El porqué del Primado Romano: La sucesión Apostólica.
Paz y bien a todos mis hermanos.
Antes y a manera de introducción les presente a <A HREF="http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php/49725-La-Santa-Iglesia-Católica-Apostólica-Romana">La Santa Iglesia Católica Apostólica Romana</A>, y ahora lo que pretendo abordar, —no es diferente, pero que amerita un tema aparte—, el siguiente que presento es: «El porqué del Primado Romano: La sucesión Apostólica. »
Gracia de parte de Dios
Tenemos en comunión el «creer en Dios» indiferente del modo en que lo manifestemos.
Los cristianos de la <A HREF="http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php/49725-La-Santa-Iglesia-Católica-Apostólica-Romana">La Santa Iglesia Católica Apostólica Romana</A> afirmamos lo siguiente:
Creemos en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y la tierra.
Creemos en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creemos en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Este es nuestro «Amén»
Aquellos que en concepto de carne se apartaron de nosotros y los que son en sucesión, toman nuestro «Amén» por falsía. No se detienen a contemplar la comunión de la fe, que ellos mismos manifiestan, ¿Y a qué se debe? -No aceptan la sucesión Apostólica.
Nosotros sabemos que es obra de Dios: «porque fue el Señor quién hizo esto, y es maravilloso a nuestros ojos» (Mc 12, 11), y en ninguna parte es contrario a esto.
Pero como dice la Escritura y por tal que sea la transmisión Apostólica y en esto también la función de Pedro: «Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»(Lc 22, 32). Si fuera Pedro quien dice esto, en esto que no valdría: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale.» (Jn 8, 13)
Pero a Pedro su confirmación la testifica Cristo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» (Mt 16, 17-19) y es por esto que vale: «Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí.» (Jn 8, 14-18).
Si ustedes dicen haber recibido el Espíritu Santo, ¿Quién lo testifica?
Si nosotros decimos que hemos recibido el Espíritu Santo, ¿Quién lo confirma?
Si, a Pedro lo confirma Cristo Jesús y manda a Pedro: «Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»(Lc 22, 32).
Pero dirán en su entendimiento de carne: «Eso fue cuando Cristo, han pasado casi dos mil años y no hay garantías de que sea con así con ustedes.»
Nosotros tenemos una garantía, que no es arbitraría, pues Pablo mismo, para ser confirmado en la «fe», también se sometió.
Si acaso conocen la Escritura, saben quién es Pablo, por los que no sepan: Pablo era un judío de la tribu de Benjamín, nacido en Tarso de Cilicia era también ciudadano Romano, y desde su juventud recibió en Jerusalén una profunda formación religiosa de Gamaliel según las doctrinas fariseas, (hecho que orgullecía a Pablo), al inicio fue un encarnizado perseguidor de la Iglesia, y aprobó la muerte de Esteban, cuando él se dirigía a Damasco fue trancado bruscamente por la aparición de nuestro Señor resucitado, que le manifestó la verdad de la fe cristiana. Nuestro Señor le dijo: «Yo soy Jesús al que tú persigues. Pero levántate, entra a la ciudad y se te dirá lo que tienes que hacer.» (Hch 9, 6), Pablo aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada, los que le acompañaban le llevaban de la mano e hicieron entrar en Damasco. Paralelamente Nuestro Señor en visón dijo a un discípulo llamado Ananías: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira que está en oración y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.» (Hch 9, 11-12), «Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo a Pablo: «Saúl, hermano, me ha enviado Jesús, el que se te apareció en camino a por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo.» Al instante cayeron de su ojos unas como escamas, y recobro la vista: se levantó y fue bautizado.» (Hch 9, 17-18). Y así es, Pablo se puso a predicar a Jesús en las sinagogas, y así estuvo por tiempo, aprendiendo y en compañía de los discípulos, y de Bernabé, más el Señor al tiempo dijo: «separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.» (Hch 13, 2). «Entonces después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron.» (Hch 13, 3).
Es, que sea por imposición de manos, garantía que viene de aquellos que lo recibieron a su vez de Cristo, pues con eso, —la imposición de manos—, que necesariamente que haya una verdadera transmisión y contacto real, y esto por: «Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. Al ver Simón que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu» (Hch 8, 14-18); «Por eso, dejando aparte la enseñanza elemental acerca de Cristo, elevémonos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en Dios; de la instrucción sobre los bautismos y de la imposición de las manos; de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y así procederemos con el favor de Dios.» (Hb 6, 1-3); «No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros.» (1Tm 4, 14), y siendo total designio de Dios en lo mismo: «Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús» (2 Tm 1, 6-9).
Precisamente la Iglesia, que es la congregación de los llamados a ser santos, es por Institución de Dios y fundamentada en la Roca de nuestra Fe que es Cristo Jesús. Custodiada por sus Apóstoles y tenemos garantías no arbitrarias que realmente hay una sucesión real, pues hay un contacto real.
Sea la paz con ustedes.
Paz y bien a todos mis hermanos.
Antes y a manera de introducción les presente a <A HREF="http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php/49725-La-Santa-Iglesia-Católica-Apostólica-Romana">La Santa Iglesia Católica Apostólica Romana</A>, y ahora lo que pretendo abordar, —no es diferente, pero que amerita un tema aparte—, el siguiente que presento es: «El porqué del Primado Romano: La sucesión Apostólica. »
Gracia de parte de Dios
Tenemos en comunión el «creer en Dios» indiferente del modo en que lo manifestemos.
Los cristianos de la <A HREF="http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php/49725-La-Santa-Iglesia-Católica-Apostólica-Romana">La Santa Iglesia Católica Apostólica Romana</A> afirmamos lo siguiente:
Creemos en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y la tierra.
Creemos en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creemos en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Este es nuestro «Amén»
Aquellos que en concepto de carne se apartaron de nosotros y los que son en sucesión, toman nuestro «Amén» por falsía. No se detienen a contemplar la comunión de la fe, que ellos mismos manifiestan, ¿Y a qué se debe? -No aceptan la sucesión Apostólica.
Nosotros sabemos que es obra de Dios: «porque fue el Señor quién hizo esto, y es maravilloso a nuestros ojos» (Mc 12, 11), y en ninguna parte es contrario a esto.
Pero como dice la Escritura y por tal que sea la transmisión Apostólica y en esto también la función de Pedro: «Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»(Lc 22, 32). Si fuera Pedro quien dice esto, en esto que no valdría: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale.» (Jn 8, 13)
Pero a Pedro su confirmación la testifica Cristo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» (Mt 16, 17-19) y es por esto que vale: «Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí.» (Jn 8, 14-18).
Si ustedes dicen haber recibido el Espíritu Santo, ¿Quién lo testifica?
Si nosotros decimos que hemos recibido el Espíritu Santo, ¿Quién lo confirma?
Si, a Pedro lo confirma Cristo Jesús y manda a Pedro: «Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»(Lc 22, 32).
Pero dirán en su entendimiento de carne: «Eso fue cuando Cristo, han pasado casi dos mil años y no hay garantías de que sea con así con ustedes.»
Nosotros tenemos una garantía, que no es arbitraría, pues Pablo mismo, para ser confirmado en la «fe», también se sometió.
Si acaso conocen la Escritura, saben quién es Pablo, por los que no sepan: Pablo era un judío de la tribu de Benjamín, nacido en Tarso de Cilicia era también ciudadano Romano, y desde su juventud recibió en Jerusalén una profunda formación religiosa de Gamaliel según las doctrinas fariseas, (hecho que orgullecía a Pablo), al inicio fue un encarnizado perseguidor de la Iglesia, y aprobó la muerte de Esteban, cuando él se dirigía a Damasco fue trancado bruscamente por la aparición de nuestro Señor resucitado, que le manifestó la verdad de la fe cristiana. Nuestro Señor le dijo: «Yo soy Jesús al que tú persigues. Pero levántate, entra a la ciudad y se te dirá lo que tienes que hacer.» (Hch 9, 6), Pablo aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada, los que le acompañaban le llevaban de la mano e hicieron entrar en Damasco. Paralelamente Nuestro Señor en visón dijo a un discípulo llamado Ananías: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira que está en oración y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.» (Hch 9, 11-12), «Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo a Pablo: «Saúl, hermano, me ha enviado Jesús, el que se te apareció en camino a por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo.» Al instante cayeron de su ojos unas como escamas, y recobro la vista: se levantó y fue bautizado.» (Hch 9, 17-18). Y así es, Pablo se puso a predicar a Jesús en las sinagogas, y así estuvo por tiempo, aprendiendo y en compañía de los discípulos, y de Bernabé, más el Señor al tiempo dijo: «separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.» (Hch 13, 2). «Entonces después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron.» (Hch 13, 3).
Es, que sea por imposición de manos, garantía que viene de aquellos que lo recibieron a su vez de Cristo, pues con eso, —la imposición de manos—, que necesariamente que haya una verdadera transmisión y contacto real, y esto por: «Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. Al ver Simón que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu» (Hch 8, 14-18); «Por eso, dejando aparte la enseñanza elemental acerca de Cristo, elevémonos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en Dios; de la instrucción sobre los bautismos y de la imposición de las manos; de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y así procederemos con el favor de Dios.» (Hb 6, 1-3); «No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros.» (1Tm 4, 14), y siendo total designio de Dios en lo mismo: «Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús» (2 Tm 1, 6-9).
Precisamente la Iglesia, que es la congregación de los llamados a ser santos, es por Institución de Dios y fundamentada en la Roca de nuestra Fe que es Cristo Jesús. Custodiada por sus Apóstoles y tenemos garantías no arbitrarias que realmente hay una sucesión real, pues hay un contacto real.
Sea la paz con ustedes.