Dios Padre-Madre
La Biblia, cuando habla de Dios no utiliza solamente el lenguaje masculino. Lo compara a una madre que sonsuela a sus hijos: “como uno a quien su madre consuela, así yo los consolare” (Isaías 66,13). Al igual que una madre no puede olvidarse del hijo de sus entrañas...
En una de las pocas audiencias públicas de su breve pontificado de 33 días, el Papa Juan Pablo I, se atrevió a afirmar que “Dios es Padre, pero sobre todo, es Madre”. Esta frase causó un cierto desconcierto en la mayoría de los oyentes acostumbrados al uso del lenguaje masculino cuando se habla de Dios. Sin embargo, al profundizar en esas palabras desde el punto de vista antropológico y teológico se tuvo que aceptar la verdad que encerraban. En realidad, Dios no es masculino ni femenino. El sexo es una manera limitada de existir. Por eso, cuando el Hijo de Dios se encarnó y entró en nuestra historia lo hizo en el sexo masculino, pero resucitado asumió lo masculino y lo femenino y, para los creyentes en Él “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre ni hombre ni mujer, ya que todos son uno en Cristo Jesús” (Gálatas, 3,28).
De Dios puede decirse que es Él y Ella, y también que no es ninguno de los dos. Estamos condicionados en nuestra sociedad por estereotipos masculinos y femeninos tradicionales y eso dificulta el cambio de mentalidad.
Dios trasciende la masculinidad y la que le aplicamos son símbolos para acercarnos a su misterio inefable.
La Biblia, cuando habla de Dios no utiliza solamente el lenguaje masculino. Lo compara a una madre que sonsuela a sus hijos: “como uno a quien su madre consuela, así yo los consolare” (Isaías 66,13). Al igual que una madre no puede olvidarse del hijo de sus entrañas, Dios no se olvida de nosotros: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (Isaías 49,15). El modo de actuar de Dios con su pueblo se describe también con rasgos maternales: Dios lo enseña a caminar lo lleva en brazos, “era para ellos como quien alza a un niño contara su mejilla, me inclinaba hacia él para darle de comer” (Oseas 11,4) “en efecto, se han conmovido mis entrañas por él su pueblo; Ternura hacia él no ha de faltarme” (Jeremías 31,20). En el evangelio, Jesús también se compara con una madre que protege a sus hijos: “cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo sus alas” (Lucas 13,34).
La celebración del Día de las Madres es una ocasión para redescubrir este rostro paternomaterno de Dios, que es el que nos reveló Jesucristo. Y, al dirigirnos, no podemos quedarnos con la idea parcial de un Dios masculino. El no hizo a su imagen y semejanza y creó al varón y a la mujer. En ambos juntos, está la imagen de Él, Padre-Madre.
AUTOR: P. Camilo Maccise, OCD
TOMADO DE: www.ocdmx.org
Excelente aporte. Gracias, Ricardo Perales.