<BLOCKQUOTE><font size="1" face="Helvetica, Verdana, Arial">Comentario:</font><HR>Originalmente enviado por nautilius:
Como dato fehaciente, el tal Justino esta bien muerto, y posiblemente en el infierno.
Lo cual no me atañe, y menos todavia, el polemizar con muertos y sobre cosas de no salvos.
[/quote]
Estimado Nautilius:
Disiento respetuosamente contigo. Justino fue un buen maestro cristiano, y un mártir por causa de Cristo. Claro está que sus palabras no son inspiradas en el sentido que lo son las Escrituras, pero de todos modos es un testigo importante del siglo II.
Pero desde luego, si vamos a citarlo, conviene citar todo lo que dice al respecto, y leer con cuidado.
Justino Mártir
De origen palestino, hijo de padres paganos, Justino fue uno de los grandes defensores de la fe cristiana del segundo siglo. Fundó una escuela en Roma, donde murió mártir hacia 165.
En sus escritos se hallan varias referencias a la Eucaristía, cómo era practicada y cuál era su significado. El pan y el vino, que son capaces de nutrir el cuerpo, nutren también las almas al ser consagrados por la acción de gracias. Es precisamente esta acción de gracias lo que constituye un sacrificio agradable a Dios (Diálogo con Trifón, 117).
Cito de la edición de Padres Apologetas Griegos de Daniel Ruiz Bueno (Madrid:BAC); las negritas se han añadido.
Apología I
65. (2) Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente el ósculo de paz.
(3) Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece pan y un vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen. Y cuando el presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén.
(4) “Amén”, en hebreo, quiere decir “así sea.”
(5) Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman “ministros” o diáconos, dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los ausentes.
66. (1) Y este alimento se llama entre nosotros “Eucaristía”, de la que a nadie le es lícito participar, sino al que cree verdaderamente nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó.
(2) Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que, a la manera que Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne por virtud del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así se nos ha enseñado que por virtud de la oración al Verbo que Dios procede, el alimento sobre que fue dicha la acción de gracias –alimento del que, por transformación, se nutren nuestra sangre y nuestras carnes- es la carne y la sangre de Aquel mismo Jesús encarnado.
(3) Y es así que los Apóstoles en los Recuerdos, por ellos escritos, que se llaman Evangelios, nos transmitieron que así les fue a ellos mandado, cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: Haced esto en memoria mía, éste es mi cuerpo. E igualmente, tomando el cáliz y dando gracias, dijo: Esta es mi sangre, y que sólo a ellos les dio parte.
(Jetonius) La idea aquí es que del mismo modo en que, por el metabolismo (“transformación”), es decir, el proceso fisiológico de digestión, absorción e incorporación de sustancias, el pan y el vino son una fuente de nutrición física, al ser santificados estos elementos por la oración y acción de gracias poseen un efecto análogo en el ámbito espiritual. Justino dice que nutren nuestros cuerpos, y por tanto conservan sus propiedades químicas; pero afirma que en virtud de su consagración, el pan y el vino se tornan en más que pan y vino ordinarios. Este punto de vista de la Eucaristía, llamado metabólico, parece haber sido el más común al principio. El traductor y editor de la Apología en la serie Ante-Nicene Fathers cita al papa Gelasio I, de fines del siglo V: “Por los sacramentos somos hechos participantes de la naturaleza divina, y aún así la sustancia y naturaleza del pan y del vino no cesan de estar en ellos...” No es sorprendente que esta afirmación de Gelasio no halla sido incluida en el Denzinger... Tampoco aparece su decreto (contra los maniqueos) ratificando la recepción de la Eucaristía bajo las dos especies [mencionado en The Catholic Encyclopedia, s.v. Gelasius I, pope]. En cambio sí aparecen otros documentos suyos.
(Prosigue Justino)
67. (3) El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas.
(4) Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.
(5) Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces, y éstas terminadas, como ya dijimos, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente, según sus fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus preces y acciones de gracias y todo el pueblo exclama diciendo “amén”. Ahora viene la distribución y participación, que se hace a cada uno, de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío por medio de los diáconos a los ausentes.
Diálogo con Trifón
41. (1) La ofrenda de la flor de harina, señores –proseguí- que se mandaba a hacer por los que se purificaban de la lepra, era figura del pan de la Eucaristía que nuestro Señor Jesucristo mandó ofrecer en memoria de la pasión que él padeció por todos los hombres que purifican sus almas de toda maldad, a fin de que juntamente demos gracias a Dios por haber creado el mundo y cuanto en él hay por amor del hombre, por habernos a nosotros librado de la maldad en que nacimos y haber destruido con destrucción completa a los principados y potestades de aquel que, según su designio, nació pasible.
(2) De ahí que sobre los sacrificios que vosotros entonces ofrecíais, dice Dios, por boca de Malaquías, uno de los doce profetas: No está mi complacencia en vosotros –dice el Señor- , y vuestros sacrificios no los quiero recibir de vuestras manos. Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, mi nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y sacrificio puro. Porque grande es mi nombre en las naciones –dice el Señor-, y vosotros lo profanáis [Malaquías 1:10-12].
(3) Ya entonces, anticipadamente, habla de los sacrificios que nosotros, las naciones, le ofrecemos en todo lugar, es decir, del pan de la Eucaristía y lo mismo del cáliz de la Eucaristía, a par que dice que nosotros glorificamos su nombre y vosotros lo profanáis.
117. (1) Así, pues, Dios atestigua de antemano que le son agradables todos los sacrificios que se le ofrecen por el nombre de Jesucristo, los sacrificios que éste nos mandó ofrecer, es decir, los de la Eucaristía del pan y del vino, que celebran los cristianos en todo lugar de la tierra. En cambio, Dios rechaza los sacrificios que vosotros le ofrecéis por medio de vuestros sacerdotes, cuando dice: Y no recibiré de vuestras manos vuestros sacrificios, porque desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, mi nombre es glorificado –dice- en las naciones y vosotros lo profanáis.
(2) Vosotros seguís aún ahora diciendo porfiadamente que Dios dice no recibir los sacrificios que se le ofrecían en Jerusalén por los israelitas que en aquel tiempo la habitaban; sí, en cambio, las oraciones que le hacían los hombres de aquel pueblo que se hallaban en la dispersión, y estas oraciones son las que llama sacrificios. Ahora bien, que las oraciones y acciones de gracias hechas por hombres dignos son los únicos sacrificios perfectos y agradables a Dios, yo mismo os lo concedo.
(3) Justamente ésos solos son los que los cristianos han aprendido a ofrecer hasta en la consagración del pan y del vino, en que se recuerda la Pasión que por su amor sufrió el Hijo de Dios...
(5) En cambio, no hay raza alguna de hombres, llámense bárbaros o griegos o con otros nombres cualesquiera, ora habiten en casas o se llamen nómadas sin viviendas o moren en tiendas de pastores, entre los que no se ofrezcan por el nombre de Jesús crucificado oraciones y acciones de gracias al Padre y hacedor de todas las cosas.
(Jetonius) Lo que Justino dice aquí es conforme a la interpretación metabólica ya mencionada. Precisamente las oraciones y las acciones de gracias (lo que significa “eucaristía”) son los sacrificios válidos; la eucaristía es además synaxis (reunión) y anamnesis (memoria) de la pasión de Cristo.
¡De la eucaristía como “actualización” del sacrificio de Cristo, nada; de la transubstanciación, menos!
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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Como dato fehaciente, el tal Justino esta bien muerto, y posiblemente en el infierno.
Lo cual no me atañe, y menos todavia, el polemizar con muertos y sobre cosas de no salvos.
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Estimado Nautilius:
Disiento respetuosamente contigo. Justino fue un buen maestro cristiano, y un mártir por causa de Cristo. Claro está que sus palabras no son inspiradas en el sentido que lo son las Escrituras, pero de todos modos es un testigo importante del siglo II.
Pero desde luego, si vamos a citarlo, conviene citar todo lo que dice al respecto, y leer con cuidado.
Justino Mártir
De origen palestino, hijo de padres paganos, Justino fue uno de los grandes defensores de la fe cristiana del segundo siglo. Fundó una escuela en Roma, donde murió mártir hacia 165.
En sus escritos se hallan varias referencias a la Eucaristía, cómo era practicada y cuál era su significado. El pan y el vino, que son capaces de nutrir el cuerpo, nutren también las almas al ser consagrados por la acción de gracias. Es precisamente esta acción de gracias lo que constituye un sacrificio agradable a Dios (Diálogo con Trifón, 117).
Cito de la edición de Padres Apologetas Griegos de Daniel Ruiz Bueno (Madrid:BAC); las negritas se han añadido.
Apología I
65. (2) Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente el ósculo de paz.
(3) Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece pan y un vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen. Y cuando el presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén.
(4) “Amén”, en hebreo, quiere decir “así sea.”
(5) Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman “ministros” o diáconos, dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los ausentes.
66. (1) Y este alimento se llama entre nosotros “Eucaristía”, de la que a nadie le es lícito participar, sino al que cree verdaderamente nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó.
(2) Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que, a la manera que Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne por virtud del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así se nos ha enseñado que por virtud de la oración al Verbo que Dios procede, el alimento sobre que fue dicha la acción de gracias –alimento del que, por transformación, se nutren nuestra sangre y nuestras carnes- es la carne y la sangre de Aquel mismo Jesús encarnado.
(3) Y es así que los Apóstoles en los Recuerdos, por ellos escritos, que se llaman Evangelios, nos transmitieron que así les fue a ellos mandado, cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: Haced esto en memoria mía, éste es mi cuerpo. E igualmente, tomando el cáliz y dando gracias, dijo: Esta es mi sangre, y que sólo a ellos les dio parte.
(Jetonius) La idea aquí es que del mismo modo en que, por el metabolismo (“transformación”), es decir, el proceso fisiológico de digestión, absorción e incorporación de sustancias, el pan y el vino son una fuente de nutrición física, al ser santificados estos elementos por la oración y acción de gracias poseen un efecto análogo en el ámbito espiritual. Justino dice que nutren nuestros cuerpos, y por tanto conservan sus propiedades químicas; pero afirma que en virtud de su consagración, el pan y el vino se tornan en más que pan y vino ordinarios. Este punto de vista de la Eucaristía, llamado metabólico, parece haber sido el más común al principio. El traductor y editor de la Apología en la serie Ante-Nicene Fathers cita al papa Gelasio I, de fines del siglo V: “Por los sacramentos somos hechos participantes de la naturaleza divina, y aún así la sustancia y naturaleza del pan y del vino no cesan de estar en ellos...” No es sorprendente que esta afirmación de Gelasio no halla sido incluida en el Denzinger... Tampoco aparece su decreto (contra los maniqueos) ratificando la recepción de la Eucaristía bajo las dos especies [mencionado en The Catholic Encyclopedia, s.v. Gelasius I, pope]. En cambio sí aparecen otros documentos suyos.
(Prosigue Justino)
67. (3) El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas.
(4) Luego, cuando el lector termina, el presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.
(5) Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces, y éstas terminadas, como ya dijimos, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente, según sus fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus preces y acciones de gracias y todo el pueblo exclama diciendo “amén”. Ahora viene la distribución y participación, que se hace a cada uno, de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío por medio de los diáconos a los ausentes.
Diálogo con Trifón
41. (1) La ofrenda de la flor de harina, señores –proseguí- que se mandaba a hacer por los que se purificaban de la lepra, era figura del pan de la Eucaristía que nuestro Señor Jesucristo mandó ofrecer en memoria de la pasión que él padeció por todos los hombres que purifican sus almas de toda maldad, a fin de que juntamente demos gracias a Dios por haber creado el mundo y cuanto en él hay por amor del hombre, por habernos a nosotros librado de la maldad en que nacimos y haber destruido con destrucción completa a los principados y potestades de aquel que, según su designio, nació pasible.
(2) De ahí que sobre los sacrificios que vosotros entonces ofrecíais, dice Dios, por boca de Malaquías, uno de los doce profetas: No está mi complacencia en vosotros –dice el Señor- , y vuestros sacrificios no los quiero recibir de vuestras manos. Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, mi nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y sacrificio puro. Porque grande es mi nombre en las naciones –dice el Señor-, y vosotros lo profanáis [Malaquías 1:10-12].
(3) Ya entonces, anticipadamente, habla de los sacrificios que nosotros, las naciones, le ofrecemos en todo lugar, es decir, del pan de la Eucaristía y lo mismo del cáliz de la Eucaristía, a par que dice que nosotros glorificamos su nombre y vosotros lo profanáis.
117. (1) Así, pues, Dios atestigua de antemano que le son agradables todos los sacrificios que se le ofrecen por el nombre de Jesucristo, los sacrificios que éste nos mandó ofrecer, es decir, los de la Eucaristía del pan y del vino, que celebran los cristianos en todo lugar de la tierra. En cambio, Dios rechaza los sacrificios que vosotros le ofrecéis por medio de vuestros sacerdotes, cuando dice: Y no recibiré de vuestras manos vuestros sacrificios, porque desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, mi nombre es glorificado –dice- en las naciones y vosotros lo profanáis.
(2) Vosotros seguís aún ahora diciendo porfiadamente que Dios dice no recibir los sacrificios que se le ofrecían en Jerusalén por los israelitas que en aquel tiempo la habitaban; sí, en cambio, las oraciones que le hacían los hombres de aquel pueblo que se hallaban en la dispersión, y estas oraciones son las que llama sacrificios. Ahora bien, que las oraciones y acciones de gracias hechas por hombres dignos son los únicos sacrificios perfectos y agradables a Dios, yo mismo os lo concedo.
(3) Justamente ésos solos son los que los cristianos han aprendido a ofrecer hasta en la consagración del pan y del vino, en que se recuerda la Pasión que por su amor sufrió el Hijo de Dios...
(5) En cambio, no hay raza alguna de hombres, llámense bárbaros o griegos o con otros nombres cualesquiera, ora habiten en casas o se llamen nómadas sin viviendas o moren en tiendas de pastores, entre los que no se ofrezcan por el nombre de Jesús crucificado oraciones y acciones de gracias al Padre y hacedor de todas las cosas.
(Jetonius) Lo que Justino dice aquí es conforme a la interpretación metabólica ya mencionada. Precisamente las oraciones y las acciones de gracias (lo que significa “eucaristía”) son los sacrificios válidos; la eucaristía es además synaxis (reunión) y anamnesis (memoria) de la pasión de Cristo.
¡De la eucaristía como “actualización” del sacrificio de Cristo, nada; de la transubstanciación, menos!
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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