Buen planteamiento, pero ¿cuál es la obsesión?
Si el mensaje central del evangelio es la vida eterna en Cristo y la resurrección de nuestros cuerpos glorificados e inmortales, ¿por qué esa insistencia en anticipar ese evento profético con la idea de que existen dos entidades incorpóreas, conscientes e inmortales que se separan del cuerpo al morir?
Según esta visión, el “alma” iría al paraíso, mientras que el “espíritu”, también incorpóreo y consciente, volvería a Dios que lo dio. En otras palabras, se plantea que hay dos seres inmortales conscientes e independientes esperando la resurrección.
Esta idea es insostenible bíblicamente cuando se analiza a la luz del contexto general de las Escrituras.
Lo lógico, si respetamos las bases reveladas desde Génesis, es armonizar lo que el autor bíblico realmente quiso transmitir en su contexto, y no forzar el texto para que encaje en una enseñanza griega ajena a la cosmovisión hebrea.
De hecho, la idea de un alma inmortal consciente separada del cuerpo proviene directamente del pensamiento platónico, no del pensamiento bíblico.
En el platonismo, especialmente en el diálogo Fedón de Platón, se enseña que el alma es una entidad divina, inmortal y preexistente, que está “atrapada” en el cuerpo material, el cual es considerado una prisión o cárcel.
La muerte, entonces, es vista como una liberación del alma hacia su verdadero estado de pureza espiritual. Esta visión dualista griega (alma buena, cuerpo malo) es completamente ajena a la antropología que presenta la Biblia, donde el ser humano no tiene un alma, sino es un alma viviente (Génesis 2:7).
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