Todas las imágenes de los santos y vírgenes católicos son ídolos.
Cada vez que un católico le reza a una imagen, en papel o en escultura o como sea, pensando en la persona que representa, está idolatrando a la imagen y adorando a la persona. Dios no ha dado permiso ni instrucción a ningún humano a usar una imagen de otro individuo para acercarse a él. Él escucha todas las oraciones sin necesidad de que alguien se las cuente, y si la persona pide de acuerdo a su voluntad, él sabe cómo responderles.
Los católicos tienen vírgenes y santos incluso para favorecer a los delincuentes, a los borrachos, a las prostitutas, a los mentirosos, etc. Mucha gente lleva regalos a esos personajes invisibles a los pies de sus estatuas en las iglesias católicas para darle gracias por sus favores, y los líderes católicos reciben esos regalos a nombre de sus santos y vírgenes.