El Edicto de Milán
Proclamado por los emperadores Constantino emperador el oeste y
Licinio emperador del este.
"Cuando yo, Constantino Augusto y yo, Licinio Augusto, afortunadamente
nos reunimos cerca de Mediolanum (hoy Milán en Italia), y estuvimos
considerando todo lo pertinente al bienestar y la seguridad pública,
pensamos, entre otras cosas que estimamos serían para el bienestar de
muchos. Las regulaciones pertinentes a la reverencia a la divinidad deben
ciertamente hacerse primero. Por lo que debemos conceder a los
cristianos y a los demás, total autoridad para observar la religión que cada
uno prefiera. Para que cualquier divinidad que sea que se siente en los
cielos sea propicia y benévola con nosotros y con todos los que están bajo
nuestro reino. Y así, por medio de este sano consejo y honesta provisión
pensamos hacer los arreglos para que nadie sea de manera alguna
negado de la oportunidad de dar su corazón a la observancia de la religión
cristiana, a la religión que él piense que es la mejor para sí mismo, para
que la suprema deidad, a quien libremente adoramos e inclinamos nuestro
corazón, muestre en todas las cosas su usual favor y benevolencia. Por
tanto, deben saber que nos ha placido remover todas las condiciones
impuestas anteriormente respecto a los cristianos y ahora, cualquiera que
desee observar la religión cristiana puede hacerlo libre y abiertamente sin
ser molestado. Pensamos conveniente encomendar completamente a
ustedes para que sepan que le hemos dado a los cristianos irrestricta
libertad para ejercer su adoración religiosa. Cuando ven que esto ha sido
concedido a ellos por parte de nosotros, también le hemos concedido a
otras religiones el derecho de llevar libre y abierta observancia de su
adoración con el propósito de mantener la paz en nuestros tiempos, que
cada uno pueda tener libertad de culto según quiera. Esta regulación se ha
hecho para que no parezca que hemos querido actuar en detrimento de
ningún dignatario o de ninguna religión.
Sin embargo, en el caso de los cristianos, estimamos que es mejor
ordenar que si acaso alguien ha comprado de nuestro tesoro o de alguien
quienquiera que sea, esos lugares donde ellos acostumbraban a
congregarse previamente, sobre lo cual, un decreto ha sido hecho y una
carta les ha sido enviada oficialmente para que esa propiedad les sea
restaurada a los cristianos sin que tenga que mediar pago o recompensa
alguna y sin ninguna clase de fraude o engaño. Los que hayan recibido una
de esas propiedades como obsequio, deben retornarla inmediatamente a
los cristianos. Además, tanto aquellos que las han comprado como los que
las han recibido como regalo deben apelar al vicario y de esa forma buscar
un resarcimiento económico proveniente de nuestras arcas, para que
reciban por medio de nuestra clemencia. Todas estas propiedades deben
ser entregadas inmediatamente por medio de sus buenos oficios y sin
tardanza alguna. Y ya que es sabido que estos cristianos han poseido no
solamente los lugares donde se reunen, sino también otras propiedades,
como sus iglesias, las cuales le pertenecen no a individuos sino a las
cogregaciones, hemos incluido las tales en la ley antes citada. Ustedes
ordenarán que les sean restituidas a los cristianos sin ninguna duda ni
controversia. Comprendiendo por supuesto, que los arreglos anteriores
sean conducidos sin exigir pago alguno y quienes entreguen las
propiedades sean indemnizados con dinero de nuestras arcas. En todas
estas cosas deben dar su más eficaz intervención hacia la comunidad de
los cristianos para que nuestro mandato sea llevado a cabo tan pronto
como sea posible. Por tanto, por nuestra clemencia, el orden público debe
ser asegurado. Que esto sea hecho para que, como dijimos arriba, el favor
divino hacia nosotros, que bajo las más importantes circunstancias hemos
ya experimentado, sea por todo el tiempo preservado y prospere nuestro
éxito junto al bienestar del estado. Sin embargo, para que este decreto de
nuestra buena voluntad sea conocido por todos, esta copia, publicada por
decreto suyo, debe ser anunciada en todas partes y llevada al
conocimiento de todos, para que el decreto de nuestra benevolencia no
pueda ser escondido.
Mis hermanos en Cristo:
Aqui les publico el Edicto de Milan para que lo comenten ya que varias veces he visto que lo mencionan pero no he leido dentro de los epigrafes el mismo.
Mucho se ha hablado de este edicto pero espero sus comentarios...
En alabanza de Cristo
Proclamado por los emperadores Constantino emperador el oeste y
Licinio emperador del este.
"Cuando yo, Constantino Augusto y yo, Licinio Augusto, afortunadamente
nos reunimos cerca de Mediolanum (hoy Milán en Italia), y estuvimos
considerando todo lo pertinente al bienestar y la seguridad pública,
pensamos, entre otras cosas que estimamos serían para el bienestar de
muchos. Las regulaciones pertinentes a la reverencia a la divinidad deben
ciertamente hacerse primero. Por lo que debemos conceder a los
cristianos y a los demás, total autoridad para observar la religión que cada
uno prefiera. Para que cualquier divinidad que sea que se siente en los
cielos sea propicia y benévola con nosotros y con todos los que están bajo
nuestro reino. Y así, por medio de este sano consejo y honesta provisión
pensamos hacer los arreglos para que nadie sea de manera alguna
negado de la oportunidad de dar su corazón a la observancia de la religión
cristiana, a la religión que él piense que es la mejor para sí mismo, para
que la suprema deidad, a quien libremente adoramos e inclinamos nuestro
corazón, muestre en todas las cosas su usual favor y benevolencia. Por
tanto, deben saber que nos ha placido remover todas las condiciones
impuestas anteriormente respecto a los cristianos y ahora, cualquiera que
desee observar la religión cristiana puede hacerlo libre y abiertamente sin
ser molestado. Pensamos conveniente encomendar completamente a
ustedes para que sepan que le hemos dado a los cristianos irrestricta
libertad para ejercer su adoración religiosa. Cuando ven que esto ha sido
concedido a ellos por parte de nosotros, también le hemos concedido a
otras religiones el derecho de llevar libre y abierta observancia de su
adoración con el propósito de mantener la paz en nuestros tiempos, que
cada uno pueda tener libertad de culto según quiera. Esta regulación se ha
hecho para que no parezca que hemos querido actuar en detrimento de
ningún dignatario o de ninguna religión.
Sin embargo, en el caso de los cristianos, estimamos que es mejor
ordenar que si acaso alguien ha comprado de nuestro tesoro o de alguien
quienquiera que sea, esos lugares donde ellos acostumbraban a
congregarse previamente, sobre lo cual, un decreto ha sido hecho y una
carta les ha sido enviada oficialmente para que esa propiedad les sea
restaurada a los cristianos sin que tenga que mediar pago o recompensa
alguna y sin ninguna clase de fraude o engaño. Los que hayan recibido una
de esas propiedades como obsequio, deben retornarla inmediatamente a
los cristianos. Además, tanto aquellos que las han comprado como los que
las han recibido como regalo deben apelar al vicario y de esa forma buscar
un resarcimiento económico proveniente de nuestras arcas, para que
reciban por medio de nuestra clemencia. Todas estas propiedades deben
ser entregadas inmediatamente por medio de sus buenos oficios y sin
tardanza alguna. Y ya que es sabido que estos cristianos han poseido no
solamente los lugares donde se reunen, sino también otras propiedades,
como sus iglesias, las cuales le pertenecen no a individuos sino a las
cogregaciones, hemos incluido las tales en la ley antes citada. Ustedes
ordenarán que les sean restituidas a los cristianos sin ninguna duda ni
controversia. Comprendiendo por supuesto, que los arreglos anteriores
sean conducidos sin exigir pago alguno y quienes entreguen las
propiedades sean indemnizados con dinero de nuestras arcas. En todas
estas cosas deben dar su más eficaz intervención hacia la comunidad de
los cristianos para que nuestro mandato sea llevado a cabo tan pronto
como sea posible. Por tanto, por nuestra clemencia, el orden público debe
ser asegurado. Que esto sea hecho para que, como dijimos arriba, el favor
divino hacia nosotros, que bajo las más importantes circunstancias hemos
ya experimentado, sea por todo el tiempo preservado y prospere nuestro
éxito junto al bienestar del estado. Sin embargo, para que este decreto de
nuestra buena voluntad sea conocido por todos, esta copia, publicada por
decreto suyo, debe ser anunciada en todas partes y llevada al
conocimiento de todos, para que el decreto de nuestra benevolencia no
pueda ser escondido.
Mis hermanos en Cristo:
Aqui les publico el Edicto de Milan para que lo comenten ya que varias veces he visto que lo mencionan pero no he leido dentro de los epigrafes el mismo.
Mucho se ha hablado de este edicto pero espero sus comentarios...
En alabanza de Cristo