Lo que el título asevera es la existencia de este personaje real negando que fuese mentira lo que desde hace casi dos milenios los cristianos vienen enseñando, y de lo que no se han apeado las tres grandes confesiones de la cristiandad (católicos, ortodoxos y protestantes).
He participado como tantos de ustedes en otro epígrafe dedicado al tema, pero fue tal el desorden que se armó, que intento ahora reformular la propuesta para ver si es posible ordenar una discusión en la que respetando todas las opiniones aportadas podamos dar razón de lo que creemos.
Es tal la inseguridad que actualmente los mismos cristianos tienen de la veracidad de las doctrinas que hacen a nuestra fe, que muchos creen que el dudar de todo y no asegurar nada, es cosa de sabios y prudentes. Pero escepticismo no es sabiduría sino ignorancia deliberada (1Co 14:38).
Aquellos que creemos como creemos, no es porque seamos más inteligentes y sabios que otros, sino que por gracia de Dios nos fue dada la fe que es por la Palabra de Dios.
Mientras estemos en este mundo en este cuerpo de carne, siempre estamos expuestos a equivocarnos o a caer en el error. Lo mejor que puede hacer por nosotros quien así nos vea, es lo mismo que hacemos por ellos: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:19,20).
No es importante para su salvación que alguien crea o no crea en la real existencia del Diablo o Satanás; nuestra fe únicamente se basa y gira en torno a la persona de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios y nuestro Salvador, y su obra redentora a nuestro favor. Pero quien consiente en negar o dudar de cualquier cosa que nos ha sido revelada en la Palabra de Dios, atraerá otros más grandes y numerosos errores, acabando por apostatar de la fe.
Es cierto que muchos ministros defienden a porfía la existencia del Diablo y sus demonios, pues en ellos les va el sustento. Si Dios los confinara a todos al infierno, o los atara firmemente y no flojitos -como aquellos hacen para facilitar su escape-, se quedarían desempleados.
Pero que muchos se aprovechen de esta situación y lucren con los exorcismos, no quiere decir que nuestra creencia en la existencia de los ángeles caídos se debe a nuestra necesidad de obtener algún beneficio de los espíritus inmundos.
Entendemos que esta realidad está suficientemente expuesta en las Escrituras, avalada por la historia, y mostrada en la tierra, mar y aire que nos circunda.
Si alguno cree o piensa distinto, nos ayudará que comparta su opinión para discutirla, sin necesidad de fustigar a los foristas por sus eventuales discrepancias.
Es cierto que a Satanás le gusta el caos; pero nuestro Dios no es Dios de confusión (1Co 14:33) y la paz está unida al orden con que quisiéramos conversar.
Nos seguimos hablando.
Ricardo.
He participado como tantos de ustedes en otro epígrafe dedicado al tema, pero fue tal el desorden que se armó, que intento ahora reformular la propuesta para ver si es posible ordenar una discusión en la que respetando todas las opiniones aportadas podamos dar razón de lo que creemos.
Es tal la inseguridad que actualmente los mismos cristianos tienen de la veracidad de las doctrinas que hacen a nuestra fe, que muchos creen que el dudar de todo y no asegurar nada, es cosa de sabios y prudentes. Pero escepticismo no es sabiduría sino ignorancia deliberada (1Co 14:38).
Aquellos que creemos como creemos, no es porque seamos más inteligentes y sabios que otros, sino que por gracia de Dios nos fue dada la fe que es por la Palabra de Dios.
Mientras estemos en este mundo en este cuerpo de carne, siempre estamos expuestos a equivocarnos o a caer en el error. Lo mejor que puede hacer por nosotros quien así nos vea, es lo mismo que hacemos por ellos: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:19,20).
No es importante para su salvación que alguien crea o no crea en la real existencia del Diablo o Satanás; nuestra fe únicamente se basa y gira en torno a la persona de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios y nuestro Salvador, y su obra redentora a nuestro favor. Pero quien consiente en negar o dudar de cualquier cosa que nos ha sido revelada en la Palabra de Dios, atraerá otros más grandes y numerosos errores, acabando por apostatar de la fe.
Es cierto que muchos ministros defienden a porfía la existencia del Diablo y sus demonios, pues en ellos les va el sustento. Si Dios los confinara a todos al infierno, o los atara firmemente y no flojitos -como aquellos hacen para facilitar su escape-, se quedarían desempleados.
Pero que muchos se aprovechen de esta situación y lucren con los exorcismos, no quiere decir que nuestra creencia en la existencia de los ángeles caídos se debe a nuestra necesidad de obtener algún beneficio de los espíritus inmundos.
Entendemos que esta realidad está suficientemente expuesta en las Escrituras, avalada por la historia, y mostrada en la tierra, mar y aire que nos circunda.
Si alguno cree o piensa distinto, nos ayudará que comparta su opinión para discutirla, sin necesidad de fustigar a los foristas por sus eventuales discrepancias.
Es cierto que a Satanás le gusta el caos; pero nuestro Dios no es Dios de confusión (1Co 14:33) y la paz está unida al orden con que quisiéramos conversar.
Nos seguimos hablando.
Ricardo.