Los versículos, yo los tengo así al traducirlo al español:
25 Sabed, pues, y entended bien que desde el momento en que se dio la orden de reconstruir Jerusalén a uno ungido príncipe hay siete semanas; y luego sesenta y dos semanas. Se reconstruirán de nuevo las calles y los muros, pero en medio de la angustia de los tiempos.
26 Y después de estas sesenta y dos semanas el ungido será suprimido, y no tendrá nada, y la ciudad y el santuario serán arruinados por el pueblo de un futuro gobernante; y al final será barrido violentamente, pero la guerra y la desolación prevalecerán hasta el final.
Entendemos que la persona ungida del versículo 25 es Ciro, el hijo de la reina judía Esther. Y nos basamos en II Crónicas 36:22-23:
En el primer año de Ciro, rey de Persia, en el tiempo en que debía cumplirse la palabra del Eterno, dicha por Jeremías, el Eterno despertó la buena voluntad de Ciro, rey de Persia, y proclamó por todo su reino de viva voz, y también por cartas escritas, lo siguiente: “Así dice Ciro, rey de Persia: «El Eterno, D-os de los cielos, me ha entregado todos los reinos de la tierra en mi mano, y me ha encargado que le construya un templo en Jerusalén, que está en Judea. Si hay alguno de vosotros que pertenezca a su pueblo, que el Señor su Dios esté con él, para que suba...»”.
El otro ungido, el del versículo 26, lo identificamos con el rey Agripa sobre Judea, en cuyo reinado acaece la destrucción del Segundo Templo. Él es castigado con la severa pena que en hebreo se dice karet, o ser suprimido. Quien arruina la ciudad y el santuario en este versículo viene a ser Tito.