C. Perspectiva psicológica.
Es legítimo preguntarse si ciertos fenómenos pueden explicarse desde un punto de vista psicológico. Considerar esta posibilidad no significa alinearse en el campo de aquellos que piensan que formular una explicación psicológica de los fenómenos religiosos es despojarlos de todo significado para las personas inteligentes. Se trata, sobre todo de reconocer que numerosas manifestaciones religiosas pertenecen más al terreno de la psicología que al espiritual. No admitirlo puede perjudicar seriamente la causa de Cristo y tener consecuencias nefastas para aquellos que se dejan llevar por la corriente creyendo ciegamente que es por el Espíritu Santo. Muchos de ellos naufragan espiritualmente haciendo decir a los escépticos "¡Ya te lo había advertido!".
Pero ¿es justo ridiculizar así estas actividades y a quienes las propagan? Hay quien objeta al punto que esos elementos peligrosos están ausentes de las reuniones. Subrayan que, en la mayoría de los casos estas se desarrolla al modo carismático normal y moderado, es decir: un período de adoración al principio, cantos y coros que resultan familiares, acompañamiento musical, etc. Reconozco de buen grado que mi propósito tiene implicaciones que desbordan grandemente ese desarrollo particular. Afirmo, sin embargo, que este estilo de adoración, aunque relativamente tranquilo y aparentemente poco emotivo (lo más frecuente) es muy fuerte en razón de la sutil presión psicológica que ejerce en los participantes.
Consideremos los factores siguientes. El ambiente está relajado y tranquilo. Las personas no están alerta (vigilantes). La música es repetitiva, así como las palabras que se cantan, lo cual no exige ni el más débil de los esfuerzos de concentración. Es un tiempo en que la audiencia está en pie con los brazos levantados y los ojos cerrados, siendo lo suficientemente prolongado como para ocasionar una cierta laxitud física y psicológica. Todo coopera a crear un estado soporífero en el que todos están completamente dispuestos a dar una buena acogida a lo que se les proponga. Muchas personas se acercan a las reuniones con el ánimo predispuesto en favor de los fenómenos que confían ver. Sin querer acusar a los animadores de las reuniones de la más mínima mala intención, hay que reconocer, no obstante, que son expertos en dirigir las emociones colectivas. Saben controlar el ritmo de la reunión, discerniendo el momento oportuno para ralentizarlo o acelerarlo, suscitar un estado emotivo utilizando hábilmente la música adecuada. De cuando en cuando hacen ciertas advertencias que desaniman a los más proclives a desaprobar lo que sucede, sugiriendo que el Señor está presente de una manera excepcional y que va a hacer cosas extraordinarias. Todo ello contribuye, aunque no se quiera admitir, a crear una atmósfera intensamente cargada de emoción que pesa sobre aquellos que comienzan a sentirse espiritualmente menesterosos y culpables de haber tenido reservas en cuanto a la validez de las manifestaciones.
Tales reuniones son propicias a la manipulación hipnótica. Puesto que se reconoce que la práctica de la hipnosis está lejos de limitarse al artista del music-hall - ese personaje con bigote y capa negra que balancea un reloj al extremo de una cadena ante los ojos de su víctima, para hacerlo entrar en un estado de somnolencia - esta afirmación es menos absurda de lo que parece. Muchos son los psiquiatras, cristianos y no cristianos, que lo han atestiguado claramente.
Consideremos ahora esos gestos tan particulares que los componentes del equipo hacen con las manos cerca de un candidato. Estos extraños gestos no tienen precedente bíblico. Un interesante artículo aparecido en el Time Magazine describía lo que llamaba la "terapia sin contacto físico". No hacía mención alguna al movimiento de Toronto, pero resulta imposible no pensar en él.
"Con las manos a pocos centímetros del paciente asistido, la enfermera realiza gestos en torno a su cuerpo, de la cabeza a los pies, como si estuviera despojándole de una tela de araña. Al acabar cada uno de estos amplios movimientos, realiza, con los ojos cerrados, un gesto brusco con las manos, como para sacudirse agua. Tales son los gestos de la "terapia sin contacto físico", una terapia muy controvertida que poco a poco va ganando adeptos en el mundo de la medicina: muchas decenas de miles en los Estados Unidos y en numerosos países. Según sus partidarios esta terapia sirve no sólo para reconfortar y relajar a los pacientes, sino también para calmar el dolor, para producir modificaciones a nivel de la sangra y para favorecer la curación.
¿No será esta terapia, como pretenden sus detractores, una especialidad de la Nueva Era, una suerte de imposición de manos, sin contacto físico, que no tiene cabida en la medicina?"
He aquí otro factor significativo. Algunas personas hacen la experiencia de lo que se llama, según creo, "regresión hipnótica". El hipnotizador, tras haber puesto al sujeto en estado de hipnosis, introduce en su subconsciente una palabra o una frase. Cuando el sujeto sale de su estado de trance, basta con que esta palabra o frase sea pronunciada para que vuelva a caer en estado de hipnosis. Ellie Mumford cuenta cómo un pastor americano, habiendo sufrido el efecto Toronto en la iglesia de Vineyard (aeropuerto), se volvía a caer al suelo en el momento de la invocación "Espíritu Santo, ven", o en el instante de escribir estas palabras al redactar un informe para el boletín de su iglesia. Esta narración fue acogida con grandes risotadas que se redoblaron cuando ella dijo haber tenido la misma experiencia al escribir este incidente en su agenda, mientras cruzaba el Atlántico en un vuelo de Air France.
Según un buen número de testimonios públicos y en conversaciones privadas, parecería que después de haber vivido esta experiencia, la mayoría de las personas buscaban renovarla, como si no llegaran a satisfacerse jamás. Habiéndola vivido el domingo anterior, de nuevo tienen necesidad de ello. ¿Qué hay de malo en eso? ¿No buscamos todos continuamente conocer mejor la gracia de Dios? Sin duda. Pero soy asaltado por una conjetura ¿Donde había escuchado ya antes esto? La respuesta es: en relación con los drogadictos. Gracias a su dosis la droga produce un estado eufórico……durante un tiempo. Pronto se necesita una nueva dosis, y así una y otra vez. ¿No será este fenómeno de "la bendición de Toronto" la expresión "cristiana" de una dependencia? Por mi parte no he podido hallar un ejemplo paralelo en el Nuevo Testamento que justifique tales usos.
Conclusión.
Con gran pesar (al decir esto soy sincero), no he encontrado nada que me convenza de que "la bendición de Toronto" esté bien fundamentada, aunque millares de cristianos la hayan adoptado. No pongo en duda su sinceridad, y no encuentro necesario afirmar que el Señor no haya bendecido a ninguno de ellos. Con toda honestidad, no he percibido nada de siniestro o de satánico en las reuniones a las que he asistido. Sin embargo, recuerdo que las Escrituras dicen que Satanás se viste como ángel de luz y utiliza artimañas y maquinaciones.
Estoy cada vez más persuadido de que en un determinado momento
1. habrá que reparar importantes daños, socorrer a los cristianos heridos y completamente desilusionados, y presentar el Evangelio a los incrédulos endurecidos, y
felizmente otro Gran Avivamiento sumirá en la oscuridad del olvido todo recuerdo de estas autodenominadas "bendiciones".
1. Graham Harrison es pastor de la Iglesia Evangélica Emmanuel en Newport, País de Gales. Este artículo apareció en la revista Foundations, publicación del Consejo Evangélico Británico (B.E.C.) nº 34, primavera de 1.995.
Según el Petit Robert (1.988), falsedad de juicio con tendencia a las interpretaciones.
Jonathan Edwards (1.703). Teólogo calvinista, predicador del Avivamiento en Nueva Inglaterra.
Narración de conversiones asombrosas; Tratado sobre afectos religiosos; La caridad y sus frutos, etc., reeditados por The Banner of Truth (El Estandarte de la Verdad) Edimburgo, 1.974, en dos volúmenes.
Time del 21-Nov-94, p. 82. Agradezco a mi amigo, el pastor John Edmonds, de South Woodford, por haberme enviado este artículo.
Muchos artículos han sido publicados sobre esta materia. Ver, por ejemplo, The Churchman (El clérigo) (109:1-2), o el folleto de J. McArthur, La bénédiction de Toronto à la lumiere de la parole de Dieu (La bendición de Toronto a la luz de la palabra de Dios). (Ginebra: Maison de la Bible, 1.995).
Artículo aparecido en la revista La Revue Réformée nº 188-1996/1-2
Traducción hecha del francés por Jesús Zazo.
http://estudios.iglesia.net/doctrina/verestudio.asp?did=165&pid=682