Agustín es el Más ilustre teólogo de los Padres de la Iglesia y que los católicos lo tienen como suyo, pero al cual le niegan su doctrina por ser bíblica para aferrarse a una herejía medieval sólo por oponerse a los hombres de Dios que guiaron la Reforma inspirados por el ilustre teólogo del siglo VI.
Doctrina Semipelagiana, lo que creen los católicos del foro(ya lo negarán, porque cuando se les expone inmediatamente se van por las ramas y lo niegan todo.):
1)Dios ofrece igualmente a todos los hombres su gracia salvadora, y aquellos que generosamente la reciben, son los que se salvan.
2)No son éstos, por tanto, propiamente elegidos de Dios (Rm 8,29), sino que más bien son ellos quienes se eligen a sí mismos, mereciendo así la salvación.
3)La predestinación no es, por tanto, sino la previsión divina de aquellos que libremente van a recibir la gracia. Y es la voluntad humana quien hace eficaz la gracia, y quien decide el grado de santidad final según el grado mayor o menor de su generoso esfuerzo personal: «Regnorum cælorum vim patitur» (es el esfuerzo el que gana el Reino celestial, Lc 16,16).
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Sobre el punto (1), Agustín dice:
En este misterio de su voluntad es donde atesoró las riquezas de su gracia según su beneplácitoy no según nuestra voluntad. La cual no podría ser buena si Él mismo, según su beneplácito, no la ayudara para que lo fuese( no niega el libre albedrío, sólo que cree que con éste sólo elegimos el mal). Pues después de decir: Según su beneplácito, añadió: el cual se había propuesto en sí mismo, es decir, en su Hijo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.
Sobre el punto (2) Agustín dice:
En este misterio de su voluntad es donde atesoró las riquezas de su gracia según su beneplácito y no según nuestra voluntad. La cual no podría ser buena si Él mismo, según su beneplácito, no la ayudara para que lo fuese.
Sobre el punto (3) Agustín dice:
Y así, recomendando aquella gracia que no es dada en virtud de algún mérito anterior, sino que es ella la causa de todos los buenos méritos, dice: No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia viene de Dios. [4] Fijen aquí su atención y ponderen debidamente estas palabras los que piensan que procede de nosotros el principio de la fe, y de Dios solamente el aumento de ella.
[FONT=Helvetica, Arial, sans-serif]Mas si el hombre puede adquirir lo que no tenía, de tal suerte que puede aumentar también lo que adquirió, no alcanzo a comprender por qué no se ha de atribuir al hombre todo el mérito de la fe sino porque no es posible tergiversar los evidentísimos testimonios divinos, según los cuales está patente que la fe, en la cual tiene su principio la piedad, es un don de Dios; como lo declara el testimonio en que se dice que Dios ha repartido a cada cual la medida de la fe. [5] Y aquel otro: Paz sea a los hermanos y amor con fe de Dios Padre y del Señor Jesucristo. [6] Y así otros semejantes. No queriendo, pues, por otra parte, oponerse a tan evidentes testimonios y queriendo, por otra, adjudicarse a sí propio el mérito de creer, trata el hombre de conciliarse con Dios atribuyéndose a sí mismo una parte de la fe y dejando la otra para Dios; pero tan insolentemente, que se adjudica a sí mismo la primera, concediendo a Dios la segunda, y así en lo que afirma ser de ambos, se coloca a sí mismo en primer lugar, y a Dios en segundo término.
[/FONT]
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La Iglesia Católica después de un concilio irracional como el de Trento, sólo como una manera de alejarse lo más posible de la Reforma Protestante establece esto que está emparentado con el semipelagianismo y alejándose de Agustín:
1730 Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios ‘dejar al hombre en manos de su propia decisión’ (Si 15,14.), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección” (GS 17).
1731 La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.
1732 Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito.
Doctrina Semipelagiana, lo que creen los católicos del foro(ya lo negarán, porque cuando se les expone inmediatamente se van por las ramas y lo niegan todo.):
1)Dios ofrece igualmente a todos los hombres su gracia salvadora, y aquellos que generosamente la reciben, son los que se salvan.
2)No son éstos, por tanto, propiamente elegidos de Dios (Rm 8,29), sino que más bien son ellos quienes se eligen a sí mismos, mereciendo así la salvación.
3)La predestinación no es, por tanto, sino la previsión divina de aquellos que libremente van a recibir la gracia. Y es la voluntad humana quien hace eficaz la gracia, y quien decide el grado de santidad final según el grado mayor o menor de su generoso esfuerzo personal: «Regnorum cælorum vim patitur» (es el esfuerzo el que gana el Reino celestial, Lc 16,16).
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Sobre el punto (1), Agustín dice:
En este misterio de su voluntad es donde atesoró las riquezas de su gracia según su beneplácitoy no según nuestra voluntad. La cual no podría ser buena si Él mismo, según su beneplácito, no la ayudara para que lo fuese( no niega el libre albedrío, sólo que cree que con éste sólo elegimos el mal). Pues después de decir: Según su beneplácito, añadió: el cual se había propuesto en sí mismo, es decir, en su Hijo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.
Sobre el punto (2) Agustín dice:
En este misterio de su voluntad es donde atesoró las riquezas de su gracia según su beneplácito y no según nuestra voluntad. La cual no podría ser buena si Él mismo, según su beneplácito, no la ayudara para que lo fuese.
Sobre el punto (3) Agustín dice:
Y así, recomendando aquella gracia que no es dada en virtud de algún mérito anterior, sino que es ella la causa de todos los buenos méritos, dice: No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia viene de Dios. [4] Fijen aquí su atención y ponderen debidamente estas palabras los que piensan que procede de nosotros el principio de la fe, y de Dios solamente el aumento de ella.
[FONT=Helvetica, Arial, sans-serif]Mas si el hombre puede adquirir lo que no tenía, de tal suerte que puede aumentar también lo que adquirió, no alcanzo a comprender por qué no se ha de atribuir al hombre todo el mérito de la fe sino porque no es posible tergiversar los evidentísimos testimonios divinos, según los cuales está patente que la fe, en la cual tiene su principio la piedad, es un don de Dios; como lo declara el testimonio en que se dice que Dios ha repartido a cada cual la medida de la fe. [5] Y aquel otro: Paz sea a los hermanos y amor con fe de Dios Padre y del Señor Jesucristo. [6] Y así otros semejantes. No queriendo, pues, por otra parte, oponerse a tan evidentes testimonios y queriendo, por otra, adjudicarse a sí propio el mérito de creer, trata el hombre de conciliarse con Dios atribuyéndose a sí mismo una parte de la fe y dejando la otra para Dios; pero tan insolentemente, que se adjudica a sí mismo la primera, concediendo a Dios la segunda, y así en lo que afirma ser de ambos, se coloca a sí mismo en primer lugar, y a Dios en segundo término.
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La Iglesia Católica después de un concilio irracional como el de Trento, sólo como una manera de alejarse lo más posible de la Reforma Protestante establece esto que está emparentado con el semipelagianismo y alejándose de Agustín:
1730 Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios ‘dejar al hombre en manos de su propia decisión’ (Si 15,14.), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección” (GS 17).
1731 La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.
1732 Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demérito.