He estado revisando este epigrafe, en el cual alguien copio y pego LA DECLARACION DE LA INERRABILIDAD de la cual tomo lo siguiente:
DECLARACION DE LA INERRABILIDAD
DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
PREFACIO
La autoridad de las Sagradas Escrituras es un asunto clave para la Iglesia Cristiana en esta época y en todas. Aquéllos que profesan la fe en Jesucristo como Señor y Salvador están llamados a mostrar la realidad de su condición de discípulos a través de la obediencia humilde y fiel a la Palabra escrita de Dios. Apartarse de las Sagradas Escrituras en fe o conducta es DESLEALTAD a nuestro Señor Jesucristo. El reconocimiento de la veracidad y viabilidad TOTAL de las Sagradas Escrituras es algo esencial para poder captar y confesar adecuadamente su autoridad.
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Las Sagradas Escrituras, por ser la Palabra misma de Dios, escrita por los hombres preparados y guiados por su Espíritu, son de infalible autoridad divina en todo aquello a que se refiera; han de ser creídas, como instrucción de Dios, en todo lo que requiere; recibidas, como garantía de Dios, en todo lo que promete.
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La autoridad de las Sagradas Escrituras sufre inevitablemente daño si esta divina y total infalibilidad se limita o descarta en cualquier sentido, o se hace depender de algún concepto de la verdad contrario al propio de la Biblia. Tales desvíos acarrean pérdidas muy serias tanto para el individuo como para la Iglesia.
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Artículo II
Afirmamos que las Sagradas Escrituras son la suprema norma escrita por medio de la cual Dios ata a la conciencia, y que la autoridad de la Iglesia se halla subordinada a la de las Sagradas Escrituras.
Artículo III
Afirmamos que la Palabra escrita es en su totalidad revelación dada por Dios.
Artículo XI
Afirmamos que las Sagradas Escrituras, por haber sido dadas por inspiración divina, son infalibles, de forma que, lejos de desorientarnos, son veraces y de confiar en todos los asuntos a que hacen referencia.
Negamos que sea posible que la Biblia sea al mismo tiempo infalible y errada en sus afirmaciones. Se pueden distinguir la infabilidad y la inerrabilidad, pero no separarlas.
Artículo XII
Afirmamos que las Sagradas Escrituras en su totalidad son inerrantes, estando libres de toda falsedad, fraude, o engaño.
Negamos que la infalibilidad y la inerrabilidad bíblicas estén limitadas a los temas espirituales, religiosos, o relativos a la redención, excluyendo las afirmaciones en los campos de la historia y de la ciencia. Negamos también que las hipótesis científicas sobre la historia de la tierra puedan ser usadas correctamente para trastornar las enseñanzas de las Sagradas Escrituras sobre la creación y el diluvio.
Artículo XVI
Afirmamos que la doctrina de la inerrabilidad ha sido parte integral de la fe de la Iglesia a través de toda su historia.
Negamos que la inerrabilidad sea una doctrina inventada por los doctores del protestantismo, o una posición reaccionaria postulada ante la negatividad de la alta crítica.
Cuando Adán cayó, el Creador no abandonó a la humanidad a un juicio final, sino que prometió la salvación y comenzó a revelarse a sí mismo como Redentor en una secuencia de sucesos históricos alrededor de la familia de Abraham que culminaron en la vida, muerte, resurrección, ministerio celestial presente, y retorno prometido de Jesucristo. Dentro de este marco, Dios, de tiempo en tiempo, ha hablado palabras específicas de juicio y de misericordia, de promesa y de mandato a los seres humanos pecadores, llevándolos así a una relación pactada de compromiso mutuo entre El y ellos, en la cual El los bendice con los dones de su gracia y ellos lo bendicen con una adoración de respuesta. Moisés, a quien Dios usó como mediador para llevarle sus Palabras a su pueblo en la época del Exodo, está a la cabeza de una larga secuencia de profetas en cuyas bocas y escritos Dios puso sus Palabras para liberar a Israel. El propósito de Dios en esta sucesión de mensajes fue mantener su pacto haciendo que su pueblo conociera su Nombre -esto es, su Naturaleza- y su voluntad, tanto en los preceptos y propósitos para el presente, como para el futuro. Esta línea de voceros proféticos de Dios tuvo su plenitud en Jesucristo. Palabra encarnada de Dios, El también fue un profeta -más que un profeta-, y en los apóstoles y profetas de la primera generación cristiana. Cuando el mensaje final y climático de Dios, su Palabra al mundo con respecto a Jesucristo, hubo sido hablada y aclarada por los que pertenecían al círculo apostólico, la secuencia de los mensajes revelados cesó. Desde entonces, la Iglesia habría de vivir y conocer a Dios por lo que El ya había dicho, que fue para todas las épocas.
Jesucristo, el Hijo de Dios que es la Palabra hecha carne, nuestro Profeta, Sacerdote, y Rey, es el Mediador definitivo de la comunicación de Dios con el hombre, ya que El es el mayor de los dones de la gracia de Dios. La revelación que El trajo fue más que verbal: reveló al Padre por medio de su presencia y también de sus obras. Sin embargo, sus palabras tienen una importancia crucial, porque El era Dios, hablaba en nombre del Padre, y sus palabras juzgarán a todos los hombres en el día postrero.