¿PUEDE EL CATOLICISMO ROMANO GLORIFICAR A DIOS?
He estado pensando en los foristas católicos y mirando la Escritura sobre cómo glorificar a Dios y no encuentro ninguna aproximación a la manera como un creyente católico pueda glorificar a Dios, conforme está escrito.
De manera que las siguientes Escrituras que tengo por delante, vienen a ser como una oportunidad para reflexionar sí en realidad estamos glorificando a Dios conforme a las enseñanzas de los apóstoles.
1Pe 4:10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.
1Pe 4:11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Quiero extraer de este pasaje la expresión:
"A quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén."
En primer lugar, apreciados foristas, la gloria le pertenece a Dios.
No hay lugar para que la criatura reciba gloria, ya que le pertenecemos a Dios. Leemos:
1Co 6:20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Hemos sido comprados por precio, le pertenecemos a Dios, y como esclavos suyos, a nosotros no nos toca recibir gloria alguna.
La gloria TODA, debe recibirla Dios.
Y no solamente Dios debe recibir toda gloria, sino que a Él le pertenece la gloria. Leemos:
Isa_42:8 Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.
Isa_43:7 todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.
Y cuando el creyente busca gloria para sí, está robando a Dios lo que a Él solo pertenece.
Ahora, uno se pregunta:
Tiene alguna culpa la sencilla María, a quien escuchamos diciendo, en la ocasión de su embarazo, estas palabras:
Luc 1:46 Entonces María dijo:
Engrandece mi alma al Señor;
Luc 1:47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Luc 1:48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva;
Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.
¿Tiene alguna culpa de haber sido elevada a los altares del Catolicismo Romano?
El católico sincero, honesto, debe admitir que ella es inocente.
¿Entonces quién es el culpable de haberla transformado en una ladrona de la gloria de Dios?
No existe otra respuesta, el Magisterio del Catolicismo Romano, es el culpable.
La convirtieron en la Reina del Cielo, sin ella haber participado en ese robo.
De manera que el creyente católico, en su vida espiritual, debe priorizar esta tremenda verdad:
"A DIOS SOLO LE PERTENECE LA GLORIA"
Al confesarlo, está reconociendo que ha sido víctima de un engaño, por cuanto jamás los apóstoles enseñaron el culto a María.
Y mirar con absoluta desconfianza al magisterio católico romanista, pues convirtieron a la sencilla María, en:
"UNA LADRONA DE LA GLORIA DE DIOS".
El apóstol Pedro nos recuerda que solo a Dios le pertenece la gloria por los siglos de los siglos, amén.
Ni aun en el cielo, cuando hayamos sido perfeccionados, cuando no se verá en nosotros ningún rastro de imperfección, sino que seremos hecho finalmente, conforme a la gloria del amado Hijo de Dios, aún en esa condición de gloria sin par, no recibiremos nosotros gloria alguna.
Porque toda la gloria le pertenece solo a Dios.
El ejemplo del Hijo de Dios, aquí en la tierra, nos debe impresionar, Juan dice de él comenzando su ministerio, leemos:
"Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad"
Cuando el Señor se hizo Hombre, de manera voluntaria su gloria estuvo velada, pero ella no lo abandonó, su gloria se vio, pudiéramos decir que esa gloria intrínseca suya, como Dios Hijo, siempre permaneció con Él.
Y aunque se vieron destellos de su gloria en los milagros portentosos que hizo, en las palabras que pronunció, y también en esa vida perfecta, sin pecado que manifestó gloria, aunque Él hizo todo eso, queremos destacar, que el Señor lo hizo de tal manera, QUE NUNCA ATRAJO GLORIA HACIA SÍ MISMO.
Leemos en varias ocasiones, después de Él haber hecho milagros notables, leemos:
"Y todo glorificaban a Dios en Él" (Lc.5:26; Lc.7:16)
El Señor pudo hacer esas maravillas y señales, de tal manera, que la atención siempre la enfocó sobre su Padre.
Y Dios recibió la gloria.
El Hijo era digno de recibir toda la gloria, pero el quiso que su Padre recibiera toda la gloria.
El no vino para glorificarse así mismo, sino para glorificar al Padre.
Que ejemplo tan poderoso, no solamente para el católico reflexivo, sino también para nosotros en nuestras vidas, en el pequeño servicio que procuramos rendir al Señor.
Que el Señor nos ayude, hermanos y hermanos, a hacerlo de tal manera, que la gloria siempre la reciba nuestro Dios.
Una vez más, los católicos son hechos responsables de su complicidad en el robo de la gloria de Dios, no solamente por María, sino también por todos los santos que su sistema religioso ha elevado a los altares.