He de confesar que hay momentos en la vida en que uno no sabe responder ante el dolor humano. Existen acontecimientos en los que la respuesta que se ha de dar a una pregunta no satisface ni al que la efectúa ni al que la responde. Y lo triste es que los creyentes por puro convencimiento tenemos el deber de facilitar una respuesta afirmativa y personal cuando alguien nos pregunta si Dios existe.
Y esta es la pregunta que se hace nuestra amiga Clara en esos momentos de dolor que está padeciendo, cuando termina de enterrar a su esposo afectado de leucemia, días después de que la muerte le arrebatara la vida a su hijo de veintidos años, víctima de esa enfermedad irreversible que a todos nos aterra llamada accidente de tráfico, que se lleva a tantas personas inocentes, jóvenes o mayores.
Una muerte que le esperaba en una carretera cualquiera junto con un camíon cualquiera que le arroyó poniendo fin a una vida joven llena de ilusiones y proyectos.
Y uno cae en la más dura de las tristezas cuando esa mujer se echa en tus brazos llorando desconsoladamente y repitiendo si será Dios el que le ha arrebatado a su esposo y a su hijo de esa manera tan trágica.
Como amigo me faltan palabras para consolarla. Como cristiano acepta en lo más íntimo de su ser la voluntad de Dios y puede comprender con humildad esos momentos de dolor que a veces nos rodean.
Y ante esta pregunta de Clara “¿Existe Dios? está convencido que lo importante en la vida humana es hacer un acto de fe y confiar totalmente en Dios y en su amor único y verdadero.
Y piensa que la fe de los cristianos no es un sentimiento. No creemos porque “sentimos la felicidad o el dolor”. Creemos porque confiamos en Dios y en su Palabra. Nuestra fe debería ser sobrenatural para de este modo entregarnos a Dios de corazón a pesar de que a veces no nos envie aquello que queremos o deseamos. Y de este modo en momentos de reflexión preguntarnos en la interioridad de nuestro corazón ¿por que el bien que recibimos de Él nos hace felices y el mal desdichados?
¿Existe Dios?... se pregunta mi amiga. Está claro que Dios no solamente se ha revelado en la naturaleza y en la vida humana, sino también se ha mostrado más específicamente en la Biblia. Los pensamientos de Dios, su personalidad y actitudes sólo pueden ser conocidos
Si Dios los revela.
Por otra parte a diferencia de cualquier otra revelación de Dios, Jesucristo es la más clara imagen de Dios. Él dijo que Dios existe y que lo estábamos viendo en Él. Decía que cualquiera que lo viera a él estaba viendo al Padre y cualquiera que creyera en Él creía en el Padre. “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino a través de Mí.
En cualquier caso para mí, comento con Clara, existen varias posturas ante el dolor que sufre la humanidad. La más positiva es aquella que sostienen algunas personas cristianas, que intentan no derrumbarse ni resignarse sino que se entregan a la voluntad de Dios y a la fuerza de su amor.
Con toda sinceridad, la aptitud de estos hermanos es envidiable. Tienen todo mi respeto, pues efectivamente la fe muestra lo invisible, cree en lo increible y recibe lo imposible, sabiendo que la viña del Señor proporciona racimos dulces y también amargos.
No obstante siento un dolor profundo en mi corazón por Clara que en poco tiempo ha perdido a su esposo e hijo y tardará mucho en recuperar su vida, aunque su corazón y su dudosa fe le haga comprender que ambos familiares esten gozando en el cielo de ese Dios del que ahora duda.
Así las cosas creo que estas situaciones que alteran la sensibilidad de las personas hasta el límite de poner en duda la existencia de Dios, son totalmente humanas y nos ayudan a la aceptación para un buen día reflexionar en el silencio de la interioridad preguntándonos ¿cómo no vamos a creer en la existencia de Dios, siendo el hacedor de todo lo bueno que reina en nuestro corazón humano? ¿Cómo vamos a dudar de las palabras que Jesús de Nazaret pronunció “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí no morirá para siempre”.
Estoy convencido que Clara que apenas puede apartar el dolor que le produce la muerte de su esposo y de su hijo rogará a Dios por ellos para que les conceda esa vida eterna que todos anhelamos convencidos de que morir es empezar a vivir.
Y esta es la pregunta que se hace nuestra amiga Clara en esos momentos de dolor que está padeciendo, cuando termina de enterrar a su esposo afectado de leucemia, días después de que la muerte le arrebatara la vida a su hijo de veintidos años, víctima de esa enfermedad irreversible que a todos nos aterra llamada accidente de tráfico, que se lleva a tantas personas inocentes, jóvenes o mayores.
Una muerte que le esperaba en una carretera cualquiera junto con un camíon cualquiera que le arroyó poniendo fin a una vida joven llena de ilusiones y proyectos.
Y uno cae en la más dura de las tristezas cuando esa mujer se echa en tus brazos llorando desconsoladamente y repitiendo si será Dios el que le ha arrebatado a su esposo y a su hijo de esa manera tan trágica.
Como amigo me faltan palabras para consolarla. Como cristiano acepta en lo más íntimo de su ser la voluntad de Dios y puede comprender con humildad esos momentos de dolor que a veces nos rodean.
Y ante esta pregunta de Clara “¿Existe Dios? está convencido que lo importante en la vida humana es hacer un acto de fe y confiar totalmente en Dios y en su amor único y verdadero.
Y piensa que la fe de los cristianos no es un sentimiento. No creemos porque “sentimos la felicidad o el dolor”. Creemos porque confiamos en Dios y en su Palabra. Nuestra fe debería ser sobrenatural para de este modo entregarnos a Dios de corazón a pesar de que a veces no nos envie aquello que queremos o deseamos. Y de este modo en momentos de reflexión preguntarnos en la interioridad de nuestro corazón ¿por que el bien que recibimos de Él nos hace felices y el mal desdichados?
¿Existe Dios?... se pregunta mi amiga. Está claro que Dios no solamente se ha revelado en la naturaleza y en la vida humana, sino también se ha mostrado más específicamente en la Biblia. Los pensamientos de Dios, su personalidad y actitudes sólo pueden ser conocidos
Si Dios los revela.
Por otra parte a diferencia de cualquier otra revelación de Dios, Jesucristo es la más clara imagen de Dios. Él dijo que Dios existe y que lo estábamos viendo en Él. Decía que cualquiera que lo viera a él estaba viendo al Padre y cualquiera que creyera en Él creía en el Padre. “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino a través de Mí.
En cualquier caso para mí, comento con Clara, existen varias posturas ante el dolor que sufre la humanidad. La más positiva es aquella que sostienen algunas personas cristianas, que intentan no derrumbarse ni resignarse sino que se entregan a la voluntad de Dios y a la fuerza de su amor.
Con toda sinceridad, la aptitud de estos hermanos es envidiable. Tienen todo mi respeto, pues efectivamente la fe muestra lo invisible, cree en lo increible y recibe lo imposible, sabiendo que la viña del Señor proporciona racimos dulces y también amargos.
No obstante siento un dolor profundo en mi corazón por Clara que en poco tiempo ha perdido a su esposo e hijo y tardará mucho en recuperar su vida, aunque su corazón y su dudosa fe le haga comprender que ambos familiares esten gozando en el cielo de ese Dios del que ahora duda.
Así las cosas creo que estas situaciones que alteran la sensibilidad de las personas hasta el límite de poner en duda la existencia de Dios, son totalmente humanas y nos ayudan a la aceptación para un buen día reflexionar en el silencio de la interioridad preguntándonos ¿cómo no vamos a creer en la existencia de Dios, siendo el hacedor de todo lo bueno que reina en nuestro corazón humano? ¿Cómo vamos a dudar de las palabras que Jesús de Nazaret pronunció “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí no morirá para siempre”.
Estoy convencido que Clara que apenas puede apartar el dolor que le produce la muerte de su esposo y de su hijo rogará a Dios por ellos para que les conceda esa vida eterna que todos anhelamos convencidos de que morir es empezar a vivir.