en que creo como catolico

2 Noviembre 2002
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CREO EN UN SOLO DIOS, Padre Omnipotente, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles.

Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre, antes de todos los siglos;
; Engendrado no hecho; consubstancial al Padre, por Quien fueron hechas todas las cosas.

Quien por nosotros los hombres y para nuestra salvación, bajó de los cielos y se encarnó del Espíritu Santo y María Virgen, y se hizo hombre.
Fue crucificado también para nosotros bajo el poder de Poncio Pilatos, padeció, fue sepultado. Resucitó al tercer día según las escrituras.
Subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre. Y vendrá por segunda vez lleno de gloria a juzgar a los vivos y a los muertos y su Reino no tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado que habló por los profetas.

Y un solo bautismo para la remisión de los pecados.


mismo en lo que cren catolicos,ortodoxos,luteranos,anglicanos.
 
:no: No, no; no es lo mismo

:no: No, no; no es lo mismo

Y un solo bautismo para la remisión de los pecados.


Hermano, no es el mismo bautismo el católico que el evangélico. El católico es para "perdonar" el supuesto pecado original, mientras que el evangélico es -mediante el arrepentimiento, que es algo que los bebés no pueden ejercer- para el perdón de todos los pecados (Hechos, 2:38).

Además de los puntos de fe que describes, hay otras muchas diferencias irreconciliables entre católicos y evangélicos.

Shalom
 
¿Son evangélicos los luteranos?

¿Son evangélicos los luteranos?

Una aclaración:

Supongo que al incluir a los luteranos en tu relación, estás pensando en los evangélicos en general; a menos que no los consideres a éstos como evangélicos, en cuyo caso, el debate iría por otros caminos.

Shalom
 
Re: en que creo como catolico

Originalmente enviado por: kristiano2003
CREO EN UN SOLO DIOS, Padre Omnipotente, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles.

Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre, antes de todos los siglos;
; Engendrado no hecho; consubstancial al Padre, por Quien fueron hechas todas las cosas.

Quien por nosotros los hombres y para nuestra salvación, bajó de los cielos y se encarnó del Espíritu Santo y María Virgen, y se hizo hombre.
Fue crucificado también para nosotros bajo el poder de Poncio Pilatos, padeció, fue sepultado. Resucitó al tercer día según las escrituras.
Subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre. Y vendrá por segunda vez lleno de gloria a juzgar a los vivos y a los muertos y su Reino no tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado que habló por los profetas.

Y un solo bautismo para la remisión de los pecados.
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Tobi
Siento decirte que eso de bautismo no consta en el credo niceno y lo de "para la remisión de los pecados" fué un añadido porsterior al Credo Nicenoconstantinopolitano.
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mismo en lo que cren catolicos,ortodoxos,luteranos,anglicanos.
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Dinos kristiano2003. Si crees en todo esto estas en comunión con catolicos,ortodoxos,luteranos y anglicanos. ¿Es así?
Sabes que no lo es y por dos razones. La primera porque vuestra Institución vaticana lateranense se separó de la catolicidad de una manera "oficial" y definitiva cuando el Cardenal Humberto, enviado del papa León IX a Constantinopla depositó sobre el altar de la Basílica de Santa Sofia, preparado para la celebración eucarística, una bula de excomunión el 16 de julio del año 1054. Así, Roma se separó de la catolicidad y la actual Institución que se autodenomina "Iglesia Católica" -usurpando tanto lo de católica (puesto que se separó de la catolicidad) como lo de iglesia cristiana- que se fundó realmente en el año 1123 mediante el I concilio de Letran. A partir de entonces es cuando se crea la actual dogmática romanista cada vez más separada de la tradición apostólica y mas unida al antiguo paganismo mesopotámico-greco-romano.
En cuanto a las iglesias Luterana y Anglicana, también Roma se separó de ellas mediante el mismo sistema de las bulas de excomunión que uso con las iglesias orientales. en el 1520 contra las iglesias de Alemania; 1549, gran parte de Suiza; y les siguieron Los Paises Bajos, Escandinavia, Iglaterra, etc. etc.
Actualmente y con la última encíclica papal "Ecclesia de Eucharistia" te prohibe la comunión con aquellos de quien dices creer lo mismo que ellos.
Cuando se cree lo mismo se incian vinculos de fraternidad en una misma fe y eso es lo que ocurre con la las diversas denominaciones protestantes y salvo excepciones de algunos elementos muy puntuales esta fraternidad predomina por encima de práctica cultuales.
Así, pues, decir que alguien que se denomina católico tiene la "misma fe" que la expresada en los credos niceno y constantinopolitano no deja de ser una irrealidad.
Mis saludos
 
Re: en que creo como catolico

Originalmente enviado por: kristiano2003
CREO EN UN SOLO DIOS, Padre Omnipotente, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles.

Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre, antes de todos los siglos;
; Engendrado no hecho; consubstancial al Padre, por Quien fueron hechas todas las cosas.

Quien por nosotros los hombres y para nuestra salvación, bajó de los cielos y se encarnó del Espíritu Santo y María Virgen, y se hizo hombre.
Fue crucificado también para nosotros bajo el poder de Poncio Pilatos, padeció, fue sepultado. Resucitó al tercer día según las escrituras.
Subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre. Y vendrá por segunda vez lleno de gloria a juzgar a los vivos y a los muertos y su Reino no tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado que habló por los profetas.

Y un solo bautismo para la remisión de los pecados.


mismo en lo que cren catolicos,ortodoxos,luteranos,anglicanos.

Hola Kristiano:

Suena interesante aquello que profesas creer. Si es así, que bueno. Solo quisiera soltar una pregunta respecto a lo que sostienes: Cuando has tenido alguna discrepancia en este foro con quienes asumes creer lo mismo (católicos, ortodoxos, luteranos, anglicanos) ¿Cuál fue el motivo de la discrepancia? ¿Creemos realmente lo mismo? No te ofendas por la duda, solo quisiera saber tu respuesta.

Que Dios te bendiga.

Alfonso.
 
Unas preguntas...

Unas preguntas...

Si crees realmente en lo que dices, me puedes contestar estas preguntas.

1.- ¿ Has llegado al convecimiento espiritual que si mueres hoy irias al cielo ?



2.- ¿ Supongamos que mueres hoy ( no es lo que quiero que pase) , y te preguntara Dios, por qué debo dejarte entrar al cielo que le dirias?







Espero tus respuestas y gracias, y que Dios te bendiga.
 
Re: Unas preguntas...

Re: Unas preguntas...

Originalmente enviado por: Albertomty
Si crees realmente en lo que dices, me puedes contestar estas preguntas.

1.- ¿ Has llegado al convecimiento espiritual que si mueres hoy irias al cielo ?

no lo se solo Dios podra decir si debo o no entrar ,

2.- ¿ Supongamos que mueres hoy ( no es lo que quiero que pase) , y te preguntara Dios, por qué debo dejarte entrar al cielo que le dirias?

eso es solo entre el y yo.





Espero tus respuestas y gracias, y que Dios te bendiga.
 
Re: Re: en que creo como catolico

Re: Re: en que creo como catolico

Jamas dije que estuvueramos en comunion solo que es el mismo credo.

por cierto las mutuas excomuniones entre catolicos latinos, y catolicos ortodoxos ya se levantaron, incluso con los anglicanos y luteranos.

Originalmente enviado por: Tobi
 
Re: ¿Son evangélicos los luteranos?

Re: ¿Son evangélicos los luteranos?

sin ofender los ortodoxos y latinos somos lo mismo somos iglesia apostolicas, anglucanos y luteranos igleias historicas protestantes,


las demas nuevos moviemientos religiosos.

por cierto no me referia a los evangelicos



Originalmente enviado por: Aarón1
Una aclaración:

Supongo que al incluir a los luteranos en tu relación, estás pensando en los evangélicos en general; a menos que no los consideres a éstos como evangélicos, en cuyo caso, el debate iría por otros caminos.

Shalom
 
Re: :no: No, no; no es lo mismo

Re: :no: No, no; no es lo mismo

Originalmente enviado por: Aarón1
Hermano, no es el mismo bautismo el católico que el evangélico. El católico es para "perdonar" el supuesto pecado original, mientras que el evangélico es -mediante el arrepentimiento, que es algo que los bebés no pueden ejercer- para el perdón de todos los pecados (Hechos, 2:38).

Además de los puntos de fe que describes, hay otras muchas diferencias irreconciliables entre católicos y evangélicos.

Shalom



el Sacramento del Bautismo se perdonan al creyente todos sus pecados y que por medio de este Sacramento, los creyentes se hacen miembros de la Iglesia. Para ellos queda franqueado también el acceso a los otros sacramentos para su salvación. Así, en el Sacramento de la Confirmación (unción con el óleo) se proporciona al creyente la gracia del Espíritu Santo; en el Sacramento del Arrepentimiento se perdonan los pecados cometidos en uso de conciencia después del bautismo; en el Sacramento de la Eucaristía, que se lleva a cabo durante la Liturgia, se efectúa la comunión de los fieles con el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo
 
Re: Re: :no: No, no; no es lo mismo

Re: Re: :no: No, no; no es lo mismo

Originalmente enviado por: kristiano2003
el Sacramento del Bautismo se perdonan al creyente todos sus pecados y que por medio de este Sacramento, los creyentes se hacen miembros de la Iglesia. Para ellos queda franqueado también el acceso a los otros sacramentos para su salvación. Así, en el Sacramento de la Confirmación (unción con el óleo) se proporciona al creyente la gracia del Espíritu Santo; en el Sacramento del Arrepentimiento se perdonan los pecados cometidos en uso de conciencia después del bautismo; en el Sacramento de la Eucaristía, que se lleva a cabo durante la Liturgia, se efectúa la comunión de los fieles con el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo

Vamos por partes:

1. ¿Cuáles son los pecados cometidos por los recién nacidos y por qué los "unís a la iglesia" sin contar con su libertad de elección? Cristo dijo que "el que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado". De manera que añadís a la iglesia a alguien que posiblemente en el futuro será un incrédulo ateo destiando a la perdición.

2. Los llamados "sacramentos" no salvan a nadie; sólo salva la fe en el poder de la sangre de Jesucristo "Porque sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados".

3. El "sacramento" de la confirmación es un invento. El Espíritu Santo es dado al creyente en el momento de su conversión (Hechos, 2:38).

4. El "sacramento del arrepentimiento" es otro invento eufemístico. Vuestros pecados, supuestamente, e impostoramente, os los perdonan los sacerdotes, cuando sólo Dios puede perdonarlos.

5. Vuestra comunión es un disparate: Creéis que coméis pura carne y pura sangre mediante la llamada "transustaciación", ya que en el supuesto de que este fenómeno sucediera realmente, estaríais contraviniendo el mandamiento de no consumir sangre, además de un acto de horrible canibalismo.

Mi recomendación: Apocalipsis, 18:4.

Shalom
 
Saludos...

Saludos...

primeramente gracias por tus respuestas.

Sabes antes yo pensaba como tu, no sabia que iba a pasar después de que muere uno, trataba de hacer las cosas lo más correctas posibles, para que Dios no me tratara tan mal en mi juicio, pero después un amigo me comento, que la vida eterna es un REGALO. asi es un regalo se escucha increible, pero cierto.
Yo tenía mis dudas y lo investigue, por mi mismo, miré mi Biblia y ahí estaba lo que Dios decia no solo para mi, sino para ti y para todos los que le quieren escuchar, sabes Dios te ama, y te voy acompartir lo que viene en la biblia.

La vida eterna es un don(regalo)de Dios ...
Romanos 6:23

Tu sabes que un regalo, simplemete cuando te lo da tu mejor amigo algo que te gusta mucho te lo da gratis, porque los regalos son gratis, se lo aceptas; Y este regalo de vida eterna viene de Dios.


Tambien la biblia nos dice:

Y no es por obras para que nadie se glorié...

Efesios 2:8,9

Aqui nos dice que por más esfuerzo que haga yo para ganarme el cielo, pues realmente no va hacer asi, porque al ultimo el de la gloria voy hacer Yo.
No quiere decir que no haga obras, pero ahora las hago no para ganar el cielo, sino por amor a El, y en agradecimiento por el regalo que me dio de vida eterna.

Y lo que nos separa de este regalo de vida eterna es:
El pecado la biblia nos dice:

Pues todos pecaron y están faltos de la gloria de Dios.

Rom 3:23

Aqui nos incluye a todos los seres humanos, porque esta claro, todos pecamos y estamos sustituidos de la gloria de Dios.
No podemos entrar al cielo con pecado, porque el cielo se contaminaria.

Y también nos dice:

El que sabe hacer lo correcto y no lo hace es pecado.

Santiago 4:17

Y no puede decir pues cumplo todos los mandamientos y trato de hacer lo bueno, pero realmente es muy dificil,porque pecamos de pensamiento, de obra, nos dice que si sabes hacer lo bueno y no lo haces también es pecado.

Y hay otra parte en la biblia que nos dice:

Porque si alguien cumple toda la ley, pero falla en un solo punto, es como si faltara en todos.
Santiago 2:10

Como ves si fallas, en alguna cosita por mas minima que sea, se hace cumplable uno.

Como ves, es imposible tratar de ganar el cielo por mi mismo, por mas esfuerzos que haga no puedo.
Pero esto también Dios lo sabe, hablemos acerca de Dios:

La biblia nos dice:

Dios es amor...
1 Juan 4:8

Dios es amor que bonitas palabras, Dios nos ama, no por lo que somos sino por lo que es El.
Pero también la biblia nos dice que es un Dios justo.

Y nos dice que no pasara por inocente al culpable.

Exodo 34:7
Por un lado nos dice que es amor y por el otro nos dice que no pasara por inocente al culpable.
Realmente Dios nos ama, y no quiere castigarnos, pero no le gusta el pecado que tenemos, el odia el pecado, pero nos ama a nosotros.
Como arreglo este dilema para el hombre.

Dios satisfizo su justicia y probó su amor en la persona de Jesús...


Dios hizo cargar con nuestro pecado al que no cometió pecado, para que asi nosotros participáramos en él de la justicia y perfección de Dios.
2 Cor 5:21

Como vemos aqui Jesús cargo con nuestros pecados par asi poder llegar a Dios.

Nos dice que Jesús antes de morir dijo:

Todo está cumplido...

Juan 19:30

Lo que es lo mismo consumado es, lo que también quiere decir pagado esta, la deuda fue pagado.
Jesús murio por nuestros pecados, tu me podras decir esto ya lo sabía, pero realmente crees en esto?

Este regalo se recibe por medio de la fe.
Confiar unicamente en Jesús,la Biblia nos dice:

¡Así amo Dios al mundo! Le dio al hijo unico, para quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Juan 3:16

También Jesús nos dice...

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, Nadie va al Padre sino por mí.

Juan 14:6

Como ves Jesús no solamente murio por nosotros en la cruz, sino que resucito y nos tiene un lugar en el cielo para todos los que aceptan que murio por sus pecados, y lo aceptan en su vida en su corazón, en su mente.
Como no tratar de llevar una vida correcta, si Jesús murio por mi pecado, por tu pecado.

Y Jesús también nos dice...

Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo.

Apocalipsis 3:20

Como ves amigo, Dios quiere que escuches esto y no solo lo escuches sino él es tan grande que no nos da la vida eterna a la fuerza, sino que nos pregunta quien la quiere tener y quien no.
Si tu quieres tener la vida eterna amigo, lo que tienes que hacer es pedirle a Dios, tener fe, creer en su Hijo Jesucristo recibirlo como tu salvador; arrepentirte de tus pecados pidele que tenga el control de tu vida y pidele el regalo de vida eterna.
El te escucha y quiere saberlo de ti...

Y si hiciste esto te felicito porque dejame decirte lo que Jesús dice:

En verdad les digo: El que cree en mi tiene vida eterna.

Juan 6:47
Y si hiciste todo esto de nuevo te pregunto...

¿Si llegaras a morir hoy, a donde irias?


¿Y que le dirias a Dios cuando llegues al cielo?



Bueno ahora si es todo, este un mensaje de Dios, uno es solo un medio de él porque todo el honor y toda la gloria es para El.
Voy a orar por ti para que Dios te de entendimiento en esto que acabas de leer, y si aceptaste este regalo, pues me gustaría mucho saberlo.
Que Dios te bendiga amigo.
 
Re: Re: Re: en que creo como catolico

Re: Re: Re: en que creo como catolico

Originalmente enviado por: kristiano2003
Jamas dije que estuvueramos en comunion solo que es el mismo credo.

por cierto las mutuas excomuniones entre catolicos latinos, y catolicos ortodoxos ya se levantaron, incluso con los anglicanos y luteranos.

¿De veras? ¿Cuando se levantaron?
¿Puedes darnos datos concretos?
¿De donde has sacado este dato?
Además no es eso lo que dice la última encíclica papal "Ecclesia de Eucharistia"

Por otra parte no has respondido a una sola de mis objeciones. La principal de ella es que la Institución vaticana se separó de la catolicidad el 16 de julio del año 1054. Por lo tanto tambien se separó de la cristiandad. Para hacertelo más claro tambien desautorizó a los siete Concilios Ecuménicos puesto que primero el papa Gregorio VII afirmó en si Disctatus
16. Que ningún sínodo puede ser llamado general si no es guiado por él.
Y vuestro Catecismo dice:
884. "'La potestad del Colegio de los Obispos sobre toda la Iglesia se ejerce de modo solemne en el Concilio Ecuménico'. 'No existe concilio ecuménico si el sucesor de Pedro no lo ha aprobado o al menos aceptado como tal'

Pues bien. Ninguno de los siete Conclios Ecuménicos fueron convocados ni presididos por los papas o por sus legados. ¿Y tu afirmas creer en lo que dice el segundo de ellos?
Hazte la siguiente pregunta: ¿A que iglesia pertenezco?. ¿A la iglesia cristiana asentada en Roma en los primeros cinco siglos, o a la institución Vaticano-Lateranense fundada en el 1123?

La primera estaba dentro de la catolicidad, la segunda es cismática. No olvides que te lo he demostrado apelando a la história.
Mis saludos
 
Re: ¿Son evangélicos los luteranos?

Re: ¿Son evangélicos los luteranos?

Originalmente enviado por: Aarón1
Una aclaración:

Supongo que al incluir a los luteranos en tu relación, estás pensando en los evangélicos en general; a menos que no los consideres a éstos como evangélicos, en cuyo caso, el debate iría por otros caminos.

Shalom

El año pasado varias noticias de agencias seculares dieron cuenta que Luteranos, Anglicanos y Católicos habían acordado reconocer los "sacramentos" que se impartían entre si. Parte del movimiento ecuménico promovido por Roma. Creo que por eso esa pare del credo de nuestro amigo católico
 
Aclaración

Aclaración

Escribió kristiano:
Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre, antes de todos los siglos;
; Engendrado no hecho; consubstancial al Padre

No entiendo, disculpame, a que te refieres con

1. nacido del Padre, antes de todos los siglos
2. Engendrado no hecho
3. consubstancial al Padre
 
Re: en que creo como catolico

Originalmente enviado por: kristiano2003
CREO EN UN SOLO DIOS, Padre Omnipotente, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles. ....


¡Qué lástima que luego algunos se dedicaron a sumarle a sus creencias diferentes dogmas paganos, inventados y suavizados!
llamense estos:
unica verdad
maria inmaculada
pecado original
papado
magisterio unico
y tantas otras cosas mas alla de las enseñanzas bíblicas.
 
Re: Re: Re: Re: en que creo como catolico

Re: Re: Re: Re: en que creo como catolico

en ningun momento e negado la separacion del 1054, lo que te comento es que el credo es el mismo para catolicos latinos que ortodoxos,anglicanos y luteranos, todos reconocen el credo niceno.

sobre los levantmientos de excomuniones entre latinos y ortodoxos aqui te doy una lista de iglesias reconciliadas

IGLESIAS CATOLICAS ORIENTALES

(UNIATAS)

Estructuración de las Iglesias Católicas Orientales
Comunidad Greco-Católica Italo-Albanesa
Iglesia Greco-Católica Rutena
Iglesia Greco-Católica de Ucrania
Iglesia Greco-Católica de Rumania
Iglesia Greco-Católica de Hungría
Iglesia Greco-Católica de Eslovaquia
Iglesia Católica-Bizantina de la Ex-Yugoslavia
Iglesia Católica-Bizantina de Grecia
Iglesia Católica-Bizantina de Bulgaria
Iglesia Católica Siro-Malankar
Iglesia Católica Siro-Malabar
Iglesia Católica Siriana
Iglesia Católica Melquita
Iglesia Católica Maronita
Iglesia Católica de Etiopía
Iglesia Católica Copta
Iglesia Católica Caldea-Babilonica
Iglesia Católica Armenia

las Iglesias Orientales; y virtualmente segmentos de todas aquellas Iglesias se unieron a Roma. Debemos reconocer, sin embargo, que no todas aquellas uniones fueron el resultado de la actividad de los misioneros católicos. La Iglesia católica bizantina de Bulgaria, por ejemplo, fue el resultado directo de un movimiento espontáneo de ortodoxos hacia el catolicismo; y los Maronitas del Líbano, afirman que ellos jamás estuvieron sin Comunión con Roma.

DECLARACIÓN OFICIAL CONJUNTA ENTRE LA FEDERACION LUTERANA MUNDIAL Y LA IGLESIA CATOLICA SOBRE LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACION. Augsburgo.
©Zenit

469 años después (de la Reforma Protestante): la pequeña localidad bávara se ha vuelto a convertir a finales del segundo milenio en cruce de caminos del cristianismo. Aquí se firmó el 31 de octubre de 1999 la Declaración conjunta entre católicos y luteranos sobre la doctrina de la justificación. Fue éste precisamente el argumento que dividió a las dos iglesias en 1930, cuando los luteranos presentaron al emperador Carlos V la Confesión Augustana.

La fecha escogida para la firma del documento era particularmente simbólica, pues recuerda también aquel 31 de octubre de 1517 en el que Martín Lutero publicó sus 95 tesis de Wittemberg, dando inicio al movimiento reformador. El acuerdo sobre el texto fue anunciado el pasado 11 de junio en Ginebra, después de que la Iglesia católica pidiera que se hicieran algunos añadidos a un texto base para aclarar mejor algunos conceptos relacionados con la cuestión del pecado y de la cooperación del hombre en la salvación. El texto que firmaron el cardenal Edward Idriss Cassidy, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, y el obispo Christian Krause, presidente de la Federación Luterana Mundial, recoge los frutos de 30 años de diálogo surgidos tras el Concilio Vaticano II. Ofrecemos la traducción al castellano que ha distribuido a través de la agencia católica AICA la Conferencia Episcopal de Argentina.



1. Sobre la base de los acuerdos alcanzados en la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación (DJ), la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica declaran: «La doctrina de la justificación expuesta en la presente declaración demuestra que entre luteranos y católicos hay un consenso respecto a los postulados fundamentales de dicha doctrina» (DJ 40). Con base en este concurso la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica declaran: «Las condenas del Concilio de Trento no se aplican al magisterio de las iglesias luteranas expuesto en la presente declaración y, las condenas de las Confesiones luteranas no se aplican al magisterio de la Iglesia Católica expuesto en la presente declaración» (DJ 41).

2. Con relación a la Resolución que, acerca de la Declaración conjunta, fue tomada por parte del Consejo de la Federación Luterana Mundial del 16 de junio de 1998, y la respuesta de la Iglesia Católica del 25 de junio de 1998, y los interrogantes planteados por ambas, la declaración adjunta (denominada 'Anexo') acredita ulteriormente el consenso alcanzado en la Declaración conjunta, de modo que sea claro que las anteriores mutuas condenas doctrinales no son aplicables a las enseñanzas de ambas partes, tal como vienen presentadas en la Declaración conjunta.

3. Las dos partes en diálogo están comprometidas a continuar y profundizar el estudio acerca de los fundamentos bíblicos de la doctrina de la justificación. También buscarán una ulterior comprensión común de la doctrina de la justificación más allá de lo que ha sido tratado en la Declaración conjunta y la declaración substancial adjunta. Basados en el consenso alcanzado, es necesario continuar el diálogo; concretamente, se requiere una ulterior clasificación sobre las cuestiones mencionadas especialmente en la Declaración conjunta (DJ 43), para poder alcanzar la plena comunión eclesial, una unidad en la diversidad, en la que las restantes diferencias podrían ser «reconciliadas» y no tendrían más una fuerza divisoria. Católicos y Luteranos continuarán ecuménicamente sus esfuerzos en su testimonio común de interpretar el mensaje de la justificación en un lenguaje apropiado para los hombres y mujeres de hoy, y con referencia a las preocupaciones, tanto individuales como sociales, de nuestro tiempo. Con esta firma, la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial confirman la Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación en su totalidad.

---------- ANEXO ----------

1. Las siguientes elucidaciones subrayan el consenso alcanzado en la Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (DJ) con referencia a las verdades básicas de la justificación; así se pone en claro que las condenas mutuas de los tiempos pasados no se aplican a las doctrinas católica y luterana sobre la justificación tal como éstas son presentadas en la Declaración conjunta.

2. «Juntos confesamos: Solo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras» (DJ 15).

a) «Juntos confesamos que la gracia de Dios perdona el pecado del ser humano y, a la vez, lo libera del poder avasallador del pecado (...)» (DJ 22). La justificación, por la que Dios «confiere el don de una nueva vida en Cristo» (DJ 22), es perdón de los pecados y hace justos. «Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios» (Rom 5,1). Somos «llamados hijos de Dios, pues, lo somos» (1 Jn 3, 1). Somos verdadera e internamente renovados por la acción del Espíritu Santo, permaneciendo siempre dependientes de su acción en nosotros. «Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; paso lo viejo, todo es nuevo» (2 Cor. 5,17). En este sentido, los justificados no siguen siendo pecadores. Aun así nos engañamos si decimos que no tenemos pecado (1Jn 1: 8-10), cf. DJ 28). «Pues todos caemos muchas veces» (ST 3,2) «¿Quién se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas límpiame» (Sal 19, 13).

Cuándo oramos solo podemos decir, como el recaudado de impuestos, «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy un pecador!» (Lc 18,13). Esto es expresado de diversas maneras en nuestras liturgias. Juntos escuchamos la exhortación «no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias» (Rom 6, 12). Lo que nos recuerda es el peligro continuo que viene del poder del pecado y su acción en los cristianos. En este sentido, Católicos y Luteranos juntos pueden comprender al cristiano como simul justus et peccator, a pesar de sus diferentes aproximaciones a este argumento tal como es expresado en DJ 29-30.

b) El concepto de «concupiscencia» es usado por Católicos y Luteranos con sentidos diferentes. En los escritos confesionales luteranos, la concupiscencia es entendida como el deseo egoísta de los seres humanos que a la luz de la Ley, espiritualmente entendida, es visto como pecado. En la comprensión católica, la concupiscencia es una inclinación que permanece en los seres humanos aún después del bautismo, que viene del pecado y conduce a él. A pesar de las diferencias aquí incluidas, desde la perspectiva luterana se puede reconocer que el deseo puede llegar a ser la abertura por la que el pecado ataca. Debido al poder del pecado, el entero género humano sobrelleva la tendencia a oponerse a Dios. Esta tendencia, de acuerdo con las concepciones católica y luterana, «no corresponde al designio inicial de Dios para la humanidad» (DJ 30). El pecado tiene un carácter personal y, en cuanto tal, conlleva a la separación de Dios. Es el deseo egoísta del hombre viejo y la falta de confianza y amor hacia Dios. La realidad de la salvación en el bautismo y el peligro que viene del poder del pecado pueden ser expresados de tal manera que, de un lado, se enfatice el perdón de los pecados y la renovación de la humanidad en Cristo por el bautizado y, de otra parte, puede ser visto que los justificados «están expuestos, también constantemente, al poder del pecado y a sus ataques apremiantes (cf. Rom 6, 12-14), y no están eximidos de luchar durante toda su vida contra la oposición a Dios (...)» (DJ 28).

c) La justificación tiene lugar «solo por gracia» (DJ 15 y 16), por la sola fe; la persona es justificada «sin las obras» (Rom 3, 28, cf. DJ 25). «La gracia crea la fe no solo cuando la fe comienza en una persona, sino hasta cuando esta fe termina» (Tomás de Aquino, S.Th II/II 4, 4 ad 3). La obra de la gracia de Dios no excluye la acción humana: Dios obra todo, la voluntad y la realización, por eso estamos llamados a esforzarnos (cf. Fil 2, 12 ss). «Desde el momento en que el Espíritu Santo ha iniciado su obra de regeneración y renovación en nosotros, mediante la Palabra y los santos sacramentos, es seguro que podemos y debemos cooperar por el poder del Espíritu Santo...» (Fórmula de Acuerdo, FC SD II, 64s; BSKL 897, 37 ss).

d) La gracia como fraternidad de los justificados con Dios en la fe, esperanza y caridad es siempre recibida de la obra creadora y salvífica de Dios (cf. DJ 27). Pero es todavía responsabilidad de los justificados no echar a perder la gracia que vive en ellos. La exhortación a hacer buenas obras es una exhortación a practicar la fe (cf. BSLK 197,45). Las buenas obras de los justificados «deben hacerse para confirmar su llamada, esto es, para que no abandonen su llamado al pecar de nuevo» (Apol. XX, 13, BSLK 316, 18-24); referido a 2Pe 1, 10; cf. También FC SD IV, 33; BSLK 948, 9-23). En este sentido, Luteranos y Católicos pueden entender juntos lo que se ha dicho acerca de «preservar la gracia» en DJ 38 y 39. Ciertamente, «todo lo que en el ser humano antecede o sucede al libre don de la fe no es motivo de justificación ni la obtiene» (DJ 25).

e) Por la justificación somos incondicionalmente llevados a la comunión con Dios. Esto incluye la promesa de la vida eterna: «Porque si nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante» (Rom 6, 5; cf. Jn 3, 36; Rom 8, 17). En el juicio final, los justificados serán juzgados también por sus obras (cf. Mt 16, 27; 25, 31-46; Rom 2, 16; 14, 12; 1Cor 3, 8; 2 Cor 5, 10, etc). Enfrentamos un juicio en el que la sentencia misericordiosa de Dios aprobará todo lo que en nuestra vida y obras corresponda a su voluntad. De todas formas, todo lo que en nuestra vida es injusto será descubierto y no entrará en la vida eterna. La Fórmula de Acuerdo también declara: «Es expreso mandato y voluntad divina que los creyentes realicen las buenas obras que el Espíritu Santo obra en ellos, y Dios está dispuesto a alegrarse con ellos por Cristo y promete recompensarlos gloriosamente en esta vida y en la vida futura» (FC SD IV, 38). Toda recompensa es una recompensa de gracia, que no podemos reclamar.

3) La doctrina de la justificación es medida o criterio para la fe cristiana. Ninguna enseñanza puede contradecir este criterio. En este sentido, la doctrina de la justificación es «un criterio indispensable que sirve constantemente para orientar hacia Cristo el magisterio y la práctica de nuestras Iglesias» (DJ 18). Como tal, tiene su verdad y significado específico al interno del entero contexto de la confesión fundamental de la fe trinitaria de la Iglesia. «Compartimos la meta de confesar a Cristo en quien debemos creer primordialmente por ser el solo mediador» (1 Tim 2,5-6) a través de quien Dios se da a sí mismo en el Espíritu Santo y pródiga sus dones renovadores» (DJ 18). 4) La Respuesta de la Iglesia Católica no pretende poner en cuestión la autoridad de los Sínodos Luteranos o de la Federación Luterana Mundial. La Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial iniciaron el diálogo y lo han llevado a cabo como partes con iguales derechos («par cum part»). No obstante las diferentes concepciones acerca de la autoridad en la Iglesia, cada parte respeta el proceso propio de la otra para alcanzar las decisiones doctrinales.

---------- DECLARACION ----------

«DECLARACIÓN CONJUNTA SOBRE LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACIÓN IGLESIA CATÓLICA ROMANA - IGLESIAS DE LA TRADICIÓN LUTERANA»

Preámbulo

1. La doctrina de la justificación tuvo una importancia capital para la reforma luterana del siglo XVI. De hecho, sería el «artículo primero y principal» (1), a la vez, «rector y juez de las demás doctrinas cristianas» (2). La versión de entonces fue sostenida y defendida en particular por su singular apreciación contra la teología y la Iglesia católica romana de la época que, a su vez, sostenían y defendían una doctrina de la justificación de otra índole. Desde la perspectiva de la Reforma, la justificación era la raíz de todos los conflictos, y tanto en las Confesiones luteranas (3) como en el Concilio de Trento de la Iglesia Católica Romana, hubo condenas de una y otras doctrinas. Estas últimas siguen vigentes, provocando divisiones dentro de la Iglesia.

2. Para la tradición luterana, la doctrina de la justificación conserva esa condición particular. De ahí que desde el principio, ocupara un lugar preponderante en el diálogo oficial luterano - católico romano.

3. Al respecto, les remitimos a los informes E1 Evangelio y la Iglesia (1972) (4) y Iglesia y justificación (1994) (5) de la Comisión luterano-católico romana; Justificación por Fe (1983) (6) del Diálogo luterano-católico romano de los EE.UU. y Las Condenaciones de la Era de la Reforma ¿Aún dividen? (1986) (7) del Grupo de trabajo ecuménico de teólogos protestantes y católicos de Alemania. Las iglesias han acogido oficialmente algunos de estos informes de los diálogos; ejemplo importante de esta acogida es la respuesta vinculante que en 1994 dio la Iglesia Evangélica Unida de Alemania al estudio Condenaciones al más alto nivel posible de reconocimiento eclesiástico, junto con las demás iglesias de la Iglesia Evangélica de Alemania (8).

4. Respecto a los debates sobre la doctrina de la justificación, tanto los enfoques y conclusiones de los informes de los diálogos como las respuestas trasuntan un alto grado de acuerdo. Por lo tanto, ha llegado la hora de hacer acopio de los resultados de los diálogos sobre esta doctrina y resumirlos para informar a nuestras iglesias acerca de los mismos a efectos de que puedan tomar las consiguientes decisiones vinculantes.

5. Una de las finalidades de la presente Declaración conjunta es demostrar que a partir de este diálogo, las iglesias luteranas y católica romana (9) se encuentran en posición de articular una interpretación común de nuestra justificación por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo. Cabe señalar que no engloba todo lo que una y otra iglesia enseñan acerca de la justificación, limitándose a recoger el consenso sobre las verdades básicas de dicha doctrina y demostrando que las diferencias subsistentes en cuanto a su explicación, ya no dan lugar a condenas doctrinales.

6. Nuestra declaración no es un planteamiento nuevo e independiente de los informes de los diálogos y demás documentos publicados hasta la fecha; tampoco los sustituye, más bien, tal como lo demuestra la lista de fuentes que figura en anexo, se nutre de los mismos y de los argumentos expuestos en ellos.

7. Al igual que los diálogos en sí, la presente Declaración conjunta se funda en la convicción de que al superar las cuestiones controvertidas y las condenas doctrinales de otrora, las iglesias no toman estas últimas a la ligera y reniegan su propio pasado. Por el contrario, la declaración está impregnada de la convicción de que en sus respectivas historias, nuestras iglesias han llegado a nuevos puntos de vista. Hubo hechos que no solo abrieron el camino sino que también exigieron que las iglesias examinaran con nuevos ojos aquellas condenas y cuestiones que eran fuente de división.

I. El mensaje bíblico de la justificación

8. Nuestra escucha común de la palabra de Dios en las Escrituras ha dado lugar a nuevos enfoques. Juntos oímos lo que dice el evangelio: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda sino que tenga vida eterna» (San Juan 3:16). Esta buena nueva se plantea de diversas maneras en las Sagradas Escrituras. En el Antiguo Testamento escuchamos la palabra de Dios acerca del pecado (Sal 51:1-5; Dn 9:5 y ss; Ec 8:9 y ss; Esd 9:6 y ss) y la desobediencia humana (Gn 3:1-19 y Neh 9:16-26), así como la «justicia» (Is 46:13; 51:5-8; 56:1; cf 53:11; Jer 9:24) y el «juicio» de Dios (Ec 12:14; Sal 9:5 y ss; y 76:7-9).

9. En el Nuevo Testamento se alude de diversas maneras a la «justicia» y a la «justificación» en los escritos de San Mateo (5:10; 6:33 y 21:32), San Juan (16:8-11); Hebreos (5:1-3 y 10:37-38), y Santiago (2:14-26) (10). En las epístolas de San Pablo también se describe de varias maneras el don de la salvación, entre ellas: «Estad pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres» (Ga 5:1-13, cf. Ro 6:7); «Y todo esto proviene de Dios que nos reconcilió consigo mismo» (2 Co 5:18-21, cf Ro 5:11); «tenemos paz para con Dios» (Ro 5: l); «nueva criatura es» (2 Co 5:17); «vivos para Dios en Cristo Jesús» (Ro 6:11-23) y «santificados en Cristo Jesús» (1 Co 1:2 y 1:31; 2 Co 1: l). A la cabeza de todas ellas está la «justificación» del pecado de los seres humanos por la gracia de Dios por medio de la fe (Ro 3:23-25), que cobró singular relevancia en el período de la Reforma.

10. San Pablo asevera que el evangelio es poder de Dios para la salvación de quien ha sucumbido al pecado; mensaje que proclama que «la justicia de Dios se revela por fe y para fe» (Ro 1:16-17) y ello concede la «justificación» (Ro 3:21-31). Proclama a Jesucristo «nuestra justificación» (1 Co 1:30) atribuyendo al Señor resucitado lo que Jeremías proclama de Dios mismo (23:6). En la muerte y resurrección de Cristo están arraigadas todas las dimensiones de su labor redentora porque él es «Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación» (Ro 4:25). Todo ser humano tiene necesidad de la justicia de Dios «por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (Ro 1: 18; 2;23-3:22; 1 1:32 y Gá 3:1 l). En las epístolas de San Pablo, la justicia de Dios es también poder para aquellos que tienen fe (Ro 1: 17 y 2 Co 5:2 l). Él hace de Cristo justicia de Dios para el creyente (2 Co 5:2 l). La justificación nos llega a través de Cristo Jesús «a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre» (Ro 3:2, véase 3:21-28). «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras...» (Ef 2:8-9).

11. La justificación es perdón de los pecados (cf. Ro 3:23-25; Hechos 13:39 y San Lucas 18:14), liberación del dominio del pecado y la muerte (Ro 5:12-21) y de la maldición de la ley (Gá 3:10-14) y aceptación de la comunión con Dios: ya pero no todavía plenamente en el reino de Dios a venir (Ro 5:12). Ella nos une a Cristo, a su muerte y resurrección (Ro 6:5). Se opera cuando acogemos al Espíritu Santo en el bautismo, incorporándonos al cuerpo que es uno (Ro 8:1-2 y 9:1 1 -5 y 1 Co 12; 12-13). Todo ello proviene solo de Dios, por la gloria de Cristo y por gracia mediante la fe en «el evangelio del Hijo de Dios» (Ro 1:1-3).

12. Los justos viven por la fe que dimana de la palabra de Cristo (Ro 10: 17) y que obra por el amor (Gá 5:6), que es fruto del Espíritu (Gá 5:22) pero como los justos son asediados desde dentro y desde fuera por poderes y deseos (Ro 8:3 5 -3 9 y Gá 5:16-2 1) y sucumben al pecado (1 Jn 1: 8 y 1 0) deben escuchar una y otra vez las promesas de Dios y confesar sus pecados(1 Jn 1:9), participar en el cuerpo y la sangre de Cristo y ser exhortados a vivir con justicia, conforme a la voluntad de Dios. De ahí que el Apóstol diga a los justos: «... ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es quien en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Flp 2:12-13). Pero ello no invalida la buena nueva: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Ro 8:I) y en quienes Cristo vive (Gá 2:20). Por la justicia de Cristo «vino a todos los hombres la justificación que produce vida» (Ro 5:18).}

II. La doctrina de la justificación en cuanto problema ecuménico

13. En el siglo XVI, las divergencias en cuanto a la interpretación y aplicación del mensaje bíblico de la justificación no solo fueron la causa principal de la división de la iglesia occidental, también dieron lugar a las condenas doctrinales. Por lo tanto, una interpretación común de la justificación es indispensable para acabar con esa división. Mediante el enfoque apropiado de estudios bíblicos recientes y recurriendo a métodos modernos de investigación sobre la historia de la teología y los dogmas, el diálogo ecuménico entablado después del Concilio Vaticano II ha permitido llegar a una convergencia notable respecto a la justificación, cuyo fruto es la presente declaración conjunta que recoge el consenso sobre los planteamientos básicos de la doctrina de la justificación. A la luz de dicho consenso, las respectivas condenas doctrinales del siglo XVI ya no se aplican a los interlocutores de nuestros días.

III. La interpretación común de la justificación

14. Las iglesias luterana y católica romana han escuchado juntas la buena nueva proclamada en las Sagradas Escrituras. Esta escucha común, junto con las conversaciones teológicas mantenidas en estos últimos años, forjaron una interpretación de la justificación que ambas comparten. Dicha interpretación engloba un consenso sobre los planteamientos básicos que, aun cuando difieran, las explicaciones de las respectivas declaraciones no contradicen.

15. En la fe, juntos tenemos la convicción de que la justificación es obra del Dios Trino. El Padre envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. Fundamento y postulado de la justificación es la Encarnación, Muerte y Resurrección de Cristo. Por lo tanto, la justificación significa que Cristo es justicia nuestra, en la cual compartimos mediante el Espíritu Santo, conforme con la voluntad del Padre. Juntos confesamos: «Solo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras» (11).

16. Todos los seres humanos somos llamados por Dios a la salvación en Cristo. Solo a través de El somos justificados cuando recibimos esta salvación en fe. La fe es en sí don de Dios mediante el Espíritu Santo que opera en palabra y sacramento en la comunidad de creyentes y que, a la vez, los conduce a la renovación de su vida que Dios habrá de consumar en la vida eterna.

17. También compartimos la convicción de que el mensaje de la justificación nos orienta sobre todo hacia el corazón del testimonio del Nuevo Testamento sobre la acción redentora de Dios en Cristo: Nos dice que en cuanto pecadores nuestra nueva vida obedece únicamente al perdón y la misericordia renovadora que de Dios imparte como un don y nosotros recibimos en la fe y nunca por mérito propio cualquiera que este sea.

18. Por consiguiente, la doctrina de la justificación que recoge y explica este mensaje es algo más que un elemento de la doctrina cristiana y establece un vínculo esencial entre todos los postulados de la fe que han de considerarse internamente relacionados entre sí. Constituye un criterio indispensable que sirve constantemente para orientar hacia Cristo el magisterio y la práctica de nuestras iglesias. Cuando los luteranos resaltan el significado sin parangón de este criterio, no niegan la interrelación y el significado de todos los postulados de la fe. Cuando los católicos se ven ligados por varios criterios, tampoco niegan la función peculiar del mensaje de la justificación. Luteranos y católicos compartimos la meta de confesar a Cristo en quien debemos creer primordialmente por ser el solo mediador (1 Ti 2:5-6) a través de quien Dios se da a sí mismo en el Espíritu Santo y prodiga sus dones renovadores.

IV. Explicación de la interpretación común de la justificación

IV-1. La impotencia y el pecado humanos respecto a la justificación

19. Juntos confesamos que en lo que atañe a su salvación, el ser humano depende enteramente de la gracia redentora de Dios. La libertad de la cual dispone respecto a las personas y las cosas de este mundo no es tal respecto a la salvación porque por ser pecador depende del juicio de Dios y es incapaz de volverse hacia él en busca de redención, de merecer su justificación ante Dios o de acceder a la salvación por sus propios medios. La justificación es obra de la sola gracia de Dios. Puesto que católicos y luteranos lo confesamos juntos, es válido decir que:

20. Cuando los católicos afirman que el ser humano «coopera», aceptando la acción justificadora de Dios, consideran que esa aceptación personal es en sí un fruto de la gracia y no una acción que dimana de la innata capacidad humana.

21. Según la enseñanza luterana, el ser humano es incapaz de contribuir a su salvación porque en cuanto pecador se opone activamente a Dios y a su acción redentora. Los luteranos no niegan que una persona pueda rechazar la obra de la gracia, pero aseveran que solo puede recibir la justificación pasivamente, lo que excluye toda posibilidad de contribuir a la propia justificación sin negar que el creyente participa plena y personalmente en su fe, que se realiza por la Palabra de Dios.

IV.2. La justificación en cuanto perdón del pecado y fuente de justicia

22. Juntos confesamos que la gracia de Dios perdona el pecado del ser humano y a la vez, lo libera del poder avasallador del pecado, confiriéndole el don de una nueva vida en Cristo. Cuando los seres humanos comparten en Cristo por fe, Dios ya no les imputa sus pecados y mediante el Espíritu Santo les transmite un amor activo. Estos dos elementos del obrar de la gracia de Dios no han de separarse porque los seres humanos están unidos por la fe en Cristo que personifica nuestra justificación (1 Co 1:30): perdón del pecado y presencia redentora de Dios.

Puesto que católicos y luteranos lo confesamos juntos, es válido decir que:

23. Cuando los luteranos ponen el énfasis en que la justicia de Cristo es justicia nuestra, por ello entienden insistir sobre todo en que la justicia ante Dios en Cristo le es garantizada al pecador mediante la declaración de perdón y tan solo en la unión con Cristo su vida es renovada. Cuando subrayan que la gracia de Dios es amor redentor («el favor de Dios») (12) no por ello niegan la renovación de la vida del cristiano. Más bien quieren decir que la justificación está exenta de la cooperación humana y no depende de los efectos renovadores de vida que surte la gracia en el ser humano.

24. Cuando los católicos hacen hincapié en la renovación de la persona desde dentro al aceptar la gracia impartida al creyente como un don (13), quieren insistir en que la gracia del perdón de Dios siempre conlleva un don de vida nueva que en el Espíritu Santo, se convierte en verdadero amor activo. Por lo tanto, no niegan que el don de la gracia de Dios en la justificación sea independiente de la cooperación humana.

IV.3. Justificación por fe y por gracia

25. Juntos confesamos que el pecador es justificado por la fe en la acción salvífica de Dios en Cristo. Por obra del Espíritu Santo en el bautismo, se le concede el don de salvación que sienta las bases de la vida cristiana en su conjunto. Confían en la promesa de la gracia divina por la fe justificadora que es esperanza en Dios y amor por él. Dicha fe es activa en el amor y, entonces, el cristiano no puede ni debe quedarse sin obras, pero todo lo que en el ser humano antecede o sucede al libre don de la fe no es motivo de justificación ni la merece.

26. Según la interpretación luterana, el pecador es justificado sólo por la fe (sola fide). Por fe pone su plena confianza en el Creador y Redentor con quien vive en comunión. Dios mismo insufla esa fe, generando tal confianza en su palabra creativa. Porque la obra de Dios es una nueva creación, incide en todas las dimensiones del ser humano, conduciéndolo a una vida de amor y esperanza. En la doctrina de la «justificación por la sola fe» se hace una distinción, entre la justificación propiamente dicha y la renovación de la vida que forzosamente proviene de la justificación, sin la cual no existe la fe, pero ella no significa que se separen una y otra. Por consiguiente, se da el fundamento de la renovación de la vida que proviene del amor que Dios otorga al ser humano en la justificación. Justificación y renovación son una en Cristo quien está presente en la fe.

27. En la interpretación católica también se considera que la fe es fundamental en la justificación. Porque sin fe no puede haber justificación. El ser humano es justificado mediante el bautismo en cuanto oyente y creyente de la palabra. La justificación del pecador es perdón de los pecados y volverse justo por la gracia justificadora que nos hace hijos de Dios. En la justificación, el justo recibe de Cristo la fe, la esperanza y el amor, que lo incorporan a la comunión con él (14). Esta nueva relación personal con Dios se funda totalmente en la gracia y depende constantemente de la obra salvífica y creativa de Dios misericordioso que es fiel a sí mismo para que se pueda confiar en él. De ahí que la gracia justificadora no sea nunca una posesión humana a la que se pueda apelar ante Dios. La enseñanza católica pone el énfasis en la renovación de la vida por la gracia justificadora; esta renovación en la fe, la esperanza y el amor siempre depende de la gracia insondable de Dios y no contribuye en nada a la justificación de la cual se podría hacer alarde ante El (Ro 3:27).

IV.4. El pecador justificado

28. Juntos confesamos que en el bautismo, el Espíritu Santo nos hace uno en Cristo, justifica y renueva verdaderamente al ser humano, pero el justificado, a lo largo de toda su vida, debe acudir constantemente a la gracia incondicional y justificadora de Dios. Por estar expuesto, también constantemente al poder del pecado y a sus ataques apremiantes (cf Ro 6:12-14), el ser humano no está eximido de luchar durante toda su vida con la oposición a Dios y la codicia egoísta del viejo Adán (cf Gá 5:16 y Ro 7:7-10). Asimismo, el justificado debe pedir perdón a Dios todos los días, como en el Padrenuestro (Mt 6:12 y 1 Jn 1:9), y es llamado incesantemente a la conversión y la penitencia, y perdonando una y otra vez.

29. Los luteranos entienden que ser cristiano es ser «al mismo tiempo justo y pecador». El creyente es plenamente justo porque Dios le perdona sus pecados mediante la Palabra y el Sacramento, y le concede la justicia deCristo que él hace suya en la fe. En Cristo, el creyente se vuelve justo ante Dios pero viéndose a sí mismo, reconoce que también sigue siendo totalmente pecador; el pecado sigue viviendo en él (1 Jn 1:8 y Ro 7:17-20), porque se torna una y otra vez hacia falsos dioses y no ama a Dios con ese amor íntegro que debería profesar a su Creador (Dt 6:5 y Mt 22:36-40). Esta oposición a Dios es en sí un verdadero pecado pero su poder avasallador se quebranta por mérito de Cristo y ya no domina al cristiano porque es dominado por Cristo a quien el justificado está unido por la fe. En esta vida, entonces, el cristiano puede llevar una existencia medianamente justa. A pesar del pecado, el cristiano ya no está separado de Dios porque renace en el diario retorno al bautismo, y a quien ha renacido por el bautismo y el Espíritu Santo, se le perdona ese pecado. De ahí que el pecado ya no conduzca a la condenación y la muerte eterna (15). Por lo tanto, cuando los luteranos dicen que el justificado es también pecador y que su oposición a Dios es un pecado en sí, no niegan que, a pesar de ese pecado, no sean separados de Dios y que dicho pecado sea un pecado «dominado». En estas afirmaciones coinciden con los católicos romanos, a pesar de la diferencia de la interpretación del pecado en el justificado.

30. Los católicos mantienen que la gracia impartida por Jesucristo en el bautismo lava de todo aquello que es pecado «propiamente dicho» y que es pasible de «condenación» (Ro 8:1) (16). Pero de todos modos, en el ser humano queda una propensión (concupiscencia) que proviene del pecado y compele al pecado. Dado que según la convicción católica, el pecado siempre entraña un elemento personal y dado que este elemento no interviene en dicha propensión, los católicos no la consideran pecado propiamente dicho. Por lo tanto, no niegan que esta propensión no corresponda al designio inicial de Dios para la humanidad ni que esté en contradicción con El y sea un enemigo que hay que combatir a lo largo de toda la vida. Agradecidos por la redención en Cristo, subrayan que esta propensión que se opone a Dios no merece el castigo de la muerte eterna (17) ni aparta de Dios al justificado. Ahora bien, una vez que el ser humano se aparta de Dios por voluntad propia, no basta con que vuelva a observar los mandamientos ya que debe recibir perdón y paz en el Sacramento de la Reconciliación mediante la palabra de perdón que le es dado en virtud de la labor reconciliadora de Dios en Cristo.

IV.5. Ley y evangelio

31. Juntos confesamos que el ser humano es justificado por la fe en el evangelio «sin las obras de la Ley» (Ro 3:28). Cristo cumplió con ella y, por su muerte y resurrección, la superó en cuanto medio de salvación. Asimismo, confesamos que los mandamientos de Dios conservan toda su validez para el justificado y que Cristo, mediante su magisterio y ejemplo, expresó la voluntad de Dios que también es norma de conducta para el justificado.

32. Los luteranos declaran que para comprender la justificación es preciso hacer una distinción y establecer un orden entre ley y evangelio. En teología, ley significa demanda y acusación. Por ser pecadores, a lo largo de la vida de todos los seres humanos, cristianos incluidos, pesa esta acusación que revela su pecado para que mediante la fe en el evangelio se encomienden sin reservas a la misericordia de Dios en Cristo que es la única que los justifica.

33. Puesto que la ley en cuanto medio de salvación fue cumplida y superada a través del evangelio, los católicos pueden decir que Cristo no es un «legislador» como lo fue Moisés. Cuando los católicos hacen hincapié en que el justo está obligado a observar los mandamientos de Dios, no por ello niegan que mediante Jesucristo, Dios ha prometido misericordiosamente a sus hijos, la gracia de la vida eterna (18).

IV.6. Certeza de salvación

34. Juntos confesamos que el creyente puede confiar en la misericordia y las promesas de Dios. A pesar de su propia flaqueza y de las múltiples amenazas que acechan su fe, en virtud de la muerte y resurrección de Cristo puede edificar a partir de la promesa efectiva de la gracia de Dios en la Palabra y el Sacramento y estar seguros de esa gracia.

35. Los reformadores pusieron un énfasis particular en ello: En medio de la tentación, el creyente no debería mirarse a sí mismo sino contemplar únicamente a Cristo y confiar tan solo en él. Al confiar en la promesa de Dios tiene la certeza de su salvación que nunca tendrá mirándose a sí mismo.

36. Los católicos pueden compartir la preocupación de los reformadores por arraigar la fe en la realidad objetiva de la promesa de Cristo, prescindiendo de la propia experiencia y confiando solo en la palabra de perdón de Cristo (cf Mt 16:19 y 18: 18). Con el Concilio Vaticano II, los católicos declaran: Tener fe es encomendarse plenamente a Dios (19) que nos libera de la oscuridad del pecado y la muerte y nos despierta a la vida eterna (20). Al respecto, cabe señalar que no se puede creer en Dios y, a la vez, considerar que la divina promesa es indigna de confianza. Nadie puede dudar de la misericordia de Dios ni del mérito de Cristo. No obstante, todo ser humano puede interrogarse acerca de su salvación, al constatar sus flaquezas e imperfecciones. Ahora bien, reconociendo sus propios defectos, puede tener la certeza de que Dios ha previsto su salvación.

IV.7. Las buenas obras del justificado

37. Juntos confesamos que las buenas obras, una vida cristiana de fe, esperanza y amor, surgen después de la justificación y son fruto de ella. Cuando el justificado vive en Cristo y actúa en la gracia que le fue concedida, en términos bíblicos, produce buen fruto. Dado que el cristiano lucha contra el pecado toda su vida, esta consecuencia de la justificación también es para él un deber que debe cumplir. Por consiguiente, tanto Jesús como los escritos apostólicos amonestan al cristiano a producir las obras del amor.

38. Según la interpretación católica, las buenas obras, posibilitadas por obra y gracia del Espíritu Santo, contribuyen a crecer en gracia para que la justicia de Dios sea preservada y se ahonde la comunión en Cristo. Cuando los católicos afirman el carácter «meritorio» de las buenas obras, por ello entienden que, conforme al testimonio bíblico, se les promete una recompensa en el cielo. Su intención no es cuestionar la índole de esas obras en cuanto don, ni mucho menos negar que la justificación siempre es un don inmerecido de la gracia, sino poner el énfasis en la responsabilidad del ser humano por sus actos.

39. Los luteranos también sustentan el concepto de preservar la gracia y de crecer en gracia y fe, haciendo hincapié en que la justicia en cuanto ser aceptado por Dios y compartir la justicia de Cristo es siempre completa. Asimismo, declaran que puede haber crecimiento por su incidencia en la vida cristiana. Cuando consideran que las buenas obras del cristiano son frutos y señales de la justificación y no de los propios «méritos», también entienden por ello que, conforme al Nuevo Testamento, la vida eterna es una «recompensa» inmerecida en el sentido del cumplimiento de la promesa de Dios al creyente.

V. Significado y alcance del consenso logrado

40. La interpretación de la doctrina de la justificación expuesta en la presente declaración demuestra que entre luteranos y católicos hay consenso respecto a los postulados fundamentales de dicha doctrina. A la luz de este consenso, las diferencias restantes de lenguaje, elaboración teológica y énfasis, descritas en los párrafos 18 a 39, son aceptables. Por lo tanto, las diferencias de las explicaciones luterana y católica de la justificación están abiertas unas a otras y no desbaratan el consenso relativo a los postulados fundamentales.

41. De ahí que las condenas doctrinales del siglo XVI, por lo menos en lo que atañe a la doctrina de la justificación, se vean con nuevos ojos: Las condenas del Concilio de Trento no se aplican al magisterio de las iglesias luteranas expuesto en la presente declaración y, las condenas de las Confesiones Luteranas, no se aplican al magisterio de la Iglesia Católica Romana, expuesto en la presente declaración.

42. Ello no quita seriedad alguna a las condenas relativas a la doctrina de la justificación. Algunas distaban de ser simples futilidades y siguen siendo para nosotros «advertencias saludables» a las cuales debemos atenderen nuestro magisterio y práctica (21).

43. Nuestro consenso respecto a los postulados fundamentales de la doctrina de la justificación debe llegar a influir en la vida y el magisterio de nuestras iglesias. Allí se comprobará. Al respecto, subsisten cuestiones de mayor o menor importancia que requieren ulterior aclaración, entre ellas, temas tales como: La relación entre la Palabra de Dios y la doctrina de la iglesia, eclesiología, autoridad en la iglesia, ministerio, los sacramentos y la relación entre justificación y ética social. Estamos convencidos de que el consenso que hemos alcanzado sienta sólidas bases para esta aclaración. Las iglesias luteranas y la Iglesia Católica Romana seguirán bregando juntas por profundizar esta interpretación común de la justificación y hacerla fructificar en la vida y el magisterio de las iglesias.

44. Damos gracias al Señor por este paso decisivo en el camino de superar la división de la iglesia. Pedimos al Espíritu Santo que nos siga conduciendo hacia esa unidad visible que es voluntad de Cristo.

Notas: 1 Artículos de Esmalcalda, II: 1; Libro de Concordia, p.292. 2 «Rector et judex super omnia genera doctrinarum» [«Rector y juez sobre todo género de doctrinas», en latín en el original] Edición de Weimar de las Obras de Lutero, 39: 1, p.205. 3 Cabe señalar que las confesiones vinculantes de algunas iglesias luteranas solo abarcan la Confesión de Augsburgo y el Catecismo menor de Lutero, textos que no contienen condenas acerca de la justificación en relación con la Iglesia Católica Romana. 4 Informe de la Comisión Conjunta de Estudio Luterano - Católico Romana, publicado en MEYER, Harding y VISCHER, Lukas (ed.) Growth in Agreement. Reports and Agreed Stalements of Ecumenical Conversations on a World Level [Crecer en acuerdo. Informes y Declaraciones de Acuerdos de Conversaciones Ecuménicas a nivel Mundial] New York, Paulist Press, 1984, pp. 168-189. 5 Federación Luterana Mundial Church and Justification [Iglesia y Justificación] Ginebra, LWF, 1994. 6 Luteranos y Católicos en Diálogo VII, Justification by Faith [Justificación por fe], Minneápolis, Fortress Press, 1985. 7 LEHMANN, Karl y PANNENBERG, Wolhart (eds.) Condenations of the Reformation Era. Do They Still Divide? [Condenaciones de la Era de la Reforma. ¿Aún dividen?] Minneápolis, Fortress Press, 1990. 8 Declaración de la Conferencia de Arnoldshainer de la Confederación de Iglesias y del Comité Nacional Alemán de la Federación Luterana Mundial sobre el documento «Condenaciones de la Era de la Reforma ¿Aún dividen?» en Ökumenische Rundschau 44 (1995), pp.99ss, incluyendo los artículos con laposición que subyace en esta resolución. Cf Lehrverurteilungen im Gespräch. Die ersten offiziellen Stellungnahmen aus den evangelischen Kirche in Deutschland [Condena-ciones de la Era de la Reforma ¿Aún dividen? La primera declaración oficial de la Iglesia Evangélica de Alemania] Göttingen Vanden-hoeck & Ruprecht, 1993. 9 En la presente declaración, la palabra «iglesia» se utiliza para reflejar las propias interpretaciones de las iglesias participantes sin que se pretenda resolver ninguna de las cuestiones eclesiológicas relativas a dicho término. 10 Cf «Informe de Malta», párrafos 26-30; Justification..., Op. Cit., párrafos 122-147. A pedido del diálogo estadounidense sobre justificación, los textos no-paulinos del Nuevo Testamento fueron señalados en Justification in the New Testament [Justificación en el Nuevo Testamento] por John Reumann con respuestas de Joseph A. Fitzmayer y Jerome D. Quinn, Philadelphia - New York, 1982, pp. 124-180. Los resultados de estos estudios fueron resumidos en el informe Justification..., Op. Cit., en los párrafos 139-142. 11. «Todo bajo un Cristo», párrafo 14 en Meyer, H. y Vischer, L., Op. Cit., pp. 241-247. 12. Cf. Lutheran World 8, Nro. 100, p. 106, para la edición norteamericana ver vol.32, p.227 13. Cf. DENZINGER - SCHÖNMETZER Enchiridion Symbolorum, edición de 1528. 14. Cf. Ibidem, edición de 1530. 15. Cf. Apología II: 38-45; Libro de Concordia, pp, 105ss. 16. Cf. DENZINGER-SCHÖNMETZER, Op. Cit., edición de 1515. 17. Ibidem. 18. Cf. Ibidem, edición de 1545. 19. Cfr «Dei Verbum», Documento del Concilio Vaticano II, capítulo 5. 20. Cfr Ibidem, capítulo 4. 21. Lehmann, K. y Pannenberg, W (eds.), Op. Cit., p. 27.



Originalmente enviado por: Tobi
¿De veras? ¿Cuando se levantaron?
¿Puedes darnos datos concretos?
¿De donde has sacado este dato?
Además no es eso lo que dice la última encíclica papal "Ecclesia de Eucharistia"

Por otra parte no has respondido a una sola de mis objeciones. La principal de ella es que la Institución vaticana se separó de la catolicidad el 16 de julio del año 1054. Por lo tanto tambien se separó de la cristiandad. Para hacertelo más claro tambien desautorizó a los siete Concilios Ecuménicos puesto que primero el papa Gregorio VII afirmó en si Disctatus
16. Que ningún sínodo puede ser llamado general si no es guiado por él.
Y vuestro Catecismo dice:
884. "'La potestad del Colegio de los Obispos sobre toda la Iglesia se ejerce de modo solemne en el Concilio Ecuménico'. 'No existe concilio ecuménico si el sucesor de Pedro no lo ha aprobado o al menos aceptado como tal'

Pues bien. Ninguno de los siete Conclios Ecuménicos fueron convocados ni presididos por los papas o por sus legados. ¿Y tu afirmas creer en lo que dice el segundo de ellos?
Hazte la siguiente pregunta: ¿A que iglesia pertenezco?. ¿A la iglesia cristiana asentada en Roma en los primeros cinco siglos, o a la institución Vaticano-Lateranense fundada en el 1123?

La primera estaba dentro de la catolicidad, la segunda es cismática. No olvides que te lo he demostrado apelando a la história.
Mis saludos
 
Esta larga, laguísima perorata usando y abusando del Cut&Paste, en realidad no dice nada de nada. No es más que darle vueltas a un manubrio que siempre repite la misma tonada que, de tanto oirla se hace pesada e insoportable. Eso es lo que ocurre cuando se usa lo que es común entre los romanistas: EL SI, pero NO. O el NO, pero SI.
Veamos una demostración del uso del SI pero No y el NO pero SI
Con base en este concurso la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica declaran: «Las condenas del Concilio de Trento no se aplican al magisterio de las iglesias luteranas expuesto en la presente declaración y, las condenas de las Confesiones luteranas no se aplican al magisterio de la Iglesia Católica expuesto en la presente declaración» (DJ 41).
Esto sirve para engañar a incautos porque no se trata de las condenas a los magisterios, sino las de excomunión a Lutero y a sus seguidores. ESO NO HA SIDO LEVANTADO. Gato oir liebre no, kristiano2003
Por otra parte hay algo que se calla. Lo que se calla es cual fué la declaración de Ausburgo, de la cual hoy, mayoritariamente, ha sido contestada por los luteranos afirmando que traiciona el pensamiento de Lutero. Es por eso que en las webs católicas se cita que hubo una declaración pero no la declaración misma.
Precisamente esto fué debatido en este foros y yo mismo mostré la falacia contenida en la misma. Mostre que era contraria a la enseñanza de Lutero que fué inspirada en la Epístola de Pablo a los romanos.
Una cosa más. No está permitido abrir otro epígrafe que trata del mismo tema que este. Las normas lo prohiben kristiano2003
 
La Declaración Católico - Luterana acerca de la Justificación. José Grau




Aireada por todos los medios de comunicación a finales de 1999 como la antesala de la unidad entre católicos y protestantes, es el resultado de varios años de contactos entre algunos teólogos católicorromanos y un cierto número de teólogos luteranos pertenecientes a la Federación Luterana Mundial.

Como prolegómenos a nuestro examen de dicha Declaración cabe advertir que Roma no delegó a sus representantes más significados ni dió al comunicado oficial el relieve que suele otorgar a lo que el Vaticano considera grandes acontecimientos. Y por parte luterana conviene recordar que la Federación Luterana Mundial no incluye a los luteranos de todo el mundo, ni a muchas iglesias luteranas evangélicas. Por lo que resulta obvio también que dicha Federación no habla en nombre del resto de los protestantes (sean luteranos o reformados, bautistas o de las llamadas "Iglesias libres"), para todos los cuales la doctrina de la justificación por la fe es un artículo fundamental.

En las conclusiones de esta Declaración se afirma que los participantes en el debate han alcanzado un "consenso fundamental en el Evangelio". Si así fuera, se habría llegado al acuerdo en uno de los puntos principales que fue causa de la separación entre Roma y la Reforma. La doctrina de la justificación era para Lutero «el artículo de fe que indica si una iglesia está en pie o cae ("articulus stantis et cadentis ecclesiae")»

¿Es que Roma se ha convertido a los postulados de la Reforma? ¿O han sido los luteranos los que se han deslizado hacia las posiciones de Trento? ¿Están diciendo los dos, luteranos y católicos, las mismas cosas que se dijeron en el siglo XVI? ¿O es que ha surgido un tercer punto de vista sobre el Evangelio, y la justificación del pecador, que es tan diferente de Trento como de la Reforma?

¿Se ha hecho "romano" el luteranismo de la Federación Luterana Mundial? ¿O se ha hecho "protestante" el mensaje del Vaticano? En la p. 67 de un redactado previo en 1893 se dice, sin embargo, que "Roma no toleraría lo que podríamos denominar "protestantes dentro de la Iglesia Católica Romana". ¿Estaban pensando, al escribir así, en el recuerdo de Bayo y Jansen, amén de un buen número de teológos inclasificables surgidos después del Vaticano II?

1. La Finalidad de la DeclaraciÓn.

"Una de las finalidades de la presente Declaración conjunta -afirma el documento de 1999- es demostrar que a partir de este diálogo, las iglesias luterana y católica romana se encuentran en posición de articular una interpretación común de nuestra justificación por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo. Cabe señalar que no engloba todo lo que una y otra iglesia enseñan acerca de la justificación, limitándose a recoger el consenso sobre las verdades básicas de dicha doctrina y demostrando que las diferencias subsistentes en cuanto a su explicación, ya no dan lugar a condenas doctrinales...

"En el siglo XVI, las divergencias en cuanto a la interpretación y aplicación del mensaje bíblico de la justificación -prosigue el documento de 1999- no solo fueron causa principal de la división de la iglesia occidental, también dieron lugar a las condenas doctrinales. Por lo tanto, una interpretación común de la justificación es indispensable para acabar con esa división. Mediante el enfoque apropiado de estudios bíblicos recientes y recurriendo a métodos modernos de investigación sobre la historia de la teología y los dogmas, el diálogo ecuménico entablado después del Concilio Vaticano II ha permitido llegar a una convergencia notable respecto a la justificación, cuyo fruto es la presente declaración conjunta que recoge el consenso sobre los planteamientos básicos de la doctrina de la justificación. A la luz de dicho consenso, las respectivas condenas doctrinales del siglo XVI ya no se aplican a los interlocutores de nuestros días... Las conversaciones teológicas mantenidas en estos últimos años forjaron una interpretación de la justificación que ambas comparten. Dicha interpretación engloba un consenso sobre los planteamientos básicos que, aun cuando difieran, las explicaciones de las respectivas declaraciones no contradicen" (las cursivas son nuestras).

Lo que católicos y luteranos vienen a decirnos es que pueden estar de acuerdo contradiciéndose. Confiesan que han llegado a esta negación del principio de contradicción (una cosa no puede ser verdad y mentira al mismo tiempo) mediante lo que denominan "enfoque apropiado de estudios recientes, métodos modernos de investigación sobre la historia de la teología y los dogmas, el diálogo ecuménico", es decir: la convergencia a que han llegado es la de hacer la vista gorda sobre la totalidad de la problemática en cuestión.

El único acuerdo que merece el nombre de tal es el de no condenarse mutuamente. A pesar de las "diferencias subsistentes" se echa mano de "enfoques apropiados recientes" y "modernos métodos de investigación" cuya clave tiene el "diálogo ecuménico", para contestar a todos sin tener que hablar con claridad necesariamente.

El llamado acuerdo sobre la justificación de 1999, al igual que las conversaciones que sirvieron de prolegómenos en las dos últimas décadas del siglo XX, hacen con la doctrina de la justificación lo mismo que hizo Trento con el agustinianismo: se acercan semánticamente a Lutero (aunque sin condenarlo por nombre, específicamente, ni tampoco levantar la excomunión vaticana que pesa sobre él). Y así como en Trento la iglesia romana descafeinó a Agustín, ahora estos luteranos del brazo de los católicos decafeinan a Lutero.

El resultado práctico no es otro que la inutilización de la "dinamita" del mensaje reformado, luterano, protestante y bíblico sobre todo ("el Evangelio es poder (Dinamita) de Dios para salvación a todo aquel que cree..." Romanos 1:16), anulando la espoleta de las doctrinas de la gracia mediante una terminología teológica que parece del agrado de todos si se lee de corrido, sin profundizar en los conceptos. Unas afirmaciones equilibran a otras de signo diferente, sin entrar casi nunca en el meollo fundamental de la cuestión.

Como escribe Pedro Puigvert, en carta a "La Vanguardia" (5-11-99): "Los católicos no han cedido nada. Porque eso de confesar que la justificación es obra de la gracia de Dios" lo han creído siempre, juntamente con la cooperación humana que ahora resulta que también es fruto de la gracia, aunque lo desmienta la Escritura cuando dice: "Al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino que cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia" (Romanos 4:5-6). Roma ha ganado la batalla doctrinal. "¡Si Lutero alzara la cabeza!"

2. La Sombra de Trento

El principio de no contradicción es violado igualmente en todo lo que concierne a Trento. Muchos de los párrafos de estas declaraciones ecuménicas contradicen los decretos tridentinos. No es cierto que Trento puede ser leído en un sentido protestante, como quería creer H. Küng y como le desmintió K. Barth con mucha ironía.

Las contradicciones son constantes. Y, para añadir leña al fuego, Juan Pablo II no ha dejado de afirmar en los últimos años que Trento sigue vigente como respuesta de la Iglesia Católico Romana a las inquietudes de los reformadores.

Recordemos algunas de las condenas más claras de la asamblea tridentina:

Canon 9 sobre la justificación:

"Si alguno dijere que el impío se justifica por la sola fe, de modo que entienda no requerirse nada más con que coopere a conseguir la gracia de la justificación... sea anatema"

Canon 11: "Si alguno dijere que los hombres se justifican o por sola imputación de la justicia de Cristo o por la sola remisión de los pecados... o también que la gracia por la que nos justificamos es sólo el favor de Dios, sea anatema".

Canon 12: Si alguno dijere que la fe justificante no es otra cosa que la confianza en la divina misericordia que perdona los pecados por causa de Cristo, o que esa confianza es lo único con que nos justificamos, sea anatema".

Comentando estos cánones, Calvino escribía: "Son cánones muy poco canónicos. El noveno, por ejemplo, une cosas completamente distintas. Imagina que nosotros enseñamos que Dios justifica al hombre sin ningún previo movimiento o inclinación de la voluntad humana, como si no fuera con el corazón que un hombre cree para justificación. Entre ellos y nosotros hay esta diferencia: ellos aseguran que la voluntad de la voluntad procede del hombre mismo, nosotros sostenemos que la fe es, en efecto, un acto voluntario, pero porque Dios ha movido nuestras voluntades atrayéndolas hacia él. Añadamos a ésto que, cuando decimos que el hombre es justificado por la fe solamente, no estamos imaginando una fe vacía de amor, sino que queremos decir que sólo la fe es la causa de nuestra justificación".

En relación con el canon 11, comentaba Calvino: "Quiero que todos entiendan que cuando nosotros hablamos de la fe sola, no pensamos en una fe muerta, que no obra por el amor, sino que nos referimos a la fe como la única causa de nuestra justificación (Gál. 5:6; Ro. 3:22). Es, pues, solamente la fe la que justifica y, con todo, la fe que justifica no va nunca sola ("Fides ergo sola est qua justificat, fides tanem quae justificat, nos est sola")."Así como es el calor del sol únicamente el que calienta la tierra y, sin embargo, en el sol no solamente hay calor sino también luz. Pero son dos cosas distintas. No separamos la gracia de la regeneración de la fe, pero afirmamos que el poder y la facultad de justificarnos delante de Dios residen únicamente en la fe. En realidad no es a nosotros a quienes anatemizan los padres de Trento sino a Pablo, a quien debemos la definición de que la justificación del hombre consiste en la remisión de sus pecados. Sus palabras se hallan en el capítulo cuarto de la epístola a los Romanos, y son tomadas del Salmo 32 de David".

Y refiriéndose al canon 12, decía el reformador de Ginebra: "Los venerables padres no consienten que la fe justificante sea descrita como la confianza con la cual nos acogemos a la misericordia de Dios que nos perdona por causa de Cristo. Pero agradó al Espíritu Santo hablar así por boca del apóstol Pablo: "Siendo justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús..." (Ro. 3:24-26).

Los anatemas del Concilio de Trento son de una claridad meridiana en lo que se refiere a condenar la doctrina de la justificación descubierta por los reformadores en las páginas del Nuevo Testamento. Trento desmintió que el pecador sea salvo por la fe, en el sentido de que solamente la fe es la causa de la justificación. Trento negó que la justificación del pecador viene como resultado, solamente, de haberle sido imputada la justicia de Cristo. Trento se opuso a la afirmación de Lutero y demás reformadores en el sentido de que el justificado no tiene ya deuda alguna de ningún castigo temporal por el que satisfacer bien sea en esta vida o en el purgatorio.

El concilio de Trento coronó sus anatemas con el siguiente:

Canon 33:

"Si alguno dijere que por esta doctrina católica sobre la justificación expresada por el santo concilio en el presente decreto, se rebaja en alguna parte la gloria de Dios o los méritos de Jesucristo Señor Nuestro, y no más bien que se ilustra la verdad de nuestra fe y, en fin, la gloria de Dios y de Cristo Jesús, sea anatema"

"Una preocupación ingeniosa -escribió Calvino-. Nadie debe ver lo que todo el mundo ve: que casi han llegado al extremo de anular tanto la gloria de Dios como la gracia de Jesucristo... Se delatan a sí mismos, al lanzar un anatema "in terrorem contra los que se atrevan a percibir la impiedad de la cual ellos mismos son tan conscientes".

Este es el lenguaje del pasado que la Declaración católico-luterana da por superado y no quiere que se repita más. Lo que se propone ahora es que cada sector interprete la justificación a su manera y aunque difieran el uno del otro, ambos tienen el respeto y la consideración del otro. No importa que los luteranos sigan afirmando que la raíz de la salvación es la justificación por la fe solamente y que la santificación es el fruto o consecuencia de la redención, mientras que los católicos entienden la santificación más como elemento de la salvación que como resultado de ésta, confundiendo como vienen haciendo desde el siglo XVI la santificación con la justificación.

Es interesante como la presencia de Trento se encuentra en múltiples párrafos de la Declaración. Aunque las tesis tridentinas se formulan paralelamente a otras más cercanas a la teología protestante, se pretende hacernos creer que no tiene que haber conflicto entre un testimonio y el otro. Este es un terreno en el que los teólogos católicos (al menos un buen número de ellos) se encuentran a gusto. Pueden hablar, por ejemplo de "merecer la gracia" sin discernir en tal afirmación una contradicción evidente. Y se permiten afirmar por un lado que "la justificación es obra de la sola gracia de Dios" y, al mismo tiempo, enseñar que hemos de ganarnos el cielo con nuestras buenas obras. Pero lo que al católico le resulta fácil de admitir es precisamente lo que la mentalidad protestante y bíblica no puede entender. Sin embargo, por obra y gracia de la llamada teología ecuménica Roma está consiguiendo que algunos protestantes (como los luteranos firmantes de este Documento) prescindan del principio de contradicción y de la teología de la Reforma en nombre de una futura hipotética unidad eclesial. Para ello, los luteranos renuncian sin apenas darse cuenta de la esencia del luteranismo mientras que los católicos no renuncian a su mentalidad tridentina, adornada ahora con los materiales de la modernidad crítica y ecuménica.

Convendría recordar las palabras de Karl Barth en aquel lejano 1937: "Si escuchamos la respuesta que Cristo da al problema de la Iglesia nos daremos cuenta de que hay actitudes incompatibles. Si escuchamos la voz del Señor aprendemos que es totalmente imposible considerar como ramas de un mismo y único árbol los santuarios marianos, Wittenberg y Ginebra, la misa romana y la santa cena evangélica; no podemos entender estas diferencias como ramas distintas de un árbol. Resulta imposible la síntesis de todos estos elementos, el intento de armonizarlos, o el de concederles a todos el mismo valor. Aquí, como en otras esferas donde se plantea la pluralidad de las Iglesias, la única cosa que podemos hacer, si escuchamos verdaderamente a Cristo, es tomar una decisión a favor o en contra. Tenemos que elegir. Si escuchamos a Cristo no podemos creer algo, y al mismo tiempo, considerar que otra cosa opuesta pueda tenerse igualmente por cristiana. No nos hallamos situados por encima de las diferencias que dividen a las iglesias, sino en medio de ellas. Solamente podrían sentirse por encima de la problemática quienes actuaran como meros espectadores de Dios y de ellos mismos; aquellos que finalmente no se escuchan más que a sí mismos" (Karl Barth, L'Eglise el les églises, Labor et Fides, Ginebra 1964, p. 238).

Evidentemente, los autores del Documento católico luterano de 1999 no parecen haber tenido en cuenta las atinadas observaciones del teólogo de Basilea. Mas bien han actuado en el sentido desaconsejado por Barth.

Lo que antaño se calificaba como caricaturas, o errores, hoy se denominan énfasis diferentes o malentendidos. No importa cuanta convergencia se alcance en algunos puntos, los postulados básicos de la Reforma -Sólo la gracia y sólo la fe- se soslayan sistemáticamente mediante afeites semánticos que convierten en relativo lo que para las Iglesias protestantes fue siempre radical. ¿Qué clase de amnesia hace olvidar que ya Trento anatematizó a cuantos negasen que las buenas obras son "dones de Dios... y que no son también los buenos méritos del justificado" (Canon 32 sobre la justificación)" El Evangelio nos obliga a elegir entre "mérito" y "gracia" como raíz de la justificación; la mezcla de ambas cosas como pretendió Trento es inadmisible. ¿Qué miopía oculta a los luteranos que firmaron el Documento la disyuntiva entre mérito y gracia? con los materiales de la modernidad

crítica.

3. Textos de la DeclaraciÓn

Bajo el epígrafe 4 ("Explicación de la interpretación común de la justificación) se recogen formulaciones luteranas y tridentinas, yuxtapuestas y mezcladas, como si dijeran lo mismo a pesar de ser mutuamente contradictorias:

4.1. La impotencia y el pecado humanos respecto a la justificación.

4.1, 19 "Juntos confesamos que en lo que atañe a su salvación, el ser humano depende enteramente de la gracia redentora de Dios. La libertad de la cual dispone respecto a las personas y las cosas de este mundo no es tal respecto a la salvación porque por ser pecador depende del juicio de Dios y es incapaz de volverse hacia él en busca de redención, de merecer su justificación ante Dios o de acceder a la salvación por sus propios medios.

La justificación es obra de la sola gracia de Dios. Puesto que católicos y luteranos lo confesamos juntos, es válido decir que:

4.1,20 "Cuando los católicos afirman que el ser humano "coopera", aceptando la acción justificadora de Dios, consideran que esa aceptación personal es en sí un fruto de la gracia y no una acción que dimana de la innata capacidad humana.

4.1, 21 "Según la enseñanza luterana, el ser humano es incapaz de constribuir a su salvación porque en cuanto pecador se opone activamente a Dios y a su acción redentora. Los luteranos no niegan que una persona pueda rechazar la obra de la gracia, pero aseveran que solo puede recibir la justificación pasivamente, lo que excluye toda posibilidad de contribuir a la propia justificación sin negar que el creyente participa plena y personalmente en su fe, que se realiza por la Palabra de Dios.

4.2. La justificación en cuanto perdón del pecado y fuente de justicia.

4.2,12. "Juntos confesamos que la gracia de Dios perdona el pecado del ser humano y, a la vez, lo libera del poder avasallador del pecado, confiriéndole el don de una nueva vida en Cristo.

Cuando los seres humanos comparten en Cristo por fe, Dios ya no les imputa sus pecados y mediante el Espíritu Santo les transmite un amor activo. Estos dos elementos del obrar de la gracia de Dios no han de separarse porque los seres humanos están unidos por la fe en Cristo que personifica nuestra justificación (1 Co. 1:30): perdón del pecado y presencia redentora de Dios. Puesto que católicos y luteranos lo confesamos juntos, es válido decir que:

4.2,23 "Cuando los luteranos ponen el énfasis en que la justicia de Cristo es justicia nuestra, por ello entienden insistir sobre todo en que la justicia ante Dios en Cristo le es garantizada al pecador mediante la declaración de perdón y tan solo en la unión con Cristo su vida es renovada. Cuando subrayan que la gracia de Dios es amor redentor ("el favor de Dios"), no por ello niegan la renovación de la vida del cristiano. Más bien quieren decir que la justificación está exenta de la cooperación humana y no depende de los efectos renovadores de vida que surte la gracia en el ser humano.

4.2,24 "Cuando los católicos hacen hincapié en la renovación de la persona desde dentro al aceptar la gracia impartida al creyente como un don, quieren insistir en que la gracia del perdón de Dios siempre conlleva un don de vida nueva que en el Espíritu Santo se convierte en verdadero amor activo. Por lo tanto no niegan que el don de la gracia de Dios en la justificación sea independiente de la cooperación humana.

4.3. Justificación por fe y por gracia.

4.3,25 "Juntos confesamos que el pecador es justificado por la fe en la acción salvífica de Dios en Cristo. Por obra del Espíritu Santo en el bautismo, se le concede el don de salvación que sienta las bases de la vida cristiana en su conjunto.

Confian en la promesa de la gracia divina por la fe justificadora que es esperanza en Dios y amor por él. Dicha fe es activa en el amor y, entonces, el cristiano no puede ni debe quedarse sin obras, pero todo lo que en el ser humano antecede o sucede al libre don de la fe no es motivo de justificación ni la merece.

4.3,26 "Según la interpretación luterana, el pecador es justificado sólo por la fe (sola fide). Por fe pone su plena confianza en el Creador y Redentor con quien vive en comunión. Dios mismo insufla esa fe, generando tal confianza en su palabra creativa. Porque la obra de Dios es una nueva creación, incide en todas las dimensiones del ser humano conduciéndolo a una vida de amor y esperanza. En la doctrina de la "justificación por la sola fe" se hace una distinción entre la justificación propiamente dicha y la renovación de la vida que proviene del amor que Dios otorga al ser humano en la justificación. Justificación y renovación son una en Cristo quien está presente en la fe.

4.3, 27 "En la interpretación católica también se considera que la fe es fundamental en la justificación. El ser humano es justificado mediante el bautismo en cuanto oyente y creyente de la palabra. La justificación del pecador es perdón de los pecados y volverse justo por la gracia justificadora que nos hace hijos de Dios. En la justificación, el justo recibe de Cristo la fe, la esperanza y el amor, que lo incorporan a la comunión con él. Esta nueva relación personal con Dios se funda totalmente en la gracia y depende constantemente de la obra salvífica y creativa de Dios misericordioso que es fiel a sí mismo para que se pueda confiar en él. De ahí que la gracia justificadora no sea nunca una posesión humana a la que se pueda apelar ante Dios. La enseñanza católica pone el énfasis en la renovación de la vida por la gracia justificadora; esta renovación en la fe, la esperanza y el amor siempre depende de la gracia insondable de Dios y no contribuye en nada a la justificación de la cual se podría hacer alarde ante él. (Ro. 3:27).

4.4. El pecador justificado.

4.4,28 "Juntos confesamos que en el bautismo, el Espíritu Santo nos hace uno en Cristo, justifica y renueva verdaderamente al ser humano, pero el justificado, a lo largo de toda su vida, debe acudir constantemente a la gracia incondicional y justificada de Dios. Por estar expuesto, también constantemente, al poder del pecado y a sus ataques apremiantes (cf. Ro. 6:12-14), el ser humano no está eximido de luchar durante toda su vida con la oposición a Dios y la codicia egoista del viejo Adán (cf. Gá. 5:16 y Ro. 7:7-10). Asimismo, el justificado debe pedir perdón a Dios todos los días como en el Padrenuestro (Mt. 6:12 y 1 Jn. 1:9), y es llamado incesantemente a la conversión y a la penitencia, y perdonado una y otra vez.

4.4, 29. "Los luteranos entienden que ser cristiano es ser, "al mismo tiempo justo y pecador". El creyente es plenamente justo porque Dios le perdona sus pecados mediante la Palabra y el Sacramento, y le concede la justicia de Cristo que él hace suya en la fe. En Cristo, el creyente se vuelve justo ante Dios, pero viéndose a sí mismo, reconoce que también sigue siendo totalmente pecador; el pecado sigue viviendo en él (1 Jn. 1:18 y Ro. 7:17-20), porque se torna una y otra vez hacia falsos dioses y no ama a Dios con ese amor íntegro que debería profesar a su Creador (Dt. 6:5 y Mt. 22:36-40.) Esta oposición a Dios es en sí un verdadero pecado pero su poder avasallador se quebranta por mérito de Cristo y ya no domina al cristiano porque es dominado por Cristo a quien el justificado está unido por la fe. En esta vida, entonces, el cristiano puede llevar una existencia medianamente justa. A pesar del pecado, el cristiano ya no está separado de Dios porque renace en el diario retorno al bautismo, y a quien ha renacido por el bautismo y el Espíritu Santo, se le perdona ese pecado. De ahí que el pecado ya no conduzca a la condenación y a la muerte eterna. Por lo tanto, cuando los luteranos dicen que el justificado es también pecador y que su oposición a Dios es un pecado en sí, no niegan que, a pesar de ese pecado, no sean separados de Dios y que dicho pecado sea un pecado "dominado". En estas afirmaciones coinciden con los católicos romanos, a pesar de la diferencia en la interpretación del pecado en el justificado.

4.4,30. "Los católicos mantienen que la gracia impartida por Jesucristo en el bautismo lava de todo aquello que es pecado "propiamente dicho y que es pasible de "condenación" (Ro. 8:1). Pero de todos modos, en el ser humano queda una propensión (concupiscencia) que proviene del pecado y compele al pecado. Dado que según la convicción católica, el pecado siempre entraña un elemento personal y dado que este último no interviene en dicha propensión, los católicos no la consideran (la concupiscencia) pecado propiamente dicho. Por lo tanto, no niegan que esta propensión no corresponda al designio inicial de Dios para la humanidad ni que esté en contradicción con Él y sea un enemigo que hay que combatir a lo largo de toda la vida. Agradecidos por la redención en Cristo, subrayan que esta propensión que se opone a Dios no merece el castigo de la muerte eterna ni aparta de Dios al justificado. Ahora bien, una vez que el ser humano se aparta de Dios por voluntad propia, no basta con que vuelva a observar los mandamientos, ya que debe recibir perdón y paz en el Sacramento de la Reconciliación mediante la palabra de perdón que le es dada en virtud de la labor reconciliadora de Dios en Cristo".

4. Primeras Conclusiones desde una Perspectiva Evangélica

Independientemente de la superficialidad con que los medios de comunicación suelen tratar estos temas (alguna prensa llegó a publicar que había sido levantada la excomunión a Lutero), podemos observar ciertas consecuencias a nivel popular y de la calle. Llamarlas consecuencias sociales sería quizá exagerado, pero no obstante es un hecho el impacto que produce en las masas, católicas o no, esta aparente disposición de Roma a "comprender" a los protestantes y facilitarles el camino hacia la unidad de todos los cristianos. Muchos podríamos contar experiencias recientes al respecto, como si la unión estuviese ya al alcance de la mano.

En cuanto a consecuencias teológicas, es evidente que dicho Documento constituye un paso importante en el camino del sincretismo (aupado por el modernimo teológico), el sacramentalismo y la negación del principio de contradicción. Todo ello lleva a la confusión doctrinal sin paliativos. El debate bíblico queda reducido a una cuestión de especialistas "sui generis" que parecen tener los resortes para mantener una constante ambigüedad e imprecisión en una doctrina que el Nuevo Testamento ordena proclamar con toda claridad y nitidez.

La confusión teológica está servida, y bien servida.

En última instancia, el acuerdo básico a que llega el Documento oficial común, emitido por la Federación Luterana y la Iglesia Católica, es de dejar de condenarse mutuamente. "Católico y Luteranos -reza el Documento- continuarán ecuménicamente sus esfuerzos en su testimonio común de interpretar el mensaje de la justificación". Aunque lo interpreten diferentemente.

A partir de ahora, cualquiera que predique la justificación por la sola fe (Sola Fides), sobre la base única de la Escritura (Sola Scriptura) e intente denunciar los errores de la teología romana sobre la gracia, como hicieron todos los reformadores del siglo XVI (Sola Gratia), podrá ser tildado de sectario y enemigo de la paz y unidad eclesiales.

Este documento se suma al coro de voces del relativismo moderno que nos asegura que no hay tal cosa como "verdades absolutas", ni siquiera en aquellos puntos fundamentales del mensaje del Evangelio.

Sorprende que haya luteranos capaces de dar por bueno el sacramentalismo que rezuma toda la Declaración. Aunque no se cite explícitamente, el "es opere operato" queda implícito en cada mención que se hace del bautismo y de otros sacramentos. Se identifica repetidas veces al "bautizado" con el "justificado" sin más, haciendo del rito bautismal causa de salvación. De hecho, estamos ante la teología sacramentalista característica del catolicismo. Lo sorprendente no es que Roma manifieste lo suyo propio sino que un grupo de luteranos parezca ratificar este sacramentalismo de signo medieval contra el que levantaron su voz los reformadores, incluido Lutero.

En 4.3,27 del Documento se afirma rotundamente que "El ser humano es justificado mediante el bautismo" y así también en otras partes del pretendido acuerdo: "Juntos confesamos que en el bautismo, el Espíritu Santo nos hace uno en Cristo, justifica y renueva verdaderamente al ser humano" (4,4,28; cf. 4.4,30).

De hecho, más que "protestantizar" Trento -como quería Hans Küng- se ha llegado a "romanizar" el luteranismo. Si uno lee bien este escrito pronto se da cuenta de que las tesis de Trento subsisten bien afirmadas aunque sea mediante un lenguaje lleno de sutilezas semánticas y vaguedades teológicas. En cambio, resulta difícil, en buena parte del Documento, discernir el testimonio luterano auténtico es decir: el luteranismo de Lutero.

Como cristiano evangélico me es totalmente imposible dar mi aprobación a este supuesto acuerdo luterano-catolicorromano. Y tengo por cierto que no estoy solo en mi rechazo. Desde perspectivas bíblicas protestantes y luteranas, un acuerdo que vindica el relativismo, el sincretismo y la confusión teológica dentro, eso sí, de coordenadas vaticanas, resulta totalmente inaceptable.

Nos hallamos ante otro ejemplo de la clase de ecumenismo que propugna Roma. Como Lutero ante el emperador, en la dieta de Worms, nosotros también nos vemos obligados a confesar que nuestra conciencia, sometida a la Palabra de Dios, es incapaz de aceptar todo aquello que vulnera la verdad de dicha Palabra divina.

Compruebo después de examinar la Declaración católico-luterana de Augsburgo de 1999, que todo lo que escribí cuando los representantes de los católicos americanos y de la Federación Luterana Mundial se reunieron con motivo de la séptima ronda de discusiones para elaborar el documento sobre la justificación por la fe, en 1983, todo lo que escribí entonces mantiene su vigencia. Los primeros resultados ya anticipaban lo que iba a dar de sí el texto final del "acuerdo" de 1999, de manera que cuanto dejé escrito en la segunda edición de mi obra Catolicismo Romano, Orígenes y Desarrollo (p. 1126, Documento católico luterano sobre la justificación (1983), Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona 1990) continúa siendo una reflexión válida todavía hoy; o mejor dicho: tal vez resulta más válida hoy que hace diez años. Me remito, pues, a la misma y concluyo con la afirmación final (p. 1135): el documento católico luterano (sea el bosquejo de 1983 o el texto de 1999) no brinda nada suficientemente atractivo teológica ni bíblicamente como para dejar la herencia de la Reforma.

Desgraciadamente, el legado de la Reforma dice bien poco a muchos evangélicos en la actualidad, tan poco que no se plantean siquiera el dilema de tener que elegir entre la doctrina reformada, luterana, y bíblica sobre la justificación por la fe, y las nuevas propuestas del diálogo católico y pseudo luterano. Y así nos va.

Se veía venir. La moderna teología ecuménica reemplaza a la teología bíblica, a la teología sistemática y sobre todo a la teología dogmática o histórica.

Sin embargo, yo me siento llamado humildemente a confesar que la Biblia es la fuente de nuestra vida, de nuestro pensamiento y de nuestra piedad. Este principio escriturístico es más que un dogma, más que una tesis teológica, es un hecho predogmático. Porque la Escritura es anterior al dogma, en el sentido de que toda elaboración doctrinal tiene que derivar de ella. La Escritura es el documento del que se sirve Dios para suscitar y alimentar tanto nuestra fe como nuestra teología.

Bibliografía

• Comunicado oficial común emitido por la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica. Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación. 17-11-99.

• Denzinger, Enchiridion Symbolorum. El magisterio de la iglesia, Manual de símbolos, definiciones y declaraciones de la Iglesia Romana en materia de fe y costumbres. Editorial Herder, 1961.

• Lutero, Obras. Vol. I., Ediciones Sígueme.

• J. Calvino, John Calvin's tracts and Treatises, e Vols. Eerdmans, 1958. En el vol. III John Calvin's Acts of the Council of Trent with the antidote, pp. 75 yss.

• José Grau, Catolicismo Romano, Orígenes y desarrollo, 2 vols. Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona 1990. El Concilio de Trento, en pp. 551-681 en Vol. I. Documento católico luterano sobre la justificación de 1983, en pp. 1126-1135. Carta abierta de los anglicanos evangélicos de 1988, en pp. 1135-1144. El ecumenismo católico y el diálogo con las demás iglesias, en pp. 1144-1152, Las razones permanentes de la división entre el Protestantismo y el Catolicismo Romano, en pp. 1256-1265.

• James Buchanan, The Doctrine of Justification, Edimburgo 1867. Un clásico sobre la justificación. Existe traducción española, abreviada, de Editorial Peregrino.

• Pedro González de Mendoza y Martín Pérez de Ayala, El Concilio de Trento, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1947.

• Una perspectiva evangélica contemporánea del catolicismo romano, Alianza Evangélica Mundial. Alianza Evangélica Española, 1986.



En la Revista Idea (Nº 3/1999; Septiembre-Diciembre), publicamos una de las primeras reacciones a la Declaración Conjunta acerca de la doctrina de la Justificación; era la opinión de un teólogo luterano que veía el acuerdo con notable optimismo. Tras un estudio detallado del texto José Grau, conocido teólogo y profesor evangélico nos ofrece una valoración de la mencionada Declaración desde una perspectiva evangélica.

Queremos contribuir así a clarificar y valorar en su justa medida el verdadero alcance de dicha Declaración.

Comisión de Publicaciones. Revista Idea. N.2/00
 
Código: ZS03041108

Fecha publicación: 2003-04-11

El Papa se encuentra con el presidente de la Federación Luterana Mundial


CIUDAD DEL VATICANO, 11 abril 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recibió en audiencia este viernes en el Vaticano al reverendo Chistian Krause, obispo de la Iglesia Evangélica Luterana de Alemania; presidente de la Federación Luterana Mundial, con su esposa y séquito.

La Oficina de Prensa de la Santa Sede, que dio la noticia, no dio detalles sobre los contenidos del encuentro.

La Federación Luterana Mundial congrega a las iglesias cristianas surgidas de la traición luterana, según explican sus dirigentes. Fundada en 1947 en Lund, Suecia, cuenta con 136 iglesias miembros en 76 países, representando a 61.7 millones de los 65.5 millones de luteranos.

El 31 de octubre de 1999 la Santa Sede y la Federación Luterana Mundial firmaron en Agsburgo (Alemania) la Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, con la que se superaban algunas cuestiones ligadas a la cooperación del hombre en la salvación, que por mutuos malentendidos dieron se encontraban en el origen de la Reforma promovida por Martín Lutero.