Re: EL ORIGEN DE LA OBSERVANCIA DEL DOMINGO
Nadie juzga o condena por guardar el dia domingo, todos los dias se puede alabar a Dios, el hecho es que quebrantan los mandamientos de Dios, por tradiccion.
Y su palabra de Dios permanece. SI ME AMAIS GUARDAD MIS MANDAMIENTOS
CONTINUANDO...............
¿Cómo puede explicarse esto? En primer lugar, la iglesia cristiana muy pronto llegó a sentirse incómoda en presencia de todo lo que fuera judío. El apóstol San Pablo tenía muchas dificultades con los judíos cristianos de su tiempo para conseguir que aceptaran que los gentiles cristianos ya no necesitaban practicar la circuncisión ni observar las leyes ceremoniales que los judíos continuaban practicando de acuerdo con el Antiguo Testamento. San Pablo estaba especialmente interesado en que la iglesia cristiana se liberara de todas las tradiciones judías que habían caducado.
Por otra parte, los judíos estaban produciendo constantes dificultades a los miembros de la naciente iglesia cristiana. Los perseguían dondequiera les fuera posible, como lo demuestra claramente el libro de Los Hechos y, cuando ellos mismos eran incapaces de causarles perjuicio, acudían al poder de las autoridades romanas.
Por otra parte, los judíos anhelaban siempre el día en que pudieran verse libres del yugo romano y repetidamente se levantaron contra Roma. Eso contribuía a que lo gozaran de la confianza de los romanos. Por lo tanto, los cristianos no deseaban ser identificados con ellos y, no sólo dejaron de practicar las ceremonias judías -lo cual, desde luego, debieran haber hecho-, sino que también comenzaron a referirse al santo día de Dios, el sábado, calificándolo de institución judía, preparándose de ese modo para dar la bienvenida a otro día que tomara su lugar
Además, los dirigentes de la iglesia de Roma comenzaron a insistir muy pronto en que la resurrección de Cristo debía celebrarse anualmente en la iglesia y que esta celebración debía ocurrir siempre en el primer día de la semana. De esa manera, la observancia de la pascua llegó a constituir un punto de controversia, al principio suave, entre los dirigentes de la iglesia de Roma y los de las iglesias orientales, hacia el año 151 de nuestra era. En el oriente era costumbre que las iglesias recordaran la crucifixión de Cristo y esto, por supuesto, colocaba dicha celebración en el mismo momento en que ocurría la pascua judía. La iglesia occidental se resintió por eso, porque de esa manera los cristianos observaban como festivo el mismo día que los judíos estaban guardando.
Los sentimientos se enconaron de tal manera, que por el año 200 DC un obispo de Roma, llamado Víctor, intentó excomulgar a toda persona que no celebrara anualmente la resurrección en el primer día de la semana, como lo deseaba su iglesia. Algunos que querían observar la pascua se manifestaron en desacuerdo con ese obispo en su intención de excomulgar a sus opositores, e insistieron en que debía convencérselos por la persuasión. Ireneo, destacado dirigente de la iglesia de Galia y notable escritor cristiano, reprendió a Víctor por su tentativa de separar de la iglesia a los que no concordaban con él, aun cuando él mismo estaba aparentemente de acuerdo en celebrar el día de la resurrección anualmente en el primer día de la semana. (Véase: Eusebio, Historia de la Iglesia, libro 5, caps. 23-25, en Los Padres Nicenos y Postnicenos, segunda serie, tomo 1, págs. 241, 244.)
Los esfuerzos del obispo Víctor para celebrar la resurrección de ese modo, no fueron de ninguna manera el fin, sino más bien el comienzo de sus tentativas en ese sentido. La controversia relativa a la pascua continuó y fue una preocupación del Concilio de Nicea, el año 325 DC. Allí se decidió que el primer lugar la pascua debía celebrarse al comienzo de la primavera, después del equinoccio de invierno, en lugar de a mediados de esa estación, que era la modalidad judía. Y, en segundo lugar, que la pascua debía celebrarse siempre en domingo, eligiendo una fecha que evitara su coincidencia con la pascua judía. El emperador Constantino procedió entonces a poner en vigencia la observancia del domingo por medio de la fiesta de la pascua. (Véase la Carta de Constantino en "La Vida de Constantino", de Eusebio, libro 3, caps. 16-20, en Los Padres Nicenos y Postnicenos, segunda serie, tomo 1, págs. 524, 525)
Puede apreciarse entonces cuánto tuvo que ver el obispo de Roma con esta decisión, a la vez que se puede verificar la magnitud de su influencia, por una orden emitida en ese tiempo por Silvestre I en un concilio realizado en Roma en el mismo año del Concilio de Nicea:
"Exíjase de todos los obispos y presbíteros que observen la festividad de la pascua desde el décimo cuarto día hasta el vigésimo primero, de manera que se destaque el día del Señor" (Hardouin "Acta Conciliorum", tomo 1, columna 527). (Traducción y cursiva del autor.) Al mismo tiempo promulgó un edicto que, aun cuando especificaba que los días de la semana no debían ser designados con los nombres de los dioses paganos, ordenaba que el domingo fuera denominado "día del Señor". Esta información nos llega por intermedio de un escritor anglosajón, el Venerable Beda, en el capítulo 4 de su Libro Concerniente a los Tiempos.
"La semana consiste en siete días y el octavo día es el mismo que el primero, al cual la semana vuelve y en el cual comienza de nuevo. Los gentiles aplicaron a éstos nombres de planetas, intuyendo que tenían el alma del Sol, el cuerpo de la Luna, la sangre de Marte, la mentalidad y el habla de Mercurio, la moderación de Júpiter, la sensualidad de Venus y la lentitud de Saturno. Pero el santo Silvestre ordenó que fueran llamados días festibos [feriae] -llamando al primero, el día del Señor-, a imitación de lo que hacían los hebreos que los llamaron [a los días], el primer del sábado, el segundo del sábado, y así sucesivamente, los otros por número" (Migne, Patrología Latina, tomo 90, columna 281).
De esta manera, comenzó a observarse el domingo como día del Señor en sustitución del sábado establecido por Dios en su ley inmutable, y de la cual dijo Cristo que vino a guardarla para darnos ejemplo.