá?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis no
por haber visto los signos, sino porque habéis comido los panes y os habéis saciado. No
trabajéis por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida
eterna, el que os dará el Hijo del Hombre, pues a éste lo confirmó Dios Padre con su
sello». «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige?», le
preguntaron. Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha
enviado». Ellos entonces le dijeron: «¿Y qué signo haces tú, para que lo veamos y te
creamos? ¿Qué obras realizas tú? Nuestros padres comieron en el desierto el maná,
como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”». Les respondió Jesús: «En verdad, en
verdad os digo que Moisés no os dio el pan del cielo, sino que mi Padre os da el
verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al
mundo». «Señor», le pidieron, «danos siempre ese pan». «Yo soy el pan de vida»,
declaró Jesús. «El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más
volverá a tener sed. Pero os lo he dicho: me habéis visto y no creéis. Todos los que el
Padre me da vendrán a mí; y al que a mí viene, no lo rechazo. Porque he bajado del
cielo no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. Y esta es la voluntad del que
me envió: que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el día
final. Porque la voluntad de mi Padre es que todo el que reconozca al Hijo y crea en él
tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final». Entonces los judíos comenzaron a
murmurar contra él, porque dijo: «Yo soy el pan que bajó del cielo». Y se decían:
«¿Acaso no es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo
es que sale diciendo: “Yo bajé del cielo”?». «Dejen de murmurar», replicó Jesús.
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el
día final. En los profetas está escrito: “A todos los instruirá Dios”. En efecto, todo el que
escucha al Padre y aprende de él viene a mí. Al Padre nadie lo ha visto, excepto el que
viene de Dios; solo él ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo que el que cree
tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el
maná y murieron. Pero este es el pan que baja del cielo; el que come de él no muere. Yo
soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Este
pan es mi carne, que daré para que el mundo viva». Los judíos comenzaron a
disputar acaloradamente entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
«Ciertamente les aseguro», afirmó Jesús, «que, si no comen la carne del Hijo del
Hombre ni beben su sangre, no tienen realmente vida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi
sangre permanece en mí y yo en él. Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el
Padre, también el que come de mí vivirá por mí. Este es el pan que bajó del cielo.
Vuestros antepasados comieron maná y murieron, pero el que come de este pan vivirá
para siempre». Todo esto lo dijo Jesús mientras enseñaba en la sinagoga de
Capernaúm
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.
El hecho de que Jesús afirmara ser el «Pan de Vida» fue demasiado pesado para los israelitas.
Esto provocó que muchos de los discípulos lo cuestionaran y, finalmente, lo abandonaran:
Al escucharlo, muchos de sus discípulos exclamaron: «Esta enseñanza es muy difícil;
¿quién puede aceptarla?» Jesús, muy consciente de que sus discípulos murmuraban por
lo que había dicho, les reprochó: «¿Esto les ofende? ¿Qué tal si vieran al Hijo del
Hombre subir adonde antes estaba? El Espíritu da vida; la carne no vale para nada.
Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida. Sin embargo, hay algunos de
ustedes que no creen». Es que Jesús conocía desde el principio quiénes eran los que no
creían y quién era el que iba a traicionarlo. Así que añadió: «Por esto les dije que
nadie puede venir a mí, a menos que se lo haya concedido el Padre». Desde entonces
muchos de sus discípulos le volvieron la espalda y ya no andaban con él. Así que Jesús
les preguntó a los doce: «¿También ustedes quieren marcharse?». «Señor», contestó
Simón Pedro, «¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos
creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios». «¿No los he escogido yo a ustedes
doce?», repuso Jesús. «No obstante, uno de ustedes es un diablo». Se refería a Judas,
hijo de Simón Iscariote, uno de los doce, que iba a traicionarlo
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Aquí vemos que realmente es esta doctrina secreta que Jesús (LPSCÉ) estaba enseñando, la
doctrina de consumir a Jesucristo, la que hizo que la gente lo abandonara y sintiera repugnancia de
él. Fue también con la enseñanza de esta doctrina que Judas reveló su verdadero rostro por primera
vez y dejó de creer. Esta doctrina del consumo de la carne y la sangre de Jesús también estaba en
contradicción directa con los Mandamientos de Moisés: «Si uno de la casa de Israel, o un extranjero
que habite en medio de vosotros, come cualquier clase de sangre, volveré mi rostro contra el que coma
sangre y lo extirparé de en medio de su pueblo. Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he
dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras vidas; pues, siendo vida, es la sangre la que hace la expiación. Por tanto, he dicho a los Hijos de Israel: Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el
extranjero que mora entre vosotros comerá sangre
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Pero, ¿eso qué significa? ¿Consumir la carne y la sangre de Jesús? ¿Qué es lo que Jesús estaba
pidiendo? ¿Que la gente lo matara y se lo comiera? Por supuesto que no, aquello debía tener otro
significado. Pero, ¿cuál podría ser ese significado? La carne y sangre de un hombre es su
descendencia, su simiente. En su libro La construcción del sexo: Cuerpo y género desde los griegos hasta
Freud, Thomas Laqueur cita a San Isidoro de Sevilla, quien fuera un prelado y erudito español de
comienzos del siglo VII: «La consanguinidad se llama así porque señala la procedencia de una sola
sangre, del semen de un mismo padre. Porque el semen del varón es la espuma de la sangre, del mismo
modo que cuando el agua golpea sobre las rocas forma espuma blanca, o como cuando al escanciar vino
tinto en una copa produce espuma blanca»
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¿Hablaba en realidad Jesús (LPSCÉ) sobre semen cuando hablaba de lo que quería que sus
seguidores consumieran? Debemos mirar aún más los Evangelios de Cristo para estar seguros de
esto. En el libro de Juan (Capítulo 4) tenemos el incidente en que Jesús habla con una mujer
samaritana:
Y tenía que pasar por Samaria. Llegó, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar,
cerca de la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob.
Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía. En eso llegó a
sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo: «Dame un poco de agua» (sus
discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos). Entonces la mujer
samaritana le dijo: «¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy
samaritana?» (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos). Respondió
Jesús y le dijo: «Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de
beber”, tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva». Ella le dijo:
«Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua
viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo del cual bebió él
mismo, y sus hijos, y sus ganados?» Respondió Jesús y le dijo: «Todo el que beba de esta
agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás,
sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para
vida eterna». La mujer le dijo: «Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni
venga hasta aquí a sacarla». Él le dijo: «Ve, llama a tu marido y ven acá»
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Aquí vemos claramente que Jesús no se refiere al agua potable común, sino a otro tipo de fluido
al que llama «agua viva». Al semen también se le conoce como agua viva, porque de esta agua surge la vida y por ella los niños son concebidos y nacen. Cuando la mujer le pide a Jesús (LPSCÉ) esta
agua, Jesús (LPSCÉ) le dice a la mujer que llame a su marido y vuelva, indicando claramente que su
marido posee esas aguas vivas, al igual que todos los varones. Pero incluso esto, por sí solo, no es
evidencia suficiente aún, pues mucha gente creerá que esta es una interpretación enfermiza y
retorcida. Por esa razón, buscamos mostrar más pruebas en los Evangelios de que este es el verdadero
significado de lo que Jesús (LPSCÉ) dijo y enseñó. Si vamos al libro del Éxodo (Capítulo 4), veremos
un incidente ocurrido a Moisés y a su esposa e hijo: «Y aconteció que en una posada en el camino, el
Señor le salió al encuentro y quiso matarlo. Entonces Séfora tomó un pedernal, cortó el prepucio de su
hijo y tocó sus pies con él, y dijo: “Tú eres, ciertamente, un esposo de sangre para mí”. Y Dios lo dejó. Ella
había dicho entonces: “Eres esposo de sangre, a causa de la circuncisión”»
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La Nueva Biblia Anotada de Oxford: New Revised Standard Version dice: «Pies: eufemismo de
genitales»
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. Así pues, ahora sabemos que, cuando en la Biblia se menciona la palabra «pies», se
refiere a los genitales masculinos. Y, si la leemos con este contexto, todo queda claro. Por ejemplo, en
el libro de Rut (Capítulo 3) dice:
Un día su suegra Noemí le dijo: «Hija mía, ¿no debiera yo buscarte un hogar seguro
donde no te falte nada? Además, ¿acaso Booz, con cuyas criadas has estado, no es
nuestro pariente? Pues bien, él va esta noche a la era para aventar la cebada. Báñate y
perfúmate, y ponte tu mejor ropa. Baja luego a la era, pero no dejes que él se dé cuenta
de que estás allí hasta que haya terminado de comer y beber. Cuando se vaya a
dormir, te fijas dónde se acuesta. Luego vas, le destapas los pies, y te acuestas allí. Verás
que él mismo te dice lo que tienes que hacer». Y ella le respondió: «Todo lo que me
dices, haré». Y bajó a la era e hizo todo lo que su suegra le había mandado. Booz
comió y bebió, y se puso alegre. Luego se fue a dormir detrás del montón de grano. Más
tarde Rut se acercó sigilosamente, le destapó los pies y se acostó allí. A medianoche Booz
se despertó sobresaltado y, al darse vuelta, descubrió que había una mujer acostada a
sus pies. «¿Quién eres?», le preguntó. «Soy Rut, su sierva. Extienda sobre mí el borde
de su manto, ya que usted es un pariente que me puede redimir». «Que el Señor te
bendiga, hija mía», respondió él. «Esta nueva muestra de lealtad de tu parte supera
la anterior, ya que no has ido en busca de hombres jóvenes, sean ricos o pobres. Y ahora,
hija mía, no tengas miedo. Haré por ti todo lo que me pidas. Todo mi pueblo sabe que
eres una mujer ejemplar. Ahora bien, aunque es cierto que soy un pariente que puede
redimirte, hay otro más cercano que yo. Quédate aquí esta noche. Mañana, si él quiere
redimirte, está bien que lo haga. Pero, si no está dispuesto a hacerlo, ¡tan cierto como
que el Señor vive, te juro que yo te redimiré! Ahora acuéstate aquí hasta que
amanezca». Así que se quedó acostada a sus pies hasta el amanecer, y se levantó cuando aún estaba oscuro; pues él había dicho: «Que no se sepa que una mujer vino a
la era»
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Es obvio que Noemí envió a Rut a Booz para que ella le practicara sexo oral. Ese era el
significado de acostarse a sus pies. El libro de 2 Samuel (Capítulo 11) dice: «Después dijo David a
Urías: “Desciende a tu casa, y lava tus pies». Salió Urías de la casa del rey, y tras él fue enviado un
obsequio del rey. Pero Urías durmió a la entrada de la casa del rey con todos los siervos de su señor, y no
bajó a su casa. Cuando se lo contaron a David, diciendo: «Urías no bajó a su casa», David dijo a
Urías: «¿No has venido de una expedición militar? ¿Por qué no bajaste a tu casa?» Y Urías respondió
a David: «El arca, Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab y los siervos de mi señor acampan
a campo abierto, ¿y yo voy a entrar en mi casa para darme un banquete y acostarme con mi esposa?
¡Tan cierto como que Su Majestad vive, que yo no puedo hacer tal cosa!»
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Claramente vemos que, cuando David le dijo a Urías que fuera a su casa y se lavara los pies, en
realidad se refería a ir a hacer el amor con su esposa. Por lo tanto, «pies» realmente es un eufemismo
de genitales. Otra prueba de que «pies» en la Biblia significa genitales masculinos está en el libro de
1 Samuel. La Reina-Valera dice:
Y cuando llegó a un redil de ovejas en el camino, donde había una cueva, entró Saúl
en ella para cubrir sus pies; y David y sus hombres estaban sentados en los rincones de
la cueva
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La Nueva Versión Internacional traduce el mismo versículo así:
Por el camino, llegó a un redil de ovejas; y, como había una cueva en el lugar, entró
allí para hacer sus necesidades. David estaba escondido en el fondo de la cueva, con sus
hombres.
Ahora bien, si miramos los siguientes versículos, muchos secretos se aclaran. El Evangelio de
Lucas (Capítulo 7) dice:
Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la
mesa. Y he aquí, había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró
de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro
con perfume; y poniéndose detrás de Él a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con
lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume. Pero al ver esto el fariseo que le había invitado, dijo para sí: «Si este fuera un
profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, que es una
pecadora». Y respondiendo Jesús, le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Y él dijo:
«Di, Maestro». Jesús dijo: «Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno
le debía quinientas monedas de plata, y el otro cincuenta. Como no tenían con qué
pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más?»
Simón respondió, y dijo: «Supongo que aquel a quien le perdonó más». Y Jesús le dijo:
«Has juzgado correctamente». Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: «¿Ves
esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua para los pies, pero ella ha regado mis
pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde
que entré, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella
ungió mis pies con perfume. Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos
pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama». Entonces
Jesús le dijo a ella: «Tus pecados están perdonados»