Complemento a la apertura de la hermana Maripaz: El estudio de la Biblia católica sacude a un sacerdote veterano
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Como cristianos sabemos que el testimonio de un hombre que confiesa a Nuestro Señor Jesucristo, debe escucharse con reverencia y temor, pues la Gloria es a Nuestro Señor Jesucristo , y es El, el que dará Testimonio del hermano ante su Padre y confesará su nombre, de acuerdo a Su Justa y Perfecta Voluntad. ¡a El sea la Gloria¡
Testimonio del hermano Bartholomew F. Brewer, ex sacerdote católico Romano.
Millones de catolicoromanos, probablemente la mayoría, son de nombre, porque han crecido en una familia católica o en una cultura católica.
Pero en nuestra familia no fue así. Eramos romanocatolicos convencidos. Abrazábamos la doctrina de nuestra iglesia y tratábamos de llevarlo a la práctica. Creíamos que nuestra iglesia era la única y verdadera iglesia de Cristo. Por eso aceptábamos sin condiciones y ciegamente lo que nuestros sacerdotes nos enseñaban. Eso nos daba un sentimiento de seguridad: Estabamos en lo cierto; nos sabíamos seguros en los brazos de la santa madre iglesia.
Mi padre murió cuando yo tenía diez años. Mi madre iba todos los días a misa. Rezábamos todas las noches el rosario. Nuestra madre nos alentaba a visitar a Cristo en el sagrario. Los sacerdotes de nuestra parroquia a veces decían que nuestra familia era mas romana que Roma.
Así nadie se extrañará de que en mi adolescencia sintiese la vocación de ser cura. Pero no quería ser sacerdote sin más, por eso elegí una orden religiosa muy rígida, los carmelitas descalzos. Me gustaba la vida de convento, por eso podía acumular fuerzas para los áridos estudios de latín y las otras materias. La devoción y el sacrificio de los sacerdotes, que nos daban clase, era un permanente estimulo con una misma finalidad: llegar a ser un sacerdote-religioso devoto. Los años de noviciado, con los tres de filosofía y cuatro de teología significaban una formación sólida.
Me dedicaba a toda práctica ascética, a toda mortificación en serio. Nunca dudaba de mi vocación. Todo lo que se me enseñaba, lo aceptaba de muy buen grado. Para mi la voz de la iglesia era la voz de Dios. Los votos de pobreza, castidad y obediencia formaban el encuadramiento de mi vida religiosa.
Finalmente fui ordenado sacerdote. Cuando el obispo puso sobre mi las manos y pronunció las palabras del salmo 110 (Tu eres sacerdote para siempre), me invadió la idea que desde ahora sería un mediador entre Dios y los hombres. Cuando mis manos fueron ungidas, creí que por eso recibía el poder de realizar siempre el nuevo milagro de la transubtanciación (cambiar el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo).
Desde ahora sería un sacerdote, que podía presentar un auténtico sacrificio ante Dios, el sacrificio de Cristo en la cruz, que por medio de mi sacerdocio se perpetuaba y de donde las gracias se derramarían a los hombres por medio de mi administración de los otros sacramentos, como el bautismo, la confesión, el matrimonio, la unción de enfermos.
Roma enseña que el sacerdote por su consagración imprime un carácter (marca) indeleble en su alma, por lo cual él es sacerdote para siempre. Ese carácter lo lleva hasta el cielo o hasta el infierno. Por ese carácter hay como una especie de cambio de personas entre Cristo y él. Por eso se hace "alter Christus" (otro Cristo). El puede actuar en nombre de Cristo. Por eso la gente se arrodillaba ante nosotros y besaba nuestras manos, porque pensaban que se lo hacían a Cristo. Cuando terminé mis estudios de teología, se cumplieron mis sueños: fui enviado como misionero a Filipinas.
Mis Primeras Dudas
Ser sacerdote misionero en Filipinas era un gran cambio. Primero viví bajo el amparo de una reglada vida conventual, pero ahora como misionero en una total libertad, en que debía aprender a defenderme. No había sido preparado para eso.
Fui destinado a uno de los barrios pobres que pertenecía a la parroquia de nuestra orden. También me agradaba dar clase de religión en el colegio de enseñanza media de nuestra orden carmelita. Hasta ese tiempos sólo habían sido jóvenes y hombres con los que yo me había relacionado. Ahora era otra cosa. Me agradaba entrar en relación con la otra parte del hombre.
Recibí orden de regresar a USA. Después que había volado como un pájaro a Filipinas y había disfrutado de la libertad, no me encontraba a gusto dentro de los muros de un convento. Esto lo comprendió mi superior y me mandó a una parroquia de Arizona. Dejé con el consentimiento de Roma la orden y me hice capellán castrense en el ejercito. Por eso entré en contacto con otros cristianos. Mi mirada se ensanchó. Eran los tiempos del concilio vaticano II , cuando el papa Juan 23 quiso abrir las ventanas de la iglesia tradicional para que entrara viento fresco. Aquello dio un cambio profundo en la iglesia papa. Al sacerdote no se le consideró más como un ser superior al resto de los parroquianos. Esto causó una crisis de identidad entre los sacerdotes.
Me sentí impresionado cuando le oí a un sacerdote colega mío poner e duda la autoridad del papa , particularmente en la cuestión del celibato. También sabía que la ley del celibato obligatorio para muchos sacerdotes era una fuente de toda clase de conflictos psíquicos y de remordimientos.
Mi madre
Ella tomaba parte en las discusiones que sosteníamos como sacerdotes entre nosotros. Hacía tiempo que a ella le preocupaba el contraste entre lo que enseñaban los guías eclesiásticos y la escritura. Años antes le había expuesto este problema a monseñor Cartwright. El le respondió: hay muchos problemas en nuestra iglesia, pero Jesús ha prometido que " las puertas del infierno no prevalecerán contra ella".
Mi madre tenía un profundo respeto por la Escritura como Palabra de Dios. Siempre había leído con regularidad la Biblia, pero en el último tiempo la estudiaba realmente. En mis colegas sacerdotes por su liberalismo veía yo una tendencia a vaciar de contenido la Biblia. Con mi madre se daba el caso contrario. Cada vez tenía mas confianza en la Palabra de Dios. Para mí esto era un enigma. Mientras otros se esmeraban para suprimir ciertas reglas y ceremonias tradicionales, daba a conocer cada vez más que se le debía dar más atención a la Biblia en la iglesia, y subrayar el aspecto espiritual de la vida. Quería que Cristo ocupase el centro de todo.
La Biblia me Dio un Nuevo Modo de Ver
Primero no entendía mucho, pero poco a poco comencé a notar que en mi madre se había verificado un cambio extraordinario.
Su actitud influyó en mí para que tuviese más interés en lo que la Biblia dice. Frecuentemente dialogábamos sobre distintos temas como: La posición del papa, su infalibilidad, la confesión, el purgatorio, la concepción inmaculada y su asunción de María.
Comencé a ver que estos dogmas no sólo no se encontraban en la Biblia, sino que estaban en contra de ella.
¿Pero qué hacer con esta nueva manera de ver?
¿Como podía darle a eso un lugar en mi vida como sacerdote?
¿Tendría Que Fingir?
estaba seguro que Dios me había llamado a su servicio. ¿ Pero qué podía hacer yo, ahora que por el estudio de la Biblia estaba convencido que mi iglesia predicaba una doctrina errónea? Yo sabía muy bien que había sacerdotes que no creían en ciertos dogmas de nuestra iglesia. Algunos vivían clandestinamente con una mujer y tenían hijos. También yo podía permanecer como sacerdote , pese al hecho de que no creyese más en mi iglesia. Podía seguir recibiendo el salario de capellán del ejercito.
Sí, había un montón de razones para dejar las cosas como estaban, pero entonces me sentiría un mentiroso, alguien que no ganaba su dinero de manera honrada. Mi madre siempre me había enseñado que tenía que tirar recto y decidí hacerlo.
Ruptura con mi iglesia
El obispo hacía poco me había dado garantías que por lo menos durante veinte años podría ejercer como capellán del ejercito, pero le escribí que renunciaba a mi cargo.
Fue muy difícil tomar esa decisión. La iglesia catolicoRomana enseña que nunca hay una razón fundada para poder dejarla, ya que ella es la única verdadera iglesia de Cristo. Eso había caldo hondo en mi y se había fijado en toda mi vida sentimental.
También sabía que Roma me consideraría como un judas, un maldito, un excomulgado, a quién en lo posible había que rehuir. Pero mi madre rompió también con la iglesia y eso me dio a mí ánimos para seguirla en su actitud. Ella se incorporó a una iglesia reformada. Yo también frecuentaba a veces sus cultos.
NACER DE NUEVO
En la iglesia conocí a Ruth, que más tarde sería mi esposa. Puesto que yo había decidido estudiar teología ella supuso que yo sería un cristiano nacido de nuevo.
Pero entonces ella me dijo lo que nunca había oído:
¿Oye Bart, cuando te hiciste cristiano?
Mi respuesta fue:
¡Pero si yo he nacido cristiano ¡Entonces ella procuró demostrarme con las Escrituras que no es por el nacimiento sino por el nuevo nacimiento como uno se vuelve verdadero cristiano. Respondí tartamudeando: "Pero yo he creído siempre en Dios". Ella me respondió: "También los demonios creen y tiemblan".
De nuevo me puse a estudiar la Biblia y a la luz de ella descubrí que hasta entonces sólo me había apoyado en mi propia justicia. Pero tampoco había oído nunca dentro de la iglesia romanocatolica que nosotros sólo podíamos ser justificados ante Dios por la justicia de Cristo, que por medio de la fe nos es imputada desde fuera, desdeCristo.
Y un cierto día sucedió.
El Espíritu Santo me convenció de mi pecado, de mi absoluta perdición, de la muerte eterna que yo había merecido por mi vida asentada sobre mí mismo. El me persuadió también de la total suficiencia de Jesucristo y de su sacrificio en la cruz.
También vi que todos estos años había pasado de la justicia de Cristo y solo había intentado edificar mi propia justicia delante de Dios (Rom. 10:2,3)
Bartholomew F. Brewer
Ex - sacerdote católico Romano
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¡Si , ven pronto Señor clamamos¡
En Cristo
Rogelio
Ref.
Citado con permiso de los editores desde "En La Calle Recta"
Año XXV Nº120 Enero 1993
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Como cristianos sabemos que el testimonio de un hombre que confiesa a Nuestro Señor Jesucristo, debe escucharse con reverencia y temor, pues la Gloria es a Nuestro Señor Jesucristo , y es El, el que dará Testimonio del hermano ante su Padre y confesará su nombre, de acuerdo a Su Justa y Perfecta Voluntad. ¡a El sea la Gloria¡
Testimonio del hermano Bartholomew F. Brewer, ex sacerdote católico Romano.
Millones de catolicoromanos, probablemente la mayoría, son de nombre, porque han crecido en una familia católica o en una cultura católica.
Pero en nuestra familia no fue así. Eramos romanocatolicos convencidos. Abrazábamos la doctrina de nuestra iglesia y tratábamos de llevarlo a la práctica. Creíamos que nuestra iglesia era la única y verdadera iglesia de Cristo. Por eso aceptábamos sin condiciones y ciegamente lo que nuestros sacerdotes nos enseñaban. Eso nos daba un sentimiento de seguridad: Estabamos en lo cierto; nos sabíamos seguros en los brazos de la santa madre iglesia.
Mi padre murió cuando yo tenía diez años. Mi madre iba todos los días a misa. Rezábamos todas las noches el rosario. Nuestra madre nos alentaba a visitar a Cristo en el sagrario. Los sacerdotes de nuestra parroquia a veces decían que nuestra familia era mas romana que Roma.
Así nadie se extrañará de que en mi adolescencia sintiese la vocación de ser cura. Pero no quería ser sacerdote sin más, por eso elegí una orden religiosa muy rígida, los carmelitas descalzos. Me gustaba la vida de convento, por eso podía acumular fuerzas para los áridos estudios de latín y las otras materias. La devoción y el sacrificio de los sacerdotes, que nos daban clase, era un permanente estimulo con una misma finalidad: llegar a ser un sacerdote-religioso devoto. Los años de noviciado, con los tres de filosofía y cuatro de teología significaban una formación sólida.
Me dedicaba a toda práctica ascética, a toda mortificación en serio. Nunca dudaba de mi vocación. Todo lo que se me enseñaba, lo aceptaba de muy buen grado. Para mi la voz de la iglesia era la voz de Dios. Los votos de pobreza, castidad y obediencia formaban el encuadramiento de mi vida religiosa.
Finalmente fui ordenado sacerdote. Cuando el obispo puso sobre mi las manos y pronunció las palabras del salmo 110 (Tu eres sacerdote para siempre), me invadió la idea que desde ahora sería un mediador entre Dios y los hombres. Cuando mis manos fueron ungidas, creí que por eso recibía el poder de realizar siempre el nuevo milagro de la transubtanciación (cambiar el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo).
Desde ahora sería un sacerdote, que podía presentar un auténtico sacrificio ante Dios, el sacrificio de Cristo en la cruz, que por medio de mi sacerdocio se perpetuaba y de donde las gracias se derramarían a los hombres por medio de mi administración de los otros sacramentos, como el bautismo, la confesión, el matrimonio, la unción de enfermos.
Roma enseña que el sacerdote por su consagración imprime un carácter (marca) indeleble en su alma, por lo cual él es sacerdote para siempre. Ese carácter lo lleva hasta el cielo o hasta el infierno. Por ese carácter hay como una especie de cambio de personas entre Cristo y él. Por eso se hace "alter Christus" (otro Cristo). El puede actuar en nombre de Cristo. Por eso la gente se arrodillaba ante nosotros y besaba nuestras manos, porque pensaban que se lo hacían a Cristo. Cuando terminé mis estudios de teología, se cumplieron mis sueños: fui enviado como misionero a Filipinas.
Mis Primeras Dudas
Ser sacerdote misionero en Filipinas era un gran cambio. Primero viví bajo el amparo de una reglada vida conventual, pero ahora como misionero en una total libertad, en que debía aprender a defenderme. No había sido preparado para eso.
Fui destinado a uno de los barrios pobres que pertenecía a la parroquia de nuestra orden. También me agradaba dar clase de religión en el colegio de enseñanza media de nuestra orden carmelita. Hasta ese tiempos sólo habían sido jóvenes y hombres con los que yo me había relacionado. Ahora era otra cosa. Me agradaba entrar en relación con la otra parte del hombre.
Recibí orden de regresar a USA. Después que había volado como un pájaro a Filipinas y había disfrutado de la libertad, no me encontraba a gusto dentro de los muros de un convento. Esto lo comprendió mi superior y me mandó a una parroquia de Arizona. Dejé con el consentimiento de Roma la orden y me hice capellán castrense en el ejercito. Por eso entré en contacto con otros cristianos. Mi mirada se ensanchó. Eran los tiempos del concilio vaticano II , cuando el papa Juan 23 quiso abrir las ventanas de la iglesia tradicional para que entrara viento fresco. Aquello dio un cambio profundo en la iglesia papa. Al sacerdote no se le consideró más como un ser superior al resto de los parroquianos. Esto causó una crisis de identidad entre los sacerdotes.
Me sentí impresionado cuando le oí a un sacerdote colega mío poner e duda la autoridad del papa , particularmente en la cuestión del celibato. También sabía que la ley del celibato obligatorio para muchos sacerdotes era una fuente de toda clase de conflictos psíquicos y de remordimientos.
Mi madre
Ella tomaba parte en las discusiones que sosteníamos como sacerdotes entre nosotros. Hacía tiempo que a ella le preocupaba el contraste entre lo que enseñaban los guías eclesiásticos y la escritura. Años antes le había expuesto este problema a monseñor Cartwright. El le respondió: hay muchos problemas en nuestra iglesia, pero Jesús ha prometido que " las puertas del infierno no prevalecerán contra ella".
Mi madre tenía un profundo respeto por la Escritura como Palabra de Dios. Siempre había leído con regularidad la Biblia, pero en el último tiempo la estudiaba realmente. En mis colegas sacerdotes por su liberalismo veía yo una tendencia a vaciar de contenido la Biblia. Con mi madre se daba el caso contrario. Cada vez tenía mas confianza en la Palabra de Dios. Para mí esto era un enigma. Mientras otros se esmeraban para suprimir ciertas reglas y ceremonias tradicionales, daba a conocer cada vez más que se le debía dar más atención a la Biblia en la iglesia, y subrayar el aspecto espiritual de la vida. Quería que Cristo ocupase el centro de todo.
La Biblia me Dio un Nuevo Modo de Ver
Primero no entendía mucho, pero poco a poco comencé a notar que en mi madre se había verificado un cambio extraordinario.
Su actitud influyó en mí para que tuviese más interés en lo que la Biblia dice. Frecuentemente dialogábamos sobre distintos temas como: La posición del papa, su infalibilidad, la confesión, el purgatorio, la concepción inmaculada y su asunción de María.
Comencé a ver que estos dogmas no sólo no se encontraban en la Biblia, sino que estaban en contra de ella.
¿Pero qué hacer con esta nueva manera de ver?
¿Como podía darle a eso un lugar en mi vida como sacerdote?
¿Tendría Que Fingir?
estaba seguro que Dios me había llamado a su servicio. ¿ Pero qué podía hacer yo, ahora que por el estudio de la Biblia estaba convencido que mi iglesia predicaba una doctrina errónea? Yo sabía muy bien que había sacerdotes que no creían en ciertos dogmas de nuestra iglesia. Algunos vivían clandestinamente con una mujer y tenían hijos. También yo podía permanecer como sacerdote , pese al hecho de que no creyese más en mi iglesia. Podía seguir recibiendo el salario de capellán del ejercito.
Sí, había un montón de razones para dejar las cosas como estaban, pero entonces me sentiría un mentiroso, alguien que no ganaba su dinero de manera honrada. Mi madre siempre me había enseñado que tenía que tirar recto y decidí hacerlo.
Ruptura con mi iglesia
El obispo hacía poco me había dado garantías que por lo menos durante veinte años podría ejercer como capellán del ejercito, pero le escribí que renunciaba a mi cargo.
Fue muy difícil tomar esa decisión. La iglesia catolicoRomana enseña que nunca hay una razón fundada para poder dejarla, ya que ella es la única verdadera iglesia de Cristo. Eso había caldo hondo en mi y se había fijado en toda mi vida sentimental.
También sabía que Roma me consideraría como un judas, un maldito, un excomulgado, a quién en lo posible había que rehuir. Pero mi madre rompió también con la iglesia y eso me dio a mí ánimos para seguirla en su actitud. Ella se incorporó a una iglesia reformada. Yo también frecuentaba a veces sus cultos.
NACER DE NUEVO
En la iglesia conocí a Ruth, que más tarde sería mi esposa. Puesto que yo había decidido estudiar teología ella supuso que yo sería un cristiano nacido de nuevo.
Pero entonces ella me dijo lo que nunca había oído:
¿Oye Bart, cuando te hiciste cristiano?
Mi respuesta fue:
¡Pero si yo he nacido cristiano ¡Entonces ella procuró demostrarme con las Escrituras que no es por el nacimiento sino por el nuevo nacimiento como uno se vuelve verdadero cristiano. Respondí tartamudeando: "Pero yo he creído siempre en Dios". Ella me respondió: "También los demonios creen y tiemblan".
De nuevo me puse a estudiar la Biblia y a la luz de ella descubrí que hasta entonces sólo me había apoyado en mi propia justicia. Pero tampoco había oído nunca dentro de la iglesia romanocatolica que nosotros sólo podíamos ser justificados ante Dios por la justicia de Cristo, que por medio de la fe nos es imputada desde fuera, desdeCristo.
Y un cierto día sucedió.
El Espíritu Santo me convenció de mi pecado, de mi absoluta perdición, de la muerte eterna que yo había merecido por mi vida asentada sobre mí mismo. El me persuadió también de la total suficiencia de Jesucristo y de su sacrificio en la cruz.
También vi que todos estos años había pasado de la justicia de Cristo y solo había intentado edificar mi propia justicia delante de Dios (Rom. 10:2,3)
Bartholomew F. Brewer
Ex - sacerdote católico Romano
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¡Si , ven pronto Señor clamamos¡
En Cristo
Rogelio
Ref.
Citado con permiso de los editores desde "En La Calle Recta"
Año XXV Nº120 Enero 1993