Querido David:
Si te digo que me dejas sorprendido con la similitud entre lo que cuenta el Génesis de Jacob y la escalera con mi analogía de la Estalactita y la Estalagmita, te mentiría. Entiéndeme, me dejas sorprendido con tu conocimiento de la Biblia que yo no poseo, y con tu perspicacia para entender ese párrafo que se cuenta en el Génesis. Pero no me sorprende el extraordinario calado de mi analogía con ella, ya que cuenta el Plan de Dios para el hombre y su creación desde que Adán fue expulsado del Paraíso.
En cuanto a tu pregunta de donde saco estas ideas te diré que llegan a mi mente completas, redactadas y me limito a trascribirlas en el ordenador casi sin esfuerzo alguno. Ahora que muchos hablan de que disponen del Espíritu Santo o de que el Espíritu habla por ellos, no quiero caer en triunfalismos ni en falsos orgullos. Lo que sí sé es que durante muchos años estuve indagando y preguntando(me) por infinidad de cuestiones que no entendía. Cuando mi mente se abrió, recibí respuesta concisa y clara de todas las preguntas e interrogantes que me inquietaban y me había hecho anteriormente. Esas respuestas trajeron otras preguntas y otras respuestas. No recibí contestación de las que no me había hecho. De ahí la importancia de hacerse solo las preguntas adecuadas. Todas las preguntas adecuadas.
No siempre llegan ideas brillantes a mi cabeza. La mayor parte del tiempo está ocupada en observar los pensamientos de Satanás y no prestarle demasiada atención, solo notar que sigue allí sin intención de moverse. Y no siempre estoy abierto e inspirado. Tanto la analogía de la Estalactita como todo lo demás de tu epígrafe “EL YO”, fue escrito hace ya casi dos años.
Adjunto la segunda parte de “La estrella que no quería alumbrar”, enviandote un abrazo de hermano.
A raíz del nacimiento del nuevo Sol, muchas cosas cambiaron en ese sistema planetario. Algunos planetas empezaron a desarrollar otros bienes como una acumulación de gases periféricos a lo que denominaron atmósfera. Otros, dentro de esa atmósfera empezaron a desarrollar vegetación y una serie de reacciones químicas que hacían más satisfactoria la vida de sus poseedores.
Mientras, el aprendiz de Estrella estaba perplejo. Al principio se sintió halagado de sentir esas nuevas energías en su interior, de sentirse diferente, de sentir su utilidad en el sistema, pero después comprendió que esto le llevaba irremediablemente a su fin. Ese calor, esa energía que regalaba se producía por combustión de su materia interna y eso la hacía desaparecer poco a poco. La angustia le atenazó. El miedo se agarró a su núcleo como una alimaña se aferra a su presa. Ya no estaba feliz con lo que le estaba pasando. Ya no quería que continuase.
Observó al resto de los planetas y le pareció que le miraban mal. Creyó observar caras de disgusto en todos ellos y aún más, que al pasar a su lado le escupían. Entonces se sintió el ser más ínfimo del Universo. El se volvió más aún hacia su interior y la reacción nuclear aumentó de volumen.
El no quería dar. ¿Qué es eso de dar...? ¿Acaso alguien da sin recibir nada a cambio? ¿Acaso alguien da algo por nada? El se estaba consumiendo dando luz y energía... a cambio de nada. Y esto le sublevaba. Le pareció que había desperdiciado su vida anterior. Le pareció que la vida de antes sí tenía sentido. Que no había sabido verlo en su momento. Y ahora se lamentaba. Y lloró... Lloró amargamente al pensar que toda su vida anterior había muerto y que no podría recuperarla nunca más.
Entonces vio aparecer a lo lejos una bolita de fuego con una larga cola. El no sabía qué era, pero cada vez la tenía más cerca. Llegó un momento en el que creyó que se estrellaría contra él, pero ese pensamiento lo desechó al momento. No pasaría nada si así fuera. Él era mucho más grande que esa pequeña bola y lo único que conseguiría en caso de colisión era aumentar su volumen y permitirle continuar su combustión varios días más. El cometa se acercó en su órbita tangencial.
- ¡Bueno, bueno, bueno...! Veo que ya has prendido la mecha, hermano- Dijo el cometa asombrado. Y luego continuó: He pasado por aquí muchas veces, infinidad de veces y siempre he tenido la esperanza de que alguna vez iniciaras tu despegue hacia la Eternidad. Siempre he pensado que tenías condiciones y ahora lo has demostrado. ¡Enhorabuena!
El aprendiz de Estrella lo miró con asombro y dijo balbuciendo.
- ¡No seas mordaz! Estoy muy triste con todo esto. Esto sólo puede llevarme a mi final.
- Es posible... Pero un final siempre es un principio. No podemos quedarnos parados. Algo termina y algo empieza. La vida es siempre así. Hay que dejar lo bueno para obtener lo excelente.
- Pero yo no quiero terminar. Ni siquiera sé si he empezado. No he vivido mi anterior estado con satisfacción, no lo recuerdo.
- El estado de planeta es un estado intermedio, lamentable, doloroso, por eso no es demasiado placentero. Pero vosotros os empeñáis en seguir en ese mísero estado. No veis las maravillas que os depara el futuro, pero esas maravillas están ahí, sólo hace falta prender la mecha.
- Pe..pe..pero ¿Tú quién eres?
- Yo soy un enviado del Gran Arquitecto, del Gran Constructor del Universo, de Dios.
- ¡Y yo qué tengo que ver con todo esto! Yo sólo soy un triste planeta que no ha aprendido a vivir como planeta cuando ha empezado a convertirse en no sé qué cosa. ¡Yo sólo soy un pobre desgraciado!
- Tú lo has dicho. Pero al menos has dado el primer paso... sabes que eres un pobre desgraciado. Eso es mucho. Tus compañeros planetas todavía creen que son algo... que ellos viven en un estado definitivo, que han sido fabricados así, que están terminados. Por eso se preocupan de los problemas matemáticos de las órbitas, he intentan mejorarlas, de los problemas de tráfico, de la cultura, del futuro, del pasado, de todo, menos de ellos mismos.
- Sí, pero antes al menos creía que era algo. Ahora sé que no soy nada y es muy difícil vivir y soportar la incertidumbre y la duda, porque cuando uno es planeta al menos es algo, pero cuando uno está en este estado no es nada ni nadie.
- Nadie ha dicho que crecer sea fácil. Pero más doloroso es vivir en ese estado de planeta indefinidamente y no tener esperanzas. Más duro es encontrarse con la muerte olvidada, no aceptada y enterrada en nuestro interior. Ese sí que es un momento duro y todos los planetas lo aplazan, lo esconden, lo olvidan. No quieren aceptarlo, pero ese momento llega siempre, y verlo llegar sí que es verdaderamente doloroso. Pero nos decimos que esto dura dos días y hay que disfrutar y nos contentamos con la caricatura que nos hemos hecho de la vida sin tener conocimiento de la Vida. Todo esto que te cuento es muy lamentable, pero es auténtico, es verídico.
- Si como dicen Dios es tan bueno y generoso, ¿Cómo pudo hacer algo así, algo tan doloroso y tan imperfecto?- Preguntó angustiado el aprendiz.
- El problema es que los planetas no aceptáis la vida tal como es. Os engañáis con una idea preconcebida de la vida, que de tanto repetirla de generación en generación se ha convertido en una cuasi realidad. Los pensamientos a fuerza de repetirlos conforman realidades que pasan a formar parte de vuestro inconsciente. Si supierais la fuerza que tienen los pensamientos tendríais más cuidado a la hora de dar vuestras opiniones con tanta generosidad y arbitrariedad. No sabéis el daño que esas opiniones gratuitas hacen en vuestros semejantes. Siempre creéis estar en la verdad y que los demás están confundidos. Nunca se acepta que uno es el confundido. Y en vuestra historia individual tenéis demasiadas ocasiones en que habéis estado porfiando muy seguros sobre cualquier tema y que ahora sabéis que habíais estado equivocados. Si esto fue así en el pasado, por qué no os decís ahora ¿por qué mi opinión actual va a ser la buena? ¿Por qué mi opinión actual va a ser la definitiva?
El problema de la vida es un problema de actitud. Si nuestra actitud es egoísta, es de ya saberlo todo, nunca aprenderemos nada, porque estamos cerrados al conocimiento. Hemos visto todas las maravillas externas que nos rodean y hemos aceptado la hipótesis que nos lanzaban los científicos del universo, que creen saberlo todo. Así, en vez de seres individuales nos convertimos en correas de transmisión de una realidad viciada, de una irrealidad que a través de los siglos ha tomado forma y que nos inunda por todos lados. Dejamos de ser planetas para convertirnos en esclavos de esa irrealidad, en esclavos de esos científicos que unas veces por desconocimiento y otras por una gran maldad, continúan recreando una imagen de universo que no es.
¿Esto lo ha hecho así Dios? ¿Acaso vamos a culpar a Dios de nuestros errores? No. Dios ha creado a los planetas para efectuar una misión, una misión que siempre es la misma: recrear la Luz. Dios no ha terminado de crear, sino que Dios sigue creando en nuestros días y sigue separando la Luz de las Tinieblas. Vosotros, los planetas, sois los encargados de efectuar esa misión. En vosotros está la imagen de Dios y la imagen... digamos de lo Oscuro, y créeme, eso Oscuro existe. Y es en vuestro interior donde esa lucha tiene lugar, en cada uno de vosotros. Uno de los dos tiene que vencer. Si vence la Luz, os convertiréis en Estrellas luminosas que con su Luz iluminará a los demás planetas en su lucha sin cuartel y la reacción nuclear será más rápida. Si queda en tablas, como ocurre muy a menudo en nuestros días, toda la lucha habrá sido en vano y todo tendrá que volver a empezar. La muerte vendrá a disociar esa unión y esas imágenes volverán a instalarse en un nuevo planeta donde volverá a iniciarse esa lucha entre la Luz y la Oscuridad. Si vence la Oscuridad, una ocasión se habrá perdido como cuando queda en tablas, y al volver a iniciar la vida en otro planeta sabréis mejor cómo efectuar esa lucha para llegar a la victoria. Nadie puede hacer este trabajo por vosotros, sois vosotros los que tenéis que realizarlo si sabéis lo que os conviene. De ahí la importancia de que este trabajo se haga en el menor plazo de tiempo posible. Después de este periodo, sólo la Luz brillará en el Universo y sólo la alegría, la felicidad y la paz brillará en él para toda la Eternidad. Pero los planetas que os convertís en Estrellas, desde ese momento viviréis en paz para siempre, aún viviendo en un Universo en llamas. Por eso hay que aprender a vivir en la duda, en la incertidumbre. No dar nada por hecho ni por definitivo. Tenemos que llegar a no tomarnos a nosotros mismos muy en serio.
(Continuará)