He adquirido un nuevo libro. A pesar de recomendaciones recibidas, lo he comprado en una librería de lance parisina. Me atraen las librerías de lance porque te encuentras por 1€ lo más insospechado en títulos y porque me encantan el olor a humedad y a viejo y el papel y la tinta de los libros viejos (no antiguos, solamente viejos). De hecho, la mayoría de los libros de mi apartamento son ediciones anteriores a 1930, con tres raras avis de 1799.
Bueno, a lo que iba. En esta ocasión he encontrado un libro titulado "L'Évangile et l'Église" , El Evangelio y la Iglesia, de Alfred Loisy (NOTA: no sé quién será Alfred Loisy, pongo la venda antes de recibir el golpe, querida Maripaz). Es una edición de 1929 y es curiosa la frase que me llamó la atención al hojearlo: "Jesús anunciaba el reino y es la Iglesia quien ha llegado" , valga la traducción casera.
No lo he leído -aún. He preferido meditar en esta frase. Es una frase terrible: Jesús anunciaba el reino y vino otra cosa: la Iglesia .
Terrible.
En realidad, Jesús solamente pronuncia la palabra iglesia dos veces: una en Mateo 16:18 en relación a Mateo 16:19, es decir, en relación precisamente al reino, y la otra en Mateo 18:17, como congregación de fieles.
Tenemos que Ieshúa´Jesús hablaba de una iglesia que no era sino la comunidad de creyentes, la cual existía en la época según Mateo, y tenemos una Iglesia que es una Institución formada por preceptos que sólo tienden a satisfacer las necesidades jurídicas y económicas precisas para el mantenimiento de la estructura que se ha ido creando a golpe de decretos, amenazas, castigos, guerras, asesinatos...
Yo ya he leído en varios sitios que Ieshúa-Jesús no instituyó nada y que se cuidó muy mucho de no proponer ningún modelo para lo que parece la incipiente iglesia de sus seguidores. Tampoco los Evangelios dan modelo de Iglesia, y eso que fueron escritos muchos años después de la muerte del "fundador".
Ahora me va a venir el "palo", pero tengo que decir lo que pienso.
Siendo tan grande la creencia de que se acercaba el fin de los tiempos y que el Juicio final estaba encima, resultaba obvio que ni Ieshúa-Jesús ni sus apóstoles tenían intención de dar cuerpo jurídico ni estructura económico-administrativa-organizativa a ninguna institución religiosa. De hecho, pienso que ni tan siquiera estaban por la labor de crear una religión: simplemente anunciaban la venida del reino de Dios para dentro de muy poco.
Venga, aquí los palos, seguro que ya he metido la pata.
Pero sigamos.
Pasan los años. Siguen pasando.
Llega Constantino y se da cuenta de la gran fuerza social que representan los cristianos: gente que no se mete en líos, que non opina en política ni participa en revueltas sociales, que obedece las leyes razonables, gente religiosa que no se opone a guerrear y que, para mayor regocijo del Emperador, paga impuestos. ¿No es interesante hacerse el amo de esta gente? ¡Claro que lo es! No solamente interesante, sino también es inteligente. Vamos, lo que es... ¡es un chollo!
Y se hizo el amo: convocó concilios, favoreció a obispos afectos, compró unas voluntades, torció otras, decidió dogmas, persiguió a los herejes (sólo Arrio se opuso al chantaje del Emperdor y tuvo que poner pies en polvorosa y unos cuantos quilómetros de por medio desde Nicea hasta la orilla opuesta del Danubio. Por cierto, en alguna ocasión contaré una anécdota fielmente histórica y constatada acaecida entre Constantino y Arrio).
Sí, señores: Constantino se compró la Iglesia, y la Iglesia se vendió muy amorosamente. El precio que pagó fueron tierras y edificios por todo el Imperio, la construcción de lujosos templos financiados con dinero de las arcas públicas, concedió privilegios a obispos fieles, pero lo que recibió le compensó largamente: se constituyó en teólogo por la gracia de sí mismo, diseñó a su antojo lo que había que creer y lo impuso coacctivamente para lograr una unidad de pensamiento en el Imperio (y el que no estuviera de acuerdo, primero al tormento en las cárceles imperiales y después al fuego y al azufre del infierno); logró que se le diera el título de "su divinidad" (sí, señores, sí, a Constantino no se le llamaba majestad ni excelencia, se le llamaba "su divinidad", lo digo por si alguien no lo sabe); mandó que su palacio fuera considerado un templo y que sus habitaciones privadas fueran consideradas lugar sagrado (¿les recuerda esta estructura arquitectónica algo). En una palabra: Constantino el amo, los obispos ricos y poderosos y todos felices. Negocio redondo.
Pero no nos separemos pas de mi meditación inicial.
La Iglesia de hoy es descendiente de aquélla. Soy consciente de que hoy la Iglesia Católica está más dedicada al mensaje de Ieshúa-Jesús que nunca, pero arrastra la rémora de sus antepasados. A otros se les perdona los orígenes bastardos, como por ejemplo a los reyes. Monarquías europeas hay que en alguna generación han remozado la sangre real con una inyección bastarda, la española es unn claro ejemplo véase orígenes e Fernando VII y Alfonso XII, sin ir más lejos). Pero a la Iglesia no se le perdona los orígenes.
Entonces, las preguntas que me hago y que lanzo al fofo son estas:
¿En qué es heredera la Iglesia católica de hoy de la Iglesia que se compró Constantino?
¿Tiene valor hoy en día la frase:
Jesús predicaba el reino de Dios, pero lo que vino fue la Iglesia ?
Y tercera: ¿Hasta qué punto no son herederas de Constantino las demás Iglesias en lo que a dogmas se refiere?
Sin acritudes, sin mala uva.
Saludos cordiales.
Bueno, a lo que iba. En esta ocasión he encontrado un libro titulado "L'Évangile et l'Église" , El Evangelio y la Iglesia, de Alfred Loisy (NOTA: no sé quién será Alfred Loisy, pongo la venda antes de recibir el golpe, querida Maripaz). Es una edición de 1929 y es curiosa la frase que me llamó la atención al hojearlo: "Jesús anunciaba el reino y es la Iglesia quien ha llegado" , valga la traducción casera.
No lo he leído -aún. He preferido meditar en esta frase. Es una frase terrible: Jesús anunciaba el reino y vino otra cosa: la Iglesia .
Terrible.
En realidad, Jesús solamente pronuncia la palabra iglesia dos veces: una en Mateo 16:18 en relación a Mateo 16:19, es decir, en relación precisamente al reino, y la otra en Mateo 18:17, como congregación de fieles.
Tenemos que Ieshúa´Jesús hablaba de una iglesia que no era sino la comunidad de creyentes, la cual existía en la época según Mateo, y tenemos una Iglesia que es una Institución formada por preceptos que sólo tienden a satisfacer las necesidades jurídicas y económicas precisas para el mantenimiento de la estructura que se ha ido creando a golpe de decretos, amenazas, castigos, guerras, asesinatos...
Yo ya he leído en varios sitios que Ieshúa-Jesús no instituyó nada y que se cuidó muy mucho de no proponer ningún modelo para lo que parece la incipiente iglesia de sus seguidores. Tampoco los Evangelios dan modelo de Iglesia, y eso que fueron escritos muchos años después de la muerte del "fundador".
Ahora me va a venir el "palo", pero tengo que decir lo que pienso.
Siendo tan grande la creencia de que se acercaba el fin de los tiempos y que el Juicio final estaba encima, resultaba obvio que ni Ieshúa-Jesús ni sus apóstoles tenían intención de dar cuerpo jurídico ni estructura económico-administrativa-organizativa a ninguna institución religiosa. De hecho, pienso que ni tan siquiera estaban por la labor de crear una religión: simplemente anunciaban la venida del reino de Dios para dentro de muy poco.
Venga, aquí los palos, seguro que ya he metido la pata.
Pero sigamos.
Pasan los años. Siguen pasando.
Y se hizo el amo: convocó concilios, favoreció a obispos afectos, compró unas voluntades, torció otras, decidió dogmas, persiguió a los herejes (sólo Arrio se opuso al chantaje del Emperdor y tuvo que poner pies en polvorosa y unos cuantos quilómetros de por medio desde Nicea hasta la orilla opuesta del Danubio. Por cierto, en alguna ocasión contaré una anécdota fielmente histórica y constatada acaecida entre Constantino y Arrio).
Sí, señores: Constantino se compró la Iglesia, y la Iglesia se vendió muy amorosamente. El precio que pagó fueron tierras y edificios por todo el Imperio, la construcción de lujosos templos financiados con dinero de las arcas públicas, concedió privilegios a obispos fieles, pero lo que recibió le compensó largamente: se constituyó en teólogo por la gracia de sí mismo, diseñó a su antojo lo que había que creer y lo impuso coacctivamente para lograr una unidad de pensamiento en el Imperio (y el que no estuviera de acuerdo, primero al tormento en las cárceles imperiales y después al fuego y al azufre del infierno); logró que se le diera el título de "su divinidad" (sí, señores, sí, a Constantino no se le llamaba majestad ni excelencia, se le llamaba "su divinidad", lo digo por si alguien no lo sabe); mandó que su palacio fuera considerado un templo y que sus habitaciones privadas fueran consideradas lugar sagrado (¿les recuerda esta estructura arquitectónica algo). En una palabra: Constantino el amo, los obispos ricos y poderosos y todos felices. Negocio redondo.
Pero no nos separemos pas de mi meditación inicial.
La Iglesia de hoy es descendiente de aquélla. Soy consciente de que hoy la Iglesia Católica está más dedicada al mensaje de Ieshúa-Jesús que nunca, pero arrastra la rémora de sus antepasados. A otros se les perdona los orígenes bastardos, como por ejemplo a los reyes. Monarquías europeas hay que en alguna generación han remozado la sangre real con una inyección bastarda, la española es unn claro ejemplo véase orígenes e Fernando VII y Alfonso XII, sin ir más lejos). Pero a la Iglesia no se le perdona los orígenes.
Entonces, las preguntas que me hago y que lanzo al fofo son estas:
¿En qué es heredera la Iglesia católica de hoy de la Iglesia que se compró Constantino?
¿Tiene valor hoy en día la frase:
Jesús predicaba el reino de Dios, pero lo que vino fue la Iglesia ?
Y tercera: ¿Hasta qué punto no son herederas de Constantino las demás Iglesias en lo que a dogmas se refiere?
Sin acritudes, sin mala uva.
Saludos cordiales.