Al dirigirse a Jesús ya resucitado, el apóstol Tomás exclamó: “¡Mi Señor y mi Dios!”. (Juan 20:28.) Este relato y otros fueron ‘escritos para que creamos que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios’. Y Tomás no estaba contradiciendo a Jesús, quien había enviado a Sus discípulos el mensaje: “Asciendo a mi Dios y Dios de ustedes”. (Juan 20:17, 30, 31.)
¿Acaso no había visto orar a Jesús? ¿a quién oraba?¿a sí mismo?
¿No había escuchado decir a Jesús que no hacía nada de su propia iniciativa, sino solo lo que SU PADRE le ordenaba?
¿No había preguntado Jesús mismo a todos sus apóstoles quién creían ellos que El era? ¿Le respondieron que era Dios o que era EL HIJO DE DIOS?
¿No sabía que el Bautista señaló a Jesús como “el Cordero de Dios” y NO “Dios el Cordero”?
Vemos aquí un claro ejemplo de cómo la cristiandad se vale de una expresión de asombro, como cuando alguien se sobresalta por algo y dice: ¡Virgen de Guadalupe! o ¡Jesucristo bendito! o ¡Dios mío!, puede ser tomada para fundamentar una doctrina que no tiene sustento en las escrituras.
¿Acaso no había visto orar a Jesús? ¿a quién oraba?¿a sí mismo?
¿No había escuchado decir a Jesús que no hacía nada de su propia iniciativa, sino solo lo que SU PADRE le ordenaba?
¿No había preguntado Jesús mismo a todos sus apóstoles quién creían ellos que El era? ¿Le respondieron que era Dios o que era EL HIJO DE DIOS?
¿No sabía que el Bautista señaló a Jesús como “el Cordero de Dios” y NO “Dios el Cordero”?
Vemos aquí un claro ejemplo de cómo la cristiandad se vale de una expresión de asombro, como cuando alguien se sobresalta por algo y dice: ¡Virgen de Guadalupe! o ¡Jesucristo bendito! o ¡Dios mío!, puede ser tomada para fundamentar una doctrina que no tiene sustento en las escrituras.