Desarrollo de la conciencia del ser.
Hay momentos en el desarrollo mental de las personas que suponen hitos importantes en la toma de un camino u otro para sus vidas. Son momentos que marcan su desarrollo y su posterior vida de la forma más inconsciente y que nos pasan desapercibidos a la mayoría de las personas. Estos son algunos de ellos.
No sé si os habéis fijado en la hermosa actitud del bebé cuando empieza a reconocer sus propias manos. Con qué asombro se las mira. Con qué atención. Con qué curiosidad. Todavía no es consciente de su cuerpo, pero él ya se asombra de sus propias manos. Las descubre. Las analiza y las reconoce como propias. Cuando sigue creciendo, descubre las demás partes de su anatomía y... descubre cuán esclavo es de su cuerpo. No nos lo puede decir, pero se asombra y lo ve como algo anormal, como algo absurdo. Y se ríe de las cacas y de los pises. Él mismo nos lo intenta decir por medio de sus medias palabras y de sus risas. Lo ve ridículo. Lo ve inapropiado. Lo ve absurdo. Pero nosotros adultos no lo podemos entender. Hemos perdido esa sabiduría innata del niño que analiza su naturaleza y descubre lo malsana que es y el lugar donde ha caído. Esta sabiduría el niño la va perdiendo en aras de adaptarse al mundo y a la sociedad que le ha tocado en suerte. En aras de integrarse en esta vida. Por medio de las palabras de sus padres que dicen “nene, caca”. Por medio de los cachetes amorosos que recibe de sus padres ante su tozudez al indicarnos lo absurdo del asunto. Tiene una curiosidad innata, ve las cosas absurdas, pero es empujado a aceptarlas como normales, cuando él ve lo anormal de la situación. Entonces el niño es integrado, es “educado”, es amoldado, es adaptado al mundo y a la sociedad actual. Más adelante, al niño se le olvida todo esto y llega a considerarlo normal y aceptable en su estado de ser.
Otro momento estelar se da en su época adolescente. En ese momento la persona se vuelve muy crítica hacia el mundo y la sociedad que le ha tocado vivir. Debe integrarse en una sociedad de adultos que no entiende y que ve sus injusticias y maldades. Entonces se produce un abanico muy grande entre las diferentes posturas que puede asumir, pero que quedan reducidas a dos:
Aceptar ese mundo. Se da varias alternativas a su forma de aceptación.
Sacarle el máximo partido. Depredar en el mundo.
Gran potentado.
Gran científico.
Intentar cambiar las estructuras políticas y sociales.
Gran político.
Gran estadista.
Ingeniero.
Terrorista.
Intentar ayudar a sus congéneres: humanitarismo.
Médico.
Gran filósofo.
Gran artista.
Miembro de ONG´s.
Religiosidad.
Sacerdote.
Monje.
No aceptar ese mundo. Estas personas intentan evadirse del mundo.
Desarraigo social y cultural.
Inadaptado.
Trabajos de baja cualificación.
Sacerdote.
Evasión por medio de drogas y medicamentos.
Drogadicto.
Inadaptado.
Desvalido.
Suicidio.
Las personas que aceptan el mundo, aunque no acepten la sociedad o el régimen político y quieran cambiarlo, son las personas más integradas en él, son las mejor situadas dinerariamente. Han perdido toda intuición y toda noción de realidad y se han atragantado con una irrealidad muy real en el momento presente, pero que hace que se pierdan para Dios. Son los que Jesús llama ricos.
En las personas que no aceptan este mundo, algo inconsciente a ellos les intenta explicar que este mundo no es nuestro mundo. Pueden tomar posturas equívocas y contraproducentes, por lo que es muy importante mantener esa no aceptación como algo mental, sin llevarlo a la acción, hasta que haya comprendido la profundidad del mensaje inconsciente que intenta aflorar en él. Estos, si perseveran, aún cayendo en trastornos mentales varios, algún día se encontrarán con Dios. Con el Dios auténtico y verdadero. Son los que Jesús llama “pobres de espíritu”. Y se dan cuenta.
Hay momentos en el desarrollo mental de las personas que suponen hitos importantes en la toma de un camino u otro para sus vidas. Son momentos que marcan su desarrollo y su posterior vida de la forma más inconsciente y que nos pasan desapercibidos a la mayoría de las personas. Estos son algunos de ellos.
No sé si os habéis fijado en la hermosa actitud del bebé cuando empieza a reconocer sus propias manos. Con qué asombro se las mira. Con qué atención. Con qué curiosidad. Todavía no es consciente de su cuerpo, pero él ya se asombra de sus propias manos. Las descubre. Las analiza y las reconoce como propias. Cuando sigue creciendo, descubre las demás partes de su anatomía y... descubre cuán esclavo es de su cuerpo. No nos lo puede decir, pero se asombra y lo ve como algo anormal, como algo absurdo. Y se ríe de las cacas y de los pises. Él mismo nos lo intenta decir por medio de sus medias palabras y de sus risas. Lo ve ridículo. Lo ve inapropiado. Lo ve absurdo. Pero nosotros adultos no lo podemos entender. Hemos perdido esa sabiduría innata del niño que analiza su naturaleza y descubre lo malsana que es y el lugar donde ha caído. Esta sabiduría el niño la va perdiendo en aras de adaptarse al mundo y a la sociedad que le ha tocado en suerte. En aras de integrarse en esta vida. Por medio de las palabras de sus padres que dicen “nene, caca”. Por medio de los cachetes amorosos que recibe de sus padres ante su tozudez al indicarnos lo absurdo del asunto. Tiene una curiosidad innata, ve las cosas absurdas, pero es empujado a aceptarlas como normales, cuando él ve lo anormal de la situación. Entonces el niño es integrado, es “educado”, es amoldado, es adaptado al mundo y a la sociedad actual. Más adelante, al niño se le olvida todo esto y llega a considerarlo normal y aceptable en su estado de ser.
Otro momento estelar se da en su época adolescente. En ese momento la persona se vuelve muy crítica hacia el mundo y la sociedad que le ha tocado vivir. Debe integrarse en una sociedad de adultos que no entiende y que ve sus injusticias y maldades. Entonces se produce un abanico muy grande entre las diferentes posturas que puede asumir, pero que quedan reducidas a dos:
Aceptar ese mundo. Se da varias alternativas a su forma de aceptación.
Sacarle el máximo partido. Depredar en el mundo.
Gran potentado.
Gran científico.
Intentar cambiar las estructuras políticas y sociales.
Gran político.
Gran estadista.
Ingeniero.
Terrorista.
Intentar ayudar a sus congéneres: humanitarismo.
Médico.
Gran filósofo.
Gran artista.
Miembro de ONG´s.
Religiosidad.
Sacerdote.
Monje.
No aceptar ese mundo. Estas personas intentan evadirse del mundo.
Desarraigo social y cultural.
Inadaptado.
Trabajos de baja cualificación.
Sacerdote.
Evasión por medio de drogas y medicamentos.
Drogadicto.
Inadaptado.
Desvalido.
Suicidio.
Las personas que aceptan el mundo, aunque no acepten la sociedad o el régimen político y quieran cambiarlo, son las personas más integradas en él, son las mejor situadas dinerariamente. Han perdido toda intuición y toda noción de realidad y se han atragantado con una irrealidad muy real en el momento presente, pero que hace que se pierdan para Dios. Son los que Jesús llama ricos.
En las personas que no aceptan este mundo, algo inconsciente a ellos les intenta explicar que este mundo no es nuestro mundo. Pueden tomar posturas equívocas y contraproducentes, por lo que es muy importante mantener esa no aceptación como algo mental, sin llevarlo a la acción, hasta que haya comprendido la profundidad del mensaje inconsciente que intenta aflorar en él. Estos, si perseveran, aún cayendo en trastornos mentales varios, algún día se encontrarán con Dios. Con el Dios auténtico y verdadero. Son los que Jesús llama “pobres de espíritu”. Y se dan cuenta.