El laicismo no es garantista
El laicismo europeo vive obsesionado con la defensa de la pluralidad y del "estado garantista". Sin embargo, la "neutralidad" de lo público no existe. Afirmar que el Estado no tiene confesión religiosa alguna, y que simplemente vela por el "interés general" supone de facto una interpretación de la política empequeñecida por la negación de la trascendencia. Porque una cosa es la "legítima autonomía de lo temporal" y otra muy diferente el ejercicio del laicismo militante.
Y es precisamente ese laicismo el que no resulta garante de derechos. "Parece que nos los dan, pero luego nos los ocupan", señalaba en los cursos del El Escorial el Catedrático de la University of America, David Schindler. Efectivamente, vivimos en un estado garantista de derecho y totalitario de hecho. El derecho a la libertad educativa está cercenado por una legislación asfixiante que decide dónde estudian nuestros hijos, el qué, con qué maestros y con qué reglas de medición. El derecho a la vida de los que "no tienen voz" es reducido al "derecho a elegir" de la madre, con el coste de 63.000 abortos en el 2000.
Y es que una sociedad que renuncia a realizar una profesión pública de fe, está condenada al totalitarismo. Al fin y al cabo, el pensamiento liberal del siglo XIX desencadena en una mentalidad totalitaria en la que un "superente" llamado Estado se convierte en el único con capacidad para conocer lo bueno y lo malo. O peor, en el único que conoce lo útil y no inútil. ¿Cómo garantizar entonces los derechos y la libertad de los inútiles? ¿Cómo sostener intelectualmente la confianza en el ser humano?
El antropomorfismo despojado del espíritu trascendente deriva en dictadura. "Mientras que Europa no abandone el liberalismo, no podrá lograr nada fructífero", apuntó Schindler. Unas duras palabras que chocaron con la vetusta mentalidad del "ya veremos", "es muy difícil", "hay mucha inercia" del Catedrático de Ética de la Universidad Pontificia de Salamanca, Leonardo Rodríguez Dupla. La vieja Europa se muere de una inercia que posterga al cristianismo del proyecto de Constitución Europea. Hasta que Europa no sea "ella misma" y "reencuentre sus raíces", el Viejo Continente no será capaz de ofrecer "nada fructífero" a la humanidad. "Debemos tomar constancia, con conciencia y también con orgullo de las raíces cristianas de Europa" señalaba hace unos meses el presidente del Senado italiano, Marcello Pera.
En paralelo, el Continente de la Esperanza vive inmerso en un mar de incertidumbres, pero también cargado de ilusiones. "Tenemos miedo de legar a nuestros hijos unas Constituciones sin fundamento", señaló una joven colombiana en los cursos de verano de El Escorial. En este sentido hay que entender la ley promulgada por George Bush la cual refuerza los derechos del recién nacido, incluidos los fetos que sobrevivan a un aborto. Además, como dice la canción de Roberto Carlos, que se ha convertido en el "tema" de las visitas de Juan Pablo II a México: "Tú eres el más cierto en horas inciertas"...
Eulogio López
Hispanidad.com
El laicismo europeo vive obsesionado con la defensa de la pluralidad y del "estado garantista". Sin embargo, la "neutralidad" de lo público no existe. Afirmar que el Estado no tiene confesión religiosa alguna, y que simplemente vela por el "interés general" supone de facto una interpretación de la política empequeñecida por la negación de la trascendencia. Porque una cosa es la "legítima autonomía de lo temporal" y otra muy diferente el ejercicio del laicismo militante.
Y es precisamente ese laicismo el que no resulta garante de derechos. "Parece que nos los dan, pero luego nos los ocupan", señalaba en los cursos del El Escorial el Catedrático de la University of America, David Schindler. Efectivamente, vivimos en un estado garantista de derecho y totalitario de hecho. El derecho a la libertad educativa está cercenado por una legislación asfixiante que decide dónde estudian nuestros hijos, el qué, con qué maestros y con qué reglas de medición. El derecho a la vida de los que "no tienen voz" es reducido al "derecho a elegir" de la madre, con el coste de 63.000 abortos en el 2000.
Y es que una sociedad que renuncia a realizar una profesión pública de fe, está condenada al totalitarismo. Al fin y al cabo, el pensamiento liberal del siglo XIX desencadena en una mentalidad totalitaria en la que un "superente" llamado Estado se convierte en el único con capacidad para conocer lo bueno y lo malo. O peor, en el único que conoce lo útil y no inútil. ¿Cómo garantizar entonces los derechos y la libertad de los inútiles? ¿Cómo sostener intelectualmente la confianza en el ser humano?
El antropomorfismo despojado del espíritu trascendente deriva en dictadura. "Mientras que Europa no abandone el liberalismo, no podrá lograr nada fructífero", apuntó Schindler. Unas duras palabras que chocaron con la vetusta mentalidad del "ya veremos", "es muy difícil", "hay mucha inercia" del Catedrático de Ética de la Universidad Pontificia de Salamanca, Leonardo Rodríguez Dupla. La vieja Europa se muere de una inercia que posterga al cristianismo del proyecto de Constitución Europea. Hasta que Europa no sea "ella misma" y "reencuentre sus raíces", el Viejo Continente no será capaz de ofrecer "nada fructífero" a la humanidad. "Debemos tomar constancia, con conciencia y también con orgullo de las raíces cristianas de Europa" señalaba hace unos meses el presidente del Senado italiano, Marcello Pera.
En paralelo, el Continente de la Esperanza vive inmerso en un mar de incertidumbres, pero también cargado de ilusiones. "Tenemos miedo de legar a nuestros hijos unas Constituciones sin fundamento", señaló una joven colombiana en los cursos de verano de El Escorial. En este sentido hay que entender la ley promulgada por George Bush la cual refuerza los derechos del recién nacido, incluidos los fetos que sobrevivan a un aborto. Además, como dice la canción de Roberto Carlos, que se ha convertido en el "tema" de las visitas de Juan Pablo II a México: "Tú eres el más cierto en horas inciertas"...
Eulogio López
Hispanidad.com