EL VIRUS MÁS PELIGROSO DE TODA LA HISTORIA HUMANA.
Hay un virus cuya peligrosidad está fuera de toda estimación, porque es un virus que no solo afecta el cuerpo, sino que también trae sufrimientos eternos e indescriptibles sobre el alma de los seres humanos. Este virus tuvo sus orígenes en las esferas celestiales y el primero en contraerlo fue un poderoso arcángel. El arcángel Lucifer, y la contaminación pasó a la tercera parte de los Ángeles. Y ese virus es el virus del pecado de rebelión contra un Dios tres veces santo, que es la fuente de toda Verdad justicia y bondad.
En Romanos cap 5 se nos describe que aquel virus que comenzó en las esferas celestiales, un día entró en la esfera humana, trayendo la ruina eterna sobre billones de seres humanos:
Romanos 5;12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
Aquel virus al que la Biblia llama pecado, ha sido transmitido por Adán a toda la raza humana, y no hay absolutamente nada que el ser humano pueda hacer para deshacerse de las consecuencias eternas de tal infección. No hay ciencia, no hay virtud humana, no hay buenas obras que puedan librar al alma de la condenación y el sufrimiento eterno.
Dios mismo se hizo hombre, Dios mismo en la Persona de Jesucristo, entró en la esfera humana para obtener el remedio perfecto mediante su sacrificio en la Cruz del Calvario. Remedio que consistió en obtener una justicia perfecta, que le es imputada, es decir es puesta a la cuenta de todos aquellos, que en virtud de la gracia soberana, son atraídos eficazmente a la salvación para así poder mediante la Fe en el sacrificio del Cordero de Dios, recibir el antídoto:
Romanos 3; 23-28
23 Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
Romanos 5; 1-12
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Asumo que para muchos de los que siguen y leen mis publicaciones, estas son verdades muy elementales. Sin embargo, en cuanto a quienes son parte del evangelicalismo en general, a juzgar por sus actitudes y de cómo han mordido el anzuelo con la carnada, que una élite de hombres perversos ha dispuesto, pareciera que estarían cegados a la verdad del Evangelio, porque corren llenos de temor a refugiarse en una vacuna contra un supuesto virus que tiene una letalidad del 0,096 %. Vacuna que es parte del mismo Misterio de la Iniquidad, porque precisamente uno de los objetivos de ese compuesto siniestro, es alterar el genoma humano. Alteración que convierte a las criaturas nacidas de padres que fueron inoculados antes de la concepción, en mutantes que ya no pueden ser alcanzados por la eficacia del sacrificio de Cristo. Es decir, pareciera que estamos ante quienes, que, aunque externamente parecían verdaderos creyentes, por su incredulidad han demostrado ser gente no regenerada. Gente tan apegada a la vida del cuerpo, y a su existencia terrenal, que ignoraron que la vida de todo verdadero cristiano está en las manos de Dios y que ni uno solo de sus cabellos cae a tierra sin el permiso de Dios, y lo ignoraron porque sencillamente no conocen a Dios.
Creo que la mejor conclusión, la mejor manera de concluir esta reflexión, es la gloriosa verdad expresada en hebreos 10;39:
Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.
Soli Deo Gloria.
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