12.7-10 A causa de algunas ambigüedades, parece poco recomendable extraer conclusiones dogmáticas de ciertos aspectos particulares que contiene esta sección. Lo que está claro, sin embargo, es que el aguijón en mi carne (una intensa y recurrente aflicción) había venido a través de un mensajero de Satanás. La providencia divina permitía esto, para que Pablo no se exaltase demasiado a causa de la grandeza de las revelaciones recibidas.
Aunque no tiene sentido intentar identificar el «aguijón», éste le provocaba a Pablo gran consternación, y en los últimos tiempos servía a un buen propósito, al convertirse en una ocasión cuando se le revelaba la irresistible gracia de Dios, que probaba ser suficiente para sostenerlo en su debilidad (v. 9).
Debemos también notar que, aun cuando Dios no respondía a los repetidos ruegos de Pablo para que apartase el aguijón de él, no hay ninguna indicación de que Dios estuviese molesto por las peticiones del apóstol. De hecho, la respuesta de Jesús indicaba (v. 9) la intención divina de responder, aunque de forma diferente a como Pablo deseaba.
Por último, es importante notar que la respuesta de Jesús no fue considerada por Pablo como punitiva, ni lo llevó a conformarse con una actitud derrotista. En lugar de ello, confirmó a Pablo que si Satanás le abofeteaba (ya fuese por cuenta propia, como su permanente adversario, o indirectamente, como agente controlado por Dios para fortalecer su voluntad), el podía gloriarse en sus debilidades, porque la gracia y el poder de Jesús bastaban para permitirle continuar su ministerio. Ni el aguijón, ni ningún emisario de Satanás, ni ninguna de prueba de Dios harían que abandonase el ministerio. De ahí que podía gozarse en sus debilidades...porque cuando era débil, entonces era fuerte en Jesús.
Hayford, Jack W., General Editor, Biblia Plenitud, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1994.