Salgo a la calle, y tras el saludo de rigor interpelo al primer anciano que se me cruza en el camino:
-Usted y yo estamos ya próximos a partir de este mundo, ¿qué seguirá para nosotros después?
(Pregunto así, para que no se sienta provocado con algo directamente personal).
Siendo que toda su vida se ha ufanado de ser ateo, aprovecha a confesar su idea:
-Nada. Como se apaga la llama de una vela, se arranca una flor del tallo o un animal estira la pata y muere, así nos sucederá a nosotros, no importa si fuimos malos o buenos.
Ahora es un agnóstico orgulloso de ser calificado con un adjetivo que muchos ni siquiera oyeron:
-Nunca lo supe, no lo sé ni me preocupa. Por las dudas, procuro que mis buenas acciones superen a las malas, por si hay un dios que ponga en la balanza unas y otras. Eso será toda una sorpresa, y de no haber nada más tras la muerte, al menos me habré ahorrado en vida la restricción religiosa.
Esta vez, es el vecino más elegante del barrio que me declara la razón de su escepticismo:
-Me gusta estudiar e investigar todo cuanto despierta mi curiosidad intelectual, convencido, de antemano, que nunca alcanzaré a conocer todo, ni siquiera algo con absoluta certeza. Así que voy por el mundo libre y feliz de religión que me ate, pero infeliz por mi falta de esperanza. No sé lo que nos espera, caso que algo nos espere.
Toca el turno a un veterano ya enclenque por sus muchos años, pero que contenta a todos con su credulidad:
-Si nos toca un cielo de gloria, será muy bueno pero algo aburrido por lo poco concurrido. Si vamos al infierno, pasaremos mal por el exceso de calor, pero al menos será muy divertido con tanta gente de lo más piadosa mezclada con una multitud de expertos en todos los vicios y pecados.
(Hasta acá les he compartido algo de mis encuentros con incrédulos, pero a medida que pueda entrevistar a creyentes (genuinos) y de los otros (que dicen ser y no son), compartiré sus ideas)
Cordiales saludos
-Usted y yo estamos ya próximos a partir de este mundo, ¿qué seguirá para nosotros después?
(Pregunto así, para que no se sienta provocado con algo directamente personal).
Siendo que toda su vida se ha ufanado de ser ateo, aprovecha a confesar su idea:
-Nada. Como se apaga la llama de una vela, se arranca una flor del tallo o un animal estira la pata y muere, así nos sucederá a nosotros, no importa si fuimos malos o buenos.
Ahora es un agnóstico orgulloso de ser calificado con un adjetivo que muchos ni siquiera oyeron:
-Nunca lo supe, no lo sé ni me preocupa. Por las dudas, procuro que mis buenas acciones superen a las malas, por si hay un dios que ponga en la balanza unas y otras. Eso será toda una sorpresa, y de no haber nada más tras la muerte, al menos me habré ahorrado en vida la restricción religiosa.
Esta vez, es el vecino más elegante del barrio que me declara la razón de su escepticismo:
-Me gusta estudiar e investigar todo cuanto despierta mi curiosidad intelectual, convencido, de antemano, que nunca alcanzaré a conocer todo, ni siquiera algo con absoluta certeza. Así que voy por el mundo libre y feliz de religión que me ate, pero infeliz por mi falta de esperanza. No sé lo que nos espera, caso que algo nos espere.
Toca el turno a un veterano ya enclenque por sus muchos años, pero que contenta a todos con su credulidad:
-Si nos toca un cielo de gloria, será muy bueno pero algo aburrido por lo poco concurrido. Si vamos al infierno, pasaremos mal por el exceso de calor, pero al menos será muy divertido con tanta gente de lo más piadosa mezclada con una multitud de expertos en todos los vicios y pecados.
(Hasta acá les he compartido algo de mis encuentros con incrédulos, pero a medida que pueda entrevistar a creyentes (genuinos) y de los otros (que dicen ser y no son), compartiré sus ideas)
Cordiales saludos