EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA, AYER Y HOY
EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA, AYER Y HOY
Segunda y última parte
EL ESPIRITU SANTO EN LA IGLESIA, AYER Y HOY (continuación)
3.
EL ESPIRITU SANTO EN LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA
A.
Propósito, vigencia y condiciones de ejercicio de los dones del Espíritu Santo
La palabra «carisma» viene del griego
jaris, ¨gracia¨ o favor inmerecido. Por esto se lo puede traducir como «regalo» o «don». El propósito expreso de Dios al otorgar a su Iglesia los dones (
jarismata) del Espíritu Santo es
la edificación del Cuerpo de Cristo, es decir, de la propia Iglesia.
Empero hay repartimiento de dones; mas el mismo Espíritu es.
Y hay repartimiento de ministerios; mas el mismo Señor es.
Y hay repartimiento de operaciones; mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos.
Empero á cada uno le es dada manifestación del Espíritu para provecho.
Porque á la verdad, á éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; á otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;
A otro, fe por el mismo Espíritu, y á otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu;
A otro, operaciones de milagros, y á otro, profecía; y á otro, discreción de espíritus; y á otro, géneros de lenguas; y á otro, interpretación de lenguas.
Mas todas estas cosas obra uno y el mismo Espíritu, repartiendo particularmente á cada uno como quiere.
Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también Cristo.
1 Corintios 12: 4-12
En el cual, compaginado todo el edificio, va creciendo para ser un templo santo en el Señor:
En el cual vosotros también sois juntamente edificados, para morada de Dios en Espíritu.
Efesios 2:21-22
El Señor concede tantos dones como sean necesarios para este fin, es decir, la nutrición y el crecimiento de su Iglesia. Existen varias listas de carismas (ver 1 Corintios 12:8-10, 28-30; Romanos 12:6-8; Efesios 4:11). Ya que dichas listas muestran diferencias entre sí, cabe pensar que ninguna de ellas es completa y exhaustiva. En realidad, no hay razones que obliguen a pensar que existe un número de dones fijo y preestablecido. Un autor moderno identifica 30 carismas diferentes. ¡No hay razón para pensar que no pueda haber más!
En cuanto a la vigencia de los carismas en la Iglesia de hoy, no hay base bíblica segura para aseverar que algunos dones han desaparecido desde la era apóstolica; la única excepción es el propio ministerio de los Apóstoles como testigos y representantes personales de Cristo resucitado (ver, por ejemplo, 1 Corintios 15:5-8; 2 Pedro 1:16-18). La labor apostólica sentó el fundamento de la Iglesia.
A veces se apela a 1 Corintios 13:8 - «El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará» - para sostener la desaparición de ciertos dones. Sin embargo, este texto no prueba tal cosa, según se desprende del contexto. Pablo continúa diciendo: «Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará». Es claro que «lo perfecto» es el estado eterno en la presencia de Dios, cuando «conoceremos como fuimos conocidos». No será sino hasta entonces que no necesitaremos de la fe ni de la esperanza.
Otros apelan a las diversas listas de carismas para intentar demostrar que algunos de ellos han desaparecido. No obstante, tal comparación tampoco prueba que ciertos dones desaparecieron porque (1) ninguna de las listas es exhaustiva; (2) lo que se dice en cada epístola y los carismas que efectivamente se mencionan depende de la situación concreta de la congregación (Roma, Corinto, Éfeso) a la que cada carta fue dirigida; y (3) los dones espectaculares, que causaron problemas en Corinto, pueden no haber tenido dicho resultado en otras iglesias. Por ejemplo, al escribirle a los gálatas Pablo alude a las señales poderosas –o maravillosas- como evidencia de la presencia del Espíritu de Dios entre ellos (Gálatas 3:5).
He aquí las listas de dones (los cito según el orden de los libros en el Nuevo Testamento):
Romanos 12: 6-8
De manera que, teniendo diferentes dones según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme á la medida de la fe;
ó si ministerio, en servir; ó el que enseña, en doctrina;
El que exhorta, en exhortar; el que reparte, hágalo en simplicidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.
1 Corintios 12:8-10
Porque á la verdad, á éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; á otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;
A otro, fe por el mismo Espíritu, y á otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu;
A otro, operaciones de milagros, y á otro, profecía; y á otro, discreción de espíritus; y á otro, géneros de lenguas; y á otro, interpretación de lenguas.
1 Corintios 12:28-30
Y á unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero doctores; luego facultades; luego dones de sanidades, ayudas, gobernaciones, géneros de lenguas.
¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos doctores? ¿todos facultades?
¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?
Efesios 4:10-12
El que descendió, él mismo es el que también subió sobre todos los cielos para cumplir todas las cosas.)
Y él mismo dió unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores;
Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo;
1 Pedro 4:8-11
Y sobre todo, tened entre vosotros ferviente caridad; porque la caridad cubrirá multitud de pecados.
Hospedaos los unos á los otros sin murmuraciones.
Cada uno según el don que ha recibido, adminístrelo á los otros, como buenos dispensadores de las diferentes gracias de Dios.
Si alguno habla, hable conforme á las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme á la virtud que Dios suministra: para que en todas cosas sea Dios glorificado por Jesucristo, al cual es gloria é imperio para siempre jamás. Amén.
Una lista compilada incluiría al menos los siguientes dones:
(1) Apostolado
(2) Profecía
(3) Enseñanza (doctores)
(4) Exhortación
(5) Evangelismo
(6) Palabra de ciencia (conocimiento)
(7) Palabra de sabiduría (aplicación práctica del conocimiento)
(8) Administración (reparto)
(9) Administración (gobernación)
(10) Pastorado
(11) Presidencia (¿dirección del culto?)
(12) Servicio (ministerio)
(13) Hospitalidad
(14) Fe
(15) Milagros (facultades)
(16) Sanidad
(17) Discernimiento de espíritus
(18) Misericordia
(19) Lenguas
(20) Interpretación
Ahora bien, existen ciertos principios básicos para el sano ejercicio de los dones:
(1)
PARA LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO. Dado que ese es el propósito explícito de los carismas, no es sorprendente que en las diversas listas de dones figuren en los primeros lugares los referidos a predicación, exhortación y enseñanza. Y hay que notar también que dones poco llamativos pero muy importantes, como los de ayuda y administración, se anteponen a los más ostensibles de lenguas e interpretación. Y es que la utilidad de un carisma no tiene ninguna relación con su espectacularidad. Por esta eazón Pablo recomienda anhelar los mejores dones pero anteponiendo siempre el amor: sin amor, los dones serán seguramente mal utilizados.
(2)
SEGÚN LAS ESCRITURAS. Esto significa que podemos determinar, siquiera aproximadamente, un orden de jerarquía. Así, quien tenga el don de profecía, que figura en las cuatro listas antes citadas, no puede
nunca declarar nada que contradiga o invalide la Palabra de Dios tal como está registrada en la Biblia. Es la Escritura, y no las profecías contemporáneas, la norma de nuestra fe. Tener en cuenta este principio permite evitar los excesos: Por un lado, el error de adjudicar manifestaciones extravagantes al Santo Espíritu de Dios, sin confrontarlas con la verdad bíblica. En el otro extremo se encuentra el miedo a la libertad del Espíritu que lleva a afirmar, sin autoridad bíblica suficiente, que ya no puede haber manifestaciones milagrosas del poder de Dios.
B.
Distribución de los dones del Espíritu Santo
Con respecto a la distribución de los carismas en la Iglesia, es necesario recordar lo siguiente:
(1)
CADA CREYENTE POSEE AL MENOS UN DON DEL ESPÍRITU SANTO.
... cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro.
1 Corintios 7:7
A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás.
1 Corintios 12:7 , NVI (ver también v. 11; Romanos 12:3,6; Efesios 4:7).
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.
1 Pedro 4:10
El don que a cada uno le sea dado puede ser vistoso o no serlo; de nuevo, el Espíritu Santo distribuye los carismas conforme a su voluntad y propósito. Además, todos debemos recordar que
un don no es un galardón. Nadie debería envanecerse por sus dones, ya que todos los recibimos por gracia (1 Corintios 4:7). La palabra clave es «servicio» o «ministración» )griego
diakonia. Los dones se orientan fundamentalmente hacia el servicio a los demás.
(2)
NINGÚN CREYENTE TIENE TODOS LOS DONES. Esto puede inferirse de las preguntas retóricas de Pablo a los corintios:
¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos doctores? ¿Hacen todos milagros?
¿Tienen todos dones para sanar enfermos? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?
1 Corintios 12:29-30, NVI
Aunque esto pudiera a primera vista ser una desventaja, resulta en realidad una expresión más de la sabiduría de Dios, pues esto hace que nadie pueda sentirse autosuficiente sino que, por el contrario, dependamos los unos de los otros, nos compadezcamos unos de otros, y nos gocemos juntos: «si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él». Esto nos enseña humildad al tiempo que nos mueve al servicio. Es la voluntad de Dios que el Cuerpo de Cristo posea miembros que cumplen diversas funciones (1 Corintios 12:14-26).
(3)
LOS DONES DEBEN SER IDENTIFICADOS, EJERCIDOS Y PERFECCIONADOS POR CADA MIEMBRO. Para cumplir con este objetivo, son útiles las siguientes pautas:
a.
Escudriñe las Escrituras. Aunque las listas de dones no sean exhaustivas, las que existen constituyen un fundamental punto de referencia y de orientación.
b.
Anhele los mejores dones. Si bien el Espíritu Santo los distribuye según le place, es plenamente conforme a las Escrituras que no sólo es lícito sino también muy bueno desear los mejores dones. Pablo lo enseña en 1 Corintios 12:31 que, en la Biblia de las Américas, dice «Mas desead ardientemente los mejores dones».
c.
Sea sensible a las necesidades de su congregación. Trate de identificar cuál o cuáles de los dones que cree tener pueden ser de mayor bendición para el crecimiento y desarrollo de su iglesia.
d.
Practique el don que cree poseer. De nada sirve un don si no es ejercitado. La práctica desarrolla y consolida nuestros dones.
e.
Analice los resultados de su ejercicio. Debe valorar si la práctica del don resulta en bendición para la vida de quienes lo rodean y fortalecimiento de la congregación.
f.
Permanezca abierto a los consejos de los hermanos. «En el consejo de muchos está la sabiduría». Las sugerencias y recomendaciones de los hermanos, en particular de aquellos que desde hace tiempo siguen fielmente al Señor, deben ser cuidadosamente escuchados.
g.
Consagre su don a Dios. Recuerde que en último extremo el ejercicio de todo don se orienta a la mayor gloria de Dios, a través de la edificación de la Iglesia. El ejercicio provechoso de los dones requiere madurez en el camino del Señor.
h.
Busque la plenitud del Espíritu, para que Él le guíe siempre en el recto y eficaz ejercicio de su don.
i.
Ore, ore, ore. Lo pongo al final no porque sea lo menos importante, sino para destacarlo de manera especial. Ore para que el Señor le permita discernir cuál es su don, para que le enseñe a ser humilde y dócil a la guía del Espíritu, y para que perfeccione su práctica día a día.
C.
Algunos dones que son motivo de controversia
(1)
LENGUAS E INTERPRETACIÓN.
Como ya observé, entre los milagros de Pentecostés estuvo la capacitación instantánea de los varones y mujeres que perseveraban en la oración para hablar idiomas extranjeros, lo cual permitió que los peregrinos les escuchasen cada uno en su propio idioma (Hechos 2:4-11). En Hechos 10:45-47 se narra que a los gentiles que creyeron, los judíos les oían «hablando en lenguas y magnificando a Dios». Hechos 19:6 dice que cuando Pablo les predicó el Evangelio a los discípulos de Juan, estos fueron bautizados y el Apóstol les impuso las manos, «vino sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban en lenguas y profetizaban».
Algunos sostienen que cuando Pablo hace referencia al don de lenguas en 1 Corintios 12 al 14 se refiere exclusivamente a una capacidad similar a la de Pentecostés, de expresarse en idiomas extranjeros. No obstante, esta opinión presenta algunas dificultades. En realidad, no queda muy claro si las lenguas mencionadas en Hechos 10 y 19 son similares a las que se oyeron en Hechos 2, sobre todo porque no se declara que constituían diferentes idiomas y porque, no hallándose presentes personas de diferentes países, tal diversidad de idiomas extranjeros no era necesaria, salvo como testimonio a los propios discípulos judíos.
Sea cual fuere el caso en Hechos 10 y 19, hay razones para pensar que el don de lenguas que Pablo menciona en 1 Corintios era una forma de
glosolalia o don de expresión extática. Entre los argumentos a favor de esta interpretación pueden mencionarse:
(a) El contexto general de la exhortación, incluyendo el llamado al orden y a desear los dones mejores (1 Corintios 12:1, 31; 14:40).
(b) En 1 Corintios 13:1 Pablo nombra lenguas humanas y angélicas. Aunque esto puede ser una figura del lenguaje, hay que recordar que cuando el Apóstol fue arrebatado al paraíso escuchó allí «palabras inefables que no le es dada al hombre expresar» (2 Corintios 12:4), tal vez una lengua angelical.
(c) Pablo dice que quien habla en lenguas «le habla a Dios», no a los demás. De hecho, tanto quien habla como quienes escuchan se quedan sin entender (1 Corintios 14: 2,9,11,14) a menos que haya alguien con el
don espiritual de interpretación (no el simple conocimiento de un idioma extranjero; 1 Corintios 14:5, 13, 28). Cabe concluir entonces que este don de lenguas tiene como propósito principal la adoración, mientras que las lenguas de Pentecostés tenían como objeto principal la predicación.
(d) Aunque Pablo hablaba en lenguas más que todos los corintios (1 Corintios 14:18) obviamente no entendió el idioma de Licaonia (Hechos 14:11-15).
Sin pretensión de dogmatismo, cabe concluir pues que la glosolalia a la que Pablo se refiere en 1 Corintios es un don del Espíritu diverso del manifestado en Pentecostés. De todos modos, conviene tener en cuenta que:
(a) El carisma de lenguas es un don más entre muchos otros, dado por el Espíritu a quien Él quiere.
(b) Por lo anterior, no todos los auténticos creyentes, por consagrados que sean, lo poseen (1 Corintios 12:30). No es en absoluto evidencia del «bautismo del Espíritu Santo» en el sentido en que algunos hermanos pentecostales lo entienden.
(c) Poseer este don en particular no torna al creyente más ni menos espiritual que otro hermano poseedor de un don más «silencioso». Es una pena que en algunas congregaciones el carisma de lenguas sea tan sobrevalorado que muchos hermanos se sienten inferiores si no lo poseen, y en algunos casos llegan a «aprenderlo» por imitación para no ser discriminados. Pero el don no puede aprenderse; o se lo recibe o no se lo recibe.
(d) El carisma de lenguas se orienta principalmente hacia la edificación individual. Por cierto que
no debe ejercitarse en el culto público si no hay quien traduzca, y aun así con moderación (1 Corintios 14: 4, 28).
(e) Al igual que todos los demás dones, su ejercicio es
controlable. De las instrucciones de Pablo se desprende que quien posee el carisma de lenguas puede hablar o callar a voluntad (1 Corintios 14:27).
(3)
CURACIÓN DE ENFERMOS
Dios puede ciertamente sanar en respuesta a la oración de fe (Santiago 5:14-15), y haremos bien en reconocer que Dios causa toda curación, tanto las milagrosas como las ocurridas por medios naturales. Por otra parte,
es errónea la noción según la cual toda enfermedad es causada por Satanás. Esto es cierto sólo en ciertas instancias, y hallamos ejemplos bíblicos en el caso de Job y de la mujer encorvada (Lucas 13:10-13).
Según las Escrituras, la enfermedad también puede deberse a la voluntad de Dios, Creador y Sustentador de todos (Éxodo 4:11). La redención de nuestros cuerpos, como la de este mundo, no se completará sino hasta que el Señor vuelva (Romanos 8:18-25). Para cumplir sus sabios y miericordiosos propósitos eternos en nosotros, Dios puede disponer caminos que sólo a Él le son conocidos (Isaías 55:8-9). Si partimos de una admisión franca de estos hechos, aprenderemos humildad y sumisión, maduraremos espiritualmente y podremos entender y ayudar mejor a otros.
El sufrimiento puede también deberse a la disciplina de Dios por el pecado, según lo enseñan varias Escrituras como Santiago 5:15; 1 Corintios 11:30 y Hebreos 12:5-13.
En resumen, el Señor puede sanar física y mentalmente hoy como ayer, pero debemos recordar ciertos hechos fundamentales:
(a) La obra redentora de Cristo apunta primariamente a la
sanidad espiritual. Cuando Pedro se refiere a la obra de Cristo en la cruz y dice que «por su llaga fuimos curados» (1 Pedro 2:24) , la «enfermedad» a la que hace referencia es el pecado, como también de esto se trata el pasaje de Isaías 53 que el Apóstol cita aquí (Mateo 8:17, en cambio, da este pasaje como parcialmente cumplido en las curaciones de Jesús durante el ministerio terrenal, pero antes de la obra de la cruz).
(b) La sanidad física o mental
no es un derecho a ser reclamado, sino una gracia por la cual debemos implorar. Y en muchas ocasiones los creyentes debemos resignarnos gozosamente a recibir un «No» como respuesta. De hecho, esta fue la experiencia drel propio Apóstol Pablo (2 Corintios 12:7-10). Los que afirman que quien tiene fe siempre es sanado no se basan en la Biblia. Es erróneo y cruel decirle a todos los que no se sanan que ello se debe a la falta de fe. El sentido común corrobora la enseñanza de la Escritura: si todo el que tiene fe debe ser curado, los cristianos con mucha fe deberían ser ya inmortales; la obvia realidad es que hasta los más fieles mueren. La inmortalidad y la ausencia de todo sufrimiento no son posibles de este lado de la eternidad; solamente del otro (Juan 16:33; Apocalipsis 7:16-17; 21:4).
(c) La prioridad absoluta es la
cura de almas (Mateo 28:19; Marcos 16:15; Hechos 1:8). En el Nuevo Testamento las curaciones son señales que testimonian la verdad del Evangelio. Los Apóstoles jamás organizaron ni mandaron realizar las
campañas de sanidad a las que son afectos algunos hermanos con más celo que ciencia.
(d) Rogar por la salud de los enfermos
no excluye la búsqueda de ayuda médica idónea, del mismo modo que rogar por nuestro pan cotidiano no supone que no debamos trabajar por él (2 Tesalonicenses 3:10). No se es más espiritual por privarse o privar a otros de ayuda especializada. Podría decirse que la mayor parte de las sanidades son producidas hoy por Dios con los medios ordinarios que Él ha dispuesto en su misericordia.
(e) El don de sanidad que algunos dicen poseer hoy debe confrontarse siempre con el que se observa en operación en las Escrituras:
(1) Jesús y los Apóstoles curaban con unas pocas palabras o un toque.
(2) Jesús y los Apóstoles sanaban enfermos
en cualquier parte, como caminos, estanques, sinagogas o en el Templo. En esa época no había hospitales, pero si los hubiera habido no cabe duda que el Señor y sus discípulos hubieran predicado y sanado en ellos.
(3) Jesús y los Apóstoles
sanaban a voluntad a todos aquellos que iban a ellos con fe (Mateo 8:16; Marcos 6:56, etc).
(4) Jesús y los Apóstoles sanaron
toda clase de enfermedades: manos paralíticas, ceguera, sordomudez, paraplejía, hemorragia crónica e infecciosas como lepra y disentería (Marcos 3:5; 5:25-34; 7:31-37; 8:22-26; Hechos 28:8, etc).
(5) Jesús y los Apóstoles realizaron sanaciones que eran
completas, inmediatas y perfectamente comprobables (Marcos 1:40-42; Juan 9:1-41; Hechos 3:6-9).
(6) Jesús y sus Apóstoles
resucitaron muertos como el hijo de la viuda (Lucas 7:11-17), la hija de Jairo (Mateo 9:18-26), Lázaro (Juan 11:38-44), Dorcas (Hechos 9:36-41) y Eutico (Hechos 20:6-12).
(4)
DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS Y EXORCISMOS
El don bíblico de discernimiento de espíritus (1 Corintios 12:10) no debe confundirse con la mera intuición ni mucho menos con alguna clase de adivinación. Pablo mismo tenía este don, como queda demostrado en Hechos 16:16-18. El Apóstol se dio cuenta que la muchacha, aunque decía la verdad, estaba poseída. Como todos los carismas, el de discernimiento de espíritus debe ejercerse en amor y para la edificación de la Iglesia. Esto exige una completa sujeción al Espíritu Santo y una adecuada preparación espiritual. Para discernir si un espíritu es o no de Dios es necesario, por añadidura, santidad de vida y conocimiento práctico de las Escrituras; y son muy útiles conocimientos básicos de medicina. Si estas condiciones no se cumplen, hermanos bien intencionados pero mal preparados pueden causar daño a muchos y provocárselo ellos mismos. ¡Baste recordar que hubo religiosos que pensaron que el mismísimo Señor estaba poseído! (Mateo 12:24-30).
No hay que confundir la enfermedad física o mental con la posesión demoníaca. Un ataque de epilepsia o una crisis histérica, maníaca o depresiva no implican necesariamente la presencia de malos espíritus. La mayoría de los enfermos no están endemoniados (ciertamente ninguno de los enfermos creyentes), y, en contraposición, los endemoniados pueden no presentar signos o síntomas de enfermedad.
Por lo antedicho, vale la pena subrayar que:
(a) La lucha contra las tinieblas es muy real (Efesios 6:12; 1 Pedro 5:8).
(b) Cristo ya ha doblegado a las huestes satánicas, las que están obligadas a rendirse ante el Señor (Marcos 5:7-8; Filipenses 2:9-11; Colosenses 2:15-17).
(c) Para vencer a Satanás, es necesario permanecer en completa sumisión a Dios (Santiago 4:7; 1 Pedro 5:6-9). Si esto no se cumple, quien pretende arrojar fuera un demonio puede resultar malherido él mismo (Hechos 19: 13-15).
(d) Hasta los discípulos más cercanos a Jesús a veces fracasaron en expulsar demonios (Marcos 9:14-29).
(e) Algunos de los que arrojaron demonios no serán salvos sino que quedarán fuera del Reino de Dios (Mateo 7:22-23). El don de expulsar demonios no garantiza la plenitud del Espíritu Santo.
(f) La liberación de poseídos es un asunto muy serio. Debe ejercerse en oración y ayuno, por personas consagradas, con el don de discernimiento, y que puedan reconocer la existencia de condiciones no demoníacas como enfermedades psiquiátricas (1 Corintios 12:10; 1 Juan 4:1).
(g) Aunque los creyentes son asediados por Satanás (Lucas 22:31-32; 1 Pedro 5:8; Apocalipsis 2:10; 12:17) no existe ningún fundamento bíblico para pensar que un genuino discípulo de Cristo pueda estar poseído. Es inconcebible que Satanás pueda morar donde habita el Espíritu Santo (1 Corintios 6:19).
Por lo antedicho, si se exorciza un endemoniado, es imprescindible
llevarlo también a Cristo, pues si no acepta a Jesús como Señor y Salvador puede terminar peor que antes (Mateo 12:43-45) y la responsabilidad de esto recaerá sobre quienes actuaron con tan poca sabiduría, quitando el demonio momentáneamente pero sin proporcionar los elementos para resistirle.
Este escrito es una revisión de un folleto preparado por mí y suscrito por todos los demás miembros de nuestro Consejo Pastoral como expresión de la posición de nuestra Iglesia acerca de estos temas.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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