Re: EL DEMONIO ESCONDIDO TRAS EL ENGAÑO GUADALUPANO
Por si quedan dudas de algo veamos esta carta.
El siguiente extracto de la carta que escribe el Fraile Julián Garcés al Papa Paulo II es una muestra de que los mismos frailes se maravillaron de la EDUCACIÓN que tenían los niños aztecas, todo esto es consecuencia de la grado de civilidad que existía en la Cen Anáhuac, en donde la educación para los niños era gratuita, obligatoria y auspiciada por el gobierno de Tenochtitlán en aquellos famosos Calmécac y Tepochcalli así como las casas de música llamadas Cuicacalli.
En esta carta, vemos claramente aquella predisposición de los jóvenes en aceptar como cierto y verdadero aquellos que les enseñan, esa fue una cualidad muy importante que “siempre “ tuvo el pueblo azteca para con sus niños y jóvenes, aquí NO estaban maleados no había porque desconfiar de un maestro, La mentira era el peor de los pecados, así que la gente nunca mentía, por convicción.
Lo que les enseñaran como maestro, ellos lo creerían sin dudarlo. Ese fue el principio que originó muchísimos abusos y engaños del que fue y han sido víctimas los descendientes del Anáhuac.
Carta de fray Julián Garcés al Papa Paulo III sobre la evangelización de los niños indígenas y sus aptitudes.
1537
A Nuestro Santísimo Padre Paulo III, sumo Pontífice de la Iglesia, desea salud eterna fray Julián Garcés, de la Orden de Predicadores, primer Obispo de Tlaxcala en las Indias de la Nueva España.
Saludo y preámbulo.
No habrá pereza, Santísimo Padre, para declarar a V.S. lo que tengo entendido acerca del tierno rebaño que de pocos días a esta parte se incorporó en el de la Iglesia, para que el espíritu de V. S. se pueda regocijar en Dios nuestra salud. Y por no causar fastidio con largos preámbulos, mayormente a V.S., a cuyo cargo está acudir a tantos y tan graves despachos de todo el mundo, quiero desde luego entrar contando el caso.
La evangelización de los niños indígenas y sus aptitudes.
Los niños de los indios no son molestos con obstinación ni porfía a la fe católica, como lo son los moros e indios, antes aprenden de tal manera las verdades de los cristianos, que no solamente salen con ellas, sino que las agotan. Y es tanta su facilidad, que parece que se las beben.
Aprenden más presto que los niños españoles y con más contento los artículos de la fe por su orden y las demás oraciones de la doctrina cristiana, reteniendo en la memoria fielmente los que se les enseña. Críanse dentro de la cerca de los monasterios, en sus aposentos y compañías, escuelas y pupilajes; en las ciudades más ricas y de más población y comarca son trescientos los niños, y cuatrocientos y quinientos.
No son vocingleros, ni pendencieros; no porfiados, ni inquietos; no díscolos ni soberbios; no injuriosos, ni rencillosos, sino agradables, bien enseñados y obedientísimos a sus maestros. Son afables y comedidos con sus compañeros, sin las quejas, murmuraciones, afrentas y los demás vicios que suelen tener los muchachos españoles.
Según lo que aquella edad permite, son inclinadísimos a ser liberales. Tanto monta que lo que se les da, se dé a uno como a muchos; porque lo que uno recibe, se reparte luego entre todos. Son maravillosamente templados, no comedores ni bebedores, sino que parece que les es natural la modestia y compostura.
Es contento verlos cuando andan, que van por su orden y concierto, y se les mandan sentar, se sientan y si estar en pie, se están, y si arrodillar, se arrodillan. Fuera de su Tlacuali [que así llaman ellos a su comida ordinaria], que es solamente un poco de pan, no son importunos pidiendo otra cosa, aunque hay abundancia de todas frutas, así de las de la tierra como de las que los españoles han traído de España, que se dan maravillosamente en las Indias, por la fertilidad y fecundidad de la tierra.
Tienen los ingenios sobremanera fáciles para que se les enseñe cualquiera cosa. Si les mandan contar, o leer o escribir, pintar, obrar en cualquiera arte mecánica o liberal, muestran luego grande claridad, presteza y facilidad de ingenios en aprender todos los principios, lo cual nace así del buen temple de la tierra y piadosas influencias del Cielo, como de su templada y simple comida, como muchas veces se me ha ofrecido considerando estas cosas.
Cuando los recogen al monasterio para enseñarlos, no se quejan los que son ya grandecillos, ni ponen en disputa que sean tratados bien o mal, o castigados con demasiado rigor, o que los maestros los envíen tarde a sus casas, o que a los iguales se los (sic) encomienden desiguales oficios, o que a los desiguales, iguales. nadie contradice, ni chista, ni se queja, porque todo el cuidado y diligencia de los padres es procurar que sus hijos salgan bien aprovechados en la enseñanza del cristianismo.
Aprenden cumplidísimamente el canto eclesiástico, así el canto de órgano como el canto llano y contrapunto, de tal suerte que no hacen mucha falta músicos extranjeros. Son gente vergonzosa, y ninguno sale en público [a lo menos la gente mexicana] sin que haya particular cuidado y recato en cubrirse honestamente con los paños que llaman tomaxtli, como los luchadores antiguamente cuando salían a ejercitarse al campo, que aunque iban desnudos, no deshonestos.
Llamábanse, como nota San Agustín campestrati, que quiere decir gente que quedaba en calzones justos y eran tan cortos como bastaba para redimir su honestidad. Este género de abrigo llaman las divinas letras perizoma y los indios llaman maxtli, sin el cual nunca aparecían en público………………..
……………………Y si me dice V.S. que los idólatras no creerán en Cristo, ni obedecerán el Evangelio, San Lucas dice en los Actos de los Apóstoles, que predicando San Pablo, creyeron todos los que estaban predestinados de Dios para la vida eterna. Ello es cierto que ninguno de los predestinados dejó de creer. Todos nosotros, los que vivimos entre indios, somos testigos de cuan buena gana reciben la fe, reverencian y oyen a los predicadores, edifican iglesias y están sujetos a los religiosos, los indios desta Nueva España……………….
….Para todas estas cosas, halló a los indios muy ganosos y muy prontos, con no haber ellos antes visto religiosos que les predicasen. Pedíanle de su voluntad el bautismo, saliéndole a recibir con guirnaldas de rosas y con comida y bebida que le ofrecían. Extendían y abrían los caminos y aderezábanlos, acompañándole con hacimiento de gracias y diciendo a su modo: bendito el que viene en el nombre del Señor………
Fray Julián Garcés
Obispo de Tlaxcala
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No se puede!
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