LA LEY EN EL CORAZÓN
El universo está regido por leyes; leyes que nunca han variado. Nosotros, y nuestros cuerpos con todo sus sofisticados sistemas, también está regido por leyes. Aquí se aplica lo que se conoce como "causa y efecto". Si se violan esas leyes del cuerpo, tendremos que pagar las consecuencias.
Pero hay una ley moral: el Decálogo. Si bien el Nuevo pacto graba la ley en el corazón del creyente (Jeremías 31:31-33), Pablo agrega que los gentiles también tienen la ley grabada en sus corazones, aunque no conocen el Decálogo.
La parte de la ley de Dios que todos,paganos y cristianos, tenemos grabada es lo que podríamos llamar, la segunda tabla, o sea, la parte de nuestra relación cn el prójimo. Todos, creyentes y no creyentes, saben que es orden de Dios ayudar y obedecer a nuestros padres, saben que matar es malo, y que adulterar, robar, mentir y codiciar es incorrecto. Pero, ¿y qué de la segunda tabla? Aunque todos reconocen que hay un Ser que está por encima de todos, es nesecario saber quién es ese Dios, cual es su nombre. En el paganismo a miles de dioses. Entre todos, ¿cuál es el Dios verdadero? He aquí la importancia del primer mandamiento: No Tendrás más Dios que a mí.
Pero aun no nos ha dicho su nombre. Tenemos que ver el segundo mandamiento. Es ahí donde se nos dice que su nombre es Yahvéh (o Jehová). Las esculturas o figuraciones están prohibidas. Dios es invisible.
El tercer mandamiento nos lleva a reverenciar el nombre sagrado.
El cuarto mandamiento nos muestra el día de reposo de Dios. Este es el séptimo día y Dios lo llama SÁBADO. Ordena que se repose en él, no sólo la persona, sino la familia, los criados, los extranjeros que le acompañan y hasta el ganado. Este es un gran mandamiento, tan moral como el resto de la ley.
Como vemos, es necesaria una labor de educación respecto a los 1ros, mandamientos. Aunque esa ley está grabada en los corazones de todos los seres humanos, la labor de la iglesia es enseñar esos primeros mandamientos.
Citar aquí los cientos de textos que mencionan la responsabilidad nuestra de obedecer la ley, es imposible. Pero basta saber que Dios no cambia (Santiago 1:17). Jesucristo e el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13:8). Su santa ley está hoy tan en vigencia, como cuando Yahvéh la proclamó desde la cumbre del Sinaí y la escribió con su dedo en las tablas de piedra (Éxodo 31:18).
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Luis G. Cajiga