Re: El Diezmo y Los Pastores asalariados
Estimados hermanos
La necesidad de que aquellos pastores que trabajan genuinamente en la obra de Dios reciban su sustento de parte de la congregación que pastorean, es una realidad bíblica, negar esto, o condicionar lo que Dios ha establecido a causa de los “malos pastores”, sería negar la palabra de Dios.
Considero muy acertado lo que señala Salero en uno de sus aportes;… como también en aportes atrás lo mencione someramente;… la mayor culpa la tiene la misma congregación, que se deja engañar por estos malos elementos existentes dentro de la obra de Dios. Si cuando éramos del mundo, o estábamos ajenos a la sabiduría divina, no nos dejábamos engañar tan fácilmente por los muchos engañadores que existen en el mundo, ¿Por qué ahora, que hemos gustado la sabiduría de Dios, hemos de ser más tontos que antes?...
No hay dudas que un verdadero y honesto conocimiento de las Escrituras, es lo que nos permitirá NO SER ENGAÑADOS, pues su Palabra está llena de consejos, tanto de lo bueno como de lo malo. La sabiduría y el discernimiento que hemos recibido de Dios, será suficiente material para reconocer a los engañadores y abusadores dentro de la obra de Dios, y no seguirles el juego como inocentes incautos. No puedo concebir que algunos se quejen de que fueron manipulados por tal o cual pastor, y mucho menos me cuesta creer, que lo hayan engañado, en ocasiones, por años.
Si una congregación, tiene verdaderamente testimonio de que su pastor es un hombre de Dios, que está entregado a su ministerio y que se conduce rectamente delante de Dios, delante de su congregación y también delante del mundo; sabrá, esta congregación, darle el sustento que ese ministro se merece. Como asimismo un ministro que está sirviendo honestamente a Dios, sabrá recibir lo necesario para su sustento y su familia y aún para la extensión del reino de Dios, sin entrar en terrenos peligrosos, como es, atesorar dinero, excederse en gastos inoficiosos, atesorar bienes o inmuebles materiales; o hacer siquiera una pequeña diferencia en su forma de vida y la de su familia, en relación al resto de la hermandad.
Es cierto que el pastor es un siervo de Dios, que es portador de una investidura o ministerio dado de parte de Dios, para edificación del pueblo de Dios,… Pero no es menos cierto, que el pastor no es mayor, ni más grande, ni merecedor de privilegios distintos a los de toda la hermandad. Hacer distinciones en el trato hacia el pastor de parte de la hermandad (paralelamente al respeto y obediencia de una correcta dirección) es una falla de la congregación, y aún eso, debe ser corregido por el mismo pastor. El siervo de Dios necesita de la congregación, tanto, como la congregación necesita de su pastor.
Lo que Dios ha establecido, teniendo en mente a los buenos obreros, justos, rectos, leales a Dios y su obra, sacrificados, entregados, solícitos por la obra de Dios; … lo que Dios estableció para ellos, no se puede desmerecer, negar o tergiversar porque, por otro lado, haya malos pastores, asalariados (entiéndase en su sentido correcto), que tomen dominio de la grey, indolentes y amadores del dinero, de las riquezas, del status social, de la pleitesía y favor de los hombres.
Para estos malos elementos, Dios tiene ya el pago; porque nada de lo que acontece en esta tierra, está oculto a los ojos de Dios; más aún, aquello que perjudica su obra y afecta a los que han creído en Cristo.
Pero por favor, no metamos con nuestros comentarios en el mismo saco y en la misma balanza, a los buenos, junto a los malos pastores. Que si realmente deseamos dar una enseñanza, primero, debemos nosotros mismos enseñarnos y aprender ha hablar con sabiduría, discernimiento y por sobretodo, con la dirección del Espíritu Santo de Dios; de modo que nuestros comentarios, enseñanzas o argumentos, lleguen a ser verdaderamente de edificación y no de confusión.
Dios les bendiga.