Los profetas no se sentaban a la mesa con los reyes, no vestían ropas opulentas y llamaban al pueblo a seguir fielmente todos los decretos de los que gobernaban.
Los verdaderos profetas, muchas veces, tenían que salir huyendo a los desiertos (Elías), o incluso a naciones enemigas (Jeremías), pues las palabras que hablaban sacaría a la luz los actos corruptos ocultos de la clase gobernante, confrontaría las mentiras de los líderes religiosos y seculares, que con su hipocresía y semblanza de caridad, explotaban al pueblo, oprimían a los justos y corrompían la tierra con sus actos.
¿Dónde están los profetas de DIOS hoy? ¿Ha quedado tan solo uno, tan solo una voz que clame desde el desierto: ¡Generación de víboras, cómo escaparéis del juicio venidero!?
Escucho a los fieles de los reyes de la tierra, escucho a los herodianos mandar a decirle a los pueblos: "¡Pagad el tributo, y no os quejéis! ¡Seguid los mandatos y confiad en los que os gobiernan, que César es nuestro gran rey!" Escucho a los fariseos: "Lavad vuestras manos antes de comer, pagad vuestro diezmo al templo de Herodes, rechazad enfermos y no toquéis a los inmundos".
¡Oh que DIOS levantara una generación de hombres y mujeres consumidos por el celo de DIOS y Su verdad! Que no temiera la muerte ni cediera la rodilla ante los baales que los falsos profetas adornan y mandan a los demás a adorar. Sí, una generación que en medio de la confusión, la manipulación y la opresión globalizada, iluminara la única esperanza del mundo: Cristo Jesús, el Mesías de DIOS, "el Soberano de los reyes de la tierra" (Apocalipsis 1:5).
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