Dogmas y pasión de poder
Cuando se contempla esta lucha por el poder del alma colectiva católico-romana, también se comprenderá mucho mejor la íntima interrelación de toda clase de dogmas católico-romanos. Como ya hemos visto, una primera exigencia del afán de poder del sistema católico romano fue que se substrajo al control de la Palabra de Dios. Pero, por esta razón se volcó en 105 propios razonamientos e ideas. Y así, desaparecería el contacto con la viva Palabra de Dios, y en lugar de ésta surgió una doctrina fría, árida y escolástica: sortilegio fabricado con razonamientos humanos. Sobre todo desde la Edad Media, Roma permitió que el puro Evangelio se contaminara por el brebaje y verborrea del filósofo pagano Aristóteles. Por esto, la Palabra de Dios se hizo impotente. Los dogmas que se originarían del concubinato de la Biblia con Babel, de la sabiduría de Dios y la sabiduría del mundo, sólo podían resultar hijos bastardos. Roma comenzó a comprender que esta coriacea fusión de Biblia-filosofía, producto de razonamientos humanos, no podía interesar a la masa; y se cernió el peligro de perder al grueso de sus seguidores. Por tal motivo Roma intentó captarse la atención de 105 hombres por el camino del sentimiento.
La madre de los pueblos
Así que, lo primero de todo, el sistema romanocátolico comenzó a presentar a la iglesia como la sancta mater ecclesia (santa madre iglesia). Para ello apeló a uno de los sentimientos más profundos en el hombre; y mediante esto, es decir, gracias a esa unión inconsciente a la propia madre, supo someterse a ella los hombres. De ahí que ahora la iglesia católica romana sea presentada como una madre que vela por sus hijos; y que por esto les proteja de peligros y, por ejemplo, prohíba leer libros de 105 que no piensan como ella. "La madre sabe muy bien lo que es bueno o malo para sus hijos": así es como Roma consigue hacer creer a la masa, que la prohibición de libros sea un acto de amor maternal, y no un medio para mantener su poder.
Con este título de madre de los pueblos también intenta atraer hacia ella a los cansados pensadores que están fuera, y les dice: -"¡Venid hasta mí! Yo soy la madre de los pueblos. Poned vuestra atormentada cabeza sobre mi regazo. En lo sucesivo, pensaré yo por vosotros. Yo tomaré sobre mí toda la responsabilidad ante Dios. Confiad, pues, en mí. Yo pondré todo en órden para vosotros".
Con este título, también intenta incitar a sus súbditos contra todo aquel que se vuelve contra Roma. y entonces se presenta como una madre que se queja a sus hijos y grita, porque es perseguida.
Una mujer de carne y sangre
Pero Roma sabe, que la iglesia aún es -un concepto vago y sin sangre. Por eso saca a la palestra a una verdadera mujer; una mujer que realmente fue madre; la bendita entre las mujeres, la madre del Señor, María. Roma sabe, que por medio de esta mujer y madre mucho más fácilmente puede hacer presa en esa relación madre-hijo que todo hombre /leva dentro. De ahí el siempre creciente culto de María.
Roma se identifica con María. También ha conseguido comprometer en esto a los hombres: -"¡Quien se allega a María, llega a la iglesia de Roma, y quien se allega a la iglesia católica romana, llega a María!".
(“Madre, yo te acuso”. Herman Hegger)
Herman J. Hegger, nació en los Países Bajos en 1916, fue ordenado sacerdote en 1940 y enseñó filosofía e historia de la filosofía en el Seminario Mayor de los PP. Redentoristas en Tieté (Brasil).
Dejó la Iglesia Católica Romana en 1948, después de cinco anos de Intensas luchas Interiores, y llegó a la luz Liberadora del Evangelio.
En su primer libro, Se rompieron las cadenas; da testimonio del "gozo inefable y glorioso" (1 Pedo 1 :8) que encontró en Jesucristo como su único y perfecto Salvador.
Lleva editados 10 libros algunos de los cuales ya han sido traducidos a diversos idiomas. Viajero infatigable, ha visitado la mayoría de los países de habla castellana: España, Guatemala, Nicaragua, México, Colombia, Perú, Chile, Argentina, etc.
En consecuencia, sabe por propia experiencia y por lo visto y oído, cuán responsable es la Iglesia Católica Romana de la pobreza social y espiritual en los países de habla castellana. Por eso, acusa:
"Así habla Yavé: Por tres pecados de Israel y por cuatro no revocaré yo nada. Por haber vendido al justo por dinero, y al pobre por un par de sandalias". (Amós 2: 6-8, versión Nácar Colunga).
Cuando se contempla esta lucha por el poder del alma colectiva católico-romana, también se comprenderá mucho mejor la íntima interrelación de toda clase de dogmas católico-romanos. Como ya hemos visto, una primera exigencia del afán de poder del sistema católico romano fue que se substrajo al control de la Palabra de Dios. Pero, por esta razón se volcó en 105 propios razonamientos e ideas. Y así, desaparecería el contacto con la viva Palabra de Dios, y en lugar de ésta surgió una doctrina fría, árida y escolástica: sortilegio fabricado con razonamientos humanos. Sobre todo desde la Edad Media, Roma permitió que el puro Evangelio se contaminara por el brebaje y verborrea del filósofo pagano Aristóteles. Por esto, la Palabra de Dios se hizo impotente. Los dogmas que se originarían del concubinato de la Biblia con Babel, de la sabiduría de Dios y la sabiduría del mundo, sólo podían resultar hijos bastardos. Roma comenzó a comprender que esta coriacea fusión de Biblia-filosofía, producto de razonamientos humanos, no podía interesar a la masa; y se cernió el peligro de perder al grueso de sus seguidores. Por tal motivo Roma intentó captarse la atención de 105 hombres por el camino del sentimiento.
La madre de los pueblos
Así que, lo primero de todo, el sistema romanocátolico comenzó a presentar a la iglesia como la sancta mater ecclesia (santa madre iglesia). Para ello apeló a uno de los sentimientos más profundos en el hombre; y mediante esto, es decir, gracias a esa unión inconsciente a la propia madre, supo someterse a ella los hombres. De ahí que ahora la iglesia católica romana sea presentada como una madre que vela por sus hijos; y que por esto les proteja de peligros y, por ejemplo, prohíba leer libros de 105 que no piensan como ella. "La madre sabe muy bien lo que es bueno o malo para sus hijos": así es como Roma consigue hacer creer a la masa, que la prohibición de libros sea un acto de amor maternal, y no un medio para mantener su poder.
Con este título de madre de los pueblos también intenta atraer hacia ella a los cansados pensadores que están fuera, y les dice: -"¡Venid hasta mí! Yo soy la madre de los pueblos. Poned vuestra atormentada cabeza sobre mi regazo. En lo sucesivo, pensaré yo por vosotros. Yo tomaré sobre mí toda la responsabilidad ante Dios. Confiad, pues, en mí. Yo pondré todo en órden para vosotros".
Con este título, también intenta incitar a sus súbditos contra todo aquel que se vuelve contra Roma. y entonces se presenta como una madre que se queja a sus hijos y grita, porque es perseguida.
Una mujer de carne y sangre
Pero Roma sabe, que la iglesia aún es -un concepto vago y sin sangre. Por eso saca a la palestra a una verdadera mujer; una mujer que realmente fue madre; la bendita entre las mujeres, la madre del Señor, María. Roma sabe, que por medio de esta mujer y madre mucho más fácilmente puede hacer presa en esa relación madre-hijo que todo hombre /leva dentro. De ahí el siempre creciente culto de María.
Roma se identifica con María. También ha conseguido comprometer en esto a los hombres: -"¡Quien se allega a María, llega a la iglesia de Roma, y quien se allega a la iglesia católica romana, llega a María!".
(“Madre, yo te acuso”. Herman Hegger)
Herman J. Hegger, nació en los Países Bajos en 1916, fue ordenado sacerdote en 1940 y enseñó filosofía e historia de la filosofía en el Seminario Mayor de los PP. Redentoristas en Tieté (Brasil).
Dejó la Iglesia Católica Romana en 1948, después de cinco anos de Intensas luchas Interiores, y llegó a la luz Liberadora del Evangelio.
En su primer libro, Se rompieron las cadenas; da testimonio del "gozo inefable y glorioso" (1 Pedo 1 :8) que encontró en Jesucristo como su único y perfecto Salvador.
Lleva editados 10 libros algunos de los cuales ya han sido traducidos a diversos idiomas. Viajero infatigable, ha visitado la mayoría de los países de habla castellana: España, Guatemala, Nicaragua, México, Colombia, Perú, Chile, Argentina, etc.
En consecuencia, sabe por propia experiencia y por lo visto y oído, cuán responsable es la Iglesia Católica Romana de la pobreza social y espiritual en los países de habla castellana. Por eso, acusa:
"Así habla Yavé: Por tres pecados de Israel y por cuatro no revocaré yo nada. Por haber vendido al justo por dinero, y al pobre por un par de sandalias". (Amós 2: 6-8, versión Nácar Colunga).