Re: EL ATAVÍO DE LA MUJER CRISTIANA
NAT:
¿De verdad crees que no he leído la biblia? ¡La he leído varias veces! Y mientras más la leo más encuentro en ella los elementos que arrojan luz sobre su humanidad, sobre su mitología y sobre su enorme distancia de un posible ser divino en contenido e inspiración.
¿Algún otro consejo al respecto?
Karina.
Así como este forista falto de cordura, hay cientos, y quizás miles que consideran la Palabra de Dios en algo menos que nada…para esta clase de personas, la Biblia al ser un libro escrito por hombres, no posee ninguna inspiración divina.
Pues aquí tiene el consejo al respecto:
"Algunos pretenden hacernos creer que las cosas están tan cambiadas desde que la Biblia fue escrita, que sería necesaria para nosotros otra guía distinta de la que nos proporcionan sus preciosas páginas. Esas personas nos dicen que la sociedad no es la misma ahora que la de entonces; que la Humanidad ha realizado progresos; que ha habido tal desarrollo de los poderes de la naturaleza, de los recursos de la ciencia y de las aplicaciones de la filosofía que sostener la suficiencia y supremacía de la Biblia en una época como la actual, sólo puede ser tildado de bagatela, ignorancia o tontería.
Ahora bien, aquellos que nos dicen estas cosas pueden ser personas muy inteligentes e instruidas, pero no tenemos ningún reparo en decirles que, a este respecto, yerran “ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22:29).
Por cierto que deseamos rendir el debido respeto al saber, al genio y al talento siempre que se encuentren en su justo lugar y en su debida labor; pero, cuando hallamos a tales individuos ensalzando sus arrogantes cabezas por encima de la Palabra de Dios, cuando les hallamos sentados como jueces, mancillando y desprestigiando aquella incomparable revelación,
sentimos que no les debemos el menor respeto y les tratamos ciertamente como a tantos agentes del diablo que se esfuerzan por sacudir aquellos eternos pilares sobre los cuales ha descansado siempre la fe del pueblo de Dios. No podemos oír ni por un momento a hombres —por profundos que sean sus discursos y pensamientos— que osan tratar al Libro de Dios como si fuera un libro humano y hablar de esas páginas que fueron compuestas por el Dios todosabio, todopoderoso y eterno, como si fueran producto de un mero mortal, débil y ciego.
Es importante que el lector vea claramente que los hombres o bien deben negar que la Biblia es la Palabra de Dios, o bien deben admitir su suficiencia y supremacía en todas las épocas y en todos los países, en todos los períodos y en todas las condiciones del género humano. Dios ha escrito un libro para la guía del hombre, y nosotros sostenemos que ese libro es ampliamente suficiente para ese fin, sin importar cuándo, dónde o cómo encontremos a su destinatario.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios... a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto (griego: αρτιος),
enteramente preparado para
toda buena obra” (2.ª Timoteo 3:16-17). Esto seguramente es suficiente. Ser perfecto y estar enteramente preparado debe necesariamente implicar la independencia del hombre de todos los argumentos humanos de la Filosofía y de la pretendida Ciencia.
Sabemos muy bien que al escribir así nos exponemos a la burla del instruido racionalista y del culto e ilustre filósofo. Pero no somos lo suficientemente susceptibles a sus críticas.
Admiramos en gran manera cómo una mujer piadosa —aunque, sin duda, muy ignorante— contestó a un hombre erudito que estaba intentando hacerle ver que el escritor inspirado había cometido un error al afirmar que Jonás estuvo en el vientre de una ballena.
Él le aseguraba que tal cosa no podría ser posible, ya que la historia natural de la ballena demuestra que ella no podría tragar algo tan grande.
«Bueno —dijo la mujer— yo no conozco demasiado acerca de Historia Natural, pero sé esto: si la Biblia me dijera que Jonás se tragó el gran pez, yo le creería.»
Ahora bien, es posible que muchos piensen que esta pobre mujer se hallaba bajo la influencia de la ignorancia y de la ciega credulidad; pero, por nuestra parte, preferiríamos ser la mujer ignorante que confiaba en la Palabra de Dios antes que el instruido racionalista que trataba de menoscabar la autoridad de esta última. No tenemos la menor duda en cuanto a quién se hallaba en la posición correcta.
Pero no vaya a suponerse que preferimos la ignorancia al saber. Ninguno se imagine que menospreciamos los descubrimientos de la Ciencia o que tratamos con desdén los logros de la sana Filosofía. Lejos de ello. Les brindamos el mayor respeto en su propia esfera.
No podríamos expresar cuánto apreciamos la labor de aquellos hombres versados que dedicaron sus energías al trabajo de desbrozar el texto sagrado de los diversos errores y alteraciones que, a través de los siglos, se habían deslizado en él, a causa del descuido y la flaqueza de los copistas, de lo cual el astuto y maligno enemigo supo sacar provecho.
Todo esfuerzo realizado con miras a preservar, desarrollar, ilustrar y dar vigor a las preciosas verdades de la Escritura lo estimamos en muy alto grado; pero, por otro lado, cuando hallamos a hombres que hacen uso de su sabiduría, de su ciencia y de su filosofía con el objeto de socavar el sagrado edificio de la revelación divina,
creemos que es nuestro deber alzar nuestras voces de la manera más fuerte y clara contra ellos y advertir al lector, muy solemnemente, contra la funesta influencia de tales individuos.
Creemos que la Biblia, tal como está escrita en las lenguas originales —hebreo y griego—, es la Palabra misma del sabio y único Dios verdadero, para quien un día es como mil años y mil años como un día, quien vio el fin desde el principio, y no sólo el fin, sino todos los períodos del camino.
Sería, pues, una positiva blasfemia afirmar que «hemos llegado a una etapa de nuestra carrera en la cual la Biblia ya no es suficiente», o que «estamos obligados a seguir un rumbo fuera de sus límites para hallar una guía e instrucción amplias para el tiempo actual y para cada momento de nuestro peregrinaje terrenal».
La Biblia es un mapa perfecto en el cual cada exigencia del navegante cristiano ha sido prevista. Cada roca, cada banco de arena, cada escollo, cada cabo, cada isla, han sido cuidadosamente asentados.
Todas las necesidades de la Iglesia de Dios para todos aquellos que la conforman, han sido plenamente provistas.
¿Cómo podría ser de otro modo si admitimos que la Biblia es la Palabra de Dios?
¿Podría la mente de Dios haber proyectado o su dedo haber trazado un mapa imperfecto?
¡Imposible!
O bien debemos negar la divinidad, o bien admitir la suficiencia del «Libro».
Nos aferramos tenazmente a la segunda opción. No existe término medio entre estas dos posibilidades. Si el libro es incompleto, no puede ser de Dios; si es de Dios, debe ser
perfecto. Pero si nos vemos obligados a recurrir a otras fuentes para guía e instrucción referente a la Iglesia de Dios y a aquellos que la conforman —cualesquiera sean sus lugares— entonces la Biblia es incompleta y, por ende, no puede ser de Dios en modo alguno."